Resulta común que en la historiografía de un país,
región o comuna, prevalezca siempre lo que se acostumbra denominar:
"historia oficial". En el campo de la literatura sucede
lo mismo; y en nuestro país, a pesar de poseer una larga tradición
poética, esto no es una excepción. En Chile lo que ha
prevalecido, en el campo de las letras, y específicamente en
el género poesía, es la creación generada fundamentalmente
por poetas pertenecientes a las clases sociales altas y medias de
nuestra sociedad. Todo ello a pesar de que existe una extensa obra
elaborada por la clase obrera, realizada principalmente por los trabajadores
del salitre.
Mientras en las últimas décadas del siglo XIX se comenzaba
a gestar el modernismo en Chile, que luego daría paso a las
vanguardias literarias de la primera mitad del siglo XX, paralelamente,
en el norte del país, se desarrollaba toda una generación
de poetas obreros o populares (1), que
alzaban su canto desde las oficinas salitreras. Por todo esto, resulta
arbitrario hablar de la historia de la poesía chilena sin mencionar
e incorporar la rica creación de la clase trabajadora.
Lamentablemente así como los libros de historia omiten la importancia
de la clase obrera y los pueblos originarios en la formación
de nuestra nacionalidad, las antologías omiten la literatura
obrera en nuestras letras y educación. Pero, a pesar de estas
omisiones en el campo editorial, podemos encontrar algunas publicaciones
que han recogido los textos aludidos, los que fueron publicados principalmente
en la prensa obrera como "El Despertar de los Trabajadores";
"El Pueblo"; "El Pueblo Obrero"
y otros medios en el norte del país. Cabe destacar que también
en ciudades como Punta Arenas y Valparaíso hubo importantes
medios de prensa, entre ellos "La Defensa Obrera"
de Valparaíso. De sumo interés resultan las recopilaciones
hechas por Luis Emilio Recabarren y editadas en 1925 por Editorial
Justicia bajo el título de "Discursos y poesías".
Claudia Aranda y Ricardo Canales publicaron "Páginas
de los obreros socialistas 1912-1915" (Ediciones Ical, 1991).
Por su parte, Ediciones Lom publica en 1998 "Poemario Popular
de Tarapacá 1899-1910" a cargo de Sergio González,
M. Angélica Illanes y Luis Moulian. En estas tres publicaciones
podemos encontrar una muestra significativa de la poesía elaborada
por los trabajadores, ajenos, en esos momentos, a las disputas literarias
que se daban en los círculos capitalinos.
La riqueza de los textos obreros contiene, además de los méritos
estéticos, que en ellos podemos encontrar, una visión
que nos entrega una parte importante de la historia de la clase trabajadora.
Es un acercamiento a la "otra historia", transmitida por
sus protagonistas directos, aquellos seres sólo recordados,
en los libros oficiales, cuando se requiere resaltar la picardía
o el valor del manoseado "roto chileno".
A través de interesantísimos poemas, los obreros nos
van poniendo al tanto de sus padecimientos, luchas y cotidianidad.
En marzo de 1901, por ejemplo, Juan E. Rante nos entrega una crítica
dramática contra el alcoholismo, tan extendido -y estimulado
a la vez por los patrones- entre los obreros:
"Bebe mucha ponzoña... mucha, mucha,
y cae al suelo, al fin, como sin vida,
roncando con ronquidos nauseabundos.
Y entre tanto, en la mísera casucha
llora a gritos la madre enloquecida,
abrazando a sus hijos moribundos!!".
También en ese mismo año, y tiempo antes que Neruda
siquiera naciera, un trabajador que firma como "Chilenito"
publica un curioso poema titulado "Oda al Poroto", que dice
en una de sus partes:
"Suculento poroto,
Alimento eficaz del pobre roto
¿Pensaste tú algún día
Que un vate, aunque infeliz, te cantaría? (...)
"Lo afirmo, pues, en más de un alboroto,
Cantando este producto nutritivo
¡Caramba! Que hay motivo
Para entonar hosannas al poroto!".
Resalta en las páginas proletarias la claridad y conocimiento
que tenían los trabajadores acerca de la necesidad imperiosa
de la educación como medio de lucha, ellos se daban perfectamente
cuenta de que una de las jugadas de la oligarquía, para lograr
sus propósitos, era mantenerlos en la ignorancia. Era ésta
una estrategia constante, fomentada principalmente por agrupaciones
como la Sociedad Nacional de Agricultura (2).
Un texto publicado por el diario El Pueblo en 1901, dice:
Balmaceda como concienzudo
para el pueblo pedía instrucción,
Fue por eso la revolución,
No lo ignora ni el hombre más rudo".
Un aspecto histórico importante que se percibe en esta literatura,
es como los trabajadores ponían sus esperanzas en algunos presidentes
-o candidatos a la presidencia- que luego hacían todo lo contrario
a lo que ofrecían al pueblo, un mal que perdura hasta nuestros
días. Un ejemplo: Principiando el siglo XX se pensaba que con
la llegada a la presidencia de Don Germán Riesco mejorarían
enormemente las condiciones de vida de los trabajadores, y un poeta
popular lo expresaba en estos versos:
"Ya la clase obrera
Se puede felicitar,
Del buen porvenir que espera
Después de tanto luchar"
(...) "Que viva Germán Riesco
Que Chile entero triunfó,
Y de un modo tan burlesco
al zambo Montt derrotó".
Lamentablemente, sucedió una vez más todo lo contrario,
quedando también esta nueva decepción expresada en los
versos del popular poeta Sagasquino de la Of. California:
"El veneno y el alcohol
abundan como los templos
¿y quién apoya todo ésto?
El jefe de la nación" (...)
"Por esto el rico extranjero,
de las leyes se ha burlado"
(...) "Tiene los jueces por miles
pagados con oro y plata
y Riesco haciendo la pata
deja que nos trasquilen".
También es importante mencionar que en esta poesía
podemos encontrar numerosos textos donde se le canta a los utensilios
de trabajo, reflejando la gran estima y hermandad de los trabajadores
para con las herramientas que los ayudaban en su dura tarea de subsistencia.
El yunque, el martillo, los andamios, la carreta, etc., son una muestra
de ello. Sobre ésta última escribía Mario Bravo
al observar el regreso de dos carretas trasladando un grupo de agotados
obreros:
"Por el ancho camino, múltiples arboledas,
Insistiendo en el áspero chillido de sus ruedas
Se anuncian dos carretas solemnes de amargura:
Dos carretas cansadas de un viaje interminable,
Dos carretas cansadas de un viaje inmutable
Que pasan y se alejan por la pradera oscura".
La temática es inagotable, y siempre ligada a la cruda realidad
de vivir como seres explotados y abusados hasta en su última
gota de sudor. Pero aún así, también queda espacio
para el amor, como se expresa en los versos dedicados por el poeta
José S. Roca Tapia de Pisagua, en 1905, a la Srta. Carlota
Shering V:
"Mendigo del amor, vengo a dejarte
mis flores de pasión" (...)
"No permitas que el tiempo las marchite,
ni tampoco el desdén;
las flores que de mi alma se desprenden,
saben llorar, también".
Los sufrientes barrios donde habitan los trabajadores son descritos
en un poema llamado "El barrio miserable", mostrándonos
el drama que allí se vivía:
"Miserables casuchas
de arquitectura torpe y deleznable.
El transeúnte no acierta
el laberinto de sus viejas calles.
Vengo de la ciudad, y doloroso
me resulta el contraste.
Una atmósfera ingrata
flota en el barrio, que envenena el aire,
y de las aguas estancadas suben
pérfidos gases...".
Tampoco faltan versos de alabanza a las proezas del pueblo mapuche
o a los héroes de la guerra de independencia. El humor se hace
presente en poemas como "Los peladores" o "Los amores
del curita".
Resulta tremendamente llamativo y rescatable cómo personas
que fueron tratadas de la forma más inhumana y sobreviviendo
en las condiciones más miserables buscaron una esperanza y
alegría en la poesía. Cómo buscaron la belleza
de la palabra para manifestar sus penurias y sueños de libertad
y justicia. Los dolores y anhelos de la clase obrera, expresados literariamente,
a través de sus propios poetas, son tan importantes como los
expresados por los vates formados en las grandes urbes y sin relación
directa con los medios de producción. Y aunque muchos de éstos
representaron y apoyaron las luchas de aquellos en sus obras, no es
lo mismo sufrir a la distancia. Son dos experiencias distintas, lo
que, por supuesto, no le resta mérito a la solidaridad.
Lo que sí está claro, es que un poeta-obrero de las
salitreras o del carbón no tenía el tiempo ni las condiciones
para preocuparse de vanguardias, modas o tendencias literarias. Su
principal motivo de existencia era la supervivencia entre la miseria
e injusticias a las que eran sometidos.
Finalmente, aunque merecería todo un capítulo aparte,
me parece de toda veracidad decir que parte de los pueblos originarios
como los Mapuche y los Rapa Nui engrosaron las filas del proletariado
y fueron sometidos a sistemas de trabajo humillantes. Sobre todo los
últimos. En Isla de Pascua se vivió una de las páginas
más indignas de la explotación humana, existiendo allí
un Ghetto que duró hasta el año 1966. Ahora, si bien
estos pueblos no publicaron en medios de prensa, a través de
la tradición oral han llegado hasta nosotros relatos llenos
de poesía, que nos cuentan de la perdida de su libertad y acerca
de su vida independiente, así como de su entorno natural. Un
relato mapuche nos expresa:
"Llegó la guerra del rei
con los chilenos.
Mangin se puso del lado
del rei.
Tenía amistad con los lenguaraces,
los comisarios i los padres.
Todos le decían: El rei es mejor;
tiene muchas tierras.
Los chilenos son pobres;
te robarán las tuyas" (3).
Toda una profecía que se ha cumplido con creces.
Por último, quisiera terminar con el canto-relato de una anciana
rapa nui (4), que expresa, de una u otra
forma, me parece, el sentimiento de todos los pueblos originarios,
tan avasallados y castigados como sus hermanos del campo y de las
minas:
"Los afuerinos se fascinan con nuestra antigua cultura.
Nos miran con la boca abierta como un pueblo
hijo de la naturaleza, y siguen su viaje.
Los que nos ha pasado y sigue pasando, nadie lo pregunta.
El mundo nos tiene olvidados".
Como podemos ver, a pesar de todos los padecimientos que pueda sufrir
un pueblo, siempre habrá en él una expresión
de identidad y sentimiento de lucha expresado a través de la
poesía. Por mucho que la "historia oficial" pretenda
ocultar las ignominias contra las clases más desposeídas,
siempre habrá un canto que emerja desde el trabajo y el origen.
NOTAS
(1) Aunque este
término, normalmente, se ha utilizado para denominar a los
poetas que practican el canto campesino, también resulta acertado
utilizarlo en el caso de los poetas obreros.
(2) Ver "El movimiento obrero"
(Breve síntesis), de Patricio Manns/ N° 27, pág.
9. Ediciones Quimantú 1972. Colección "Nosotros
los chilenos".
(3) Ver "Historia del pueblo mapuche",
siglo XIX y XX, de José Bengoa. Editorial Lom 2000.
(4) Ver "Sombras sobre Rapa Nui",
alegato por un pueblo olvidado, de Hermann Fischer. Editorial Lom
2001.