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"Criminal" de Jaime Pinos F.

Yo soy el peor de los libros

Por Patricia Espinosa
Revista Rocinante, abril de 2004.


Yo soy el peor de los libros en diciembre del 2000, a los 26 años, se suicida en la cárcel de Colina Roberto Martínez Vásquez, “el Tila” o el psicópata de La Dehesa. Un hombre con una existencia de mierda, como señala la contratapa de Criminal, primer libro de poesía de Jaime Pinos (1970), quien anteriormente había publicado Los bigotes de Mustafá (1993), una rayuelesca narración en la que ya se observaba su interés por cruzar diversos registros de escritura. La cita fotográfica, textos de origen periodístico, encuestas on line y escritos literarios conforman fragmentariamente el cuerpo textual de Criminal. Un conjunto narrativo-poético en el que predomina la alternancia entre la primera persona de Martínez, el criminal, con la del narrador de su prontuario. En apariencia, Jaime Pinos se centra en ejercer una crítica a la sociedad mediatizada y en mostrar la voz del propio Martínez visibilizando su existencia. Los medios crean una corriente de opinión que tipifica el peligro, estigmatiza figuras y avala el determinismo generando miedo, mayor control y estrategias de hiperseguridad. Ergo, desde la prensa nos quedó bastante claro que “el Tila” estaría genéticamente signado para ser la encarnación del mal en estado puro, calmando así la posible culpa social al respecto.

El segundo núcleo del libro es la perspectiva en primera persona del criminal. Aunque si bien Pinos realiza un trabajo preciso en términos críticos, es en este segundo segmento donde definitivamente el libro consigue los momentos más relevantes. Ante un individuo con una monstruosidad canibalista, incestuosa y sádica hasta el límite, quedamos en principio atrapados: estaba loco, era extremadamente pobre, se crió sin reglas. Razones que alimentan el marco teórico que permitirá “leer” al degenerado y defender la potente terna familia-sociedad-Estado. Pinos tuerce dicha estructuración y consigue hurgar en la palabra del “desviado” desde otro sitio: “Yo soy el que acecha [...] Yo soy su miedo”. Nos enfrentamos a un sujeto que expone con lucidez su condición desviada, que nos dispara su culpa y que sustenta, al igual que los medios, el determinismo: “la miseria, qué duda cabe, es un mal hereditario [...]/Yo soy la cosecha./Yo soy lo que sembraron”. La herencia, el medio adverso y la irresponsabilidad social serán los ejes de su condición.

Sin embargo, hay una tercera zona desde la cual se patentiza una paradoja que obliga a releer desde otra perspectiva el libro. En el segmento titulado “Réquiem”, emerge una voz distinta a las rastreadas anteriormente. Por medio de una invocación a Dios, el poeta se incluye dentro del circuito de los “pecadores” y solicita piedad por su alma y la del criminal: “Los que vivimos en esta ciudad enferma,/como lobos y ovejas,/bajo el imperio sangriento de la depredación./ Los que seguiremos repitiendo,/víctimas o victimarios,/la vieja historia de Caín./Los que lo aborrecemos/ porque amamos la muerte,/a Ti, Señor, te pedimos:/ten piedad de su alma,/ten piedad de nosotros”. Cito en extenso para que se aprecie el contexto de la pareja de versos más paradojalmente turbios escritos en mucho tiempo: “Los que lo aborrecemos/porque amamos la muerte”. Esta torsión (¿perversa?) resitúa al Tila como cordero sacrificial de la pulsión de muerte de una sociedad enferma. Esa sociedad necesita al Tila, necesita alimentarse de ese horror, de esa sangre que fortalece y apacigua, a la vez, su mala conciencia. Así, desde el ejercicio de la crítica social por medio de la exposición de los discursos mediales al intento por adentrarse en la conciencia del victimario, el recorrido textual privilegia el decir de lo perverso, creando bucles de significados, unidos por el deseo de muerte.

Torceduras que tienden a diluir la compasión hacia el criminal, la rabia respecto a la influencia nefasta del medio o la tranquilidad ante su justo castigo. Nos quedamos finalmente con una propuesta estética respecto a la creación y al mal, como en el famoso texto de Thomas de Quincey. El criminal escribe, construyendo un texto a partir del dolor y la muerte, no para redimir o limpiar. Criminal de Jaime Pinos es un libro polémico y con gran fuerza crítica, que nos enfrenta al crimen y al castigo como instancias competitivas. Nada puede anular la paradoja: aborrezco el mal, porque amo la muerte.

 

Criminal
Jaime Pinos F.
La calabaza del Diablo, 2003.

 

 


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Jaime Pinos Fuentes: Yo soy el peor de los libros.
De "Criminal",
por Patricia Espinosa,
en Rocinante, abril de 2004.