Los años posteriores
a la segunda guerra mundial no sólo trajeron la bomba atómica,
la guerra fría y la repartición del planeta en dos bloques.
También trajeron una nueva sensibilidad, otra forma de enfrentar
los acontecimientos e instalarse en el mundo. Otro estilo de escribir.
En ese escenario es que surge en los Estados Unidos el ya legendario
movimiento Beat, cuyas mayores voces poéticas fueron
Allen Ginsberg y Jack Kerouac; cuya obra y actitud vital
influyeron decisivamente en la conformación del Nadaísmo
del colombiano Gonzalo Arango.
En los tardíos ‘50 y principios de los revoltosos ‘60, un
tipo de individuos jóvenes (los hipsters) comenzaron a poner
en duda la gran promesa "americana" en los EE.UU. La eficiencia
y productividad de la nueva superpotencia no daba cabida a estos sujetos
que no se sentían cómplices de la nueva maquinaria,
que por lo mismo los dejaba fuera del sistema.
Los
Beats surgen en este contexto. Ellos recogen la tradición
romántica de la ruptura y la bohemia simbolista como actitud
vital. También desarrollan el imaginario del viaje, mental
y físico, como parte de uno de sus motivos. William
Burroughs no sólo se traslada corporalmente
a Tánger, sino que también viaja a través de
la experiencia alucinógena para mostrar una nueva ruta de acceso
a la creación. Algo que Artaud, entre otros, ya había
explorado antes.
Desde Tánger, Burroughs envía los manuscritos de Naked
Lunch a sus buenos amigos: las mejores mentes de su
generación, los Beats, que además de "desarreglar
todos los sentidos a para arribar a lo desconocido"(Rimbaud),
dan cuenta de la pérdida de sentido que se vivencia en la modernidad
occidental.
Así, siguiendo la agenda rimbaudiana y los pasos de los imaginistas,
y de Pound, particularmente, los Beats se dirigen hacia el oriente
(budista y zen). Su movimiento natural deviene entonces oeste-este,
y el estilo de vida que promueven se fundamenta en la improvisación.
Una creación más
honesta y directa
Tal como en los años ‘20 los surrealistas buscaron en la ensoñación
quimérica y en la escritura automática formas para hallar
la voz poética, los Beats ven en la prosodia de un nuevo ritmo
la depositaria de una creación más honesta, directa
y comunicable.
Reaccionan contra el New Criticism, la metafísica y
los New Agarians, desenfrenando el verso libre hacia lo que
Jack Kerouac llamó "Spontaneous Bop Prosody",
y que se puede caracterizar como un discurso entrecortado y libre
de las marcas retóricas reguladoras de la dicción. Para
esto, los Beats configuran imágenes concretas que posibilitan
otros caminos en la factura de un nuevo realismo, experiencial y vital,
ajeno a la elucubración metafísica. En tal sentido,
el contenido es parte consubstancial del poema, que no sólo
se hace con palabras y ritmo dentro de una forma determinada, sino
que también con ideas. Robert Creeley dice "form
is never more than an extension of content" (la forma es
nada más que una extensión del contenido), pues sin
contenido nos quedamos mudos.
Por otro lado, el conversacionalismo y/o el coloquialismo acercan
el texto poético al relato autobiográfico y lo separan
de la historia de los metarrelatos. Así, se sitúan en
la cotidianeidad y establecen nuevos nexos con el contexto.
Comienzan a hablar desde la experiencia y rompen con las formas representacionales
que el discurso artificioso de los "nuevos críticos"
y la poesía metafísica habían instalado. Por
lo mismo, el estilo de los Beats deviene una suerte de minimalismo
que se opone al poema impregnado de epicidad moralizante y/o a la
agenda voluntarista del individuo.
El origen de este lenguaje se encuentra en la música del jazz-bop
proveniente del estilo bebop de Charlie Parker, Gillespie
y otros. Un sentido de improvisación que no es sino la reproducción
verbal del contrapunteo jazzístico. De ahí que los escritores
Beats fueran quienes inauguraran la tradición de las lecturas
públicas en los EE.UU.: representación poética
en el escenario, o performance que connota el carácter espectacular
de la figura del poeta y la poesía. Y esto, entendido en el
contexto de una sociedad hipertecnificada y consumista, centrada en
el lucro, cuyo fin último es conjugar las esferas del mercado
con los de la creación.
Con las armas del humor y
el absurdo
Mallarmé estableció que la poesía se escribe
con palabras y no con ideas. Verlaine agregó el ritmo. Pero
en los Beats lo que constituye el cuerpo orgánico del movimiento
y configura su conciencia grupal es la rebeldía. Ésta
no es sólo un gesto teatral, sino que es una toma de posiciones:
una suerte de anarquismo asistémico. De hecho, se enfrentan
al Macarthismo político con las armas del humor y el absurdo
y establecen una clara defensa de los derechos de las minorías.
Reivindican la sensibilidad del mundo gay e intervienen políticamente
en el espacio público mediante su apertura hacia otras culturas,
desmontando las estructuras del racismo institucionalizado, y detonando
lo que luego constituiría el movimiento hippie. Su quehacer
por tanto es político, y su sello la subversión. Se
inscriben como una generación "ninguneada" que tuvo
que vivir las consecuencias del poder absoluto constituido por medio
de la agresión militar fuera y dentro del país.
Por eso la guerra del Vietnam fue tan duramente criticada por esta
nueva mentalidad generacional. Hombres y mujeres desencantados que
no se identifican con el proyecto de nación que les ofrecen:
I saw the best minds of my generation destroyed by madness, starving
hysterical naked, / dragging themselves through the negro streets
at dawn looking for an angry fix (Ginsberg, Aullido 3).
Un feedback desde Medellín
En un artículo publicado en la revista Crisis, José
Emilio Pacheco plantea que el gran difusor de los poetas norteamericanos
en Hispanoamérica fue
José
Coronel Urtecho al volver en 1927 de los Estados Unidos
y fundar en Nicaragua el grupo Vanguardia, y publicar años
más tarde, junto a Ernesto
Cardenal la que -a su juicio- es la mejor Antología
de la poesía norteamericana disponible hasta hoy en español.
También sostiene que el primer intento serio de establecer
un puente entre la New Poetry anglonorteamericana y la poesía
en lengua española fue llevado a cabo por el dominicano Pedro
Henríquez Ureña, el nicaragüense
Salomón
de la Selva y el mexicano Salvador
Novo, a comienzos de los años veinte. Sin embargo,
la injusticia crítica, un cierto regionalismo y la pobre difusión,
han impedido dar el merecido crédito a estos pioneros.
Ciertamente, estos autores sentaron un precedente para estrechar
un diálogo entre las tradiciones poéticas de ambas lenguas
a uno y otro lado del río Grande.
Posteriormente, hacia fines de los años cincuenta, otros dos
grupos generacionales compartirán -a la distancia- una actitud
y una postura frente a la creación literaria cercanas. Estos
son el Nadaísmo y la Generación Beat
Gonzalo Arango, el iconoclasta
El
Nadaísmo es un movimiento que intentó abarcar
más allá de lo literario, plantéandose a sí
mismo como un movimiento anárquico cuya actitud vital no era
sino manifestar su repulsión "frente a la sociedad burguesa".
Oficialmente, fue fundado a través del "Manifiesto Nadaísta"
el 20 de junio de 1958, en el Bar Olivos de la ciudad de Medellín.
Mauricio Carrera asevera que su proyecto era la revolución
humana y "la subversión intelectual, principalmente religiosa
y literaria", mediante "la agitación de las conciencias".
Su fundador y profeta fue el legendario
Gonzalo Arango, cuya
vocación iconoclasta se manifiesta claramente al leer su perfil
autobiográfico:
Bachiller. Filósofo laureado. Desertor de la Patria Boba
y de toda esperanza. El resto de la vida se la ha pasado olvidando
lo que aprendió. Agitador. Expresidiario de cuatro cárceles,
actualmente en uso de libertad condicional. Vagabundo, parásito,
poeta o eterno de algún modo. Burócrata ocasional y
destituído. Corruptor de la juventud. Enamorado, casado, fracasado,
y reincidente. Aventurero, sin oficio conocido. Vive del milagro y
de las mujeres. Duerme en un monasterio. Es además escritor...No
hace nada, pero existe. (De la nada al Nadaísmo)
Pesimismo y violencia
Entre los años ‘40 y ‘60 Colombia fue azotada por una cruenta
guerra civil. Hubo 200.000 muertos y las secuelas de veinte años
de guerra fratricida quedaron impregnadas en el conjunto de toda la
sociedad colombiana. La violencia llegó a ser uno de los principales
leitmotifs de la producción cultural de entonces y estuvo presente
como tópico ineludible en las dos principales tendencias literarias
de Colombia existentes hacia la década del 50.
Juan Carlos Galeano señala que estas vertientes se
organizaron por un lado, como "un gran corpus poético
de tono consolatorio y optimista que contiene la poesía de
los vates populares y de los poetas de la generación de la
revista Mito, y por otro, como "una breve vertiente de
poesía pesimista que inscribe el puñado de los poetas
sobre la violencia". Entre estos cabe destacar a Gonzalo Arango,
Jan Arb, David Bonells, Fanny Buitrago, Eduardo Escobar, Dukardo Hinestroza,
Jaime Jaramillo Escobar o X-504, Jotamario, Darío Lemos,
Humberto Navarro, Amílcar Osorio, Elkin Restrepo, Mario Rivero,
Armando Romero, Alfredo Sánchez, Tadheo (Germán Cruz
Zamorano) y Elmo Valencia (quien tuvo contacto tempranamente
con los escritores Beats durante la década del ‘50).
Ocio y escándalo
Los nadaístas
propusieron la desacralización del orden establecido
tanto en el plano literario como en el de la acción política
y social. Uno de sus integrantes, Eduardo Escobar, caracteriza
al movimiento por su "gusto [al] escándalo" y Juan
Carlos Galeano señala que estos autores preferían
abrazar su nueva religión: 'la literatura como un ocio', como
lo afirmaba Jota Mario, y una vida errante en los bares y cafés
como El Metropol, La Bastilla, La Clínica Soma; una peregrinación
a la que agregaban su búsqueda del amor libre y la experimentación
con sustancias sicotrópicas.
Si bien esta caracterización no es del todo exacta, hay que
reconocer que los nadaístas rompieron premeditadamente todos
sus lazos filiales con la tradición cultural anterior. De hecho,
no quisieron recibir legado alguno, puesto que ante el silencio y
el anquilosamiento de una sociedad que no cambiaba, optaron por el
"parricidio intelectual, la irreverencia religiosa, la subversión
[y] el escándalo" .
Sus temas, además de la violencia, giran en torno a la cuestión
urbana y a los nuevos signos de modernidad que Colombia comienza a
experimentar. (...)
Corrosividad compartida
Finalmente, cabe decir que si bien la década del ‘60 dejó
inscrita su marca en el perfil de esta generación (sicodelia,
liberación sexual, rebeldía juvenil, etc.), aún
pesa sobre ella el estigma de la verticalidad y la dependencia territorial:
generación literaria periférica que se ve reflejada
en su homóloga de la metrópoli norteamericana.
Y si bien el nadaísmo y la generación Beat son movimientos
literarios y literariamente distantes, ambos se entrecruzan por su
deseo de transgresión. La subversión forma parte radical
de las dos generaciones, y sus fundamentos se encuentran en la actitud
moderna del pensamiento crítico y en los usos de la parodia
y la corrosividad analógica, mientras que la ironía
y la burla configuran su ideario temático.
No obstante, aunque este tramado transcultural y transliterario a
ambos lados del continente pueda arrojar ciertas luces para entender
la dinámica de estos dos grupos literarios -subalternos en
sus propios contextos-, no es posible construir el modelo mixturado
de hippismo tropical o nadaísmo anglonorteamericano, puesto
que la generación Beat fue absorbida finalmente por el mercado
y promovida por el sistema y sus interlocutores más (auto)complacientes,
mientras que el movimiento nadaísta fue desarticulado por la
autoironía del escepticismo radical de sus propios integrantes.
Prueba de esto son los versos de Eduardo Escobar, quien al referirse
a la falta de imaginación del movimiento, señala:
Si nos faltó imaginación
fue por culpa de las enfermedades tropicales
(Jaramillo Agudelo "La poesía nadaísta").
Fuentes: Henciclopedia.org.uy
Publicado en forma bilingüe en el nro. 1 de Helicóptero
(1997): 12-15 en Eugene, Oregon; y luego en la ciudad de Washington
D.C. en la revista de la Universidad Católica de América,
Verbi Gratia. A Literary Journal of Modern Languages, vol. 1, primavera
de 1998: 1-7. La primera y segunda parte de este texto también
aparecieron en El Papiro, periódico de La Serena, en el número
de diciembre de 1997 y enero de 1998