Pedro Páramo: medio siglo
Por Julio
Moguel
La Jornada Semanal, domingo 3 de julio
de 2005
I
Cuando Juan Rulfo decidió eliminar más
de un centenar de páginas del original de su novela, nombrarla
Pedro Páramo en lugar de Los murmullos, y bautizar
como Comala en lugar de Tuxcacuesco al pueblo de su trama, dio el
salto definitivo a la dimensión mítica y universal de
su escritura. Este proceso se dio entre 1953 y 1954, en su calidad
de becario del Centro Mexicano de Escritores, después de un
largo proceso de experimentación en el plano de las formas
literarias que tuvo en los cuentos integrados en El llano en
llamas su expresión más depurada: "En cuatro
meses, de
abril a agosto de 1954, reuní trescientas páginas. Conforme
pasaba a máquina el original, destruía las hojas manuscritas
(...) Llegué a hacer otras tres versiones que consistieron
en reducir a la mitad aquellas trescientas páginas. Eliminé
toda divagación y borré completamente las intromisiones
del autor"...(1)
Puede adivinarse que fue en dicho proceso de metamorfosis como Rulfo
logró desplegar su novela magistral más como memoria
que como un recuento de hechos, bajo un formato que, eliminando al
narrador externo -al "autor como conciencia omnisciente"-
o ubicándolo en un papel muy secundario, borró "divagaciones
y explicaciones" excesivas y quitó "intromisiones
y elucubraciones" innecesarias. Logró así el dominio
del diálogo interior y la integración poética
de su novela: "Lo asombroso de la relación de Rulfo con
el lenguaje —nos dice Jorge Ruffinelli- es que éste crezca
hacia adentro, que no sólo no prolifere sino que disminuya
paulatinamente, incrementando sin embargo su capacidad expresiva."(2)
Esos y otros "ajustes" fueron decantando la novela,
en lo que el propio Rulfo definió como un arduo "ejercicio
de eliminación". Se trató, en suma, de un movimiento
de aproximación que fue "desplazando" hechos,
tiempos y escenarios de una ubicación sensible, de una localización
realista, a otra totalmente ficcional de consistencia mítica
("redimensionamiento cósmico de lo regional", dirá
Horacio Costa).(3) Y ello lo
hizo por medio de un lenguaje particular, propio de la oralidad
mestiza mexicana que viene desde el siglo XVI, de la construcción
de un espacio-tiempo en el que la vida y la muerte son la misma cosa
o se acompañan, así como de la producción de
una acústica propia a la condición esférica,(4)
circular, del tiempo-espacio de Comala.
Ciertas correcciones finales, aparentemente sólo de precisión
o estilo, muestran hasta qué punto la integración más
íntima de la novela se resolvió prácticamente
al final, cuando una parte del escrito ya había sido publicada,
o cuando el original mecanografiado ya había sido entregado
por Rulfo al Centro Mexicano de Escritores. Veamos.(5)
En su número de enero-marzo de 1954, la revista Letras
Patrias publicaba un fragmento de la novela que pronto aparecería,
bajo el título "Un cuento", con la siguiente entrada:(6)
"Fui a Tuxcacuesco porque me dijeron que allá vivía
mi padre, un tal Pedro Páramo."
Pedro Páramo, en cambio, inicia de la siguiente forma:
"Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía
mi padre, un tal Pedro Páramo."
Como ya ha sido señalado por diferentes críticos, la
diferencia resultó fundamental. No sólo por el rebautizo
mítico del pueblo-esfera del escrito, sino por el cambio de
Fui a... por Vine a..., y de allá... por
acá..., que desplaza totalmente el lugar desde donde
habla Juan Preciado: en la primera versión, desde un exterior
indeterminado de Comala, en un monólogo abierto dirigido
a la escucha de cualquiera; en la segunda, desde el interior de un
lugar que se encuentra en "la mera boca del infierno". Por
ello Fabienne Bradu pudo afirmar con toda certeza: "La estructura
circular de la novela, que mucho se ha comentado en lo que se refiere
a la dimensión temporal del relato, representa asimismo la
traducción espacial de esta cerrazón, de esta sofocación
que creemos ser el universo de Comala."(7)
No menos importante fue, en este proceso de integración definitiva
de la obra, la eliminación de un párrafo completo que
había sido colocado justo al final: "Y junto a la Media
Luna quedó siempre aquel desparramadero de piedras que fue
Pedro Páramo."
De mayor profundidad poética y con mayores poderes significantes,
la novela se cierra en su versión definitiva con la imagen
y sonoridad correspondientes al tejido íntimo de la obra:
Se apoyó en los brazos de Damiana
Cisneros e hizo intento de caminar. Después de unos cuantos
pasos cayó, suplicando por dentro; pero sin decir una sola
palabra. Dio un golpe seco contra la tierra y su fue desmoronando
como si fuera un montón de piedras.
La importancia de esta última "corrección"
de Rulfo a su novela va incluso más allá de las formas,
pues la frase anterior ("quedó siempre aquel desparramadero
de piedras que fue Pedro Páramo") aprisiona el sentido
de futuro de Comala en una imagen estática de valoración
negativa. El párrafo final definitivo, por el contrario, sugiere
que la muerte del cacique —que conlleva a la vez la muerte
de Comala–establece la posibilidad de un "renacimiento".(8)
En resumen, el movimiento de aproximación al que nos
hemos referido supone un proceso creativo sui generis, propio
de la obra de Rulfo y, en particular, de la de redacción de
Pedro Páramo, en el que la forma y los contenidos
se determinan y condicionan de manera íntima. Cualquiera puede
pensar que ello es propio de todo proceso de creación literaria,
pero en este caso se trata de una intimidad extrema. Parafraseando
a Rüdiger Safranski, podríamos decir que en Rulfo "las
ideas se conectan más íntimamente de lo acostumbrado
con el cuerpo del lenguaje en que reposan".(9)
Forma y contenido integrados pues como una piel al cuerpo literario,
donde ecos, cadencias, silencios y reiteraciones rítmicas no
son fórmulas cuajadas de un "estilo" genérico
(el "estilo rulfiano") que pudiera aplicarse a cualquier
tema y tiempo, sino "dispositivos" de escritura que, en
su sonoridad y fuerza, dan justamente a Comala su condición
de esfera universal y mítica.
II
Pedro Páramo es un dispositivo de sentido que rasga
los lugares comunes y vulgares de la época, muy particularmente
los que alimentan el sueño de la modernidad que la hipnotiza.
De ese sueño Rulfo refracta en primerísimo lugar su
condición "proyectiva", trazada sobre el espacio
abierto "del universo infinito". El espacio-tiempo de Comala
es, por el contrario, un tiempo-espacio esférico o circular,
ajeno a todo finalismo y a los códigos de fuga hacia adelante
propios del pensamiento occidental moderno. Rulfo confronta,
en consecuencia, al sistema de valores que, en el vértigo,
"huye del origen, corre siempre hacia delante"; confronta
"un pensamiento que, frente a la añoranza de lo imperturbable
y cobijante, sigue el impulso hacia lo no-atado, independiente, nunca-todavía-sucedido..."(10)
No obstante, como señala Carlos Monsiváis, a Rulfo
"no le interesa idealización alguna"; "no predica,
no declama, no juzga abiertamente". En otras palabras, el autor
de Pedro Páramo no construye, a contrapelo, "el
sueño de la antimodernidad" como fórmula liberadora,
pues entiende, o intuye, que esa lógica de "oposiciones"
no es menos castrante que la que confronta.
La tarea ficcional de Rulfo es entonces más modesta, pero
por ello quizá más genuina y rigurosa. Quiere sólo
iluminar algunos de los pliegues más ocultos de "la miseria
humana"; mostrar lo que se oculta y pierde en la embriaguez moderna;
"poner en tela de juicio" (las) tendencias inhumanas que
tienen como únicas consecuencias la crueldad y el sufrimiento".(11)
Para llevar a cabo su tarea, Rulfo recupera "la poesía
secreta y pública de los pueblos y las comunidades campesinas".(12)
Re-crea la oralidad de sello popular que proviene del sincretismo
cultural nacido en la Colonia, y que pervive desde entonces en maneras
propias de expresión (dichos, modos, "anacronismos")
y en las miradas.(13)
Con ese lenguaje "de lo primario" la novela adquiere una
textura particular y construye también sus certidumbres: a
la voz de los sin voz que viene "desde abajo" no le hacen
falta muletas intelectuales. "Después de todo —nos dirá
Francisco Segovia-, es en ese orden soterrado donde echa raíces
el mundo que ilumina el día".
De esa misma fuente de oralidad surge el fino humor de algunas partes
de la novela: la desgracia del mexicano vivida desde la broma
compensatoria o desde la burla chusca, que son y han sido desde
el siglo XVI formas sociales de defensa y rebeldía.
Este lenguaje popular, cuyas tonalidades fonéticas adquieren
no pocas veces ritmos salmódicos y repetidos (que refleja la
huella del discurso religioso en el habla popular), se inscribe plenamente
en el sentido circular de un tiempo-espacio que pareciera negar todo
futuro, pero que no es ni ha sido, en realidad, sino una forma de
enfrentar los males provocados por la hipnosis dominante en el espacio-tiempo
occidental abierto. Rulfo forja línea a línea
en Pedro Páramo la acústica propia de
esta necesaria condición esférica del mito, por lo que
re-crea, en sus marcas esenciales, el sentido de esa oralidad formada
por sonidos y silencios rebotados, convertidos necesariamente
en eco.
El rescate de dicha oralidad como escritura tiene en Pedro Páramo
otra dimensión significativa: recupera una forma de lenguaje
que ha sido castrada y sistemáticamente rechazada por la cultura
dominante, mostrando, desde ella, no sólo sus capacidades expresivas
en el terreno del arte, sino "los mitos" que, desde ese
lenguaje, "nos animan".(14)
III
En el movimiento de aproximación al que nos hemos referido,
Pedro Páramo sufrió diversos cambios decisivos que pueden
adivinarse: de ser un protagonista ubicable y perceptible, de carne
y hueso -así tuviera una textura ficcional-, un día
abandonó su apelativo terrenal de Maurilio Gutiérrez
para vestirse con el nombre mítico y fantasmal que dio su título
definitivo a la novela.
En la o en las versiones previas a la edición final de la
novela había toda una historia que daba al personaje referido
una excesiva densidad, entretejida en una trama de relaciones
particularizadas con el padre Rentería, Susana San Juan y los
habitantes de Comala. El "problema" que existía al
presentar las cosas de esa forma fue planteado por Rulfo al escritor
Juan Ascencio:
Entonces quedaba otro problema, que me llevó
a rehacer todo el trabajo: la mayor parte de mi trabajo era sobre
el padre Rentería. Era hijo de Maurilio Gutiérrez,
que así se llamaba entonces Pedro Páramo, y después
de sus estudios en el seminario regresaba al pueblo y por necesidad
enfrentaba su autoridad moral con el poder terrenal de su padre.
Lo saqué casi por completo y me quedó más fragmentada.
Sentí que así se expresaba lo que yo quería.
Quité más de cien páginas del padre Rentería.(15)
Los Cuadernos de Juan Rulfo, donde aparecen algunos fragmentos
que fueron eliminados en la versión final, confirman esta línea
de metamorfosis en el personaje principal de la novela:
Maurilio Gutiérrez, arrodillado frente
al altar, adelante del pueblo, como un garañón, guiando
la manada de yeguas, con las mujeres de Comala detrás de
él, todas sus mujeres y los hombres a un lado, un tanto por
ciento hijos suyos aunque negados, casi desconocidos (…) El patriarca,
que no consiguió verse aludido; que inclinada la cabeza parecía
ser piadoso e inocente y que hasta se sentía orgulloso de
que una criatura suya, hijo suyo por demás, resolviera por
encima de la multitud el problema espiritual del pueblo.(16)
Porque aunque ustedes no lo quieran creer,
ánimas santas del purgatorio, el padre Villalpando (así
se llamaba entonces el Padre Rentería, n. del autor) fue
mi hijo —en pecado, según él dijera– engendrado en
el pecado. Pero mi hijo al fin. Y todos ustedes, el setenta o el
cuarenta por ciento de los vivos, todos son mis hijos. Soy el dueño
de la tierra y de la honra. Para eso nací y viví y
por eso me estoy muriendo.(17)
El impulso de Rulfo a enrarecer al personaje y de imponerle
tonalidades más abstractas o de tipo fantasmal se fue
consolidando en la medida en que Pedro Páramo fue quedando
plenamente sumergido en el espacio ambiguo de la muerte-vida o de
la vida-muerte propio del ambiente y del sentido final de la novela,
pero tuvo en nuestra opinión una determinante más: Pedro
Páramo pasó de ser un hombre de poder a representar
el poder en sí, construido no sólo desde el
hacer de ese poder específico sino desde las lacras y males
que éste produce en el cuerpo social en que habita. Ese poder
negativo dejó de ser entonces sólo un personaje,
para volverse un neuma o un "espíritu del mal"
que vive y se manifiesta desde el alma de todos y de cada uno de los
habitantes de Comala. Visto o leído de esa forma, los males
generados por ese poder no pueden aparecer en la voz de "los
vencidos" sino bajo su forma alienada, que entiende su desgracia
en lo fundamental como producto de los pecados propios, de "un
Dios" que manda y castiga, o de "un destino". Por ello
Alberto Ruy Sánchez puede decir con toda justeza que "El
personaje de los libros de Rulfo (…) no es tan sólo un desposeído,
un "pobre" víctima de ricos. Es más bien una
emanación humana de la tierra arrasada. Una emanación
hecha de carne y fantasmas, de vida y de muerte simultáneas".(18)
Y esta "emanación humana" no requiere morir para
morir, pues desde los ojos del poder está muerta en vida o
es "inexistente", como se desprende de la siguiente conversación
entre Fulgor Sedano y Pedro Páramo:
-Será lo que usted diga, don Pedro;
pero esa mujer que vino ayer a llorar aquí, alegando que
el hijo de usted le había matado a su marido, estaba de a
tiro desconsolada. Yo sé medir el desconsuelo, don Pedro.
Y esa mujer lo cargaba por kilos. Le ofrecí cincuenta hectolitros
de maíz para que se olvidara del asunto; pero no los quiso.
Entonces le prometí que corregiríamos el daño
de algún modo. No se conformó.
-¿De quién se trataba?
-Es gente que no conozco.
-No tienes pues por qué apurarte,
Fulgor. Esa gente no existe.
Este desprecio desde el poder cobra toda su relevancia cuando
entendemos que se trata de un ninguneo asumido por los propios
pobladores de Comala, pues desde su propia voz son poca cosa, ilusiones
perdidas (como las de Damiana), voluntades vencidas (como las de Juan
Preciado), sueños apenas, sombras, nada.
¿Cuál es el significado de que Juan Preciado pregunte
a otros muertos: "están ustedes muertos"?, inquirió
en algún momento el periodista argentino Máximo Simpson
al autor de Pedro Páramo. La respuesta de Rulfo es una
perla:
Con la pregunta "¿están
ustedes muertos?" se quiere encontrar una respuesta al por
qué las fuerzas del poder, no obstante que operan en todas
direcciones, permanecen en la oscuridad. Hay ocasiones en que uno
desearía saber dónde se oculta aquello que causa a
veces tanto daño. Por ejemplo, ignoramos cómo se produce
y cunde la pobreza; quién o qué la causa y por qué.
Yo no me preguntaría por qué morimos, pongamos por
caso; pero sí quisiera saber qué es lo que hace tan
miserable nuestra vida. Usted dirá que ese planteamiento
no aparece nunca en Pedro Páramo; pero yo le digo
que sí, que allí está desde el principio y
que toda la novela se reduce a esa y única pregunta: ¿dónde
está la fuerza que causa nuestra miseria? Y hablo de miseria
con todas sus implicaciones.(19)
Pedro Páramo es el cacique indisputable, dueño de hombres
y "de toda la tierra que se puede abarcar con la mirada",
a la vez que alma negativa sustanciada en los dolores, males y desgracias
de los pobladores vivos-muertos de Comala. Representa, entonces, además
de un poder específico que deriva su fuerza de la fuerza, del
uso y abuso de la violencia, un poder desplegado que mata sin matar,
corrompe en vida, envilece, humilla y vence por medio de la seducción,
del miedo o del engaño.(20)
¿Representa entonces Pedro Páramo el poder de los caciques
mexicanos de una región particular en un tiempo determinado?
Sí y no, pues "extiende" su ámbito y fuerza
de "representación" hacia un tiempo que es pasado
y es futuro, en una configuración mítica que simboliza
en realidad "todo poder". De allí la condición
universal del personaje. Nadie mejor que el propio Rulfo para hablar
sobre los alcances de dicha "representación":
Pedro Páramo es un cacique. Eso ni
quien se lo quite. Estos sujetos aparecieron en nuestro Continente
desde la época de la Conquista con el nombre de encomenderos,
y ni las Leyes de Indias ni el fin del coloniaje, ni aun las revoluciones,
lograron extirpar esa mala yerba. Aún en nuestros días,
los hay que son dueños hasta de países enteros; pero
concretándonos a México, el cacicazgo existía
como forma de gobierno siglos antes del descubrimiento de América,
de tal suerte que los conquistadores españoles sólo
"echaron raspa", es decir, les fue fácil desplazar
al cacique indio para tomar ellos su lugar. Así nació
la encomienda y más tarde la hacienda con su secuela de latifundismo
o monopolio de la tierra. Esa es la realidad, sin tapujos ni metáforas
ni nada de sueños. Pedro Páramo es un cacique de los
que abundan todavía en nuestros países: hombres que
adquieren poder mediante la acumulación de bienes y éstos,
a su vez, les otorgan un grado muy alto de impunidad para someter
al prójimo e imponer sus propias leyes. No hay en ello, pues,
ninguna metáfora, si acaso cierta metamorfosis que los convierte,
por asociación, en consorcios o en sociedades anónimas
al servicio de determinados intereses... (21)
"Caciques", "encomenderos", "dueños
de países enteros", "hombres que adquieren poder
mediante la acumulación de bienes", "consorcios"
o "sociedades anónimas al servicio de determinados intereses":
en otras palabras, los Pedro Páramo de antes y de ahora, que
tienen "un alto grado de impunidad para someter al prójimo
e imponer sus propias leyes".
En otras palabras, al construir su personaje Rulfo extiende el sentido
de su reflexión hacia las manifestaciones sutiles y complejas
del "poder abstracto" de las épocas modernas, sustanciado
en sus formas complejas de fetichización o encantamiento:
"Este mundo, que lo aprieta a uno por todos lados, que va vaciando
puños de nuestro polvo aquí y allá, deshaciéndonos
en pedazos como si rociara la tierra con nuestra sangre", dijo
Bartolomé a Susana San Juan en la novela.
Notas
(1) Citado
por Samuel Gordon, en "Juan Rulfo: una conversación hecha
de muchas (diálogos entre textos, pre-textos y para-textos)",
en Federico Campbell, La ficción de la memoria. Juan Rulfo
ante la crítica, Ediciones ERA, México, 2003, p.
346.
(2) Jorge
Ruffinelli, "Prólogo" a la Antología personal
de Juan Rulfo, México, Ediciones Era, 1988.
(3) Horacio
Costa, Mar abierto. Ensayos sobre literatura brasileña,
portuguesa e hispanoamericana, FCE, México, 1998.
(4) Para la
idea de "lo esférico" y su importancia en el pensamiento
filosófico, ver Peter Sloterdijk, Esferas, Editorial
Siruela, 2003.
(5) Correspondió
a Juan Manuel Galaviz el mérito de iniciar los estudios sobre
este "proceso de aproximación" realizado por Juan
Rulfo en la construcción de su novela. Ver Juan Manuel Galaviz,
"De Los murmullos a Pedro Páramo", en Federico Campbell,
op. cit.
(6) Letras
Patrias, enero-marzo de 1954.
(7) Fabienne
Bradu, "Ecos de Páramo", en Federico Campbell, op.
cit., p. 216
(8) Ya
lo señalaba Emmanuel Carballo a partir de una interpretación
de Rodríguez Alcalá: "Cabe suponer que Comala,
después de la muerte de Pedro Páramo, renazca de sus
cenizas, recupere su verdor, su alborozo, su perdida confianza en
la vida." Emmanuel Carballo, Ensayos selectos, UNAM, México,
2004.
(9) Rüdiger
Safranski, "Prólogo" a Esferas, de Peter Sloterdijk,
op. cit.
(10) Peter
Sloterdijk, Esferas II, op. cit., pp. 37-38.
(11) Juan
Rulfo, en entrevista con Joseph Sommers, Siempre! La Cultura en
México núm. 1051, México, 1973.
(12) Carlos
Monsiváis, "Sí, tampoco los muertos retoñan.
Desgraciadamente". En Federico Campbell, op. cit., p.
192.
(13) "En
México, el castellano más rico en giros de lenguaje
y en metáforas espontáneas es el hablado en los campos
del centro y el occidente del país. Las formas coloquiales
del castellano antiguo y algunas expresiones indígenas castellanizadas,
son la columna vertebral de una lengua incomparablemente más
rica y auténtica que la de las ciudades…" Hugo Gutiérrez
Vega, Bazar de asombros II, Editorial Aldus, México,
2002.
(14) Alberto
Vital, Noticias sobre Juan Rulfo, Editorial RM, 2003, México.
(15)
"Conversaciones con Juan Rulfo", en Juan Ascencio, Un
extraño en la tierra. Biografía no autorizada de Juan
Rulfo, Ediciones Debate, 2005, p. 218.
(16)
Los cuadernos de Juan Rulfo, Ediciones ERA, 1994, p. 56.
(17)
Ídem., p. 70.
(18)
Alberto Ruy Sánchez, "Juan Rulfo y el ritual del viento",
en Cuatro escritores rituales, Conaculta, 2001.
(19)
"Entrevista a Juan Rulfo", en Alberto Vital, Noticias
de Juan Rulfo, op. cit.
(20)
Pedro Páramo "domina el mundo de Comala en vida y en los
rumores de la muerte. Todo nace de él, todos viven (y mueren)
de él y bajo él". Carlos Blanco Aguinaga, "Realidad
y estilo de Juan Rulfo", en Federico Campbell, op. cit.,
p. 40.
(21)
"Entrevista a Juan Rulfo", op. cit.