Yo soy el peor de los libros en diciembre del 2000, a los 26 años,
se suicida en la cárcel de Colina Roberto Martínez Vásquez,
“el Tila” o el psicópata de La Dehesa. Un hombre con una existencia
de mierda, como señala la contratapa de Criminal, primer
libro de poesía de Jaime Pinos (1970), quien anteriormente
había publicado Los bigotes de Mustafá (1993),
una rayuelesca narración en la que ya se observaba su interés
por cruzar diversos registros de escritura. La cita fotográfica,
textos de origen periodístico, encuestas on line y escritos
literarios conforman fragmentariamente el cuerpo textual de Criminal.
Un conjunto narrativo-poético en el que predomina la alternancia
entre la primera persona de Martínez, el criminal, con la del
narrador de su prontuario. En apariencia, Jaime Pinos se centra en
ejercer una crítica a la sociedad mediatizada y en mostrar
la voz del propio Martínez visibilizando su existencia. Los
medios crean una corriente de opinión que tipifica el peligro,
estigmatiza figuras y avala el determinismo generando miedo, mayor
control y estrategias de hiperseguridad. Ergo, desde la prensa nos
quedó bastante claro que “el Tila” estaría genéticamente
signado para ser la encarnación del mal en estado puro, calmando
así la posible culpa social al respecto.
El segundo núcleo del libro es la perspectiva en primera persona
del criminal. Aunque si bien Pinos realiza un trabajo preciso en términos
críticos, es en este segundo segmento donde definitivamente
el libro consigue los momentos más relevantes. Ante un individuo
con una monstruosidad canibalista, incestuosa y sádica hasta
el límite, quedamos en principio atrapados: estaba loco, era
extremadamente pobre, se crió sin reglas. Razones que alimentan
el marco teórico que permitirá “leer” al degenerado
y defender la potente terna familia-sociedad-Estado. Pinos tuerce
dicha estructuración y consigue hurgar en la palabra del “desviado”
desde otro sitio: “Yo soy el que acecha [...] Yo soy su miedo”. Nos
enfrentamos a un sujeto que expone con lucidez su condición
desviada, que nos dispara su culpa y que sustenta, al igual que los
medios, el determinismo: “la miseria, qué duda cabe, es un
mal hereditario [...]/Yo soy la cosecha./Yo soy lo que sembraron”.
La herencia, el medio adverso y la irresponsabilidad social serán
los ejes de su condición.
Sin embargo, hay una tercera zona desde la cual se patentiza una paradoja
que obliga a releer desde otra perspectiva el libro. En el segmento
titulado “Réquiem”, emerge una voz distinta a las rastreadas
anteriormente. Por medio de una invocación a Dios, el poeta
se incluye dentro del circuito de los “pecadores” y solicita piedad
por su alma y la del criminal: “Los que vivimos en esta ciudad enferma,/como
lobos y ovejas,/bajo el imperio sangriento de la depredación./
Los que seguiremos repitiendo,/víctimas o victimarios,/la vieja
historia de Caín./Los que lo aborrecemos/ porque amamos la
muerte,/a Ti, Señor, te pedimos:/ten piedad de su alma,/ten
piedad de nosotros”. Cito en extenso para que se aprecie el contexto
de la pareja de versos más paradojalmente turbios escritos
en mucho tiempo: “Los que lo aborrecemos/porque amamos la muerte”.
Esta torsión (¿perversa?) resitúa al Tila como
cordero sacrificial de la pulsión de muerte de una sociedad
enferma. Esa sociedad necesita al Tila, necesita alimentarse de ese
horror, de esa sangre que fortalece y apacigua, a la vez, su mala
conciencia. Así, desde el ejercicio de la crítica social
por medio de la exposición de los discursos mediales al intento
por adentrarse en la conciencia del victimario, el recorrido textual
privilegia el decir de lo perverso, creando bucles de significados,
unidos por el deseo de muerte.
Torceduras que tienden a diluir la compasión hacia el criminal,
la rabia respecto a la influencia nefasta del medio o la tranquilidad
ante su justo castigo. Nos quedamos finalmente con una propuesta estética
respecto a la creación y al mal, como en el famoso texto de
Thomas de Quincey. El criminal escribe, construyendo un texto a partir
del dolor y la muerte, no para redimir o limpiar. Criminal
de Jaime Pinos es un libro polémico y con gran fuerza crítica,
que nos enfrenta al crimen y al castigo como instancias competitivas.
Nada puede anular la paradoja: aborrezco el mal, porque amo la muerte.
Criminal
Jaime Pinos F.
La calabaza del Diablo, 2003.