Nota
de lectura
El
flaco y yo de Luciano Díaz
Por
Fernando Veas Mercado
El 23 de Febrero,
Luciano Díaz presentó El flaco y yo que es la versión
en español de The Thin Man and Me , editado por Split Quotation
en 1994 . Según sus palabras: "libro que estaba debiendo".
La cubierta, del mismo Díaz, es de calidad y, diré, para mí,
epigráfica.
Es evidente que podemos apreciar mejor lo que un poeta
nos dice en nuestra lengua. Los matices, los giros, eso que nos lanza de nuevo
a la vida, se da mejor en la lengua que se piensa y siente. Es sabido que la poesía
impresiona más a los que hablan la lengua en que está escrita y
es por eso que se
habla tanto de la dificultad para traducirla . Borges escribió poquísimo
en inglés a pesar de ser bilingüe. Claro, él nunca vivió
exiliado en un país de habla inglesa. Comprendo que por muchas razones
nuestros escritores se vean obligados casi a escribir en inglés: de esa
manera pueden ser más conocidos y tener más lectores. Pero al mismo
tiempo deben luchar contra los "territorios marcados", preferencias
y facilidades. No , no es tarea fácil y si a eso agregamos que no se dispone
de medios para catapultarse, la tarea es difícil, pero, como siempre lo
he pensado también, doblemente meritoria. Todo esto explica en buena medida,
creo, que recién Luciano Díaz publique con mucho trabajo, su edición
española.
En 1990, Díaz publicó su primer libro Las
estaciones de un tren fantasma, cuyo prólogo escribí y en
el que decía: "Este es el primer libro de un joven escritor que
se inicia en un duro y largo oficio." Pero también decía
que en el futuro el volumen sería "sobrepasado por textos cuya
calidad está anunciada en las limitaciones pero también en las cualidades
del presente". No era un prólogo falsamente alabancioso, traté
de ser honesto tal como él me lo había pedido. Y publicó
el libro con ese prólogo. Ahora, después de 17 años, me ha
dado la razón. Tenemos el fruto del trabajo, de la artesanía, de
la calma y de la reflexión que sólo traen los años y el borroneo
de muchas, muchísimas páginas y de lucha cuerpo a cuerpo con las
palabras.
En el volumen se han sacado tres poemas que figuran en la edición
inglesa; se trata de : Trough a glass, Fable of The three poets y Human
Interchanges. Hay algunos poemas que han cambiado de lugar. Todo eso eso le
da una estructura sólida y fluida al libro. En general, se conserva el
mismo ritmo que va de un poema de apertura Preámbulo a Estado
de cosas que es el último, pero que deja un final abierto. Viene precedido
por un valorativo prólogo de Keith Ellis, profesor emérito de la
Universidad de Toronto, gran conocedor de la literatura hispanoamericana sobre
la cual ha escrito numeroso libros y artículos entre los que destacan aquellos
sobre la poesía de Nicolás Guillén, de Neruda y la prosa
de Augusto Roa Bastos.
La voz poética de El flaco y yo comienza
por expresar el temple y el objetivo del discurso: "Intento evangelizador
de una síntesis ensayada /soporizando las venas inventivas de /cabezas
eufóricas." El hablante se encuentra en una situación de
"tumultos" lo que le lleva a tratar de poner un poco de orden
en la imaginación. Y eso, vendrá de "el Flaco y su soliloquio/
Mi intraloquio y yo." Podemos apreciar que la expresión condicionada
por las circunstancias es severamente privada, del yo al yo, de dos yoés
entre los cuales hay una coincidencia. El empleo del nosotros precisa esa complicidad
pero que en relación a los demás, es calificada de "extraña,
hermética".
El hablante es definitivamente un extraño
en el mundo o, mejor, un ser en un mundo extraño en el que sin embargo
incursiona gracias a la invitación muda de las calles. Pero en ese mundo
hay otros seres que pasan inadvertidos (a veces no totalmente) lo que muestra
que no son ellos más extraños que El hombre del cabello rojo
(p.18).
Todas las instancias vitales pueden ser atrapadas si se logra mantener
la parábola de yo y de la idea. Esto implica una translación hacia
un punto en el que el hablante cantará con voz extraña, a veces
críptica para un mundo pragmático que rechaza la poesía que
no entiende o finge no entender o que desprecian o combate alevente porque cuestiona
sus "principios". El poeta se mueve en la realidad como un ambulante,
eso es el poeta, un ser que camina hacia sitios desconocidos, más propicios
o tal vez difíciles pero que corresponden a sus convicciones. Por otro
lado, está el pasado y el allá que, aunque fantasmal, "se
resiste a todo olvido" : la infancia, adolescencia y comienzo de la edad
adulta. La palabra puede rescatar ese tiempo de recuerdos hermosos, de alegrías,
de despertar a la vida ancha; puede unir dos realidades, contrapuestas o complementarias;
la ambigüedad ante el presente es el único límite posible a
un fácil olvido empujado por un contexto en el que la tecnología
es un anzuelo más. A este hablante adulto que evoca su pasado pero que
penetra con lucidez su presente, le asiste la idea que ya nunca más se
recuperará esa inocencia o primitivismo: "La tecnología/
nos introdujo al conocimiento y a la indulgencia,/ así, aceleró
el avance y el vuelo sobre el camino irreversible,/ sobre el último acantilado
más allá del espejo y la neblina (Tecnología,
p. 37 )". No obstante, hay que oír y ver: "decidimos que la
neblina/ sólo existe para confundir a los que la necesitan,/ y entre los
edificios también entendimos/ que los ojos son para ver/ y que los oídos
así entre la neblina (Los edificios, p.38)". Otras veces,
se cree que la historia abolida no volverá : "Vemos cómo
las bicicletas se oxidan irreversiblemente/ con sus historias de niños/
esperan el camión...la historia que llevaron sobre sí/ será
borrada de un solo golpe y/ para siempre (Bicicletas, p.44).
También hay un alegato contra los ortopédicos de la poesía,aquellos
que se ganan los garbanzos simulando que hacen cosas serias en relación
a la poesía. Pero ¿por qué la poesía no vende? . El
recuerdo de elementos básicos no trae la respuesta aunque sí la
afirmación en ciertos valores: Las cosas fundamentales que no olvidamos/
... En presencia de la luna, las estrellas y el mundo/ nosotros los amantes, en
una casa rodeada de árboles geométricos,/ reafirmamos esos votos
fundamentales (Cosas fundamentales, p. 67). Tal vez, porque se han
perdido, como las manos de la madre que acariciaban la masa y al niño,
que brindaban el sabor de la vida en una mascada de pan:"Las manos de
mi madre/ se movían con más destreza que las de un Mago/ a la hora
de hacer el pan/ (...) Pero se fueron arrugando./ Sin conocer la vejez/ y no arreglaron
mi corbata el día de mi graduación (Las manos de mi madre,
pp. 71). El poeta debe ser todo, como esa madre: prestidigitador, autor, pintor,
escultor y todo eso, con ternura. La pérdida de la madre: "Desde
aquel día de diciembre/ incomprensible para mí, mis hermanas y hermanos/
nunca más volví a sentir esa seguridad segura y serena."
(Ibíd). Lo arranca a su realidad: El pan ya nunca tuvo el mismo sabor
(Ibíd.). Pero el poeta pierde también más cosas y, sin embargo,
será un ser atento y vigilante, porque ha aprendido de la dura realidad,
aunque sólo sea a soportar la soledad que es una forma de libertad y tal
vez, posibilidad de recuperar, de proyectarse en la poesía.
Todo
se atenúa y magnifica al mismo tiempo con una decisión irrevocable:
"de juntar visiones a la hora del libre albedrío hora que tus acciones
te definiera a la hora en que cerebro, boca y lápiz (El flaco y
yo, p.75). A pesar de todas las miserias, el poeta se siente confortado por
ser uno de ésos que buscan el sentido: "Mientras tambaleaba hacia
el baño,/ pensó lo que sólo algunos hombres/ son llamados
a entender y ver (no a resolver)/ lo que está ocurriendo en estos tiempos./
Ellos son considerados extraños por la masa./ Lo invadió una secreta
y reconfortante satisfacción (El despertar del flaco a las tres
de la tarde, pp.78-79). Por eso es que se dirige siempre al flaco, su otro
yo, que es uno de los que buscan y que quieren preservar lo esencial.
Pero
también está el amor que es la otra vertiente de esa vocación
por vivir, por soñar, por escribir: "En la coincidencia de nuestras
miradas/y un entendimiento incomprensible/ se levantaba el profundo deseo del
conocimiento íntimo y vital" (Dulce Alejandra, p.82) Allí,
tirado sobre el césped, entre las estrellas/ árboles floridos y
una casa que ya no existe/ supe que contigo sería posible... (El
huerto)
Por eso, las hienas nada pueden: "Y las hienas reían
a carcajadas/ alrededor del cadáver del poeta./ El cadáver emanaba
palabras./ Y lo único que podían hacer las hienas, era reír
con impotencia (La hienas, 90).
Hay una consolación por
la poesía que lo marca; la practica como un exorcismo, como un medio para
combatir y no dejarse avasallar. Porque, finalmente, el ejercicio poético
lo acerca a los otros sin olvidar esos derroteros, lo desconocido, el secreto,
esa luminosidad que se advierte de vez en cuando, que está en alguna parte
y que no es sino la vida.
Hay momentos definitorios en este tránsito,
este hablante sólo cuenta con su propia poesía para subsistir, como
lo dice, con su propia tinta, que no sangre. La heroicidad es el bien deseado
pero se propone como una posibilidad casi irrealizable.
He podido seguir
la poesía de L. Díaz y verificado que, siendo original, tiene, necesariamente,
debiera decir, puntos de contacto con la de otros: el tema de la búsqueda
en estos tiempos tormentosos, oscuros, en los que muchos y muchas cosas parecen
perderse absorbidos por ese tráfago de los vientos de tantas mixtificaciones
de todo tipo que sufrimos día a día. Esa búsqueda no es amarga
ni derrotista, contiene un humanismo optimista "...el ejercicio poético,
para los que seguimos,/ ha venido a ser lo único que nos ha traído/
más cerca el uno del otro /y también al secreto.../ (Estado
de cosas V, p. 94).
Finalmente, dice: Esto no termina aquí".
Sí, la poesía no cambiará la realidad, desgraciadamente,
pero si puede lograr, como este libro de Luciano Díaz, que nos hablemos
a nosotros mismos y luego con los demás, tratando de buscar lo de imperecedero
que haya, en la vida, no en un sentido de falso idealismo, sino profundamente
humano y solidario.
FERNANDO
VEAS MERCADO, chileno, profesor de Estado por la Universidad de Chile. Master
of Arts, Université Laval, Québec, 1978. Becario del Canadá
Council y del Fond de Soutien de L´ Université Laval; Ph. D. 1983.
Veas
ha ejercido la docencia como profesor de Literatura Chilena e Hispanoamericana
en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Chile, sede Valparaíso
desde 1966 hasta 1973, cuando fue exonerado al comienzo de la dictadura de Pinochet.
Profesor de Literatura Hispanoamericana en la Universidad Laval entre 1974 y 1981.
Profesor del Departamento de Lenguas Modernas de la Universidad de Ottawa entre
1982 y 1987 y en el departamento de Español de la Universidad de Carleton
entre 1981 y 2000.
En Eseca Unam (Escuela de Extensión de la Universidad
Autónoma de México en Canadá) ha dado cursos sobre el cuento
hispanoamericano, escritura creativa, la poesía de Pablo Neruda y Don Quijote.
Fue
miembro de la Asociación Internacional de Hispanistas y de la Asociación
Canadiense de Hispanistas como asimismo de ACFAS.
Fernando
Veas ha presentado ponencias en Congresos y Simposios nacionales e internacionales.
También ha publicado diversos artículos sobre teoría del
Teatro Hispanoamericano, poesía y narrativa en revistas especializadas
de varios países.