Conversación con Juvencio Valle
Por Fernando Quilodrán
Juvencio Valle vive en una
casa de Ñuñoa con árboles y flores. Libros, cuadros de pintores
amigos, completan un espacio que ya a primera vista nos dice que
quien la habita es un poeta, nada más que un poeta y siempre un
poeta.
Nos recibe con María Gálvez, su compañera desde 1942.
Cordial y llena de simpatía, nos facilita la conversación y acepta
posar con él para las fotografías.
La vida de Gilberto Concha Riffo que pasó a llamarse Juvencio Valle
para la poesía chilena, es conocida. También lo es su vastísima
obra, que se inicia en 1929 con La flauta del hombre Pan.
Hoy, a los 97 años que cumplió
el 6 de noviembre, es el decano
absoluto de la poesía chilena, tal vez más allá de la chilena, y
pocos escritores son más queridos que él, tanto por sus colegas de
letras como por lectores, estudiantes y estudiosos. Así lo
demuestran, por lo demás, tanto su presencia en las más estrictas
antologías, como los ensayos y estudios sobre su poesía, que
inaugura Pablo Neruda en 1932, en las páginas de El
Mercurio.
La siguiente es la
conversación que sostuvimos con el poeta y su esposa, la señora
María Gálvez.
- Bueno, ¿cómo está la vida, don Juvencio? Le voy a hacer una pregunta
que le hice un día a su amigo Rafael Alberti: ¿para qué sirve la
poesía?
- Para transformar aquella personalidad que existe. Que es
la manera más fácil, más natural, de comunicarse, de vivir, para dar
mejor el paso, para la situación que estamos
representando.
- ¿Cómo se siente usted, don Juvencio?
Cuando ha publicado casi treinta libros, ¿cómo se siente? Y le siguen
publicando sus libros. ¿Se acuerda de Del monte en la
ladera?
- Sí, es muy lejano eso, ¿ha?
- Sí, sí, pero todavía se lee. Yo lo releí hace algunos días.
- Está muy bueno.
- A usted le gusta mucho la poesía de
Garcilaso, de Fray Luis de León.
- Ah... sí, Fray Luis de León,
éste está por ese sendero.
- Y, ¿Miguel Hernández?
- Miguel Hernández es más nuevo... es siempre viejo.
- Usted anduvo con
él por España, con Miguel Hernández.
- Ni me acuerdo ya, no debiera
acordarme...
- Hace
muchos años ya, hay que acordarse de lo nuevo. ¿Cómo está la señora
María. ¿Se porta bien con usted?
- Sí, muy bien. Hay que pedirle
por favor que no se afane tanto.
- ¿Y cómo está el jardín, don
Juvencio? ¿Está bonito?
- No he bajado, pero sé que siempre está en
orden.
- Además, estamos en invierno.
María:
Cuéntele cómo está el canelo.
- El canelo está bien, muy
alto...
María: Lleno de flores.
- Nunca pensé que podía
subir tanto, en forma que no es de él, sino también de
nosotros.
- Y el sur de Chile, ¿le gusta?
- No se puede
vivir en el sur. Pero yo sólo sé hacer poesía.
- Usted trabajó
muchos años en la Biblioteca. Ha vivido siempre entre libros.
- Sí. Estiro un brazo y salen un montón de libros.
- ¿Y qué le gusta
más, los libros o la señora María?
- Todo va por ahí,
nomás.
- ¿Tienen nietos?
- Dos bisnietos. De los
hijos Irene y Juvencio: Irene tiene a Felipe, y mi hijo tiene a Margarita y a
Rodrigo. Así que son tres nietos. Felipe tiene una chiquita de seis y
Margarita un chiquito de cinco, dos bisnietos.
- ¿Y qué vamos a
hacer para su cumpleaños, don Juvencio?
- ¿Ya viene mi
cumpleaños?
- Sí, falta un mes.
- Cualquier cosa, con un
traguito, a mí me gustaría que estuvieran ustedes. Una vez vino
Eduardo Peralta y estuvo tomando té con nosotros. Trajo su guitarra, y
yo estaba en cama y tocó canciones.
- Señora María, ¿donde
conoció usted a don Juvencio?
María: En la Alianza de
Intelectuales de Chile. El venía llegando de España. Cuando en todo el
mundo había esa efervecencia por la Revolución Española, se juntaban
víveres y cosas y todo se mandaba a España, él estaba allá. Cuando
llegó, lo conocí. Lo recibió la Alianza, y nos hicimos
amigos.
- Usted había estado preso allá.
- Tres meses y
medio.
- Y después, toda la lucha por la defensa de la
República, la solidaridad.
- Sí, y tuvieron que asilarse, cuando
entró Franco a Madrid.
- ¿Quiénes estaban activos en la Alianza
de Intelectuales?
- ¿Aquí en Chile? Acá estaba Neruda, Luis Enrique
Délano, Rubén Azócar; bueno, todo el mundo, además de
políticos.
- Ahora me voy a dar un salto y le voy a preguntar
lo que hacían Uds. en la época de Pinochet.
- Hacíamos lo que
podíamos... Donde nos decían que había que estar, allí estábamos, a tal
hora, en tal parte. Se hacían reuniones... con muchísimo
susto.
- Pero, ¿respetaban a don
Juvencio?
María: Sí, felizmente. Bueno, la Comisión de
Derechos Humanos fue la primera en organizarse, dar la cara. Fue el
primer ayuno que hubo, de escritores. No recuerdo en qué parroquia, era
bastante alejada. Estaba Coloane, Diego Muñoz, la señora de Diego, y
otras personas.
- ¿Ustedes eran muy amigos de la
Hormiguita?
- Muy amigos, era un ser excepcional La Hormiguita. De
esos seres raros, un ser que no tenía egoísmo, quería a todo el
mundo.
- ¿Se puede decir que La Hormiguita ayudó mucho a
Neruda?
- Mucho, era una mujer de mucho temple, muy decidida. Muy
decidida también en sus ideas. Definida total; lo que ella pensaba, lo
hacía. Porque hay gente que se queda en los pensamientos y no los lleva
a la práctica.
- ¿La señora Delia, no era muy práctica en su
casa?
María: Nada de eso. Me acuerdo que siempre
pasábamos los veranos en Isla Negra, entonces ella se desentendía de
todo. Y yo era bastante mala también para ser dueña de casa. Es decir,
poco le hacía a la cocina, pero para distribuir y más o menos manejar la
casa, ella dejaba en mis manos la cocina y los detalles domésticos. Ella
no era para eso. Era para ser la compañera siempre. Lo que le dijo a
Juvencio mi mamá. Porque mi mamá le advirtió que yo no sabía ni hacer
una taza de té. Entonces él le dijo: "la quiero para compañera mía, nada
más, para que esté siempre conmigo". Y a veces yo tenía cosas urgentes
que hacer, en la cocina: que no, que estuviera yo ahí nomás, pierna
arriba a su lado. Si se subía la leche, no importaba, así es la vida,
¿ves tú?... El prefiere que se suba la leche y no perder un momento de
alegría, de estar junto a los seres queridos.
- Hace cuánto
tiempo que están en esta casa, señora María?
María :
Hace 42 años que nos vinimos a esta casa. Con un préstamo hipotecario de
la Caja de Empleados Públicos en esa época: Uno iba pagando y la deuda
se iba extinguiendo hasta que se acababa; y no como ahora, que es una
cosa espantosa, las deudas hipotecarias no se terminan nunca. Yo oigo
los reclamos de la gente.
- ¿Usted se casó cuando ya don
Juvencio tenía varios libros publicados?
María: Tenía
publicado hasta Nimbo de piedra, cuando nos encontramos acababa
de publicarlo, y se había sacado el premio único para el IV Centenario
de Poesía. Entonces lo encuentro y me dice: "vengo llegando de Buenos
Aires y me queda un resto de platita, podemos ir a almorzar". Entonces
le dije: "Y ese paquete que llevas ahí". "Le he comprado a mi padre un
poncho de Castilla, a él le hace falta para que se abrigue y se cobije
de la lluvia". Y fue al Correo a poner su encomienda. Y después nos
volvimos a encontrar, para toda la vida.
- ¿55 años cumplieron
de casados?
María: Claro, nos casamos el 5 de diciembre
de 1942.
- No habría sido mejor casarse con un ingeniero, Sra.
María?
María: Jamás. Mi vida ha sido realmente feliz al
lado de la poesía. Qué más puedo pedir. El, que sabía de todo... y
leíamos poesía y me hacía llorar.
- ¿Y sus hijos, me dijo que
uno estudió historia?
María: Sí. Y mi hija es
psicóloga.
- En todo caso ciencias humanas; toda la influencia
de ustedes. Cuénteme: después de España, llego acá y empieza a trabajar
en la Biblioteca Nacional, cumpliendo horarios, y toda una disciplina.
¿Cómo lo asume don Juvencio?
María Tuvo que adaptarse,
porque ya tenía una familia. Cuenta Volodia en su libro cómo iba a la
Biblioteca, atendía a la gente y les enseñaba a hojear y tratar bien a
los libros, porque los libros se van deteriorando.
- ¿De qué
parte de Chile es usted?
María: Soy de San
Felipe.
- ¡Ah! del otro extremo, nada que ver con el
sur.
María: Soy de la V Región.
- ¿Don Juvencio,
hasta qué año fue al sur?
María: El fue al sur hasta el
año 87. En el aniversario del Liceo (de Temuco) fue la última vez que
viajó.
- ¡Pero qué Liceo, con qué
historia!
María: Con la historia de tanta gente que pasó
por allí, Diego Muñoz, Elio Rodriguez también. Ellos se conocieron en el
banco escolar. Claro Juvencio ya había hecho algunos cursos, era cuatro
años mayor. Ahí había niños de diferentes edades en el mismo curso.
Llega al banco, y hay un niño chico, chiquito, flaquito; lo mira y le da
vuelta la espalda, a ese nuevo que llegó, todo tímido, asustado. Se
sentó y entonces el niño se da vuelta y le dijo "sopla este pelito"
-venía con un pelito en el cuaderno. El sopla y el niño lo mira y suelta
la carcajada: Pablo, Pablito, Neftalí, Neftalí Ricardo Reyes. Y ahí
se produce el contacto y no se separaron más, los dos andaban solos.
Mientras los otros niños corrían como locos, ellos se quedaban parados
mirando piedrecitas, cositas del suelo, insectos, flores secas. Cosillas
que da la naturaleza, que son tesoros para los niños, y eso buscaban
ellos. Me dijo: "jamás me hubieran ubicado a mí para jugar fútbol, nunca
habría sido parte de un equipo". Eran niños con otro sentido de la
vida.
- Después de toda la lucha contra Pinochet, yo supe de
muchos episodios de ustedes... Don Juvencio en conferencia de prensa del
Partido Comunista, o en grupos de resistencia...
María:
Yo tengo muchas cosas guardadas. Por ejemplo, una orden: "Que tiene que
presentarse ante la Corte, bajo apercibamiento de arresto, a las 3 de la
tarde, por haber burlado el receso político". Eso era un pecado atroz,
era terrible. Firmado por el Ministro Fernández. Era una lista grande,
como de 27 personas que habían violado el receso político; eso era un
pecado mortal. Se presenta allí y el señor Valenzuela, que estaba en ese
momento, le dice: "Usted quiere demostrar que no es comunista". Juvencio
le contesta: "No revuelva los papeles. Sí, yo soy comunista, no busque
elementos de prueba". Luego de hojear y revolver los papeles, lo mira y
le dice: "Por ahora no lo voy a dejar arrestado. Por ahora". Todos
estaban esperando que cayera preso, por semejante cosa.
- No se
atrevieron.
María: Entonces, a los cuatro primeros de
esa lista -algún día te la voy a dar, por ahí, no sé si tiene ustedes
recortes de esa época... Está primero Stuardo, Cantuarias, Jerez; a esos
los echaron violentamente del país, me acuerdo. Y los demás quedaron en
"lista de espera". Quedaron esperando, y Juvencio, como "Valle" quedó al
final. Entonces, no alcanzó a sufrir el castigo.
- Fue muy
valiente, este caballero y usted.
María: No le importaba
nada, siempre daba la cara. Boenninger vino una vez acá. Aquí se formó
la Comisión de Derechos Humanos. Aquí vinieron, se fundó con Castillo
Velasco.
- Por lo general, la gente tiene la idea de que un
poeta como don Juvencio, del bosque, de la naturaleza, que piensa en los
clásicos del Siglo de Ora español, no se mezcla en lo
contingente.
María: Siempre fue así. Porque a la gente
que sufre, hay que animarla, hay que hacer algo. La poesía ayuda mucho a
combatir. A la gente que sufre hay que darle esperanzas, sobre todo. Y
con la poesía, muchas veces, han caído las dictaduras.. a fuerza de
poesía. Es la lucha más eficaz contra la dureza, contra la
maldad.
- Don Juvencio, dicen que las mujeres lo encuentran muy
buen mozo.
- Mejor, pues...
- ¿Ustedes también han sido
amigos de pintores, de otra gente aparte de la literatura?
- Sí,
Venturelli fue muy amigo mío.
María: Otro amigo que tuvimos
fue Waldo Vila. Vivía cerca, siempre pasaba a vernos. Cuando
Juvencio tenía quince años, estaba en su casa de campo, porque él se
crió en el campo, le hizo ese croquis a su hermano que hacía años que no
iba a la casa.
- Año 1915.
- Cómo pude hacer eso
yo.
María: Es muy hábil. Tiene una fotografías de la casa,
exactas. ¿Ve ese piso que está en la chimenea? Lo hizo él.
-¿Son piedras?
María: Sí, son piedras, esto
lo hizo él en unas vacaciones. Porque no sólo ha sido
poeta.
- Múltiple este caballero, ¿no? ¿Le gusta mucho el
mar?
- Sí. Tenemos casa en el mar. Entre Isla Negra y Punta de
Tralca. Los niños van muy seguido; los nietos, los hijos.
- La
gente en la SECH y, en general todos los escritores, todos los poetas,
se acuerdan mucho de don Juvencio, de usted. ¿Cree que hay una vigencia
de don Juvencio en la poesía chilena actual?
María: Yo
creo que sí. Pero no lo nombran. Porque hay gente que tiene su personaje
especial, su preferencia de poesía. Yo creo que Juvencio está
vigente.
- El otro día, en un acto en que se presentó un libro
de Luis Corvalán llegó un saludo de don Juvencio y fue muy aplaudido.
Inmediatamente la gente reaccionó con entusiasmo.
María:
Cualquier acto, lanzamiento de un libro, se llena.
- Me acuerdo
de la Biblioteca Nacional, uno de sus cumpleaños... fue enorme la
concurrencia.
María: Cuando le dieron el Premio
Nacional, hacían cola para saludarlo, era muy querido por las compañeros
y compañeros.
- ¿Don Juvencio entró al Partido Comunista junto
con Neruda?
- Parece que sí
- ¿Se acuerda, usted, de Alone?
¿Qué relación tenía con Alone, don Juvencio?
- Tenía relaciones
cordiales.
- En general, don Juvencio no ha participado en las
polémicas literarias ¿no?
María: No. Porque él dice que
en la polémica literaria la poesía es la que pierde.
- ¿En toda
esa historia de la polémica de Neruda con de Rokha, ¿él tampoco se
mezcló?
María: No se mezcló nunca. Aunque él estaba con
el lado de Neruda, naturalmente, porque era su amigo de tantos
años.
- ¿A Neruda no le parecía mal que él no se metiera en
eso?
- No. Para nada.
- Es una pregunta que puede parecer
impertinente, pero a la gente le interesa saber.
María:
Se sabían amigos. Entonces, de ese lado sabía lo que pensaba
Juvencio.
- ¿Le gusta la
música?
- Mucho.
- ¿Canta, usted? ¿Nunca
cantó?
- He
tratado de cantar, pero tengo un oído imposible. Nunca he podido ser un
cantante.
-Bueno,
usted hace otras cosas. Hay que dividir el trabajo. ¿La señora María
canta?
María: No, soy muy desentonada.
- Pero,
¿han tenido amistad con los músicos?
María: El tiene
músicos amigos, uno está en Alemania ahora: Gustavo Becerra. Otro amigo
que lo viene a ver siempre es Luis Merino Reyes, que cumplió 85
años.
- Así que
lo viene a ver don Luis Merino Reyes... ¿Y quién más viene por
acá?
- Bueno, a veces viene Volodia, José Miguel Varas.
- Uno a
veces no viene a verlo para no molestar nomás.
- Sí, pues. El me
avisa, y yo le digo venga nomás. Volodia me dice: llámame por favor,
porque estamos muy alejados. El conoce desde los 17 años a Juvencio. Un
colorín con una mata de pelo tremenda. Tienen muchos recuerdos, son muy
amigos, se querían mucho. Y lo evoca en su libro. Es que es una época
muy linda, muy llena de vitalidad, de libertad. Los intelectuales
estaban unidos, también. Bueno, la revolución, el Frente
Popular. Ahora están unidos y desunidos, también. ¿No?
- Después
de España, estuvo la Alianza de Intelectuales. Hay fotos en que aparece
don Juvencio marchando con todos los demás. Después de todo eso, Allende
nombró Director de la Biblioteca a don Juvencio. Cuando viene el golpe
de 1973, a don Juvencio lo sacan de la Biblioteca.
María:
Allende quería tener gente de su confianza en los principales lugares
públicos. Pero, ese señor, el anterior Director, no salió, así que lo
nombraron en comisión; no renunció a su cargo. No hubo más que mandarlo
en comisión para poder nombrar a Juvencio.
- ¿Y cómo
recibieron los trabajadores de la Biblioteca el nombramiento de don
Juvencio? Yo creo que estarían contentos.
María: Estaban
muy contentos. Porque él vino desde abajo. Porque empezó desde atender
la sala de lectura hasta llegar a la Dirección. Además, dirigió el
gremio de los empleados, luchó muchísimo por ellos. Le mandaba cartas al
Ministro, pidiendo esto, esto otro, los aumentos de sueldo. El daba la
cara por la gente.
- Ese
aspecto del dirigente gremial, no lo habíamos tocado. No solamente de
los escritores, sino también de los funcionarios de la
Biblioteca.
María: Fue dirigente gremial de los
funcionarios de la Biblioteca. Luchó bastante para que la gente
estuviera mejor. Luchó muchísimo contra el despotismo de los directores
de la Biblioteca. El despotismo era espantoso. Porque a gritos mandaba
el Director. Y él hacia la contra y peleó hasta que renunció. En ese
tiempo, Juvencio recibió el Premio Nacional. Sufrió muchísimo la
venganza del Director. Lo sacaba de la Biblioteca, lo mandaba a otra
repartición; pero no pudo, porque había leyes que lo favorecían. Un
luchador gremial bastante eficiente -encuentro yo- fue en esa
época.
- ¿Nunca
lo tentaron con que fuera candidato a diputado; que fuera algo así, don
Juvencio?
- No. Nunca. Eso no lo habría aceptado.
- Neruda
fue senador, también podría haberlo sido él.
María: No eso
no. El luchó muchísimo con sus energías y su poesía y ahí salió el libro
Estación al atardecer. Es un nombre que no le viene al
libro. El libro iba a salir con el nombre de "El grito en el cielo", o
sea, el grito de rebeldía que llega hasta lo más alto. Esa era su única
arma de lucha. Ahí está el libro, con todas sus penurias, sus luchas, su
trabajo en favor de la gente que él tenía a su cargo. Así es que cuando
recibió el Premio Nacional, todo el mundo se agolpaba a saludarlo y
felicitarlo. Cuando fue Director tuvo la idea de Allende. Fue la
época en que estaba Juvencio Valle en la Biblioteca, Pepe Balmes en
Bellas Artes, una serie de intelectuales y artistas de
avanzada.
- ¿Lo han
tratado bien, don Juvencio? ¿Aquí en Chile, en España... ?
María: Sí, claro. Cuando fue a España. Tengo los
recortes de la revista Ercilla: "Nuestro gran poeta -dice- es
nuestro primer corresponsal de guerra, para que vaya a participar en la
Guerra Civil Española". Y de allá mandó las cartas, que las va a
publicar una editorial. Y va a venir muy bien, porque todos los que
llegaron en el "Winnipeg" lo conocen mucho, porque luchó con
ellos.
- ¿Cuando
estuvo Alberti hace poco, ¿lo vieron ustedes?
María:
Mucho, claro. Tenemos una fotografía donde está en Isla Negra con
Alberti.
- ¿Alberti es un poquito menor?
María: Dos años
menor. Cuatro años es menor Neruda.
- Muy
simpático don Rafael, ¿no?
- Claro. "Yo soy muy amigo de Juvencio",
dice. Tenemos libros: "La arboleda perdida", dedicada, con
dibujitos, muy hermoso. Y siempre que puede manda alguna cosita. Ahora
dicen que está enfermo.
- ¿Y la
salud de este caballero? Usted dice que es
notable...
María: Está muy bien de salud, pero ha olvidado
tanto...
- ¿Y
usted no se olvida?
María: Bueno, yo le ayudo mucho. Soy
su ayuda memoria.
Dedicatoria
de Miguel Hernández en su libro Vientos de
pueblo:
"Juvencio: Aquí tienes este libro escrito con el
entusiasmo, la presión y la precipitación que el clima dramático en que
España empuja sus cuerpos, me han exigido fatalmente. Nuestra labor está
tremendamente arraigada a cuanto sucede en relación con nosotros sobre
la tierra, y ya veremos cómo la hacemos con más pureza. Salud por Delia
y por Pablo. Salud y abrazos.
Miguel
Madrid, 4 de septiembre de
1938
Esta es una
edición de Viento del pueblo. Poesía en la Guerra. Ediciones
Socorro Rojo Internacional. España 1937, y dice: Miguel Hernández, Poeta
campesino en las trincheras, por Tomás Navarro Tomás.
Es una edición
que ya está un poquito desarmada por los años.
María: Esta tiene una historia, porque cuando echaron de
España a Juvencio, él dejó una maleta de libros en la Embajada y se
perdió, nadie supo nada. No lo dejaron sacar nada, lo echaron hacia
Francia y de Francia se vino para acá en el año 39, más o menos por
fines de diciembre. Entonces, después de muchos años, como por el año
65 más o menos-, va un amigo a la Biblioteca y le dice a Juvencio:
"fíjate que un amigo mío tiene un libro de Miguel Hernández dedicado a
ti... trabaja en la Universidad". "Y cómo es eso?", le dice. "Sí, y es
fulano de tal". Fue a hablar con él, y le dice Juvencio: "Mire, a mí
me gustaría tener ese libro, mi amigo. Hemos pasado tantas cosas juntos,
yo se lo compro, le pago lo que usted me pida, haré cualquier sacrificio
para obtener el libro". Y este señor le contestó: "no se lo vendo, se lo
voy a regalar". El lo había comprado en una librería de viejo en Madrid.
Y así llegó el libro a Chile, otra vez a manos de su dueño.
La
arboleda perdida
A mi querido y admirado Juvencio Valle,
gran poeta. Recordando los años heroicos de Madrid, los días de la
Alianza de Intelectuales.
Rafael Alberti, Madrid 10 de
octubre de 1986.
Viene
después un dibujo y dice: "Esta tarde madrileña, junto con Rafael, te
recordamos con mucha fraternidad, Marcos Ana".
María: Estuvo aquí Marcos
Ana, Juvencio le dio la bienvenida.
- Ahora
iba a venir pero parece que estaba enfermo.
María: Sí, qué
pena que no haya venido Marcos Ana.
- ¿Usted
ha fumado alguna vez, don Juvencio?
- Por ver qué es. Entiendo que
es un vicio. Comprendo que son cosas que uno no sabe apreciar, pero
comprendo. A mí no me atrae andar chupando y echando humo. A la gente le
atrae porque se sienten más libres, y hay que respetar eso. De
repente, me vienen a buscar, en el fondo soy terriblemente sacado de mi
vida. Así es la vida.
María: A veces, Juvencio se siente mal, se deprime, porque
se da cuenta de su problema, y yo sufro al verlo así.
- ¿Cómo
es la comida, le dan bien de comer? ¿Come chunchules?
- Esas cosas
no, pues.
- ¿Cómo
es para la comida?, ¿le gusta la comida a usted?
- Sí, me gusta
comer, cuando me siento bien. Con un traguito de vino.
- Para su
cumpleaños se va a tomar su traguito de vino, ¿no? Recuerdo, señora
María, que una vez que vine nos tomamos una botella de vino al almuerzo.
Estaba muy contento don Juvencio porque había logrado -según él-
burlarla a Ud. ¿Le gustan las frutas, don Juvencio?, ¿puede
comerlas?
María: Sí, a veces vienen a verlo algunos poetas
del sur. Le traen harina tostada, piñones. De Chillán viene un amigo
poeta y le trae longanizas. Tenía un poeta amigo, en Temuco -era
jovencito él-, llegaba del campo, ahí estaba Armando Benavente, poeta
también de esa época -hace dos años que murió-. Amigos entrañables,
junto con Eloy se juntaban en Temuco. En la casa de ellos eran muy
buenos para cocinar cazuelas, guisos, empanadas. Y hacían negocio, ¡qué
iban a ser buenos para los negocios! Dos poetas, acostumbrados a tener
actividades de otro ámbito. Eran malos para los negocios, por
supuesto.
Fernando Quilodrán: Poeta , novelista,
periodista. Entre sus libros: Vitales mereciéndolo (novela), Poemas.
Actualmente es Jefe de Redacción de la revista Pluma y
Pincel.