"Sergio Hernández, delicado
y post-romántico, sutil evocador de la infancia perdida… El
lenguaje, es selecto; la simbolización, sencilla y universal;
la musicalidad recatada. Algún verso corto, acumulador de nostalgia,
ejerce la misión quejumbrosa del pie quebrado. Más la
sapiencia rítmica es de tal diafanidad que ésta maestría
y otras pueden pasar inadvertidas…".
(Eleazar Huerta.
Prólogo a "Poetas Universitarios". Antología,
1956).
Al igual que el frondoso poeta Pablo Neruda, Sergio
Hernández Romero (Chillán 1931), es sobreviviente
de una generación.
Poeta, ensayista, profesor de Estado en Castellano y miembro de la
Academia Chilena de La Lengua, es autor de varios libros de Poesía,
entre ellos Cantos de Pan (1959), Registro (1965), Últimas
Señales (1979), Quebrantos y Testimonios (1993),
Adivinanzas,
un libro para niños (1998) y su meritoria antología
Sol de Invierno (Ediciones Universidad del Bío-Bío,
120 páginas, Talcahuano, 2002). Creador, además de valiosos
ensayos como Don Ricardo Latcham (1989), Pasión y
espíritu de Gabriela Mistral (1989), Nicanor Parra,
poeta popular (1990).
Así también mantuvo una inquebrantable amistad con
el vate sureño, Jorge Teillier.
En su departamento, próximo a la Avenida Ecuador en la ciudad
de Chillán, me reuní con él para conocer su época,
su generación y la amistad que mantuvo con Jorge Teillier,
con honda fraternidad se entrevistó.
-Quisiera que nos contara la llegada de Jorge Teillier a Santiago,
¿cómo fue que lo conoció?.
Nosotros nos conocimos en el Instituto Pedagógico de la Universidad
de Chile, que se ubicaba en calle Macul 774. Él había
llegado de Lautaro hacia la década del 50 a estudiar Historia;
y yo lo había hecho para Castellano. Ya se había retirado
Efraín Barquero, que también hizo algunos estudios aquí
que no terminó.
El Instituto Pedagógico era prácticamente un centro
que reunía a varios cultores de la literatura posterior. Fundamos
un centro literario, teníamos con él un mural y nos
reuníamos una vez a la semana.
Luego, participó con nosotros Óscar Stuardo, que se
dedicó al teatro; Jaime Valdivieso, que se dedicó al
ensayo y a la narrativa; nos hacía clases don Ricardo Latcham,
que era un crítico bastante conocido en América; el
profesor Roque Esteben Scarpa, profesor de literatura general; y también
en las clases de física, Nicanor Parra, de tal manera establecimos
una buena amistad con él.
Todo hizo un clima propicio para el cultivo de la literatura. Yo
recibí el premio F.E.C.H. el año 54, eso me motivó
a conocer a más gente, al jurado mismo: Angel Cruchaga Santa
María, Juvencio Valle y a otros integrantes del medio poético
de Santiago.
-¿Cómo se gesta la antología de poetas universitarios?.
Yo no sé de quién fue la idea, pero eso próspero
y de alguna manera se llevó a cabo. Esa antología fue
prologada por Eleazar Huerta, profesor de Estética llegado
a Chile a través del Winnipeg, entre otros gracias a Neruda.
-En relación a la generación del 50 o del 57, ¿cómo
se conformó esa generación, cuáles son sus características
y cómo fue el ingreso de Jorge Teillier y de usted a ella?.
Quien empezó a hablar de esa generación fue Enrique
Lafourcade. Tiene algunos integrantes en la prosa, quien se distinguió
fue Claudio Giaconi, que tenía alguna experiencia literaria,
un trabajo leído en Concepción y creo que aquí
mismo en Chillán, el año 58, año en que yo me
encontraba en España, así que no estuve aquella oportunidad,
pero después supe que ese ensayo fue publicado. En uno de esos
puntos advertía nada más con el criollismo, el mundonovismo,
esta cosa de los huasos, las carretas, todo eso que había liderado
Mariano Latorre. Se pretendía hacer más universal la
experiencia literaria.
Creo que a nosotros nos impactó mucho la segunda guerra mundial
que terminó el año 45 en forma abrupta por esas bombas
atómicas que los yankees hicieron estallar en Japón.
Realmente quienes recapitularon esas experiencias fueron Jan Paul
Sartre, que es un autor que casi todos leímos en esa época
y Albert Camus, autores comunes de aquella generación.
Hubo buenos autores teatrales en esa generación, creo que
Luis Alberto Heiremans y Sergio Vodanovic. Desde varios géneros
hubo aportes, en la poesía específicamente estaba Enrique
Lihn, Teillier, Armando Uribe del cual estoy leyendo sus memorias,
bastante gruesa, que más bien lo relaciono con su labor de
diplomático, de abogado y también da luces sobre el
ambiente literario poético.
El año pasado (2002) se hizo un homenaje a esta generación
en el hall Azul de la Biblioteca Nacional, entre con fotos y poemas,
nos vimos con Jorge Teillier, por supuesto; Rolando Cárdenas,
quien junto conmigo y Teillier éramos bastante amigos, él
murió justamente después de una gran comida que tuvimos,
a la noche subsiguiente. Éste muchacho falleció por
falta de atención médica, abandonado en su departamento
en calle Teatinos.
Luego, con otros tuvimos alguna relación, con Efraín
Barquero, después. Él tuvo la suerte de tener una mecena,
Monovar Balmaceda, que le compró una casa en San Antonio y
que tuvo una buena relación con Neruda, no sé si esta
relación se deterioró un poco. Así también
la relación de Lihn con Neruda que no fueron buenas. Las mías
fueron excelentes después de un tiempo, cuando lo traté
por primera vez aquí en Chillán, hacia el año
58. Él estaba en su plenitud más universal, ya de poeta,
que gravitaba mucho sobre las generaciones que venían de atrás.
-Específicamente la influencia de Teillier, ¿cómo
fue en esa generación?.
Bueno, lo que pasó es que Jorge Teillier trató de liderar
un poco eso que él llamó poetas láricos. Fundamos
la revista Orfeo, junto con Floridor Pérez, pero después
esa revista fue embargada por un venezolano que llegó y tomó
otros rumbos.
No sé si diría liderazgo o no lo que ejerció
Teillier, pero por último era un poeta muy estimado, escuchado
y aceptado.
-¿Cómo Teillier defendió teóricamente
la postura lárica?.
Bueno, en el fondo él dio con esa temática que es una
manera distinta de hacer no diría Criollismo, sino que fue
mirar el paisaje de su provincia, de su región, en este caso
Lautaro, y refugiarse un poco en la infancia. Teníamos lecturas
comunes de Miloszk, que había sido traducido por D'halmar;
de Rilke, Esenín, George Trakl, y una de las novelas que él
más admiró fue "El Gran Maulnes" de
Alain Fournier. Trató de crear una especie de pequeño
movimiento, pero ya estaba encendida la poesía en Chile por
la aparición súbita de "Poemas Y Antipoemas"
de Nicanor Parra, el año 54, que fue una especie de renovación,
yo diría más o menos higiénica de la poesía
que se estaba haciendo.
El optó por una poesía clara, directa y eso estaba llamando
la atención de los ejecutores y llego a hacer una renovación
de la poesía no tan sólo en Chile, Parra influyó
también a los Beatnik norteamericanos, incluso.
-Poéticamente, usted con Jorge Teillier ¿cuáles
son sus semejanzas temáticas y de composición?.
Hay algunas afinidades en cuanto a temática, en ese tiempo
yo escribí Acuario y por ahí hubo algunas afinidades,
pero en el fondo mi poesía era vivencial, porque caí
en una fuerte depresión por esos días y fue más
bien una catarsis para mí la poesía. Ahora abordo otras
temáticas que me apartarían de lo lárico.
-Me gustaría que nos hablaras del trabajo de traducción
de Jorge Teillier.
Jorge Teillier era un gran lector de poesía, como lo había
sido Neruda también, como cualquier poeta serio. En realidad
era increíble lo que sabía Neruda de poesía.
Teillier también tenía una tremenda memoria, por eso
quizás optó por estudiar Historia. Él tiene todas
las traducciones en un libro, que yo tengo aquí. Tal vez la
más leída fue la "Confesión De Un Granuja"
de Sergei Essenin.
-Pasando a un tema escabroso: el alcoholismo de Jorge Teillier.
¿Usted como amigo cómo lo asume y por qué piensa
que bebía tanto?.
Existe una especie de tradición que venía de muy atrás.
Era casi una tradición que los poetas fueran bohemios, lo habían
sido por ejemplo los de la generación de Neruda; Neruda fue
un sobreviviente de la bohemia de su tiempo, por el alcohol se murió
Alberto Rojas Jiménez, Romeo Murga, y otros poetas. Porque
en el fondo bebían mucho y comían poco y además
eso venía de antes, de los franceses, el mismo Baudelaire,
Verlaine, Rimbaud. Esos aparte de ser bebedores, eran drogadictos.
Entonces, era como una condición natural del poeta. El mismo
Darío. Rubén Darío aquí en Chile estuvo
cuatro años y muy pocas veces apareció por el trabajo
que le consiguió Balmaceda Toro, el hijo del Presidente, en
la aduana de Valparaíso.
-Nos gustaría que nos contara sobre el estilo de vida,
los encuentros literarios, las revistas, el cine, la música.
Hubo por ese entonces más gusto por esas cosas, nosotros
como estudiantes del Pedagógico teníamos entrada al
Teatro Municipal a ver espectáculos tan notables como Carmina
Burana. Los espectáculos eran de gran calidad porque la
Universidad de Chile tenía un buen Ballet, don Juvenal Hernández
había establecido la Orquesta Sinfónica. Es decir, había
muy buenas manifestaciones culturales en ese tiempo, muy vigente.
A veces venían visitas internacionales, el mismo Claudio Arrau
vino a dar conciertos.
Se encontraba el Boletín de la Universidad de Chile, dirigido
por Enrique Bello y participaba ahí Jorge Teillier. Los Anales
de la Universidad de Chile, la revista Mapocho, que siempre editaba
una obra de teatro de escritores Chilenos.
Naturalmente nosotros disfrutábamos del Teatro Experimental,
que fundó mi amigo Pedro De La Barra; el teatro ensayo de la
Católica, todo eso fue un tiempo de gran culminación
de todos esos movimientos. Muchos actores siguen trabajando en teleseries,
aún se los ve en películas como María Cánepa
en Coronación.
Yo no veo la misma intensidad cultural de antes, veo más bien
un desplazamiento por la mala calidad de la actual televisión.
Se sigue haciendo teatro en Santiago, desde luego y buen teatro a
lo mejor, a lo cual uno en provincia no tiene acceso.
En cine, ya se había fundado el Cine Chileno, hubo interesantes
actores como Lucho Córdoba, cómico peruano nacionalizado
Chileno; Alejandro Torres, que era un gran recitador. Y el cine Argentino
llegaba y de cierta calidad, recuerdo una película de Enrique
Cubiño, "Donde mueren las palabras empieza la música";
algo sobre Beethoven y Mozart.
-Nos podría hablar de la personalidad de Jorge Teillier.
La personalidad de Jorge Teillier era un poco indefensa, yo diría
muy inteligente, modesto, de muy buena memoria, muy bien informado
en poesía y culto. Yo no sé en qué momento aprendía
tanto, a lo mejor él estaba más ordenado porque había
contraído matrimonio con Sibila Arredondo y tuvo a sus dos
hijos: Sebastián y Carolina, que después crecieron y
sufrieron los rigores del golpe militar. Por ejemplo, a Sebastián
le hicieron un simulacro con que al padre lo iban a fusilar delante
de él, cosas de ese tipo.
-Eso le quería preguntar, ¿cómo vivió
el golpe militar Jorge Teillier?.
Jorge Teillier, no se implicó en la situación. Nunca
me pareció que militara en el Partido Comunista aunque era
hijo de comunista, Intendente de la comuna de Lautaro, pero a pesar
de eso él tenía muy buenas relaciones con la gente.
Jorge, fue siempre muy protegido por las mujeres, por ejemplo, después
que se rompió el matrimonio con Sibila Arredondo, estuvo con
Beatriz Ortiz De Zárate, con quien estuvo compartiendo en mí
casa cuando yo vivía en el Tejar y después eso se rompió.
Finalmente fue protegido por Cristina Benke, que es una mujer de mucho
dinero, convirtiéndose en su protectora. Yo creo que aquí
se protegió de las posibles consecuencias del golpe militar.
En el fondo él tenía sensibilidad social, pero quizás
aquel tema no le interesaba.
-Neruda a la generación del 50 ó del 57 los desafiaba
ha escribir poesía social, Jorge, sin embargo, no participó
de eso.
Bueno, porque él era un poeta autónomo. Neruda quizás
había perdido cierta vigencia en la generación del 50.
En el fondo no era que no se le admirara, sino que se trataba de salir
de su influencia que ya era demasiada frondosa y pesaba mucho sobre
las generaciones posteriores. Parra, sin duda, busca deliberadamente
librarse de él.
-¿Usted, en qué momento se separa de Jorge Teillier
y cómo mantiene esa relación?
Yo nunca me separé de Jorge Teillier, lo que pasó es
que yo después me vine a provincia, a la Universidad Austral.
Luego me fui a España un año o un poco más, y
después cada vez que iba para Santiago nos juntábamos.
Yo recuerdo haberlo dejado cuando él se iba a Italia becado,
dejando a sus juntos con Sibila. Sin embargo él regresó,
en muy poco tiempo, por la ruptura que tuvo con Enrique Lihn, parece
que debido a Sibila.
Yo, cada vez que iba a Santiago lo iba a ver al Boletín de
la Universidad de Chile. Después me fui a Antofagasta y ya
era muy lejos, y lamentablemente venía muy pocas veces al sur,
por eso se produjo un distanciamiento, pero guardo cartas de él.
Después su alcoholismo lo llevó a una aguda crisis,
yo había optado por dejar el alcohol, pero para él fue
muy difícil.
-¿Cómo vive usted la muerte de Jorge Teillier?.
Bueno, a mi no me pareció extraño porque si tú
ves esa foto -una foto que cuelga en la pared de su departamento-
ya se ve bastante avanzada su cirrosis - rosita apática le
llamaba el mismo Teillier-.
El año 96 dimos un recital en el Centro Cultural de España,
en Providencia y ahí nos encontramos. Nos alojamos en un hotel
durante 3 ó 4 días y compartimos bastante, pero él
ya se curaba con muy poco y dos meses después supe de su muerte.
-¿El legado de Jorge Teillier?
El legado está en su poesía, en su autenticidad y creo
que está siendo bastante admirado y valorado por la juventud
y eso garantiza una vigencia. No hace mucho, en un encuentro que hubo
en Santiago sobre Nicanor, me encontré con un español
que está dirigiendo una edición en España de
Jorge Teillier, dice que tiene muy buena aceptación, así
que Teillier va en ascenso más que en descenso.
Falta por hacer una obra completa, y creo que podría hacerse.-