Entrevista
a Jesús Sepúlveda :
"La
poesía crea el ser de la humanidad"
por
Benoît SANTINI
Universidad
de Provenza (Aix-Marseille 1)
El
poemario de Jesús Sepúlveda, Hotel Marconi (Ed. Cuarto
propio, 1998), vuelve a ser editado este año y hemos aprovechado la ocasión
para entrevistarlo. Nacido en 1967, comenzó su carrera a los 17 años
con la obra Lugar de origen, (Ed. de la Hecatombe, 1987), en la que subraya
el ambiente de los últimos años de la dictadura de Pinochet. Ha
dirigido varias revistas y hoy vive en EEUU donde da clases en la Universidad
de Oregón (Eugene, Oregon).
En
Hotel Marconi, el poeta integra « abundantes referencias culturales,
pertenecientes en su mayor parte al cine made in Hollywood, la generación
Beat y la tradición « maldita » francesa (Verlaine, Rimbaud,
Artaud) », según señala Jacqueline Cruz; además, hace
de este Hotel un espacio « mental, que metaforiza el profundo desarraigo
del protagonista », alejado de su país de origen y profundamente
turbado en un lugar desconocido; por fin, multiplica las voces poéticas
para sugerir una «suerte de desconstrucción de la personalidad»
como lo explica Álvaro Leiva Ramírez.
Con su originalidad y
logros poéticos, Jesús es una figura fundamental de las letras chilenas
e hispanoamericanas, y se proyecta como un gran poeta…
1)
¿Qué formación recibió usted y cómo se insertó
en las letras poéticas?
- Mi formación se bifurca
en dos sentidos: la tertulia y el aula. Pasé gran parte de mi adolescencia
y juventud vagando por los bares literarios de la ciudad: Santiago de Chile, Concepción,
Valparaíso, Buenos Aires. Allí conocí a mis contertulios
y a mis pares, de quienes aprendí todo cuanto pude. Antes, en la infancia,
tuve la fortuna de escuchar las conversaciones de mis mayores, de quienes aprendí
a verbalizar. Estudié en el Liceo Manuel de Salas que me dio una sólida
formación intelectual. También asistí a dos talleres literarios:
uno dirigido por Carmen Berenguer y el otro por Jaime Valdivieso, ambos fueron
fundamentales en mi formación literaria. Por ahí conocí a
algunos autores de renombre, que compartieron conmigo sus agudezas y picardías.
Luego estudié castellano en la Universidad Metropolitana (ex Pedagógico)
y seguí estudios de posgrado en la Universidad
de Oregón, donde me doctoré hace un par de años. Es, sin
embargo, mi experiencia -que reciclo, acumulo y derrocho- la que le ha dado verdadera
forma a mi pensamiento poético. Escribir, leer y meditar son verbos que
crean una burbuja flotante en un ambiente de conciencia determinado. Su magia
es un misterio.
2) ¿Cuáles son los
grandes poetas u autores que le inspira(ro)n?
- Cada poeta que recuerdo,
cada libro, cada frase, cada verso brillante, ha dejado su impronta en mi pulso,
quedándose en mí indefinidamente -a veces de manera raquítica,
otras de modo indeleble-. Mis primeros poemas estuvieron marcados por Parra, Ginsberg
y Cardenal, y por la nueva poesía chilena de la época. Recuerdo
que leía los libros que mi hermano, estudiante universitario en aquella
época, traía a casa. Así leí a Teillier, a Dalton
y a Gonzalo Arango, y vi fotocopiada La nueva novela de Juan Luis Martínez.
Luego vinieron a copar mis lecturas las flores de Nezahualcóyotl y la vanguardia
aérea de Huidobro, además de Massis y De Rokha. Y así el
abanico se fue desplegando: pasé del sonsonete de "Walking Around"
a Bertolt Brecht y de Lorca a Villon y a Esenin. A estas alturas todos me inspiran,
los antiguos y los nuevos. Para mí la poesía es "como un manicomio
de voces", donde todos hablan y se ejerce la verdadera disidencia. Hay, por
cierto, voces de largo aliento (Blake, Rimbaud, Whitman, Cendrars, Mayakovski,
Pound, etcétera) y luminarias tremendas (Nerval, Baudelaire, Rilke, Trakl,
Artaud, Plath, Pizarnik) que me parten como piedra a la intemperie. La lista es
interminable. En Hotel Marconi se pasean como por una pasarela, los beats,
Bukowski, Carver, Kavafis, la neovanguardia, Celan, Lowell, Auden, Cummings, Masters,
Pavese, además del cine y la novela. En Correo negro están
Lihn, Vallejo, Eliot, Mallarmé, Apollinaire, la poesía goliarda,
Pacheco, Sabines, Saenz, Cisneros, Juarroz, Panero, el Tao, Williams y otros.
Es, sin dudas, un guirigay, un libro en el que -como dice el poeta cubano Víctor
Rodríguez Núñez- hay muchas voces entremezcladas de modo
invisible. En Escrivania lidio con los tañedores de la cuerda melopéyica
que tensan el idioma: Góngora, Darío, Girondo, Paz, Lezama, Perlongher,
además de Walter Benjamin, Omar Kheyyam, Paul Bowles, Dylan Thomas, los
surrealistas, Cocteau, Michaux, etcétera. Michael Ondaatje y Amiri Baraka
me han inspirado desde su trinchera lingüística, lo mismo, la poesía
coreana sijoista, o Robert Creeley, el japonés Nanao Sakaki y la californiana
La Loca, a quienes sólo he leído en inglés. La inspiración,
de todos modos, no acaba ahí: me alumbran también prosistas, ensayistas,
dramaturgos, músicos, filósofos, cineastas, rebeldes, brujos y libertarios.
3) ¿ Tiene contactos con autores famosos
y reconocidos ? ¿Ya ha conocido a Raúl Zurita y qué opina
usted de su trabajo y de su recorrido, y él del trabajo de usted?
-
He tenido cruces esporádicos con algunos autores de renombre.
Creo, sin embargo, que la fama es traicionera, cuando no antojadiza, producida
y falsa. Han habido muchos famosos que el tiempo cubre de hojas secas, y otros
silenciosos que la memoria celebra: Kafka, por ejemplo. Hay, sin embargo, autores
de obra sólida que he frecuentado. Nicanor Parra es uno de ellos. Cuando
hacía clases en el colegio Jesualdo, donde además de enseñar
poesía realizaba un taller literario, llamaba a don Nica en los recreos,
que me invitaba de inmediato a que fuera a su casa en La Reina a pasar la tarde
y conversar un rato. Extraño esas conversaciones. Con José Emilio
Pacheco tuve una cercanía fugaz. Después de que él escribiera
un generoso poema como posible prólogo al manuscrito de Hotel Marconi
("Una inscripción para Jesús Sepúlveda en la pared del
Hotel Marconi"), terminamos desencontrados. También conocí
a Jorge Teillier. En más de una oportunidad anduvimos errando –junto al
poeta Alvaro Ruiz- de bar en bar en busca de refugio. Con Juan Luis Martínez
tuve bellos encuentros, aunque breves, profundos y significativos. Con el poeta
norteamericano Paul Dresman he cultivado una gran amistad. Paul, además
de haber traducido Hotel Marconi al inglés, fue el coeditor del
periódico bilingüe Helicóptero, que publicamos entre
los años 1996 y 2001. También tengo un fuerte lazo de amistad con
el filósofo John Zerzan y la escritora Chellis Glendinning, que espero
perdure por mucho tiempo. A Zurita lo leí cuando estaba en el colegio.
Sus libros Purgatorio y Anteparaíso me impactaron enormemente.
Creo que la poesía de Zurita removió la casa en ruinas para salir
y mirarla con distancia. Su carrera meteórica le mereció una cierta
nombradía que vino a llenar el enorme vacío dejado por Neruda. Sin
Zurita no se habría abierto la pieza oscura para dibujar la salida hacia
el imaginario antidictatorial. Y eso se lo agradecemos todos. Lo conocí
cuando aún cursaba enseñanza media. Una tarde cualquiera lo vi caminando
en la calle y salté del bus corriendo a saludarlo. Yo vestía entonces
uniforme escolar y tenía el pelo largo y hablaba de bombas y poesía.
Le debo haber caído en gracia porque fue muy amable conmigo. Compartimos
unas tazas de café y luego cada uno siguió su rumbo. Cuando publiqué
Lugar de origen, a los 19 años de edad, Zurita, Jaime Lizama y Carmen
Berenguer hicieron la presentación del libro –y de los libros de Guillermo
Valenzuela y Víctor Hugo Díaz- en el Goethe Institut de Santiago.
Álvaro Leiva también leyó esa noche. A la misma hora y en
otro reducto, Sergio Parra presentaba su libro La manoseada. Era el año
1987 y así emergía nuestra generación. Después Zurita
se fue a Italia como agregado cultural, y yo permanecí en Santiago, escribiendo
y dirigiendo la revista Piel de leopardo. Cuando regresó de Italia
yo me fui de Chile y nunca más volví a tener contacto con él.
4)
¿Cuáles son los temas que le inspiran a usted y qué le emociona
en particular?
- Como lo sostiene Francisco Véjar, creo ser
un poeta de la experiencia. En tal sentido, todo lo que me ocurre y vivencio deviene
en mi fuente literaria. Los temas son variados. Y van desde la pulsión
erótica hasta la filosofía. En Lugar de origen hablo del
barrio Franklin –o Matadero, que es donde crecí– y de la marginalidad.
Hotel Marconi es la ciudad, la esquizofrenia, la intoxicación, el
noroeste, el desarraigo. Correo negro es la poesía y la experiencia
cotidiana, además de la errancia. Escrivania es un libro de viaje
en la era de la globalización. Entremedio, se mezcla todo: el hogar, el
miedo, la lengua, la realidad aparte, la sicodelia. Tengo, además, dos
libros inéditos que giran en torno a la memoria, mis dos hijos (Indigo
y Alejandra, que vive en Chile) y la magia. Estar vivo me maravilla: viaje a través
del cuerpo como puente hacia otros mundos. Tal como la marginalidad se transforma
en contracultura y el barrio se proyecta a otros continentes, la experiencia es
balde y agua, pozo y brocal.
5) ¿Qué
concepción tiene usted de la poesía? Para usted, ¿qué
meta debe alcanzar este arte y qué puede cambiar?
- Se me
ocurre que la poesía, si algo hace, es crear la ilusión de humanidad,
que vive y continúa a través de la memoria. Como dice Jorje Lagos
Nilsson: "un mundo sin poesía es la nada". Y tiene toda la razón.
Pero la poesía también libera. Para mí, la poesía
ha sido un acto de liberación. En tal sentido, creo que la práctica
de un poeta es peculiarizar su ser para abrir senderos que otros puedan cruzar.
He ahí la única liberación posible. La manifestación
de esa práctica son los poemas mismos, que se vuelven más genuinos
en la medida que se viva con mayor intensidad. Pulir la gema que nos hace brillar,
no es sólo limpiar un verso, sino potenciar la resonancia del ser. En brujería
se habla de "resonancia mórfica" para referirse a ese inconsciente
colectivo al que todas las células humanas están sujetas. Cuando
se escribe empuñando el ser de cada cual, las palabras cobran vida y resuenan
más allá de la contingencia. La poesía crea el ser de la
humanidad.
6) ¿Se considera usted comprometido
y en qué sentido?
- Cortázar decía que, más
que comprometido, él se sentía casado cuando le hacían esta
pregunta. Yo también me siento casado, aunque al mismo tiempo me sienta
separado. En la década del 80 participé en las protestas contra
la dictadura chilena. En Estados Unidos he sido partícipe activo de la
anarquía verde. Estuve en Seattle para la batalla librada contra la Organización
Mundial de Comercio y anduve en la calle durante las manifestaciones contra la
invasión a Irak. Mi práctica vital ha sido la rebeldía. Sueño
con ser libre y salvaje. Ésa es mi utopía. Para mí, vivir
intensamente es comprometerse con la realidad, aunque sepamos que ésta
cambia como por arte de birlibirloque. En tal sentido, también estoy separado
de ella, porque sé que los términos que impone la socialización
son formas ilusorias de percepción sensorial que aspiran a estandarizar
la vida. Sin embargo, todo lo que huela a revuelta y liberación me seduce:
Chiapas, el estallido argentino, los bloqueos de ruta en Bolivia, las revueltas
del sur de Francia. Hay algo encantador y catártico en la insumisión.
Mi compromiso va por esa vía. El año pasado estuve en el Primer
Foro Anarquista realizado
en Chile después de varias décadas de silenciamiento. Allí
encontré interlocutores y lectores afines con quienes conversar. Pero también
he ido combinando este vitalismo con una labor intelectual. En el año 2002,
Ediciones del Leopardo publicó en Buenos Aires mi ensayo ecolibertario
El jardín de las peculiaridades. Curiosamente, este libro ha dado
vueltas por circuitos totalmente inesperados. El año pasado fue reeditado
en inglés por la editorial californiana Feral House. Circula en internet
y está pirateado en España. También lo están traduciendo
al francés y al finlandés. Hace poco los editores de la revista
australiana Pataphysics me contactaron para entrevistarme y publicar un
segmento en su próximo número. La revista Green Anarchy lo
ha ido publicando parcialmente en cada número desde el año 2001.
En Chile la revista Mala clase publicó un segmento. Junto a esta
presencia ácrata, también he escrito artículos de corte político
y un largo poema contra el imperio titulado Pax Americana, que fue leído
en algunos actos de oposición a la invasión a Irak.
7)
¿Qué le llevó a EE.UU (motivos personales, profesionales,
políticos…)? ¿A qué países ha viajado o quiere viajar
y qué influencias recibió usted a lo largo de sus desplazamientos
al extranjero?
- Viajé a Estados Unidos para realizar un
doctorado en filosofía con mención en Lenguas Románicas.
Mientras estudiaba conocí a mi compañera, Janine, la Alondra, y
ése fue motivo suficiente para permanecer viviendo en Oregón. He
viajado, sin embargo, a varios países, haciendo lecturas o mochileando.
En 1998 leí poesía en la Universidad de Sevilla y en 1999 presenté
Hotel Marconi en Querétaro, México. También he hecho
lecturas en Argentina, Estados Unidos, Bolivia, Brasil y, por supuesto, Chile.
He vivido dos temporadas en México y una temporada en Holanda. Anduve en
camello en el Sahara marroquí y en elefante en la sabana de Sri Lanka.
Subí a caballo al cerro ceremonial huichol El Quemado y crucé el
río Usumacinta de Chiapas a Guatemala. Recorrí en bicicleta la isla
danesa ÆrØ y fumé petanguá en la selva atlántica
de Curitiba. También me fui de mojitos en La Habana y viajé de París
a Millau luego de que liberaran a José Bové. En fin, he estado en
más de veinte países, pero mi sed de ver el mundo nunca se acaba.
"El desplazamiento agudiza la conciencia", escribí por ahí.
Y no me cabe duda que viajar abre los ojos y aligera la carga. Siempre he querido
ser volátil como los gitanos de Lorca o el marinero de Neruda, o trotamundo
como los cazadores-recolectores que poblaron Chile. Viajar no es sólo un
acto de videncia, sino también de ventriloquia. En mi caso, como hispanoparlante,
he tenido a veces que adoptar el inglés -o el francés chapurreado
que hablo, o el portuñol ladino- como lengua franca. Sólo creo haber
tenido problemas para darme a entender en la República Checa y una vez
en una tienda de fotografías en Bangkok.
8)
¿Está de acuerdo con la afirmación de Zurita : «Hacemos
poesía porque no hemos sido felices»?
- Creo que la
felicidad o la infelicidad son condiciones temporales, no categorías definitivas.
Aristóteles impuso la idea de que el animal humano estaba condenado a ser
feliz. Ésta es la teleología que ha dirigido la causa del progreso
en Occidente. Aunque hace años estuve muy deprimido, al punto de quedarme
sentado en las cunetas lloriqueando, no creo que uno escriba por infelicidad,
ni por carencia ni exceso. Recuerdo que en ese período de gran depresión
y alcoholismo, un médico siquiatra me recetó pastillas antidepresivas.
Claro que me ayudaron para evitar el suicidio, pero me indujeron a un estado de
abulia y marasmo. En esa misma época, un periódico popular de Santiago
nos entrevistó a Gonzalo Muñoz y a mí a propósito
de nuestros libros. Creo haber dicho algo así como que uno escribe para
ensoñar las aventuras que se nos ha negado vivir. Ahora no estoy tan seguro
de ello. Uno escribe, porque en el acto verbalizador la conciencia se expande
y la mente imagina. Para colgarse de una farola, hay que escuchar la pavorosa
mirada del muro. Ese acto de profunda creación condujo a Nerval al suicidio.
Para deshacer la mesocracia también se requiere de un acto de creación
conducido por la mente que imagina. El poder –y el riesgo- que tienen los poetas
es la facilidad de videncia. La diferencia entre ese poder y el del brujo, dice
Carlos Castaneda, es que este último puede mover su punto de encaje a gusto
a fin de volar hacia la libertad total. Para mí, tener ese poder y despilfarrarlo
en el nicho de la infelicidad, es un gesto romántico y modernista. Es temerle
a la liberación. Cada palabra que se pronuncie, resuena. Y dicha palabra
se concretiza en el tiempo, que no es lo mismo que la linealidad con que se domestica
al mundo. La autocompasión impide la libertad.
9)
¿Cuántas obras ha publicado usted? ¿Sólo se trata
de poesía o no?
- He publicado cinco libros de poesía,
entre los que destaco Hotel Marconi (Santiago de Chile, 1998), Correo
negro (Buenos Aires, 2001) y Escrivania (México, 2003); además
de un libro de ensayo, El jardín de las peculiaridades (Buenos Aires,
2002), reeditado recientemente en inglés (The Garden of Peculiarities,
Los Angeles, California, 2005).
10) ¿A
qué se dedica además de la escritura?
- Además
de escribir, ejerzo la docencia universitaria y traduzco. También soy aprendiz
de jardinero y permacultor principiante.
11)
¿Tiene proyectos de publicaciones, de conferencias?
- En
este instante termino de corregir Sincronía animal, que espero publicar
pronto. Además, Cuarto Propio va a reeditar este año Hotel Marconi
en una edición bilingüe para ser distribuida en EE.UU. Preparo
también una compilación de poemas selectos traducidos al portugués
y una antología de ensayos anticivilizatorios –en colaboración con
Amado Láscar- que Lagos Nilsson publicará en Santiago de Chile:
Rebeldes y terrestres. En abril tenemos pensado realizar con Paul Dresman
una lectura bilingüe a dúo en la librería Tsunami de Eugene
para celebrar los diez desde nuestro primer encuentro. Y en mayo iré a
Vancouver, Canadá, para participar en el 4to. Festival de Poesía
Hispánica que se realizará en la Universidad de British Columbia.
12) ¿Qué piensa usted de su
reconocimiento o aceptación en su país o en el extranjero? ¿Se
considera famoso? ¿Ya ha recibido premios o becas por su trabajo poético?
-
Creo que la fama es una condición ficticia elaborada por la
ideología. Ser famoso es aparecer en ciertos medios de comunicación,
reproducir los modelos dominantes de perpetuación del orden existente y
ser partícipe del espectáculo. Sin embargo, hay otra fama: la que
va de boca en boca a través del tiempo y que murmura silenciosamente con
voz numinosa. Ésa es la fama de los clásicos. Por supuesto, hay
diversos circuitos de circulación. Creo que mis libros son desdeñados
por la oficialidad, pero leídos en ambientes contraculturales. El único
reconocimiento oficial que he recibido en Chile ocurrió el año pasado
al obtener la beca del "Fondo del Libro y la Lectura" por mi libro Sincronía
animal. Bueno, años antes, en 1989, también fui becado por la
Fundación Neruda. Quizás el premio más significativo haya
sido el otorgado a Correo negro por la revista contracultural argentina
Perro negro. Si bien este premio no significó gratificación
monetaria alguna, fue un aliciente a la poesía, puesto que participaron
en el concurso poetas de la talla de Álvaro Leiva y Luis Chaves. Fue, de
hecho, por este último que me enteré del premio, al recibir un correo
de felicitación que me envió mientras viajaba por España.
A veces, el mejor reconocimiento es el que brindan otros poetas.
13)
¿Qué actitud ha manifestado la crítica hacia sus obras?
-
En general, mis libros han caído al descampado crítico.
Es, sin embargo, en la academia y en el mundo literario, donde he visto notas
y reseñas más generosas. La española Jacqueline Cruz reseñó
Hotel Marconi en la revista Atenea. Álvaro Leiva también
ha escrito sobre mi trabajo, tanto en su tesis doctoral como en artículos
académicos. Benito Escobar Vila escribió sobre la imagen de la ciudad
en Lugar de origen para su tesis en literatura y estética de la
Universidad Católica. Hace poco, Rodrigo Naranjo me envió un excelente
comentario sobre Hotel Marconi. Lagos Nilsson se ha referido a mis textos
en varias notas aparecidas en internet. El poeta argentino Horacio Fiebelkorn
ideó el término "realismo onírico" para referirse
a Escrivania y a otros libros afines. Paul Dresman definió Hotel
Marconi como "una temporada en el infierno" y lo compara al momento
de escritura de Trilce. En el mundo angloparlante, mi ensayo El jardín
de las peculiaridades [The Garden of Peculiarities] ha tenido una fuerte repercusión,
generando críticas positivas de John Zerzan, Chellis Glendinning, Ward
Churchill y Derrick Jensen.
14) Hablemos en
particular de Hotel Marconi: ¿qué le incitó a escribir dicho
poemario y qué temas le parecen más significativos en éste?
-
Ésta es la pregunta más difícil. ¿Por qué
uno escribe un libro de poemas? Puedo especular, pero en realidad no sé.
La escritura misma es la respuesta. Tal vez porque escribiendo ese libro miraba
desde afuera, aunque todo fuese raro y terrible. Tal vez porque escribiendo ese
libro siempre asumí que la locura hallada allí pertenecía
al personaje y no a mí. Tal vez porque esa locura fue inoculada por la
violencia y la gris depresión de un largo país con uniforme. Tal
vez porque la locura fue desatada por la cocaína y el trago, y ésa
no era exactamente la alegría que esperábamos. Tal vez porque nunca
me curé de la depresión. Tal vez porque el Cholo es la encarnación
del fascismo y Marlowe la caricatura de una ciudad. Tal vez porque nací
en Marconi, la calle sin salida a la que algunos taxistas rehúsaban entrar.
Tal vez porque también hay un Hotel Marconi en la Estación
Central de Santiago y otro en San Francisco, donde Ginsberg se alojó la
primera noche que pisó la costa oeste norteamericana. No sé. La
editorial Cuarto Propio dice en su catálogo que Hotel Marconi "expresa
la experiencia de un hablante marginal, cuyo escenario es el encierro, la ciudad,
Chile, el mundo de la literatura, el cuarto de un hotel de segunda clase".
Tal vez es un manicomio deformado por el espejo de la autodestrucción,
el suicidio, la intoxicación. Tal vez es un tránsito, una transición
hacia otros cuartos de realidad.
15) ¿
Qué simboliza para usted el lugar Hotel Marconi? ¿Ha querido usted
proponer en esta obra un recorrido, un viaje y qué representa éste?
¿Constituye este hotel una etapa, una pausa en dicho recorrido?
- Para
estar en tránsito, hay que pasar por distintos lugares, devenir en pasajero.
Curiosamente, Hotel Marconi es un libro que no pude terminar en Chile.
Debí salir del país para poder finalizarlo, convertirme definitivamente
en un viajero. Es también mi transición personal de lo urbano a
la naturaleza, que comienza a atisbar en Correo negro y Escrivania
para aflorar con plenitud en Sincronía animal. Para Rodrigo Naranjo
es como si la casa de Martínez -que se desmorona con el bombardeo de la
Moneda- se hubiese transformado en un hotel. Y yo concuerdo plenamente con él.
Hotel Marconi es "un lugar de paso, un traslado, un tránsito,
un interregno donde se cruzan distintas direcciones y salidas". Es un libro
de transición.
16) ¿Cuál
es su objetivo al insertar en un espacio restringido (un cuarto de hotel) una
multiplicidad de voces poéticas y una cultura amplia (cine, música,
paratextualidad…)? ¿Qué papel juega el bilingüismo en su poemario
(y en sus demás obras)?
- La sonajera que producen los estados-nacionales,
con su bochinche y serpentinas, aturde al ser, que termina sintiéndose
a gusto en el corral impuesto. Cuando escribí Hotel Marconi yo no
estaba consciente de ello, pero bien recuerdo la sensación de corral, de
"pieza oscura", de espacio restringido que sentía en mi cuerpo.
El poeta Alvaro Ruiz le llama a esa sensación "el retén".
Es como un pasillo oscuro donde te escupen y golpean, y te dan un lumazo de costado.
Las referencias culturales son las obsesiones que me habitaban entonces y que,
paradójicamente, pueden amurallar o liberar. Y aunque Hotel Marconi
ya no es el ghetto de Lugar de origen, sino la ciudad, todavía es
una zona controlada, un campo de concentración. Son, precisamente, en las
interzonas donde se halla la libertad, intensa y salvaje. Allí es adonde
marcha el sujeto, que es la zona de la escritura. Y esa escritura es polívoca,
multilingüe, transnacional. Obviamente, a estas alturas, el bilingüismo
es parte de mí: soy un sujeto bicultural. En aquel entonces era una transición,
la intromisión del inglés en la lengua materna y la liberación
del "horroroso" lenguaje, que encapsula, simetriza y petrifica. Pero
por otro lado, siempre me han interesado los idiomas. He estudiado alemán
varias veces sin éxito. Chapurreo el francés, recreo el portuñol,
castellanizo el inglés, chilenizo el español. Malentiendo el latín.
Y lamento, profundamente, no hablar mapudungun ni árabe.
17)
¿Cómo considera este poemario en su recorrido poético?
-
Además de ser, en muchos sentidos, un libro de transición,
es un libro que captura una atmósfera que se presiente y que ya no se puede
asir. Sin embargo, está ahí. Creo que Hotel Marconi me acompañará
por mucho tiempo. Creo también que, de algún modo, yo sigo sentado
en la cama del cuarto, revisando mis poemas con un cigarrillo oscuro entre mis
labios. La poesía crea imágenes eternas
18)
¿Cuáles son las peculiaridades del discurso poético de Hotel
Marconi?
- Junto a la configuración multívoca, que
retrata la subjetividad múltiple de los personajes del manicomio, hay un
trazo fugaz que elimina lo retórico y construye la imagen exangüe
y blanquecina de un paisaje agotado -como solitario en peladero-. Es además
una dicción adictiva, que engancha y encierra.
19)
El Yo que habla en los textos ¿quién es? ¿un viajero, un
turista, un marginal, un abandonado...? ¿Por dónde se desplaza el
hablante, qué lugares, qué territorios...?
- Si supieras
por dónde se desplazó ese habitante, me preguntarías otras
cosas; por ejemplo: ¿cómo se actualiza la interzona de William Burroughs
en el contexto chileno? La interzona es una franja intersticial en la que, a decir
de Hakim Bey, brotan zonas temporalmente autónomas. Hotel Marconi
es una interzona, y cada poema es un raconto de situaciones límites con
fechas y apellidos. Es también una recreación del precipicio. Su
escenario son "los territorios de la sombra", el "lugar de origen"
de un mundo incierto. Es, en rigor, un paisaje mental, pero también un
espacio concreto: la antesala de un viaje, una fuga, una larga y profunda aventura.
Sociológicamente, se puede decir que el hablante es un desadaptado que
vive en la marginalidad y, sicológicamente, que es un extraño en
el mundo. Pero bien es sabido que ni la sicología ni la sociología
son capaces de explicar un poema. Cuando pienso en esa época, veo una pitilla
a punto de cortarse, un espejo solitario y un hilo invisible del que pende toda
la realidad.
20) ¿Aparece usted en
alguna antología?
- Hace poco me contactó Alexis Figueroa
para que lo autorizase a publicar una selección de mis poemas en una antología
que proyecta junto a José María Memet y que publicará Chilepoesía.
Creo haber sido incluido además en unas doce antologías, entre las
que destaco: Ciudad poética post (diez poetas jóvenes chilenos),
editada en 1992 por Luis Ernesto Cárcamo y Oscar Galindo, Antología
de la poesía joven chilena, preparada por Francisco Véjar y
publicada por la Editorial Universitaria en 1999 y reeditada en 2003. También
figuro en las ediciones españolas La poesía hispánica
de los Estados Unidos y Luz roja: poesía chilena, ambas publicadas
en Sevilla en 2001 y 2005, respectivamente. En 2002, Yanko González Cangas
me incluyó en la antología Carne fresca: poesía chilena
reciente publicada en México. En el volumen 23 de la revista The Americas
Review fui antologado en la compilación de escritores latinos del noroeste
de los Estados Unidos, y hace poco aparecieron unos poemas míos traducidos
al inglés en la antología neoyorquina Igniting a Revolution.
21) ¿Le gustaría participar
en festivales poéticos o recitales? ¿Ya lo ha hecho?
- Cada
vez soy más reacio a los festivales poéticos y más proclive
a las lecturas retrospectivas.
La primera vez que salí de Chile fue
en 1989. Viajé a Argentina para participar en un Festival Latinoamericano
de Poesía. Alexis Figueroa, Guillermo Valenzuela, Víctor Hugo Díaz
y yo viajamos en un bus desde Santiago hasta la estación Retiro en Buenos
Aires. Allí conocí a Jorje Lagos Nilsson y entablé amistad
con los jóvenes poetas argentinos, especialmente con Daniel Durand. En
esa misma época, solía ir a Concepción y a Tomé, quedándome,
indistintamente, en las casas de los poetas Alexis Figueroa y Tomás Harris,
para participar en lecturas maratónicas que terminaban en desastres o borracheras.
Por cierto, lo pasábamos muy bien. Y tal vez los festivales sean buenos
para eso: conocer gente y entablar nuevas amistades. Prefiero, sin embargo, lo
recitales. Son más íntimos, más reales. Hace cuatro años
leí en Monterrey junto al poeta mexicano Guillermo Meléndez. Nuestro
anfitrión fue Alvaro Ruiz. En ese mismo año, Luisa Alarcón
me presentó en la Universidad Autónoma de Querétaro. Un año
después hice una lectura retrospectiva en el barrio Bellavista de Santiago.
El año pasado leí en La Paz, en una bella sesión organizada
por el poeta y crítico boliviano Leonardo García-Pabón. En
Curitiba hice una lectura bilingüe en la Feira do Poeta, frente a una numerosa
audiencia que atenta escuchó mis poemas y la ceremonia previa de presentación
del chamán mapuche Manche Maquehue. En Buenos Aires leí junto al
costarricense Luis Chaves y al argentino Horacio Fiebelkorn, en una sesión
privada y familiar, donde también compartimos con el poeta Juan Desiderio.
En todos esos recitales tuve la sensación de conectarme con una sensibilidad
real, entregando trozos de mí, genuina y abiertamente, sin mediación.
Esa interconexión me es mucho más gratificante que la lectura sorda
y egomaníaca, predominante a veces en los festivales de poesía.
22) ¿Qué consejos les daría
a los jóvenes poetas principiantes?
- Recuerdo un cuento
de Bukowski en que un periodista le hacía esta misma pregunta a un viejo
escritor conservado en alcohol y malos recuerdos. Él le decía que
lo único que podría recomendarle a los jóvenes escritores
era que tiraran (follaran), bebieran y escribieran. Yo no seré tan crudo.
Comparto, eso sí, lo de escribir –y leer- con constancia y pasión.
De otro modo, no se puede. Por supuesto, hay que amar con todo: ojos, brazos,
labios. Involucrar el cuerpo, el espíritu y la mente. De otro modo, tampoco
se puede. También me parece necesario alterarse, en el sentido de volverse
otro. Y con esto me refiero a la "capacidad negativa" de la que hablaba
John Keats: estar y no estar al mismo tiempo, como un mago que mira tras el visillo.
Quizás el mejor consejo sea no seguir ningún consejo, ni darlos
tampoco, porque la ubicuidad es multidimensional.
23)
¿Nota usted una influencia aún vigente de los grandes modelos Nicanor
Parra, Neruda, Mistral, Huidobro en la poesía chilena actual ? ¿Se
considera usted un continuador de esta poesía o quiere romper definitivamente
con ella ?
- Creo que mi generación estuvo mediatizada en
su emergencia por Lihn y Teillier, que fueron las poéticas gravitantes
alrededor de las cuales revoloteamos durante un tiempo. Sin lugar a dudas, todos
leímos el pentagrama clásico: Huidobro, Mistral, Neruda, De Rokha
y Parra. Tal vez el discurso parriano sea el que mayor vigencia tenga hoy en día,
como en su momento el influjo de Neruda fue atosigador. Yo soy un híbrido:
mezclo y proceso todo. En tal sentido, no preservo ni destruyo. Vago solo. Creo
que me he ido abriendo camino entre los matorrales con un machete de mango hecho
a mi medida. Eso es todo. Vale.
Nota
biográfica de Benoît Santini
Nacido en 1974 en Gap (Altos
Alpes, Francia), Benoît Santini estudia en la ciudad de Aix-en-Provence
e inicia la carrera de Fililogía Hispánica en 1992 en la Universidad
de Provenza (Aix-Marseille I). Aprueba con éxito (matrículas de
honor) su Maestría y su DEA (Diploma de Estudios Profundizados) cuyos temas
son la poesía de Raúl Zurita, bajo la dirección de Adriana
Castillo de Berchenko, en los años 1996 y 1997. Tras una pausa para efectuar
su servicio militar como traductor en la Escuela Militar de París y aprobar
el CAPES de español (oposiciones para obtener un puesto de Profesor de
español en un Liceo ; primero de su promoción), Benoît emprende
su Doctorado, siguiendo el tema de estudio ya citado. Ahora, va terminando su
tesis y da clases en un Liceo de la región parisina así como en
la Universidad francesa de Saint-Quentin-en-Yvelines. Prepara actualmente estudios
y ponencias sobre Óscar Hahn, Gabriela Mistral y el panamericanismo.
Propone
hoy una entrevista a Jesús Sepúlveda con el que ha entablado una
comunicación y que ha contestado con amabilidad sus preguntas.