
        
        AMÉRICA Y CERVANTES / EL QUIJOTE : EL  CASO DE CHILE
        Luis Correa-Díaz 
        Revista Chilena de Literatura. Nº72 Abril de 2008 
        
        
        
          Si crees  que todo cuanto has escuchado
            no tiene contigo nada que ver,
            estás  amigo equivocado, párate a ver, párate a ver.
            Mago de Oz[1]
           ¡Mientras perdure el Castellano en América
            aquí también ha de vivir  Cervantes!
            Antonio Batres Jáuregui [2]
        
         
        El Quijote / Cervantes en Chile, en México, Colombia, Perú, Cuba, Ecuador, Argentina,   etc.: una tarea pendiente desde que llegaron esos   ejemplares de la novela a las en ese entonces llamadas   Indias -cosa estudiada y documentada hace ya bastante   tiempo por Francisco Rodríguez Marín, Irving Leonard y   Francisco A. de Icaza, sin olvidar el antecedente legendario en Ricardo   Palma. Una labor pendiente en su potencial mayor para llegar a superar los   traumas coloniales de nuestra identidad, pero que a no   dudarlo comenzó desde el mismo   día en que se publicó El   Quijote, porque éste traía en sí, pese a haber   nacido en un mundo imperial y colonizador, la crítica   de la 'razón de sus sinrazones'   y es ése un legado entendido en América. El estudio y   la ponderación, en sus múltiples sentidos y efectos,   de esa salida transatlántica ha tenido sus paladines   hasta hoy mismo -de allí, por ejemplo, que el proyecto del Centro Virtual Cervantes sea una feliz pantalla que hace visible la ya larga   actividad crítico ↔ creativa en cuanto a   la lectura americana y, a veces, americanista, por parte   de las ex-colonias, corpus éste que en general ha sido   silenciado, ignorado o, en el   mejor de los casos, minimizado por la crítica canónica   cervantista-, y los seguirá teniendo, puesto que a   partir de las celebraciones del 2005 se puede decir, sin   temor a equivocarse, que el   campo de estudios denominado 'Cervantes y/en (las) América(s)' ha   entrado en una etapa de autoafirmación y posicionamiento estratégico en los debates   cervantinos[3.]
        Este campo de estudios   tendría que apoyarse, entre otras posibilidades que se han ido expresando, con   una lentitud de siglos pero esperanzadoramente, en   textos importantes de esta historia de Cervantes desde América, en los   planteamiento teóricos de Walter Mignolo, formulados   recientemente en su ensayo "De-linking: Don Quixote, Globalization and the Colonies"[4]. Estos corresponden a dos movimientos del ser y del saber (americano, para el caso) que terminan por   aunarse: 'de-linking' y   'decolonizing', porque
        
          To celebrate Don Quixote without bringing into the debate, simultaneously, the need to de-link and decolonize knowledge and being would contribute   very little to the critical insights and dissenting arguments that Cervantes himself constructed through his master narrative   (15).
        
        Mignolo desarrolla con gran detalle las   condiciones y proposiciones de   esta lectura de El Quijote y el mundo   vivido -y (des)escrito- por Cervantes, particularmente centrado en el siglo xvn [y en la   ejemplaridad de Waman Puma de   Ayala[5]] y en   el paradigma de coexistencia opuesto al de dominio;   una lectura que "is not reducible to the hegemony of Western thought from   Renaissance to today or anchored in Greece, Rome, and Jerusalem", lo cual atañe   a una necesidad de toda geo-bio realidad colonizada:
        
          ... de-linking means to read Don Quixote, recognizing but   not accepting the rules of the game in which Don Quixote was written   and has mainly been read until today. De-linking means   to admire Don Quixote as an outsider, playing a different game marked   by a diversity of "experiences"-not the experience of the internal history of   Europe, but those of the colonies where, for example, the primacy of alphabetic   writing, the printing press, and the authority of colonial [imperial] languages   were more of a problem than a victory (10).
        
        Una posición similar, aunque dentro de un marco disciplinario diferente, se puede ver en el ensayo "Don Quijote y los molinos de viento en América Latina" del sociólogo peruano Aníbal   Quijano, quien remarca sus acotaciones así:
        
          Es bueno, pues, que Don   Quijote cabalgue de nuevo a   desfacer entuertos, que nos ayude a deshacer el entuerto de la partida de toda nuestra historia: la trampa epistémica del   eurocentrismo que desde hace 500 años deja en la sombra el gran entuerto de la   colonialidad del poder y nos hace ver sólo gigantes,   mientras los dominadores pueden tener el control y el uso exclusivo de nuestros molinos de viento   (6)[6].
        
        Esa es la tarea más general del lector de Cervantes I El Quijote desde América: una especie de letanía -a   la manera de Rubén Darío- que se vuelve, una vez   conjurada la derrota con el   triunfo inexplicable (absurdo para el extranjero) de la propia   dignidad, un ejercicio crítico (y creativo) que afirma   para sí y demanda del otro el (reconocimiento del) derecho a la coexistencia, para   solo así tornarse un día en un canto de amor al Nuevo   Mundo, un "new space, the freeing and the clearing of coloniality of being that   Waman Puma so masterfully blew up (and paid the price)" -como insiste Mignolo   (7). Y esto porque ni la(s) Independencia(s), ni la   Ilustración ni el Romanticismo   del siglo xix, tampoco los mejores empeños del xx, nos han liberado del todo   de la falacia epistémica del que conquista, coloniza   y crea un mundo de mestizos: la   inferioridad.
        Leer (y pensar) El Quijote -a Cervantes, la España/Europa de su tiempo y el nuestro- desde América en todos sus espacios, no   únicamente el hispanoamericano,   significa también, entre otras cosas, traerlo a estas tierras y sus ciudades[7],   como lo han hecho, entre otros, el ecuatoriano Juan Montalvo con sus Capítulos que   se le olvidaron a Cervantes, el nicaragüense Rubén Darío con su cuento "D.Q.", el venezolano Tulio Febres Cordero con   su novela Don Quijote en América, el boliviano Juan Francisco Bedregal   con su extenso cuento fantástico "Don Quijote en la   ciudad de La Paz", el guatemalteco Antonio Batres Jáuregui con su ensayo   conjetural "Miguel de Cervantes   Saavedra en Goathemala", el   colombiano Pedro Gómez Valderrama con su cuento histórico "En un lugar de las Indias", la estadounidense Kathy Acker con su novela   punk Don Quixote Which Was a Dream, el chicano Genaro González con su novela The   Quixote Cult, la mexicana Angélica Muñiz-Huberman con su novela Dulcinea encantada, el   uruguayo Eduardo Galeano con su micro-cuento histórico "1616, Madrid, Cervantes", el   argentino Mempo Giardinelli con su crónica "El Quijote de Tres Lagos", el mexicano Alberto Blanco con su poema visual "La   primera página", y el chileno Mario Olea se une a este elenco con su   cuento fantástico-moral (incluso ecológico) "El regreso de Alonso Quijano,   El Bueno". En esta fantasía   conjetural le es concedido por el cielo a Don Alonso volver junto a Sancho a la tierra   cinco siglos más tarde: "Un día, ya en el siglo veinte del planeta tierra, el Sumo Hacedor juzgó llegado el momento para el descenso de don Alonso y Sancho. Para no ser injusto, al azar, lo lanzó, cerrando sus   ojos divinos, y vino a ocurrir que los viajeros   aterrizaran en un país llamado Chile"; aventura angélica   que termina con ambos personajes "esfumándose en los aires para nunca más volver   y en la gloria del Señor quedarse por toda la   eternidad"[8]. Al cuento de Olea se había adelantado, de cierta   manera, Egidio Poblete [Ronquillo] con su crónica conjetural "El Quijote en   Chile", de 1905, quien se   pregunta, después de ironizar sobre los excesos   discursivos relativos a las celebraciones locales del Tercer Centenario: "¿Qué   haría Don Quijote si viniera al mundo en Chile y en los días que corren?" Luego   de recorrer las tribulaciones de   un número de hipótesis paródico-socio-políticas,   concluye: "Don Quijote, pues, no podría vivir en nuestro   país: se repetiría toda su primera vida. El único que puede hacerlo es Sancho Panza, su apellido   le abría todas las puertas". Tanto Poblete como Olea plantean la misma decepción   cervantina respecto al impacto caballeresco (anacrónico) de Don Quijote en el mundo, tratándose aquí de una La Mancha americanizada, en un rincón apartado del Cono   Sur. La diferencia se halla en que Pobrete no solo trae a los personajes al   mundo chileno, sino que también reflexiona e introduce una crítica relacionada   con la identidad hispanoamericana en cuanto a su herencia española: el triunfo del pancismo (en su aspecto   negativo[9]) por sobre el quijotismo; crítica identitaria   y cultural que formulará más tarde, a través de un análisis histórico y   caracterológico, el intelectual   cubano Jorge Mañach en "El   quijotismo y América", y que   constituye uno de los apartados -quizás uno de los que más debate ocasiona- del campo de estudios a que me he referido más arriba[10].
         Junto a todos estos escritores que   han escrito obras recreando, conjeturalmente, algún episodio o las aventuras   completas de El Quijote (o la vida   misma de Cervantes, como es   el caso   de Gómez Valderrama) en tierras americanas   -relocalizándolas en lo cultural, en lo literario, en lo temporal, etc.-, están,   por supuesto, los cervantistas americanos, tanto los de   dedicación permanente al tema, como aquéllos que lo han hecho de manera ocasional pero iluminadora, quienes en conjunto han   producido un corpus crítico considerable y que ha sido   una contribución valiosa y original al cervantismo en   general. Dentro de este extenso grupo se encuentran, por   cierto, los cervantistas chilenos. De estos últimos he   elegido, por las razones esbozadas, a los que en sus textos han incorporado una   preocupación americanista en su lectura de la novela   maestra, lo cual no significa dejar fuera a los que no han registrado 'el factor América' (usando la fórmula   de Diana de Armas Wilson[11]) en sus trabajos, pero son una   comarca que demandaría ser cartografiada y antologada   de otra manera, al menos para las coordenadas que esta   presentación del caso chileno se ha propuesto su autor.   Para revisar un buen inventario de estos últimos hasta   principios de la década de los   setenta -lo cual implica, lógicamente, que sería necesario otro desde entonces   hasta hoy-, y restringido a aquellos escritores   vinculados a la Academia Chilena correspondiente de la   Real Academia Española de la Lengua, basta ir al   discurso "Académicos cervantistas" de Fidel Araneda   Bravo, quien después de comentar con iluminadores   detalles cada uno de los trabajos, acaba concluyendo   el suyo con un párrafo que puede   sonar pesimista, pero que si lo leemos solo circunscrito a su marco   institucional no debería desalentar, pues lo cierto es que las letras chilenas   en general muestran mayor prodigalidad de la esperada   -aunque el comienzo haya sido   dificultoso -como lo proponía Medina:
        
          He terminado el escrutinio de la Biblioteca Académica. Ahora sólo me resta dar excusas a   mis colegas y demás oyentes, por no haber sido este   examen tan donoso y exhaustivo como el que hicieran el cura y el barbero en la librería del   ingenioso hidalgo; pero, al contrario de lo acaecido a   mi cofrade Pero Pérez, el   escrutinio de esta tarde no me fatigó, ni dio motivo   tampoco para ordenar la quema de otros libros, porque en   realidad la literatura chilena no es pródiga en obras dedicadas a Cervantes[12].
        
        De tal manera que para   el caso   que nos ocupa tendría que plantearse una problemática doble: a) ¿Qué lugar ocupa 'El Quijote en Chile' dentro del   campo más amplio de estudios 'Cervantes y (las) América(s)'? -de esta pregunta se encargan los esfuerzos que han dado inicio   a la antología particular del Centro Virtual Cervantes;   b) ¿Qué lugar [del que los chilenos no quisimos acordarnos mucho en el 200513] ocupa 'El Quijote en Chile', como reflexión americanista, dentro del cervantismo   chileno? -para esta última cuestión, la selección presente pretende dar una   respuesta inicial. La respuesta y constatación resultan   sorpresivas y abundantes, y si   llevamos los datos a la bibliografía general del campo la cantidad e importancia   es comparativamente destacable, sobre todo si se piensa en el trabajo de   Juan Uribe-Echevarría: Cervantes en las letras   hispanoamericanas. Antología y crítica (1949), del   que la antología presente muestra las secciones "Preámbulo" y "Primeros y últimos pasos de Don Quijote y Cervantes en América".
        Entonces, para empezar a finalizar esta   introducción, habría que hacerlo por el principio, por José Toribio Medina, el cervantista mayor de entre los chilenos y uno de los más destacados que han sido en Hispanoamérica, y cuyos estudios sobre la vida y obra   del español universal son referencia imprescindible. Medina escribió en   1923 su bibliográfica "Cervantes en las letras   chilenas", que, como apunta Uribe-Echevarría en su detallado estudio sobre el maestro ("Medina cervantista.   Antecedentes"), "rehace totalmente", corrige y aumenta,   el trabajo que había adelantado   en 1916 Leonardo Eliz: Apuntes para una bibliografía chilena sobre Cervantes en Chile. Según lo que   cuenta Medina en su ensayo bibliográfico -y esto es   importante para establecer una suerte de primera   impresión respecto al tema Cervantes y El Quijote en Chile, refutada por él   mismo, por los hallazgos encontrados, y que tendrán   nuevas noticias de allí en delante por parte de otros estudiosos-: Chile es un país que, en apariencia, no tiene (tenía en ese   entonces) mucho de cervantista, y, pese a la relativa popularidad que alcanzó El Quijote tempranamente en ciertas regiones de América   (México, Perú), "tenemos las pruebas de que nunca se   leyó la obra de Cervantes en   Chile antes de los últimos años   del siglo xvm", debido en gran medida a sus particulares circunstancias   histórico-socio-geográficas, tanto durante la Colonia como en los alrededores   de la Independencia (568). Poco a poco empezarán a   aparecer ejemplares importados en bibliotecas privadas, aunque tampoco la suerte   cambió significativamente durante los inicios del siglo xix. Es solo a partir   de mediados del xix que se multiplican en número menor a   la decena los ejemplares registrados por libreros. Según lo que apunta Medina,   la primera edición local sería una abreviada, impresa por el librero español don Santos Tornero en 1863 en   Valparaíso. Agrega Medina en los párrafos introductorios a su catálogo: "Así,   pues, sólo a partir de tal fecha logra el investigador ir anotando uno que   otro título referente a Cervantes" (569); siendo desde   ahí (1878) en adelante las fechas recordatoria del nacimiento o de la muerte de Cervantes y celebratorias de la aparición de El Quijote -hasta la más reciente del 2005- los hitos que irán dando forma a lo más   visible del cervantismo chileno, sin olvidar, por cierto, que entre tales fechas   Chile ha producido un corpus crítico y creativo notable. Ejemplos mayores de lo uno y de   lo otro son Don Quijote y la   poética de la novela (1992) de Félix Martínez Bonati, y el poema "Don Quijote impugna a los comentadores de   Cervantes por razones puramente personales" (1975) de Pedro Lastra[14].
        El "Cervantes y las letras chilenas" de Medina, que   completaba al de Eliz, es un semillero continuado por   otros investigadores, aunque su propuesta de fondo, la   invitación a acopiar y anotar un tipo de repertorio completo, nunca se ha emprendido a cabalidad   después de él. Sin embargo, en esta línea está el "Cervantes   en Chile" (1947) de Julio   Molina, quien termina sus comentarios y aporte de referencias con un párrafo bastante borgiano:
        
          La materialidad de ciertas acciones guarda nada más que apariencias, podrán   alegar los que conciben la narración del pasado como un constante juicio de pruebas. Pero no olvidemos que el objeto de la ciencia   literaria son las ficciones mejor concebidas. Cuando estas ficciones o novelas   cumplen su fin más edificante, es que ha sonado la hora de preguntarnos acerca de si no será   sólo por ellas mismas que nosotros estamos contando la historia de su argumento o practicando los ritos aconsejados por sus   singulares invenciones (147).
        
        En la misma línea de   catálogo bibliográfico se encuentran las páginas "La influencia de Cervantes y   de su obra en Chile" (1952)   de Maurice W. Sullivan. Este investigador tiene el mérito de   catalogar el material recopilado   (reconociendo los trabajos anteriores de Eliz, Medina,   Molina y Uribe-Echevarría), estableciendo "los   siguientes apartados, correspondientes a diversas formas de manifestarse la influencia cervantina: Obras directamente   imitadas o inspiradas por Cervantes; Obras en que puede   advertirse filiación cervantina; Poemas dedicados a Cervantes, su obra o sus personajes; Estudios críticos, y Conmemoraciones" (291). Esfuerzo similar había realizado   Uribe-Echevarría, pero extendido a toda Hispanoamérica. Dentro del apartado   "Estudios críticos cerrvantinos", Sullivan crea el importante subapartado "Chilenos en la ruta de Don Quijote" -el que sería necesario extender a toda   América-, donde se halla una serie de escritores   pertenecientes al canon nacional: Benjamín Vicuña Mackenna con sus "impresiones"   tituladas En La Mancha (1878), Rafael Sanhueza Lizardi con su Viaje   a España (1886) y Augusto D'Halmar, el más completo de todos en este sentido, con su La Mancha de Don Quijote (1934). Carlos   Sander en el capítulo "América   y los molinos del Quijote" de su libro En busca del Quijote (1967), el que   evidentemente no podía conocer Sullivan al momento de   publicar su estudio, ejecuta una operación radical y que   lo coloca necesariamente dentro del posicionamiento americanista del campo de estudios que se ha descrito, aunque el poeta apela a un reencuentro entre España y América, donde aquélla vería a sus ex colonias no como hijas   sino como hermanas -"por la madurez política, social, cultural y moral que ya tienen" (310). Cito en extenso la propuesta   de Sander que por sí misma es quizás la más audaz de las que se han hecho hasta la fecha -y por supuesto, se mantiene en estado de ideal irrealizado-, además de   haberse adelantado en décadas a los trabajos de España   por crear definitivamente la "ruta de Don Quijote":
        
          Les expreso [a los habitantes   y autoridades de Campo de Criptana] que América tiene una deuda de gratitud con el príncipe de la lengua   castellana, Don Miguel de Cervantes Saavedra, que hizo conocer de manera magistral el idioma más cantarino y   hermoso de la tierra. Que esa deuda de gratitud debe pagarla, en moneda buena y bella, moneda espiritual e intelectual. Debe perpetuar en un   escenario como Campo de Criptana, su amor a España, la   madre ubérrima y fundadora. Hay que cumplir todos los   ideales enunciados por los que luchan por reconstruir los viejos molinos en   diversos pueblos de la Mancha. Especialmente Campo de Criptana, la ciudad de los molinos,   debe reconstruirlos y planteo la idea. América debe ser   la que reconstruya los molinos del Quijote. Cada país   debe reconstruir su propio molino. Que llevará uno de   los nombres de los viejos molinos, que figuran en el Catastro del Marqués de la Ensenada y que fueron los que   Cervantes vio cuando vino a este pueblo. Los molinos   reconstruidos por los países americanos, no tendrán en su interior maquinarias   que muelan trigo y produzcan harina. Estarán divididos   en dos plantas, comunicadas entre sí por una pequeña escalera. En esas plantas   se colocará un museo artístico e intelectual del país que lo reconstruya. Cuando   los veintidós países del otro lado del mar hayan reconstruido los molinos e   instalado los museos que se proyectan, el Estado español trazará en forma seria la ruta del   Quijote que pasará a través de   todos los pueblos cervantinos que figuran en el libro inmortal y construirá   hoteles y paradores a lo largo de la ruta, ya que cientos y miles   de gentes llegarían a bañar su alma, a purificar su   espíritu en los pueblos cervantinos y especialmente a   mirar en Campo de Criptana a los veintidós molinos de América. Podrán entonces conocer en forma detallada lo que   somos en el mundo intelectual   y artístico, va que cada país mostrará en "su molino" lo   que es, exhibiendo con orgullo su museo. Así las gentes venidas de todo el   mundo, del Oriente y Occidente, conocerán en forma   bastante completa a nuestra América, que estará presente en el corazón de   la Mancha (311-312).
        
        Otros ensayos que deberían figurar en un apartado   especial en lo que Sullivan denominó "Estudios críticos cervantinos", son los   que están relacionados con la influencia de El Quijote y su lengua en la de Chile y, ampliando el marco, en su folklore. En esta   línea están, cronológicamente, los trabajos Cervantes en el folklore chileno (1915) de Clemente Barahona Vega, "La lengua del Quijote y la de Chile" (1916) de M. Antonio Román -ambos citados por Sullivan-, y "El Quijote y nuestro lenguaje" (1959)   de Pedro Lira Urquieta. Asimismo se tendría que agregar   un apartado dedicado a la crítica literaria sobre las obras de escritores americanos que manifiestan influencia cervantina   y, más específicamente, sobre la de aquéllos que han recreado, episódica o extensamente, El Quijote. De estas escrituras se   ha seleccionado el estudio "Juan   Montalvo: una reescritura del Quijote en   América" (1998) de Marcela Ochoa Shipavour[15].
        Para concluir con estas referencias a los   inventarios comentados que recogen el material cervantista en las letras chilenas, hay que   hacerlo con el último y que vino en la forma de antología   de carácter misceláneo: El Quijote en Chile (Santiago: Aguilar, 2005), selección, notas e   introducción del escritor Sergio Macías, quien en ésta última, titulada "De cómo el   Ingenioso Hidalgo Don Quijote de   La Mancha llegó a Chile", tiene el acierto de comenzar -a la   manera de Medina y otros, en   cuanto a sus esfuerzos de pesquisar la presencia de América en la obra cervantina- así:   "Chile aparece en El Quijote a través de la famosa obra La Araucana, cuyo autor es el soldado y   poeta nacido en Madrid, pero de sangre vasca, Alonso   de Ercilla". Para luego comentar haciendo un contraste   interesante si acordamos aceptar lo que proponen algunos destacados   cervantistas, que Cervantes no necesariamente comulgaba   con el imperio en todo:
        
          Ercilla, que luchó de voluntario en la conquista de Chile, se convierte en personaje y,   como don Quijote, está convencido de que su contienda tiene como finalidad un mundo mejor, sin   que presente, claro está, ningún síntoma de locura y su idealismo pueda ser muy discutible. Creía en la política   del imperio. Tampoco llega a ser, por otro lado, un Sancho Panza. Ercilla es   partícipe y testigo de la guerra   contra los araucanos; Cervantes, en cambio, inventa   el personaje que está inmerso en   los sucesos propios de su mundo ficticio (13-14)[16].
        
        Después de sintetizar que   tanto Don Quijote como Sancho "se integran como   personajes de la cultura nacional" (17), situación   propiciada, en su gran mayoría, por la institucionalidad educacional y por la persistencia de los   escritores y otros agentes culturales en referirse,   individual y colectivamente, a la importancia de la obra de Cervantes, en lo relativo a la lengua y a otras áreas de la vida chilena,   Macías describe brevemente lo que es hoy la ruta de Don   Quijote y cuenta un hecho que   habría alegrado sobremanera a Sander:
        
          Aparte de tres molinos antiguos que aún se conservan, los otros han   sido reconstruidos. Entre estos últimos uno lleva el nombre del gran poeta chileno, fundador del creacionismo, Vicente Huidobro. La Embajada de   Chile en España tuvo una destacada actuación para que   esto se concretara, y actualmente el molino Huidobro es parte del complejo   turístico cultural de Campo de   Criptana. En este molino se podrán encontrar libros donados por la embajada   y un par de carteles en los que   figura un poema de Huidobro creado a semejanza   arquitectónica de un molino (21)[17].
        
        Macías concluye, recordando a Araneda Bravo,   Román y al folklorista RamónA. Laval, insistiendo en la   idea del poder que ha tenido El Quijote en la formación   nacional de Chile,   particularmente entre sus académicos, escritores y en   muchos aspectos de "nuestro lenguaje popular", citando a   Lira Urquieta para ejemplo de esto último: "el habla chilena del pueblo 'está más   cerca del lenguaje cervantino de lo que pudiera   imaginarse'" (23)[18]. Afirmación   que, evidentemente, habría que revisar ya en esta primera década del siglo xxi,   pero que a mediados del xx era válida, como lo probara Lira Urquieta. Los   autores seleccionados por Macías son: Amanda Labarca, José Toribio Medina,   Augusto D'Halmar, Luis Durand, Juan Uribe-Echevarría, Fernando Santivan, Armando   Uribe, Fidel Araneda Bravo, Pedro Lastra, Enrique Krauss, Alfonso Calderón,   [Roberto] Matta, Cristian Vila, Luis Rubilar, Ambrosio Rabanales, Sergio Peña   y Lillo, Jorge Edwards, Carla Cordua, Mario Rossel,   Gonzalo Rojas, Félix Martínez Bonati y Teresa Calderón.   Algunos de estos nombres figuran en la presente   antología del Centro Virtual Cervantes. Repito, los   textos de aquellos que incorporan el "factor América" en sus reflexiones.
        Todos estos estudiosos mencionados hasta aquí no   se restringen en sus observaciones solo a la cuestión Quijote < > Chile, sino que   además no vacilan en extender sus conocimientos y   comentarios de determinados aspectos, históricos o   interpretativos, al campo 'Cervantes y América" -o de las Americas y Cervantes. Así, el caso de Molina, el   que, por ejemplo, tiene algunas líneas que ya estaban en la órbita de lo planteado por Mignolo -aunque sin apartarse del todo del   sistema epistemológico europeo según los conceptos de   este último-, y en lo que hoy entenderíamos por   globalización de la literatura:
        
          Acostumbrados a considerar   que la literatura universal es, por un egocentrismo históricamente explicable,   aquella de los países de Europa,   se nos hace difícil aceptar cuando recordamos el carácter ecuménico de la   obra de Miguel de Cervantes, el   de una chilenidad en las proyecciones superiores de las mismas. No es que deseemos colocar nuestro caso particular en un terreno arbitrario, siguiendo los   movimientos tardíos del amor hacia España; pero la verdad es, para todos los que   buscamos adentrarnos en su invencible simpatía, que algún papel puede tener para   los que gusten oírnos este punto de vista. El hispanismo del ánimo admirativo   pudo servir a los hombres de afición literaria en algún   recodo del sendero, más hoy en que las voces especializadas nos dicen que una   obra literaria hace su estreno en la literatura de todas   las épocas y regiones desde el momento en que no pertenece a la literatura de un determinado continente, todo ello es susceptible de no seguir siendo considerado tan absurdo (137-138)[19].
        
        O el caso de Sullivan, quien comienza su estudio con una sección   introductoria, "Cervantes y El Quijote en América", donde su primer párrafo establece   el marco más general de sus consideraciones sobre la influencia cervantina en Chile:
        
          El estudio de la llegada, la   influencia y el aprecio de la obra de Cervantes en Chile no es más que una parte del estudio de los mismos temas en toda la América hispana, dada la   comunidad de influencia literaria durante toda la época   colonial. Sin embargo, siempre se pueden señalar algunas diferencias o   particularidades (19).
        
        Lo mismo queda patente también a partir del   título con el libro de Uribe-Echevarría, Cervantes en   las letras hispanoamericanas (1949). En el "Preámbulo", su autor precisa sin vacilaciones,   después de ponderar la buena fortuna (globalizada) de El   Quijote fuera de España   (recordando unas páginas del crítico Omer Emeth), que "[a] sí y todo hay un Cervantes privativo del   mundo hispánico", subsumiendo el   hispanoamericano -o americano a secas- en el anterior, pero distinguiéndolo de manera notoria con su propio trabajo. De modo que podríamos afirmar que hay un Cervantes y un Quijote "privativo" del mundo americano desde que llegaron   esos primeros ejemplares e iniciaron una historia de   lectura e interpretación desde/en y, sobretodo, para   el continente. Desde su posición   temporal, de mediados del siglo xx, Uribe-Echevarría,   con una tradición ya establecida y con un futuro   auspicioso, reconocía: "Estas manifestaciones de fervor   cervantino se producen también en América desde mediados del siglo pasado y en marcha tan ascendente como en la propia España" (12).   Manifestaciones que, indica, no solo están restringidas al mundo académico:
        
          Desde hace un siglo o más,   Cervantes es en América tema escolar de colegios secundarios y   universitarios. También es referencia periodística y   frase de discursos políticos, patrióticos o simplemente   familiares. Pero también, y esto es lo que importa, una   influencia moral y literaria de   Cervantes y el Quijote se   ha ejercitado en gran cantidad de hombres   representativos del pensamiento americano. Críticos, poetas, novelistas,   ensayistas, dramaturgos y reformadores sociales y políticos han hurgado con desigual éxito y tesón en la vida y en la obra del   escritor complutense (15).
        
        El libro de Uribe-Echevarría   y su en apariencia sencillo propósito -"Nuestra labor se   ha reducido a recoger las noticias más seguras sobre el conocimiento que se tenía en América de la obra cervantina en los siglos xvn y xvm, y a verificar su influencia   variable pero constante en el   arte y el pensamiento hispanoamericanos a partir del siglo   xix" (15)- es, junto con los trabajos de los mexicanos   Rafael Heliodoro Valle y Emilia Romero[20] y el ya aludido de Correa-Díaz (aunque éste tiene un enfoque más especializado   en lo americanista, como se ha dicho), la fuente de este   proyecto bibliográfico mayor que incluye los diversos rincones del continente,   y que por cierto se nutren de la   labor realizada por los investigadores de cada país,   como el trabajo de Medina y otros sobre el asunto cervantino en las letras   chilenas.
        Podría decirse que una de   las particularidades que Sullivan planteaba como hipótesis, y que aquí propongo para el caso chileno, entre otros   (como México, Colombia, Perú, por ejemplo), sería ésta de contar con una relativa abundancia y persistencia de textos que vinculan   el asunto América con Cervantes, El Quijote y las demás obras suyas. Por eso, volviendo a Medina, quien   fue el primero en hacerlo en   el continente (al menos hasta   donde llegan mis conocimientos a la fecha[21]), su contribución no fue solo en relación con el Quijote en   Chile, sino también al campo más amplio del cervantismo   americanista, con su discurso leído en 1916, en el tercer centenario de la   muerte de Cervantes, ante la   Academia Chilena de la Lengua: "Cervantes americanista: lo que dijo de   los hombres y cosas de   América"[22]. Y es esto lo que lo convierte en un factor fundamental para   el campo de estudios y es lo mismo que   Uribe-Echevarría se encarga de destacar en su trabajo   sobre el gran investigador de las letras americanas[23]. También lo haría, décadas más tarde, Diana de Armas Wilson en su capítulo homónimo "The Americanist Cervantes", quien atestigua la deuda con el chileno por este título, y se plantea allí y, en gran medida,   en el resto de su importante libro, ir desde los inventarios originales   -como el de Medina, y también el de Jorge   Campos (Revista de Indias 8 (1947: 371-404)- a   los esfuerzos interpretativos (28-30), contribuyendo de   tal manera al reconocimiento y a la proyección   definitiva de esos primeros trabajos fundadores de la sección "Presencia de América en   la obra de Cervantes" del campo   'Cervantes y América'[24]".
        En esta línea de   investigaciones cabe incluir los textos aquí seleccionados de los chilenos que han abordado el tema con posterioridad: a) "América y Cervantes" (1947) de Luis Durand, texto que fue la editorial de ese número especial de la revista Atenea en que se festejaban los cuatrocientos años del natalicio de Cervantes, y como tal, creo, desde la perspectiva del tiempo   transcurrido, fue emblemático de una cierta posición,   ciertamente 'criolla' -como la que se representa quizás con más claridad en   el ensayo ya mencionado del   uruguayo Añunta-25, es decir, que   reflejaba todavía un cierto grado de subalternidad, pero   que ya contiene un decidido reclamo en la participación que le corresponde en   el patrimonio de la herencia cervantina: no solo se trata de registrar la presencia de   América en la vida y obra del soldado-escritor como una   dato filológico e historiográfico-literario, sino que de   ver cómo América ha leído y recreado desde entonces su   propia historia en contraste con tal vida, obra, idioma y época; b) "Presencia de América en   la obra de Cervantes" (1947)   de Jorge Fernández, donde se sostiene con precisión   sumaria, a partir de la consideración del fracasado   intento de Cervantes de pasar a las Indias, que:
        
          Quizá por ello su obra se va   llenando cada vez más con la reminiscencia hacia el puesto no alcanzado. Hemos podido advertir ya que   las citas alusivas al Nuevo Mundo, aumentan a medida que nos ocupamos de producciones posteriores. Si en La Galatea, por su   condición pastoril no aparece la cita, abunda en el Quijote y las Novelas Ejemplares y se   acentúa en la Segunda Parte del Quijote, las   Comedias y los Entremeses, hasta llegar al Persiles en que el recuerdo   americano es esencial (200),
        
        lo que lleva a Fernández, quien tiene el mérito de   prestar más atención que otros al asunto de cómo se   registra la presencia indígena americana en la obra cervantina, su ensayo con   el siguiente párrafo:
        
          He aquí, pues, a América   presente a lo largo de toda la obra cervantina. No como   una preocupación literaria, si no como parte integrante del mundo real a que   acudía para elaborar su ficción. Las tierras de indias   citadas a cada paso, las costumbres de sus naturales   tenidas en cuenta, y germen indudable de su última producción. América así no es ajena a la creación   novelística del genial español (205);
        
        y, finalmente, c) la   conferencia "Imagen fabulosa de las Indias a través   de Cervantes" (1992) de Adriana Arriagada de Lassel, quien,   siguiendo un derrotero ya tradicional de acudir a una   especie de inventario de   "alusiones", pone el acento,   como el mismo título lo señala,   en el carácter fabuloso, mágico,   exótico, utópico, mítico de esa presencia de América; sin embargo, Arriagada de   Lassel parece ser más reservada que los investigadores anteriores:
        
          Para Cervantes, las Indias era parte integrante del mundo nacional   español. Normal, por lo demás. Esto era así para cualquier peninsular de su época.
          En conclusión, América existió en la obra y la vida del máximo escritor de   nuestra lengua, pero la América de Cervantes es la visión lejana, exótica y hegemónica del español común de sus   tiempos.
          Cervantes, absorbido   quizás por la realidad española y mediterránea, vio a   América más como un lugar ideal, maravilloso o terrible que como el real continente que era (18)[26],
        
        lo cual resulta comparativamente estimulante,   toda vez que se trata hasta hoy de un área en disputa,   no en lo que toca a la realidad y extensión de las referencias en Cervantes, sino   más bien en cuanto a cómo interpretarlas, qué función cumplen en la obra del   Alcalaíno universal, y de qué   modo éstas lo situarían a él en el contexto de la aparición   de América en la mentalidad europea y viceversa. Mi postura personal -si es pertinente dejarla   expresa aquí- se acerca más a la de Fernández.
        De todos modos, ninguno   de estos textos, tampoco el de Medina, llegaron -no   podían hacerlo dado el contexto   cultural en que están inmersos (con la excepción de   Arriagada de Lassel, que es de   1992, pues, como se sabe, ésa ya era una fecha propicia para intentar una   aproximación más americanista al tema)- a establecer posiciones como la que se   ha ejemplificado, al principio de esta introducción, a   través de Mignolo, situación que evidentemente no tiene   por qué llevar a descartarlos; no habían alcanzado el estadio crítico de una   existencia epistemológica independizada (que busca coexistir), pero constituyen   el basamento documental de un campo de acción intelectual que   se ha venido desarrollando tanto en Chile como en los   demás lugares de América.
        Por último, quisiera referirme al ensayo   "América, meta de la caballería" (1945) de Jaime Eyzaguirre, donde su autor presenta un concepto,   el de   "Don Quijote transplantado", que es fundamental dentro   de una sección muy definida, "El quijotismo en el Descubrimiento y   Conquista/Evangelización de América", dentro del campo   'Cervantes y las América'   (Correa-Díaz 72-77). En este apartado se aborda el asunto del quijotismo de los   conquistadores y evangelizadores (ecuación que, por   cierto, es material abierto a la discusión), de lo que   Diana de Armas Wilson conceptualiza como "el despliegue de cualidades quijotescas mucho antes de que lo hiciera el propio Don Quijote"[27]. Eyzaguirre, ya a mediados del siglo xx,   pasaba revista a esto -el valor   y otras virtudes caballerescas en los hombres   principales venidos a las Indias-, ciertamente de manera   apologética -más moderada, no obstante, que la que se encuentra en el ensayo de   Añunta- (y que otros historiadores justamente han   corregido, en especial desde la perspectiva/voz del vencido[28]), aunque su intención es entregar   una visión ecuánime, dentro de sus propios parámetros   culturales, que muestre que, al menos en el caso del Reino de Chile (el "Flandes indiano" por su resistencia prolongada   y tenaz frente al invasor), hubo un reconocimiento de igualdad hacia el indígena (el, en ese entonces, araucano) por parte de aquéllos que llevaron a esas lejanas latitudes sus empresas   militares y religiosas:
        
          Por eso será en Chile donde se extinguirá más tardíamente que en ningún otro   lugar el espíritu caballeresco   y donde aun en pleno siglo xvn serán valederos ciertos   padrones del espíritu que se han tornado ineficaces en el resto de América y, sobre todo, en Europa.
          Cuando ya en España el Quijote aparece   vencido por el picaro, y un desaliento colectivo sucede a la inspirada tarea del   siglo anterior; cuando comienza a dudarse de los ideales   por que se ha combatido y un desgarramiento y escepticismo interiores abren las puertas a la decadencia,   en Chile los postulados de   Francisco de Vitoria tienen en el Padre Luis de Valencia un   denodado vocero y se ensaya con empeño el sistema de   la guerra defensiva. Lodavía en esta tierra hay quienes piensan en la   posibilidad de subordinar a principios de derecho una lucha que se va haciendo centenaria. Y cuando la noble intención parece del todo derrumbada,   sobrevive la sustancia en el   sistema de los parlamentos de   Arauco, donde españoles e indios periódicamente reajustan las leyes de la guerra y las normas de la paz. Acaso hubo margen entre lo obtenido y lo anhelando, pero no es poca cosa que un país conquistador   llegue a otorgar tratamiento de igual a un pueblo de salvajes (sic). En esos históricos parlamentos, los   convenios se celebraron de potencia a potencia, entre   el Reino de Chile y   el Estado de Arauco como regidos por el derecho internacional que supo llevar al campo   público la suprema creencia de la raza en la igualdad   esencial de los hombres.
          España, que se había paseado sin obstáculos de mar a mar y había cogido medio   globo en el puño, sólo vino a   saber lo que era hallar resistencia en las llanuras de   Flandes y en las selvas de   Arauco (sic). Por eso un escritor del siglo xvii, el Padre Diego de Rosales,   quiso hacernos pasar a la historia como tierra de   detención de la más grande potencia del mundo y llamó a nuestra patria Flandes Indiano, nombre que habla   mucho de hazañas, pero también de grandes desalientos para la caballería (12)[29].
        
        El escritor Darío Oses dedica una continuación de su crónica en-línea "Quijotes y   quijotadas en la historia de Chile" (2005) a "El Quijote de la paz", quien no es sino el padre Luis de Valdivia, a   quien le cupo lugar, "contra los molinos de los   intereses" económicos y militares de ambos bandos, en lo que se suele llamar, eufemísticamente,   la Pacificación de la Araucanía. Oses vuelve a   recordarnos que el padre   Valdivia pertenece de suyo a "la estirpe de Bartolomé de Las Casas, de Vasco de Quiroga [otros Quijotes,   como consta en el material   bibliográfico existente al respecto para el campo de estudios] y de muchos otros españoles que   buscaron imponer en América los valores de la   cristiandad y construir una sociedad de europeos, indígenas y mestizos   viviendo en armonía" (1).
        Lógicamente, reitero, estos tipos de comentarios, si bien hacen suya la figura identitaria de Don Quijote para los hombres y las cosas de América, no se han   transformado en instrumentos americanistas decolonizadores, pero, vuelvo a   repetirlo y por última vez aquí, constituyen materiales   de reflexión necesarios en esta lectura de El   Quijote desde (las) Americas, desde Chile, etc., que está en ese proceso de alcanzar una epistemología propia -cuando sepamos quiénes   somos y nos proyectemos así hacia el pasado y hacia el futuro- que nos sitúe, en igualdad,   como una realidad geográfica, cultural e intelectualmente coexistente -lo cual   implica, necesariamente, también reconocer al interior de cada país a los pueblos indígenas que quedan como entidades   de suyo nacionales en coexistencia. Lautaro Yankas   proponía en su texto "Nosotros y el Quijote" (1959), de una forma cuasi interrogativa y   aludiendo a la peregrinación de muchos americanos por la   ruta de Don Quijote y Sancho, una tarea pendiente: ... "el hispano inspirado y el criollo de   América, se han cruzado muchas veces en los caminos manchegos, sin reconocerse,   acaso" (156) -así como ha sucedido, en nuestras propias rutas americanas, entre   el criollo/mestizo (asimilado a   la cultura dominante) de América y los habitantes originales y mestizos   (insertos en las culturas dominadas). Recuérdese, con Carlos Fuentes, como se   citó anteriormente, que la Mancha es América también, y   Chile uno de sus recodos.
        Cierto es que algunos de   los conquistadores -y luego algunos de los colonizadores- pueden haber tenido, dada su ya muy   indirecta educación en los secretos de la caballería,   esas "cualidades quijotescas" que Don Quijote exhibiría   posteriormente, pero en rigor no lo eran. Sabemos -Borges lo ha demostrado con   su texto "Un problema"- que Don Quijote no podría haber   matado (o, en un plano de conquista, exterminado, aunque   fuera por la llamada vía de la pacificación) y seguir siendo el mismo hasta hoy. Tal como advierte Triviños sobre La Araucana (248), El Quijote no es un canto   épico de vencedores; es, en cambio y si se quiere así, una especie de   épica humanista, desilusionada del mito épico (que en el siglo xix llegó a definirse, propagarse y defenderse como la "ley universal del progreso"): en aquélla, del mito (del) conquistador; en éste, del mito   caballeresco (en lo que tiene de violencia hacia el otro, visto esto más desde Cervantes que desde Don Quijote como   personaje), porque "[t]he satire in Don Quijote is aimed not at medieval chivalry -such a retrograde target -would be quixotic- but at its early modern revivals, at the mimicry of chivalry   displayed by both Don Quixote and the conquistadores" (Wilson 2000: 135).
         
         * * * 
        NOTAS
        1 "Ancha es Castilla" de La   leyenda de La Mancha (2005). http://www.magodeoz.com
        2    Capítulo XX: "Miguel de Cervantes Saavedra en Goathemala". El castellano en América (1904), 275-285. El presente ensayo constituye una   versión levemente ampliada de la introducción a 'El Quijote en   Chile' de la antología El Quijote en   América, que será publicada en-línea por el Centro Virtual Cervantes: http://cvc.cervantes.es/obref/quijoteamerica/. Agradezco a Consuelo   Triviño y al CVC en general su permiso para que mi   trabajo aparezca en la Revista Chilena de   Literatura.
        3 Para   todas las acotaciones al asunto del campo de estudios   'Cervantes y América", véase mi   libro Cervantes y América   / Cervantes en las Americas:   mapa de campo y ensayo de bibliografía razonada (2006). [Tabla de contenidos en-línea: http://www.siglo-de-oro.eu/html/7.html]. Además, Brioso Santos, Héctor [Con   la colaboración de José Montero Reguera]. Cervantes y América (2006). Y para una entrada enciclopédica de   reconocimiento: "Cervantes and America", en The   Cervantes Encyclopedia (2004) de Howard Mancing, la que termina, además de consignar una bibliografía sumaria de apoyo, con estas palabras: "Furthermore, it has recently   been suggested that a deep concern with America is a constant subtext that   informs almost everything MC wrote, especially DQ and Persiles" (Vol. I, 122-123).
        4    Véase, para una aproximación teórica general y   comprehensiva de los estudios postcoloniales en América   Latina, "Latin American postcolonial studies and global decolonization" de Fernando Coronil, en Lazaras, Neil, ed. The Cambridge   Companion to Postcolonial Literary Studies (2004). 221-240.
        5    "Waman Puma de Ayala introduced a spatial epistemic   break and one of the first contributions to the politics of de-linking" (17).
        6 Aquí se podría traer a colación el artefacto de Nicanor Parra titulado "La diferencia entre él y yo": " 180 x parte baja: /Yo me   lanzo contra los molinos de viento / convencido de que son poderosos   gigantes / En cambio él se lanza / contra poderosísimos gigantes /   creyendo que se trata / de   inofensivos molinos de viento",
 
          http://www.puntolatino.ch/literatura/quijote7/?PHPSESSID=e3498177212153ca   530ffaebfcd06c8f
        7 Recuérdese que Carlos Fuentes ha formulado con una   precisión inigualable que "La Mancha, en verdad, adquirió todo su sentido en las   Americas", El espejo   enterrado (1992), 202-203.
        8 El   regreso de Alonso Quijano. Cuentos-Reflexiones-Crónicas (2003), 43-60. Habría que considerar aquí los micro-cuentos actuales que   trabajan recreando ciertas modalidades cervantino-quijotescas. Véase los   chilenos Jorge Etcheverry, Juan Armando Epple, Diego Muñoz Valenzuela, Luis   Correa-Díaz, Lilian Elphick, Lina Meruane y Pía Barros   en MicroQuijotes (2005), editado por el especialista en micro-ficción Juan Armando   Epple.
        9 ... porque existe una mirada positiva al   pancismo dentro de la posición americanista; siendo un   ejemplo el cambio del   Subcomandante Marcos, quien renuncia al modelo quijotesco y adopta el   sanchesco. Se ha traído a Sancho también a juzgar la sociedad americana,   particularmente su sistema jurídico, como lo hizo Julio Rozo Rozo con Sancho   Panza. Gobernador y Juez frente a la legislación   colombiana (1999). Véase Correa-Díaz 78-80 y 70-72,   respectivamente.
        10 Capítulo de su Examen del   quijotismo (1950), 152-162.
        11 "The Americanist Cervantes". Cervantes, the Novel, and the New World (2000),   19-41.
        12 Incluido en El Quijote en Chile de Sergio Macías,   125-138.
        13 Salvo, claro está, de ciertas   excepciones, ciertos comentarios y textos antologados en   el volumen El Quijote en   Chile (2005) de Sergio   Macías; el breve artículo "El Quijote,   ciudadano de América" de   Carolina Pizarro Cortés, y Roberto Hozven con su ensayo   " El Quijote, Cervantes y los ensayistas chilenos" (2005). El ensayo de Hozven podría   considerarse como la punta del iceberg de un paradigma   mayor por investigar.
        14 Mencionarse merece una de las últimas publicaciones   chilenas que estudian y guían la travesía del lector   de la obra de Cervantes: Para leer El Quijote (2000) de Lucía Irma Césped Benítez.
        15 El texto de Ochoa Shipavour forma parte de su   libro Reescrituras del Quijote (1997). Para una   extensión de estos apartados al ámbito americano en   general, véase Correa-Díaz 37 y 55-69, respectivamente.   La antología presente incluye dos textos que podrían pertenecer a un apartado   especial: 'testimonio personal de influencia' por parte   de escritores y artistas. Así   son de interés los discursos de   recepción chilenos del Premio Cervantes: Jorge Edward (1999) y Gonzalo Rojas   (2003).
        16    Para un estudio acabado, véase el ensayo de Diana de Armas Wilson '"De gracia   estraña': Cervantes, Ercilla   y el   Nuevo Mundo" (1999). También el   de Isaías Lerner, "América y la   poesía épica áurea: la versión de Ercilla" (1991). Pese   a todo esto, no hay que olvidar lo que Gilberto Triviños advierte en su ensayo   "La hermosa y decisiva conquista de la Araucanía" (2003) respecto a las vicisitudes del poema   de Ercilla como epopeya fundadora de la 'nación chilena': "LaAraucana no es realmente nuestro libro nacional. O sólo lo es cuando   silenciamos, como ostentosamente sucede en la Crónica de la Araucanía" de Horacio Lara,   publicada en 1889. Crónica que, como lo propone Triviños, es "una   borradura antiercillesca de la violencia del origen   de Chile como nación moderna";   ya no es el canto (humanista) al   pueblo mapuche sino a los héroes (militares y la   sociedad chilena) de la Pacificación de la Araucanía". Por eso es que si de   reconocer a corazón abierto se tratara: "El país surgido de la llamada   pacificación debe al 'talento y patriotismo' de Lara mucho más que la memoria de   las épocas gloriosas de la Araucanía" (239-251).
        17 Quizás sea oportuno traer a texto aquí una anécdota   similar pero en dirección contraria y que atañe más bien   a la relación entre los cervantistas peninsulares y los   americanos (cosa que podríamos entender, de todos modos,   como el tramo transatlántico   de una ruta intercontinental de   ida y vuelta). El uruguayo José G. Añunta apunta, entusiasmado, en su   ensayo Cervantes y el Quijote en   tierras de América (1960):   "Cervantistas, a través de los siglos, se han abrazado   en el culto común con los   cervantistas de América. Se confundieron en el pensamiento y en el sentir   hispanos, emoción y pensamiento que en gesto de hermosa hidalguía quiso cristalizar don Jaime Morales de Pantoja, Presidente de la Sociedad   Cervantina y alcalde de El Toboso. Eso fué cuando envió desde   este mismo pueblo, en 1938, un mensaje de hermosa   elocuencia dirigido a los Cervantistas de América: un   puñado de tierra de El Toboso y   una astilla de la puerta del palacio de Dulcinea" (11).
        18 En cuanto a las vicisitudes por las que ha pasado El Quijote en la historia   de la vida nacional chilena, habría que dejar constancia   también de lo que Alberto Manguel ejemplifica   anecdóticamente para su capítulo "Forbidden Reading" de   su A History of "Reading (1996): "Comstock's   methods were savage but superficial. He lacked the perception and patience of   more sophisticated censors, who will mine a text with excruciating care in   search of buried messages. In 1981, for instance, the military junta led by   General Pinochet banned Don Quixote in Chile,   because the general believed (quite rightly) that it contained a plea for   individual freedom and an attack on conventional authority" (286).
        19 Planteamiento parecido surge, un tiempo después, en el ensayo del uruguayo Añunta y   que tiene el mérito de hacer una crítica al excesivo nacionalismo crítico: "Enorme   orquestación universal ha desatado la obra cervantina. Durante cuatro siglos ha   sido incontenible su internacionalismo, a pesar de los   motivos centrales que le atribuyeron la fortaleza nacionalista de los manuales. Cervantes mismo,   caballero andante del mundo, fué, esencialmente, un espíritu internacional y del más vasto itinerario" (15).
        20 Bibliografía cervantina en la América Española. México (1950).
        21 La noticia más temprana con la que cuento es   peninsular: Apráiz y Sáenz del Burgo, Julián de. "Cervantes y América." Sawa, Miguel y Pablo   Becerra, eds. Crónica del Centenario del "Don Quijote (1905), 314-317.
        22 Medina escribió además en 1926 un estudio titulado   "Escritores americanos celebrados por Cervantes en el Canto a Calíope".
        23 José Montero Reguera, en su ensayo "El Quijote en   Hispanoamérica", comenta sobre esto de la manera   siguiente: "La obra cervantina de José Toribio Medina   significa la culminación de la crítica chilena sobre   Cervantes, a través de un   nutrido número de trabajos que, con palabras de Federico de Onís 'añaden, no sólo   gran caudal de datos nuevos, sino una interpretación   original de Cervantes al ser   mirados desde puntos de vista americanos'" (Brioso   Santos 325). Y Añunta comentaba que tanto Medina como   Uribe-Echevarría "se destacan de la nutrida legión para   señalar la presencia de Cervantes americanista" (20).
        24 Véase Correa-Díaz 23-29.
        25 La lectura de El Quijote en América ha sido siempre criolla (al principio indiana, por supuesto), en   su más amplio sentido, mestiza (tanto de élite, de clase media, como popular), si se quiere, a partir de algún determinado momento, pero nunca indígena.   ¿Existe/existiría un Quijote para el mundo indígena? Bueno, ahora sí con   la traducción al quechua (o sea al runa simipi = en quechua, en el lenguaje imperial) de El   Quijote I Yachay Sapa Wiraqucha Dun   QvixoteManchaymantan, hecha por el teólogo y periodista   Demetrio Túpac Yupanqui, publicada por la Empresa Editora El Comercio de Lima en el 2005 y   presentada en la Feria Internacional del Libro de   Guadalajara, México, en noviembre de ese año. Sabemos,   también, que ya La Araucana [Ta Awkan Mapu Mew] de Ercilla, en versión bilingüe -traducida recientemente al   mapudungún por Manuel Manquepi, adaptación poética del poeta mapuche Elicura   Chihuailaf-, puede estudiársela en esa relación.
        26 Uno de los   subapartados de la sección "Crítica literaria" en torno   a los escritores de las Americas y El Quijote es aquél que aborda el tema del 'realismo mágico'y   sus congéneres entre ambos. Ejemplo de esto es el ensayo "The Quixotic Roots of Magic   Realism: History and Fiction from Alejo Carpentier to Gabriel García Márquez"   de Edwin Williamson, Edwin en Cervantes and the modernists: the question of influence (1994). El discurso de recepción del Premio Cervantes   de Jorge Edwards, "La aventura del idioma" (1999),   contiene esta declaración del novelista chileno: "Para mí, el gran realismo mágico de la literatura en lengua española, el de una fantasía superior, es   el de la   segunda parte del Quijote, el de la Cueva de Montesinos, el de Clavileño, el del Caballero de los Espejos. El maravilloso desfile de la   imaginación medieval en el   interior de la cueva de   Montesinos anuncia el desfile   del mundo moderno en el Aleph   de Jorge Luis Borges" (Macías 220).
        27 "Cervantes and the New World"   en The Cambriedge Companion to Cervantes (2002), 206-225. Véase también su subcapítulo "The 'Quixotic'   Conquistadors" en el libro ya   mencionado Cervantes. The Novel, and the New World (2000), 113-116.
        28 "Sus relatos [de los mapuches]   fragmentarios, orales, olvidados, irrumpen insolentes en el espacio de la historia de Bengoa para decir lo que 'no se puede negar ni ocultar',   para recordar lo impensable en los grandes discursos historiográficos,   todos ellos del tipo romano, de Vicuña Mackenna,   Amunátegui, Barros Arana, Errázuriz, Lara y Lobos: la   hermosa historia de la conquista de la Araucanía es sólo la historia negra de un exterminio" (246), y para el pacificador (la nación chilena) un   hito fundamental en el camino   del desarrollo y de la   consolidación de la "riqueza privada y pública" al apropiarse de las   tierras de la Araucanía.
        29 De acuerdo a Jacques   Lafaye en el capítulo tercero,   "Los medios de la conquista", de   su Los conquistadores (1999), argumenta, en este sentido, que "América   se convirtió en el refugio de los señores feudales a la antigua, en el último escenario de las hazañas de la caballería   tradicional. No es muy seguro que en Don Quijote no haya más nostalgia que ironía" (37).
          
          
        
        
          
        
         
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