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“Almanaque” de Jaime Pinos.
Simples distinciones de lector.

Por Ignacio Muñoz Cristi


Jaime Pinos ciudadano poeta. En su trabajo aparece una otra poesía etnográfica, no ya en torno a las problemáticas culturales de y entre pueblos multiétnicos, sino una poesía etnográfica del acontecer noticioso nacional con énfasis en lo urbano y lo cívico.

El análisis aquí será poético en un sentido metaliterario, poniendo como criterio de validación de lo que considero central en lo poético: al modo de arriesgar el gesto social propio del fenómeno humano, pero in situ, en la pertenencia y participación a la matriz de esa difusa colectividad de quienes habitan la “comunidad de la poesía”, es decir, un criterio que valida conservar la centralidad del espíritu u ethos fundante del acto creativo como comunión co-ispiradora y colaborativa.

Más, aquí serán abstraídos los elementos y procesos que distinga simplemente en tanto lector -lector de lujo diría el Movimiento Lúdico-, es decir, simplemente alguien en quien confluyen tanto el deseo de leer algo que le resulte deleitable, y a la vez la afortunada providencia  de encontrarse con un texto cuya lectura lo deleita. O sea, el lector de lujo o atento, no se hace, resulta. Obviamente, para ser justos, en el supuesto básico de que su pasión por la lectura no es meramente ocasional. Ahora bien, cuento aparte es poder volver a la lengua lo que el ojo-alma percibe y siente en lo que lee, ya que ese es el papel de un abstractor (disculpando la desafortunada disfonía del neologismo), y claro, los adjetivos de “atento” o de “lujo”, por la demasiada proximidad, no cabe aquí que los abstraiga de su propio operar el abstractor.

En tanto antropólogo yo me dedico a la abstracción de los fenómenos relacionales humanos y en tanto poeta cultivo la lectura de lujo cada vez que puedo.

Entonces, con este preludio manifiesto la matriz desde donde aquí escribo. Pero por último diré que me mueve a romper mi propia reticencia a la exégesis de la poesía, el hecho de que aprecio poder tener un gesto con el poeta en cuestión, ya que es un gesto que él también aprecia tener para con la ciudadanía y los sucesos cotidianos del acontecer de nuestra patria (reacuérdese que la patria son las nanas). ¿Y qué gesto es este? Precisamente el de poeta-abstractor, pero no de cualquier abstracción ya que hacer poesía de hecho es siempre componer con abstracciones, sean estas traídas a la mano desde lo imaginario o desde las realidades cotidianas, gesto digo, el de quien, en su caso, capta configuraciones relacionales trivializadas tanto por el morbo efímero de la nota roja y la prensa amarillista así como por el olvido histórico del acontecer nacional, y trasladándolas poéticamente a ese artilugio o artefacto-trama que es para él, a modo de entrelazamiento de palabras y silencios, la pagina no digamos ya en blanco sino que sabe borrar su blancura, logra transmutar lo vacuo e instantáneo en perdurablemente severas revelaciones del alma nacional.

Esta inspiración de etnógrafo esencial cruza la completa poética de Pinos. Y en este su segundo libro se expande la misma inspiración hasta la historia política reciente de Chile, pero de un modo personalísimamente sutil, no como un científico social, aunque lo lacónico de su voz nos (me) remita a tal modo escritural, el poeta lo hace como un ciudadano quien exhumara los cuerpos putrecidos por el efecto oxidante de la desmemoria nacional que yacen en el subsuelo de lo inconsciente colectivo y presentara los dichos restos en el ágora o plaza de armas de la capital.

Bien, lo primero para adentrarnos en materia será profundizar un poco más en este arte del rescate que practica nuestro autor.

En Almanaque hay varios textos que Jaime Pinos retoma e introduce con las respectivas citas bibliográficas para revelar al poema en su calidad de comentario de “lo que efectivamente ocurrió”, referencias que dan el sello de una membresía al ámbito de lo no ficcionado o literario.  Con esto lo que a uno le sucede… bueno, para conservarme hablando desde mi, diré; la sensación primera que tengo cuando pagina a pagina voy leyendo Almanaque, es la de reencontrarme con varias noticias que la gran mayoría de nuestros connacionales vio o escuchó hace algún tiempo, noticias que impactan e impactaron por su crudeza, que conquistaron primera plana y sus “quince” minutos en los noticieros nocturnos, y que luego desaparecieron tan raudamente  como llegaron; la anciana a quien descubrieron sobreviviendo de comer la espuma del colchón y sus propios excrementos, el anciano que apareció medio devorado por una jauría de perros en no se que población, etc. Noticias que como la inmensa mayoría uno olvida con la llegada de nuevas noticias y más noticias, y de entre las cuales se nos escapa muchas veces la posibilidad de darle seguimiento a algunas de ellas que consideramos alarmantes, y tal posibilidad se esfuma en parte por nuestra indolencia y en parte por el hecho de que simplemente no se nos dice ya nada más de ellas, con lo cual por lo demás se favorece indirectamente el marasmo de no participación ciudadana en los asuntos de Estado. No por nada se ha llamado a los Mass Media “medios de desinformación”. Y Pinos aquí ejecuta un ajedrez ciudadano muy valioso, retomando estos retazos del acontecer nacional y sacándolos del espacio del morbo farandulero los pone en la sala de cirugía reflexiva invitándonos a un proceso que permite aquilatar el abismo de soledad, precariedad, desidia cívica, despropósito y desorientación espiritual que implican estos acontecimientos y que la prensa oculta al presentarlos como lo hace. Toda palabra oculta y a la vez revela. Y l@s poetas saben esto por que conocen el ejercicio inverso, el de revelar con el callar de la evocación que no describe, insinúa. El silencio es, en literatura, no un vacío perceptual, sino un callar, es un decir sin decir lo no dicho que queda oculto por la obviedad y la velocidad del trafago cotidiano, o lo no dicho por que es uno de esos secretos a voces. La poesía escrita es en este sentido, estéticamente hablando, el arte del desnate, de extraer lo superfluo con la palabra.  Y en este arte, aunque hay muchas y muy distintas maneras de encararlo, Pinos, a todas luces, a ejercitado largamente su Palabra. Su poesía es así densamente silenciosa, medida. Y a la vez, simultaneidad que me parece notable,  en otra dimensión es extremadamente explícita, descriptiva, como ya decía, su tono es casi el de la factura propia de un texto etnográfico. Veamos esto en un o de sus poemas:

Matar a los viejos

Dina Ortiz (69)
ex profesora,
la Madre.

Fue rescatada el sábado en estado de desnutrición extremo (29 kilos)
desde la pieza nauseabunda donde yacía peor que un perro, sola,
comiendo trozos de colchón y sus propias fecas.

Héctor Marro (72)
ex contador,
el Padre.

Dice dormir sólo tres horas diarias.
Y lo hace a la intemperie en un sillón inmundo desde el pasado invierno.
En el interior del palacete el hedor no se aguanta.

Dina, Héctor, Francisco, Jorge, Graciela, Enrique, Elizabeth,
profesora, homeópata, ingeniero, músico, asistente social,
los Hijos.

Uno de sus hijos, juró a los detectives que no tenía recursos para cuidar a su madre.
Sin embargo posee auto y se nota que no le falta para comer.

Un caso entre muchos
fugazmente iluminado por los flashes.
Alimento para el morbo del público,
ese apetito insaciable.

Retirados
del trabajo y el consumo,
animales inservibles
bajo el frío látigo
de la indiferencia.

Indigna la vejez
cuando agosto es todo el año.

A cambio de
una vida de trabajo,
moneda dura,
EL PAGO DE CHILE.
                                 (Fuente: lacuarta.cl)

También se puede apreciar en Almanaque el arte poética de Pinos volcado explícita y elegantemente en dos poemas que le dan nuevas dimensiones de profundidad al texto al proyectarlo dentro del cuadrilátero de la metapoesía o poesía sobre la poesía, veamos:  

Nota al margen

La poesía como
TRABAJO DE CAMPO.

El poema como
ESTADO DE COSAS.

El poeta como
NARRADOR OBSERVADOR.
Nota al margen

Escribe a la manera
de Rosa Araneda
de José Hipólito Casas,
de Bernardino Guajardo,
de Daniel Meneses,
de Juan Bautista Peralta,
de Patricio Miranda,
de Pancho Romero.

Escribe a la manera
de los poetas anónimos
o perdidos en las neblinas de Chile.

Prensa Amarilla.
Crónica Roja.
Últimas Noticias.

Versos a lo humano,
por literatura.

Palabras para colgar
en el tenderete del charlatán ciego.

Escribe
LIRA POPULAR

También encontramos otro tipo de rescates, la creación de noticias poéticas abstraídas de su trabajo de campo, lo observado que trae a la escritura, dando voz a los sin voz a la vez que dando voz a aquello que como sociedad no queremos dar voz, nuestro temores más soterrados, por ejemplo, el temor a la pobreza, así es como se deja inspirar por otras musas no tan del estilo de la áurea Caliope:  

Musa
“La poesía chilena es un perro
y ahora vive a la intemperie”
Roberto Bolaño
Irrumpe en el territorio.

Edad media,
maciza, morena,
pelo cano y desgreñado.
Empuja un coche
cargado de ropa, botellas, bolsas plásticas.

Los primeros días,
permanece sentada con su coche
junto a la cortina del local en arriendo,
a la vuelta del minimarket.

No pide dinero.
No vende nada.

Concentrada,
escribe en un cuaderno de espiral,
murmura algo.

Un paraguas desvencijado
le sirve de sombrilla
cuando se tiende sobre la acera,
como una bañista,
sin importarle los que pasan a su lado
desviando la mirada

La observa desde lejos.

Cuando pasa a su lado,
hace lo mismo,
finge que no la ve.

UN MIEDO INCONCEBIBLE A LA POBREZA

Los días que siguen,
la ve dormir en la noche del parque desierto;
la ve orinar, a ojos de todos, encuclillada como una chola;
la ve insultar al dueño del minimarket
cuando intenta correrla mojando la acera.

Le oye decir,
sin levantar la vista del cuaderno sucio:
Y a mí, ¿quién me devuelve el tiempo perdido?

Desaparece del territorio.

En su primer libro, “Criminal”, donde anticipa y extrema este tipo de operación forense con el suceso noticioso y la mentalidad nacional,  vemos revivir por un instante a Roberto Martínez Vázquez, alias el “Tila”, más conocido como el psicópata de La Dehesa. Un joven que atracó, violó y asesino “serialmente” a varias personas antes de quitarse la vida en su celda de prisión con el cable de su maquina de escribir (1).  Cabe resaltar que la historia previa del Tila, la de su infancia y adolescencia, fue una historia de horror en si misma, donde la pobreza material fue seguramente el mal menor; entregado a su abuela parcialmente en adopción por una madre con diagnóstico de esquizofrénica, abuela que permitía y aún concedía al niño para satisfacer las ansias sexuales de sus pederastas tíos, quienes además de violarlo repetidamente se divertían maliciosamente, junto a la abuela, “disfrazándolo” de mujer. Abuela que también lo amarraba durante horas del cuello a un árbol como si fuese un perro. En fin, parientes y comunidad cercana de quien solo recibió traiciones, golpes y malos tratos de toda clase. Permítaseme aquí una breve disgregación antropológica; puedo afirmar, y es hoy en día por todos constatable, que detrás de todo criminal, todo diagnóstico clínico de las llamadas patologías antisociales,  y detrás de toda persona que generó o colaboró activamente de sucesos de enajenación colectiva como son las matanzas, torturas y genocidios, hay historias de niños, niñas y jóvenes que tuvieron de un u otro modo que habitar permanente o repetidamente en matrices relacionales de violencia y maltrato en sus múltiples dimensiones; físicas, psicológicas, sociales. Dando así pie a la enajenación de la naturaleza humana primariamente amable que entrelaza la conciencia de si y la conciencia social y ética de manera espontánea en cualquier recién nacido. Fundamento psíquico el de la Biología del Amar, que se vio trastornado hace ya 10 mil años con el surgimiento de la cultura patriarcal-matriarcal, pero fundamento que aún hoy es indispensable para la realización del tipo de criaturas que evolutivamente somos. El hombre ha llegado a ser, como se dice, un lobo del hombre, sin embargo la violencia no es consustancial a lo humano. No me extenderé en esto pero a quien se interese por los fundamentos de mis afirmaciones lo remito a algunas publicaciones (2). Como dijo el mismo Tila en su carta al ministro del interior de aquel entonces (Inzulza) “Yo no nací delincuente señor ministro”. Con esto, hay que dejarlo claro, no intento justificar lo injustificable de tamaños actos antisociales, ni los del Tila, ni los de Hitler o Bush. Por el contrario, hay que poder verlos en toda su descarnada e histórica brutalidad, verlos en sus condiciones de posibilidad y en sus consecuencias. Pero hay que poder ver también, y sobre todo, como participa cada uno de nosotros indirectamente en su posibilitación, realización y conservación en tanto ciudadanos de un país y un mundo entregado al feroz arbitrio de la loca carrera por el éxito y la acumulación y apropiación incesante de capital en esta, la cultura de la omnipotencia posmoderna donde los que la llevan son el arrogante y el prepotente. Pero señoras y señores,  todos, hundimos la misma nave, no es “el sistema” allá afuera, nosotros operamos inconscientemente (y a veces concientemente) como mecanismos homeostáticos (conservadores) en la realización del mismo, de mil formas con nuestras pequeñas y grandes mezquindades. Ahora bien, todo lo anterior no me aleja demasiado de mi trabajo de abstracción de la poética de Pinos ya que precisamente, una lectura de lujo, por ende gozosa, de su libro “Criminal”, nos evoca ese sentir de responsabilidad social que nos permite atisbar por un instante que él Tila, somos todos. En este libro, a diferencia de “Almanaque”, el poeta opera un juego de descentralización del “yo” del hablante en el que da voz al Tila en un enrosque que despersonaliza a quien escribe para animar tanto la voz del difunto criminal como una difusa voz de la conciencia nacional, ahora rojamente farandulera, ahora culpógena, ahora de impresentida sabiduría.  Pero atendamos directamente a uno de sus poemas en “Criminal”:

Discurso del acecho

Soy el que acecha.
El que anda por ahí,
merodeando,
agazapado entre las sombras,
oculto en lo más profundo de la noche.

Ansioso por iniciar las ceremonias de la cacería,
la profanación de todo lo que, para ellos , es sagrado.
La ley.
La propiedad.
El dinero.
La decencia.
El buen nombre de las buenas familias.

Para evadirse de mí,
ellos han acumulado
rejas, alarmas, dispositivos,
guardias a contrata y policía regular,
armas, celdas de castigo, picanas eléctrica. 

Entonces, retomando “Almanaque”, respecto a la posibilidad de consignar en aquel el espíritu de los tiempos, o Zeistgeist como sintetizan los alemanes, el libro es tan agudo trayendo a mano los sucesos concretos cuanto como abstrayendo el sentir del presente nacional y aún mundial, y en ese sentido el titulo es doblemente un acierto ya que no solo remite a la consignación de hechos como hace cualquier almanaque, sino que evoca, el espíritu u alma (naque) de los tiempos que nos tocan y que le toca vivir al poeta.  Oigámoslo:

Época

Ningún llamado a asaltar el cielo,
nula esperanza de cambiar la vida.
No Future.

Nadie reunido bajo ninguna bandera.

Otra época,
Historia sin heroísmo.

Gritos de guerra
girando en el vacío,
consignas revolucionarias
parodiadas por el marketing.

PORQUE LA VIDA ES AHORA
reza la promoción de la tarjeta de crédito.

YO QUIERO OTRO MUNDO
reza la promoción de la bebida de fantasía.

Llegados a este punto quiero mencionar lo que me parece un logrado y aún magistral acierto en el poema; Pinos logra en el una armoniosa tensión entre lo personal y lo impersonal; el libro es fría descripción de hechos descarnados y es a la vez, o secuencialmente, conmovida y conmovedora distinción del propio sentir y de la propia matriz que habita. Hay un juego de entrelazamientos de distinciones donde la presencia del poeta mismo, en su sentir y en su historia, va asomando rítmicamente, a la vez que se realiza la operación descriptiva del trabajo de campo de “observación ciudadana”. Entramado que le da… perdón, que le dio, a “mi” (3) lectura una potencia evocadora de gran hondura. El hecho de ir presentando las frías descripciones va poniendo la carga emotiva en el lector, es uno, “soy yo”,  el que se retuerce ante la tragedia cotidiana que presencia ahí plasmada, pero a la vez a medida que se profundiza en el texto, esa carga de sentimientos logra maximizarse cuando el poeta se va donando a si mismo en un desnudo sacrificial donde alcanzamos… y dale, donde alcancé digo, a palpar su tristeza, su impotencia, encontrándome yo ahí, pero conmigo mismo, con mi historia. Ya que indefectiblemente es mi tristeza, mi impotencia, y es que no puede ser de otra forma por que uno lee desde si y lee lo que lee, no lo que “escribe” el autor, esto por mucho que uno se acerque a lo que quiso decir según el mismo autor. La palabra no describe lo real, lo que está ahí independiente del observador, la palabra da cuenta de un mundo que surge en la consensual coordinación de acciones y emociones, pero sin el consenso de la convivencia no hay interobjetividad, no hay objeto común.  Aún así, este calculado uso de la tensión de lo personal e impersonal tiene el merito, en mi opinión, de acentuar esta dinámica de irse encontrando cada vez más uno ahí, inmerso, arrasado. Como dijo un sabio: “Si quieres que alguien te hable de su abuelita, háblale tu de la tuya”. Muy particularmente por que Jaime Pinos se vale de un recurso a la vena, podríamos decir, que implica el cuidadosísimo y honesto tratamiento de un tema que evidentemente resulta para el de la más honda conmoción, rayano en el confesionalísmo y aún en la misma farandulización que ataca con su poética, pero que permanece con destreza en el lado despiadadamente honesto de la cancha, en el lado de quien nos comulga una experiencia total, inescapable, una experiencia de aquellas que uno se lleva a la tumba y en la que todos nos podemos reflejar. Me refiero al suicidio de su amigo Jorge Jordán Herrera, a quien el libro está dedicado. Cuestión importante al respecto del tratamiento que da al tema es que más allá de ser el amigo de Jaime, Jordán Herrera es en si mismo un arquetipo de nuestra patria, una más de esas personas que fueron noticia por un instante y luego fueron hundidos en el olvido de todos aquellos que no fuimos su amigo, y que  no conocíamos la matriz relacional en que se dio su existencia, matriz la cual es ella misma a la vez otro arquetipo de la historia nacional, historia de dolor, muerte, dictadura, miedo, resiliencia, odio y perdidumbre colectiva. Jaime Pinos da así, por un instante cual el rayo rasgando la oscuridad de la noche, voz a la matriz completa que queda oculta tras el suicidio de su amigo. El amigo que somos tu, yo y él mismo. En términos de oficio, de técnica escritural, diría que esta potencia gatilladora de semejante evocación, la consigue con la apoteosis del bien logrado entrelazamiento ritmado o medido de lo personal e impersonal. En términos de la persona, del ser humano que es Jaime, lo logra atreviendo a ponerse entero ahí, no para mostrarse sino para gritar en el desierto (la patria) a pesar y a sabiendas del eco sordo que reverbera todo en derredor, jugándosela por ofrecer una palabra reflexiva, y así, jugándosela por  este desatendido arte de generar y tutelar el imaginario colectivo, que llamamos poesía.

Antes de terminar presentando un último  poema de “Almanaque” quisiera decir que concuerdo en que estamos en medio de tiempos muy oscuros, tan oscuros que no vemos siquiera que tan oscuro está, somos ciegos a nuestra ceguera, tiempos de ideologías invisibles, de iniquidades como nunca antes alcanzamos a generar. Así como nunca vimos tanta riqueza económica y tecnológica, nunca antes vimos tanta pobreza material y humana. Sin embargo, cuando más oscuro está, es justo antes de salir el sol. Y todo orden surge del caos. Sin embargo no sabemos lo que viene, por el contrario, sabemos de hecho que nada hay predeterminado, no hay izquierdo o derecho Fin de la Historia,  y tenemos que asumir que perfectamente lo que podría surgir en esta nueva Era que parece asomarse desde la conciencia generalizada que trae a mano el malestar civilizatorio en apoteosis sea, un orden aún peor, abiertamente tiránico y mafioso. Sin embargo puede que no, y de nosotros todos depende. Las lecciones de la historia cultural humana nos podrían, si lo deseásemos, enseñar a ver en la oscuridad de nuestras cegueras y ver que quizás el camino está en soltar las expectativas que nos llevan al vicioso circulo de las ilusiones y desilusiones revolucionarias que desemboca indefectiblemente en frustración y aún en nuevas exigencias y tiranías. Aprender a ver que como los poetas del desierto, hay que saber vosear sin esperar nada a cambio, casi dando todo por perdido, aprendiendo a poner el valor del acto realizado en el acto mismo y no en la consecuencia, vivir el proceso soltando el apego a los resultados. ¿No hay utopías posibles ya? Pues que bueno, hagamos entonces de nuestro caminar una utopísitica (4), una seria evaluación de nuestras opciones pasadas, presentes y futuras para co-inspirar en torno a la co-construcción de un espacio no perfecto pero si más generador y conservador del bienestar mancomunado que tanto deseamos, pero hagámoslo desde nuestra autonomía entrelazándonos en la colaboración, no busquemos más lideres ni más teorías, y demos rienda suelta a nuestra creatividad, y sobre todo, demos rienda a la alegría de la amistad, confiando en lo que nos muestra la Matríz Biológico-Cultural de la Existencia Humana (5), confiando en que a pesar de 10.000 mil años de caos civilizatorio producto de habitar en la desconfianza, el control, la apropiación y la dominación, aún, conservamos la naturaleza primaria propia del Homo Sapiens-Amans Amans, y hagámonos cargo que nos duele y que enfermamos cuando sostenidamente no podemos habitar en el bienestar del respeto mutuo. Pero para eso habrá que soltar las certidumbres, el no estar dispuestos a revisar los fundamentos desde donde se dice lo que se dice, y en su lugar cultivar la reflexión, la mirada a si mismo, al propio habitar y los mundos que traemos a la mano con nuestra propio vivir y convivir. Como dijo otro sabio;“Solo el reflexionar nos hará Libres” En buena hora entonces doy la bienvenida a estas profundas reflexiones poéticas a que nos invita Jaime Pinos.

Elegía
I used to want to live
to avoid your elegy.
Yet really we had the same life
the generic one
our generation offered.
Robert Lowell
Como ves,
nada ha cambiado.
Violencia, Poder, Dinero.
El Dictador ha muerto
en su cama
cuando ya no importa,
nadie recuerda o quiere recordar
la hora de los chacales.
El confort es la única utopía,
la gente vive para trabajar,
compra cosas, paga créditos,
bebe, toma pastillas, consume cocaína,
ve televisión, mucha televisión.
Espectadores
esperando nada,
sobreviviendo al vacío de esta ciudad
donde se choca o se revienta
en los campos de fuerza
de la productividad y la competencia
o en la ruleta rusa de los hechos de sangre.
Mucha gente deprimida, solitaria,
los adolescentes se suicidan con mayor frecuencia,
los viejos suelen morir en el abandono absoluto,
proliferan los teléfonos y las farmacias.

Como sabes,
llegamos tarde.
Niños jugando entre los escombros
de una revolución fracasada,
a contramano de un país
que eligió a otros
como sus hijos pródigos.
Nuestros amigos, nuestros compañeros,
condenados al fracaso,
el margen o la asimilación.
Una generación
colgando

en el vacío.

Como tú
esa noche de septiembre.
He pensado en Rodrigo Lira,
su largo alarido,
sirenas de incendio, perros aullando,
las ventanas del Edificio Diego Portales
estallando en varios miles de pedazos.
He pensado en Abbie Hoffman,
escribiendo su nota,
abandonándose al sopor del alcohol y el fenobarbital.
Es demasiado tarde. No podemos ganar.
Se han hecho demasiado poderosos.
He pensado en John Berryman
saltando desde un puente de Minneapolis.

He pensado en la decepción definitiva,
en la soledad final.
En tus últimos momentos
antes de emigrar a tierra de nadie.

Escritura de los suicidas,
letra al pie de la muerte,
texto sin glosa, metáfora límite.
Salto al silencio.

A pesar de todo,
a pesar del dolor y la culpa,
otros recuerdos prevalecen en mí.

(es verano, somos muy jóvenes, tenemos diecinueve o veinte años, viajamos por la carretera en el auto de mi padre, hemos encendido un porro, vamos camino a la costa, escuchamos radio, hablamos de sexo, de amor, de discos o de libros, bromeamos, nos reímos, nos ponemos sentimentales o rabiosos, hablamos de la mierda de país que nos tocó, de cómo salvarnos de todo ese lastre, la dictadura, el colegio de curas, la plaza provinciana, somos muy jóvenes, nuestra esperanza y nuestra imaginación están intactas, todo es posible, creemos que vamos a lograrlo, que nuestra vida será una gran aventura, que el país cambiará, que encontraremos la forma de ser libres y felices, vamos llegando a la costa, sacas medio cuerpo por la ventana del auto, el sol brilla sobre el mar, la brisa fresca nos llena los pulmones)

La imagen fija
es tu sonrisa de Gato de Cheshire.

Hice cuanto pude para seguir mi vida
y evitarme tu elegía.

A pesar de todo,
aquí estoy,
escribiendo.

Para hablar contigo,
sigo las instrucciones de Teillier.
Elijo palabras que puedas reconocer.
Aprendo a esperar.

 

 

Ignacio Muñoz Cristi
Isla Negra, Febrero 2009.
Santiago, Mayo 2010.


Notas y Referencias Bibliográficas


(1) El Tila tenía ciertamente el don de la escritura como saben todos aquellos que hayan podido leer los poemas que post mortem editorial siglo XXI publicara en una limitada edición casi apócrifa. Resulta bastante impresionante descubrir en su poesía una conciencia de gran lucidez respecto a su situación, a la vez que un oído y uso de las palabras que contrasta fuertemente con la insensibilidad que le posibilitó llegar a perpetrar los crímenes que se le adjudican. Uno lee esos poemas y sabe que al hablar de violaciones y horrores no hay en ello nada de metafórico.

(2) Maturana, Humberto y Dávila, Ximena. Habitar Humano en Seis ensayos de Biología-Cultural. Santiago:  J-C Sáez Editor, 2008. Impreso. Y si quieren una aproximación poética al tema pueden ver: Muñoz, Ignacio. Tractatus Poetico-Antrophologicus. Santiago: M.L. Ediciones y Mantra Editorial. 2008. Impreso.

(3) Cuesta no olvidar escribir asumiendo plenamente esa ley sistémica del cosmos presentada por Maturana que dice: “Todo lo dicho es dicho por un observador a otro observador que puede ser uno mismo”  El asunto es que siempre depende del criterio que cada uno ponga en su lectura lo que distinga o deje de distinguir.

(4) El término de utopística lo tomo del trabajo del sociólogo e historiador de la economía de los sistemas mundiales Immaneuel Wallerstein. Y si bien aquí recojo la palabra, la pongo en otra matriz conceptual pero que igual abreva de la misma inspiración con que la funda Wallerstein. Ver su libro: Utopística: O las opciones históricas del siglo XXI. México: Editorial Siglo XXI y CIICH de la UNAM. 1998.

(5) Al respecto también invito a revisar el libro Habitar Humano, antes citado.


 

 

 

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