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PREGUNTAS A JAIME PINOS


Por Roberto Fuznet

 




- ¿Recuerda que algún libro haya marcado su infancia?
- Me recuerdo, muy chico junto a mi hermano, cada noche antes de dormir, escuchando el relato paterno de las peripecias increíbles de un marino llamado Ulises. Mi historia favorita era la de su temerario enfrentamiento con el Cíclope. Después me enteraría de la existencia de La Odisea y podría comparar el texto de Homero con la versión oral, bastante libre, de mi padre. ¿Existen, todavía, padres que cuenten cuentos a sus hijos antes de dormir? ¿existen, aún, niños que se duerman lejos del trance hipnótico del televisor? Luego vendrían Stevenson, Dickens, Verne. Afortunadamente, mis primeras lecturas fueron algo más interesantes que la mayoritaria iniciación generacional a manos de las aventuras bobaliconas de Papelucho.

- ¿Quiénes son sus autores cardinales?
- Entiendo por autores cardinales a aquellos que no sólo han alimentado mi voracidad lectora, sino que, además, me han hecho escribir. Me restringiré a unos pocos autores chilenos ya fallecidos, de lo contrario la lista podría resultar demasiado extensa: José Santos González Vera, Manuel Rojas, Carlos Droguett, Jorge Teillier, Enrique Lihn, Rodrigo Lira, Roberto Bolaño.

- ¿Cuándo decide incursionar como escritor?
- La escritura ha sido siempre para mí una práctica algo extraña, iniciada como una afición inocente y clandestina, en la cual he persistido como con algunos vicios. En cualquier caso, creo que, como escribió Gil de Viedma, lo normal es leer y no escribir. No creo en absoluto en la ficción del escritor profesional. En realidad, no creo en ningún tipo de profesionalismo si se lo define en términos de una pretendida especialización y el prestigio o la autoridad que ésta, supuestamente, confiere. Por el contrario, respecto a mis actividades, tanto dentro como fuera del ámbito literario, diría parafraseando a Guy Debord: "Si se atiende a mis méritos, y no a mis remuneraciones, está claro que he sido un profesional. Pero, ¿profesional de qué? Esa será la sospecha sobre mí ante un mundo condenable."

- ¿Le teme al fracaso en este oficio?
- Escribir es un oficio peligroso, ya lo dijo Bolaño. No espero hacer de la escritura una práctica económicamente rentable, ni la entiendo como un camino para alcanzar la respetabilidad social. Los escritores que me interesan han vivido en el filo de la navaja, siempre enfrentados a lo que Ribeyro llamaría "La tentación del fracaso" Lejos de comprenderla como una Carrera de Éxitos, creo que la literatura es una actividad de kamikases, un arte en extinción dentro de esta sociedad donde, como dijo Piglia, la literatura no existiría si no se la hubiera encontrado hecha.

- ¿Cree en Dios?
- No.

- ¿Qué metodología utiliza para corregir sus poemas?
- La obsesividad no es necesariamente metódica. Releo y corrijo hasta el cansancio. El hastío podría considerarse un límite relativo si, como escribió Valery, un texto no se termina sino sólo se abandona.

- Cuéntenos como fue el proceso de convertir la figura del psicópata de la Dehesa, en la maniobra compositiva de tu poemario, CRIMINAL.
- Lo primero fue el impacto, sentimental y político, frente a la historia de Roberto Martínez. Luego, la intuición de que esa historia constituía una metáfora profunda y dramática de la sociedad en que vivimos. El resentimiento, la violencia, el pánico, la fabulosa maquinaria del espectáculo definitivamente instalada en este país. La escritura del texto fue iniciada al día siguiente de su suicidio. Lo que podríamos llamar "maniobra compositiva" se orientó, desde el inicio, en dos sentidos. Por una parte, la búsqueda de un registro líricamente efectivo, a la vez que verosímil, para articular un discurso en primera persona. Por otra, la búsqueda de un registro estrictamente descriptivo, si se quiere objetivista, para construir un discurso sobre las circunstancias concretas y los contextos sociales en que esta historia tuvo lugar.

- Acerca de este libro, M. A Coloma, comentó que se trata de una colección de poemas que funcionan como una crónica en verso ¿Qué lo motivó a modelar sus textos de esa manera?
- La crítica registró en su momento el carácter híbrido del texto. Alejandro Zambra, por ejemplo, lo catalogó en LUN de "raro volumen de poemas", lo que me parece perfecto. No me interesan las convenciones genéricas, sino los espacios fronterizos, los intersticios en que la escritura corre por fuera de esas convenciones. Tal como la narrativa más moderna se ha abierto al ensayo, la crónica, la biografía o el relato de viajes, la poesía, espero, seguirá similares derroteros.

- En un par de poemas de CRIMINAL, realiza paráfrasis de Ginsberg y Linh. ¿Cuál es su enlace personal con la poesía de estos escritores?
-
Me gustan algunas cosas de Ginsberg pero, entre los beatniks, actualmente me interesan más otros autores menos renombrados. Bob Kauffmann, Gregory Corso, Gary Snyder. En cuanto a Lihn, mi admiración ha quedado refrendada en más de algún texto. Más allá de la pura admiración literaria, reconozco en Lihn a un maestro cuya comprensión y práctica de la poesía se mantuvo siempre lejos de cualquier cortesanía u obsecuencia con el poder. Frente a ciertas escenas y personajes de la literatura chilena postdictadura, a veces pienso en cuanto más difícil hubiese sido pasar tanto gato por liebre si Lihn estuviera vivo. "Demasiado temprano para Lihn", recuerdo que se llamaba la crónica de Filebo sobre su entierro. Como es sabido, los simuladores suelen ser longevos. Por el contrario, la verdadera poesía es una droga dura que, como dijo el mismo Lihn, tiene que ver esencialmente con la muerte.

- ¿Qué destacaría en el panorama actual de la poesía en Chile?
-
Dos cosas. Una: la persistencia del ya tradicional espíritu conspirativo, de guerrilla entre cofradías que, a estas alturas, me parece bastante ridículo. Ya vendría siendo hora de abandonar definitivamente la ficción del Poeta Nacional Único e invertir los esfuerzos en cosas más productivas que sacarse los ojos por ocupar el Gran Sillón. Leer más, por ejemplo. Escribir más, por ejemplo. Leer más, eso sobre todo. Dos: la extraordinaria cantidad y calidad de escrituras contemporáneas (el extenso arco que puede trazarse desde Parra o Rojas hasta las generaciones más jóvenes) que ha dado a la escena chilena actual una vitalidad algo difícil de explicar pero que me parece real.

- ¿Qué rol social cree debería cumplir la literatura en nuestros días?
- No creo que la literatura deba cumplir algún rol. Escribir es una práctica más bien gratuita que funcional, precisamente en ello radica su potencialidad crítica. En cuanto a mi propia escritura, lo social es tanto un objeto de conocimiento como la situación en que ella tiene lugar y cobra sentido. Se escribe para descifrar la inabarcable trama de relatos que es la realidad. En ese flujo, lo individual y lo colectivo son dimensiones diferenciables tan sólo teóricamente. Se escribe para fijar un momento de ese flujo único, para preservar algún fragmento del olvido. Toda escritura se resuelve contra el tiempo en esa tensión entre lo íntimo y lo político.

- Usted señaló que después de la dictadura se produjo una dispersión en términos generacionales, por lo cual era necesario buscar formas nuevas de rearticular, convivir y crear colectivamente. ¿Cómo ha visto este proceso?
- El panorama ha mejorado desde los somnolientos años noventas. Creo que la paulatina emergencia de nuevos proyectos editoriales, revistas, encuentros y lecturas, es un síntoma alentador. Ojalá persista la tendencia. No recuerdo quién lo dijo: el optimismo es revolucionario.

- El poeta Raúl Zurita expuso que una de las cualidades más crueles y fascinantes de la poesía es que ella no tiene ninguna otra posibilidad que la de ser extraordinaria. La poesía mala o mediana sencillamente no existe. ¿Cómo vive usted esta afirmación?
- En cuanto a su objeto, estoy más cerca de Perec cuando dice que la literatura moderna debe enfocarse en lo que él llama lo " infraordinario". Aquello que, de tanto tenerlo frente a la nariz, se nos ha hecho invisible. En cuanto a su recepción, me inscribo entre aquellos que, como Lautreaumont, imaginaron la poesía como una práctica tan normal que podría ser hecha por todos. O que, como Teillier, la concibieron como una modesta y mundanal moneda cotidiana. En cualquier caso, de todo hay en esta viña del Señor. Malos poetas. Poetas malos. Y un número no despreciable de buenos poetas. Incluso un puñado de poetas extraordinarios. Quién sabe. La posteridad es un cuento de niños. Lo demás, las piedras que nos tapen, el viento.

 
 

 

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