Intento catequizador de una síntesis ensayada
soporizando las venas inventivas de cabezas eufóricas.
Perdidos en aquellos tumultos de gente y palabras revolucionarias
nos encontrábamos en diferentes vetas fonéticas
y paladiales
cual más, cual menos, atisbando el vuelo raudo (a veces
violento) de palabras que nos desafiaban a poner la imaginación
en orden.
El Flaco y su soliloquio
Mi intra-loquio y Yo.
Pensábamos: en lugares insólitos de la ciudad viajera
conteniendo la respiración en momentos de hedor gris.
Frotábamos nuestras manos, ya de frío, ya de deseos
ilusos,
saludándonos en ocasiones concordantes de sonrisas.
Paradigmas de amigos menores
parabólicos en nuestra idea.
Como fuese, teníamos esperanzas.
Participábamos íntegros en nuestras áreas
de movimiento,
al menos todo marchaba.
Un día, hombres de ciudades viajeras distantes
se abalanzaron a sangre y fuego sobre nuestros proyectos,
expugnando todo lo que habíamos fundado...
Sosteniendo apenas nuestra ontología,
penetrada de un inútil humanismo,
llegamos a este lugar en el norte de la tierra.
Comenzamos a deambular en diferentes direcciones
sobre las planicies y praderas horizontales,
paralelas a la línea indefinida del infinito.
Y cantaríamos en forma extraña,
hermética:
LAS CALLES
Por las calles ordenadas y angulares
caminábamos en un estupor que nunca nos dejó.
La gente, fotografías transeúntes
estatuas en cámara lenta,
no percibían nuestro estupor,
que aumentaba en cada pregunta, en cada ademán.
Las calles cuadradas e invernales de piedra
alargaban nuestras miradas
y nuestros pasos.
Ellas, tímidamente
nos invitaban a irrumpir en el invierno,
Las calles principales nos invitaron,
con su dulzura fría e indiferente
a llenar los espacios,
los vacíos dejados en momentos de tedio y sin vida,
Ellas nos conducían a los cafés, librerías
y reuniones:
Paradas de tren, en este laberinto
para alcanzar
la vida.
Las calles nos llevaron ....................
lejos.
HOMBRE DE CABELLO ROJO
El hombre de cabello rojo es Pegaso.
Olfateando y alzando el vuelo con las gaviotas.
De cepa escocesa y nórdica,
se desliza sobre el hielo
y sobre el paisaje lleno ángulos dadaístas y piramidales.
Puede ser el foco de una fotografía en blanco y negro
o la ráfaga de pintura de un artista que crea explosiones.
El hombre de cabello rojo se mueve de acuerdo al espacio
entre edificio y edificio, entre miradas vectoriales de los transeúntes.
El es la alienación de la percepción sensorial,
nadie sabe que él es un caballo alado.
Los empleados de gobierno ni los desempleados lo ven
un hombre invisible que camina por las calles,
sólo la mujer con bolsa púrpura
lo miró de soslayo por un momento.
El hombre sigue su aventura,
sigue su vuelo al lado de las gaviotas,
los sub habitantes de la ciudad
le han tomado por patrono.
Se dice hace algún tiempo,
que algunos le han visto después de la medianoche
tomando agua a un costado del canal,
otros le han visto sobre la cornisa de algún pilar en alguna
iglesia.
El hombre de cabello rojo
es un caballo alado.
LAS GAVIOTAS
Adormecíanse las gaviotas sobre la metrópoli.
En un tiempo volaron alrededor del mar
limpiando la huella humana sobre la playa.
Raudas en su reconocimiento costero
agregaban sus graznidos
al incipiente eco de los expectantes acantilados.
Ese era su sino.
Llegaron a la metrópoli y cohabitaron
con la fauna de la ciudad.
Ahora son sinónimo de los
desempleados.
Las gaviotas con sus alas adormecidas sobre la metrópoli,
como águilas viejas sobre los ventisqueros
son un grito de desesperanza;
deambulan por los suburbios
y los callejones, a la expectativa de un milagro...
Su sino.
TULIPANES
Los tulipanes
son frágiles como el balance del universo,
pero muy lejos de ser eternos.
Nos alimentan con colores profundos
y mueren súbitamente en una ráfaga primordial de
la lluvia.
EL VUELO DE EL FLACO
Acercábase el Flaco al color de su paisaje:
a los limites en donde era posible ver el vacío,
más allá de la filuda piedra del acantilado:
en donde los seres vivientes se confundían
en una neblina gris que brotaba y confundía
los movimientos.
El Flaco, cual pájaro soñoliento
levantaba un vuelo lento y escrutaba la
planicie con un súbito ojo de halcón,
veía gatos vestidos de mujer y perros que
emulaban a Ícaro,
las plantas le eran agradables: especialmente
las viñas y las plantas de tabaco.
Hacia la costa, observaba el puerto, la ventana
hacia el mundo y a los marinos que llenos de whisky
visitaban bares y prostíbulos en un ritual que precedía
o que proseguía la travesía por los mares del planeta.
El Flaco volaba y percibía los colores en la
superficie de la planicie, los que no distinguía claramente
iban al papel y luego a la tela
Y así, acercábase el Flaco al color de su paisaje
a los limites y al vacío, más allá,
en donde era posible ver entre la neblina gris
los movimientos.
VINO
Necesario el vino sobre una mesa.
¿Como conversaríamos Flaco sin vino?
¿Como seria posible hilar ideas,
hacer un recuento del día al llegar la noche?
El vino es bueno para el corazón.
Una botella de vino es imprescindible en días de invierno,
¡ah! que pintura: una pieza, una mujer,
un hombre y una botella de vino.
Puedo imaginarme cien mil pájaros multicolores en raudo
vuelo,
con un vaso de vino, los pájaros son reales,
gatos, perros y gallinas cobran sentido,
puedo observar a los sátrapas por el rabillo de un ojo.
Que gran sinónimo de conversación
que descanso después del trabajo, melancolía agridulce.
¿Qué sentirían Shakespeare o Don Quijote?
¿Napoleón o el Rey Arturo?
¿Que sentirían mi padre y el tuyo
cuando alzaban sus copas y bebían?
El vino los acompañó en las horas de su historia.
Y a nosotros acá Flaco, en nuestra locura,
en nuestros viajes por insólitos parajes de la planicie,
por lugares en donde la neblina ha sido espesa,
donde los acantilados nos han traído una visión
del abismo.
El vino se ha hecho lazo de hermandad.
La palabras saben mejor a la luz de una botella de vino.
Seamos Flaco, coetáneos en el vino, conquistemos el momento,
la conversación que destila lentamente a la luz de el vino.
Salud.
LOS ÁRBOLES
Se balancearon de este a oeste.
En los bosques, delineados por trazos
de cemento
.......... marcharán los
batallones verdes.
Ansiedad dibujada
ante la expectativa de una tragedia:
la desesperanza sempiterna del exterminio.
Como los hombres, los árboles
ya no se regeneran
sino que se degeneran.
Comienzan a apagarse, a extinguirse como las luces
de un cine.
La planicie avanza sobre ellos.
Se balanceaban de norte a sur
inclinándose sobre nosotros,
ellos dieron vida.
Cubrían los paisajes y agrandaban los cementerios.
Y allí estábamos nosotros, observando su
guerrilla contra el viento,
allí estábamos Flaco sin poder hacer nada,
similares a ellos, estáticos, esperando,
similares...
pero en cambio nosotros,
dábamos
muerte.
NIEVE
Maná agradable a la vista, no a la realidad.
Cae, toca la planicie y se corrompe.
MUJER CON BOLSA PÚRPURA
Recordando veranos pasados
agazapada de la lluvia inexistente,
observando los empleados de gobierno y
transeúntes de la pequeña metrópoli.
Sus labios rojísimos aprisionaban cada ciertos
intervalos, un cigarrillo. No le robaba feminidad.
Observaba el movimiento, siguiendo con su cabeza
la trayectoria de un hombre,
para luego devolverla siguiendo a otro.
Sus cincuenta no enmarcaban
serenidad, más bien la impasibilidad
de un sueño que fue sólo eso.
La pequeña metrópoli no le ofrecía palomas
para mitigar su ansiedad,
solo empleados de gobierno y desempleados
que a veces la miraban sin verla.
Ella, su bolsa púrpura
y sus ojos azules
-que fotografiaban registrando en su cerebro
la metrópoli con su movimiento sordo y
atestada de seres indiferentes-
nunca pudo formar parte de aquello,
ir con la corriente...
Quedose viviendo en el movimiento sutil,
en el delgado sub estrato de la sin-razón y
el sueño.
LAS PIEDRAS
Jamas opusiéronse a nuestros pasos.
La verdadera superficie de un país
que camuflaba su cara con un delgado
velo de cesped verde.
Protegiéndose entre si
filtraban aquello que su epidermis
permitía sobre si en primera instancia.
Ellas,
las piedras que sostenían la pequeña metrópoli,
nos dejaron pasar en silencio,
nos permitían deambular fumando por la planicie.
Las vírgenes, siempre vírgenes.
En su infinito silencio
nos dejaron pasar con nuestra angustia,
fuimos cambiando
el hombre y sus misterios fueron cambiando:
comenzamos a matar...
Pero las piedras
de este y de todos los lugares
sobrevivieron la anihilación
fueron como las ideas,
fueron las únicas Flaco, que quedaron
sobre y bajo la planicie
aún cuando ya era demasiado tarde para volver
atrás
y realinearse.
BUSES
Los buses pasan.
Llenan la metrópoli y la periferia
de toxinas:
el aire, la lluvia
la ropa de las estatuas y nosotros.
Pasan los buses,
atestados de trabajadores públicos
y desempleados que pululan como chispas
mirando de reojo la realidad,
los buses siguen.
Los buses nos transportaron a lugares que nuestros
aletargados pies no habían alcanzado,
ellos fueron
sala de lectura preferida de intelectuales desempleados.
Trenes desarticulados
tiempo finito convertido en ruedas
transformando calles
en líneas quebradas que se cruzaban.
Allí, los olores palpitaban formando
un laberinto.
Algún día descansarán en su cementerio.
Rodaron,
rodaron sobre la planicie y nos llevaron lejos
acercándonos definitivamente al borde,
dejándonos allí,
el camino conduce
hasta lo terriblemente desconocido.
LA LLEGADA DE EL FLACO
Llegaste primero
deambulabas preocupado
por las heladas planicies del norte,
liabas cigarrillos del tabaco más barato
el humo se escarchaba en la periferia de tu cabeza.
No fue tiempo de recordar consignas
a pesar que la lógica así lo proponía,
tus pulmones, fuelles cansados,
luchaban por acostumbrase al nuevo aire que
se esforzaba y empujaba por tus poros
al mismo tiempo.
Las torres de oficinas sobre la planicie te eran ajenas,
muy diferentes al gris de aquella fantasmal ciudad
(quizás todavía viajera)
esa que tu cerebro, preocupado por el nuevo paisaje,
se rehusaba a ponerla en su rincón más amnésico.
Deambulabas abrumado y letárgico, pero calculador;
distanciando cigarrillos entre vidas perdidas
tratando, casi tangencialmente, de hilar palabras
que permitieran de alguna u otra manera establecer
un parangón entre dos ciudades distantes, diferentes
y de las cuales la última te proponía una nueva
vida o
tal vez, esperando en algún lugar de la planicie, una nueva
muerte.
Llegaste. La ciudad te abrió sus calles y avenidas,
su canal y sus ríos, sus universidades.
Te atreviste, cigarrillo en mano, aunque tímidamente,
a salir a su encuentro.
Y te largaste Flaco, en el más total de los abandonos
a examinar la planicie y anduviste lejos, allá
hasta el mismo horizonte.
LA MIRADA
Bolsa en mano
por la tarde,
el hombre me miraba.
Desde el patio, en un café
de la pequeña metrópoli
lanzóme una mirada curiosa,
amenazante,
como si la avenida y la metrópoli
le estuviesen prohibidas a un ser transiente.
Quizo pararse,
como si mi pasaje alterara su diálogo
con la mujer sentada al otro lado de la mesa.
Vociferaba mientras me dirigía la mirada,
interpusiéronse
los colores, los ruidos, las voces y las vidas.
El fuego inusitado
no me alcanzaba,
consumíale como a un papel en blanco.
En su soledad la mujer me miró
naciendo allí un entendimiento forjado
en fuego.
TECNOLOGÍA
Cierta incertidumbre en que
haríamos frente a los adelantos tecnológicos en
todos los campos del razonamiento.
Nos invadía una creciente preocupación
por el futuro del planeta, tema, como ya
te lo había dicho, se transformaba en la nueva
corriente política de izquierda.
Por otro lado, y con un poco de escepticismo e
impotencia, veíamos como algunos hombres
clasificaban a los seres humanos en una escala de colores,
atribuyéndole superioridad a tal o cual color. "Es
el resultado
de un largo estudio." - decían.
La tecnología nos integraba y
al mismo tiempo nos alienaba.
Pero sabíamos Flaco que
ya jamás volveríamos a ese estado
puro de inconsciencia,
cuando nuestro cerebro
desconocía lo innecesario y se
manejaba por lo primordial.
La tecnología
nos introdujo al conocimiento y a la indulgencia,
así, aceleró el avance y el vuelo sobre el camino
irreversible,
sobre el último acantilado
más allá del espejo y la neblina.
LOS EDIFICIOS
Aprendices de Babel,
centro de operaciones, gran capital.
Piernas de mujeres y de hombres en todas direcciones.
Dentro de si, incontables horas de tedio y de cafeterías,
embajadas, ministerios, oficinas de abogados, compañías
petroleras,
bancos.
Los edificios se abalanzaban sobre nosotros con su sombra
dándole carácter de metrópoli a la planicie,
quizás para mejor.
Cubrieron nuestra visión y reflejaron las nubes grises
que cruzaban por el cielo.
Los edificios terminaron con las horas amargas de un hombre desesperado.
Los edificios Flaco, atestiguaron fríamente nuestro despido.
Indolentes ante nuestra desesperación nos alienaron definitivamente.
Juramos no volver jamás a la metrópoli,
pero nuestros cerebros embriagados de cosmopolitismo
rehusaban el desierto, la eterna planicie.
Y entre los edificios Flaco, decidimos que la neblina
solo existe para confundir a los que la necesitan,
y entre los edificios también entendimos
que los ojos son para ver
y que los oídos también así,
entre la neblina.
BICICLETAS
Las gaviotas volaban sobre los barcos
día medio de sol y medio de nubes.
En un café del puerto temprano en la tarde,
cuando ya se anunciaba la lluvia,
nos encontrábamos Flaco en conversación taciturna
la botella de vino sobre la mesa vaciábase a intervalos
más o menos uniforme.
De pronto nos veíamos por la avenida hacia abajo, hacia
el mar,
las bicicletas nos llevaban raudas,
nos sentíamos como gaviotas
marineros,
las bicicletas eran nuestros veleros.
En el café de la universidad
en la metrópoli sobre la planicie
alrededor de otra botella,
observamos ahora como tiradas en cualquiera esquina
hay decenas de bicicletas que ya nadie quiere
que ningún niño ya desea.
Vemos como las bicicletas se oxidan irreversiblemente
con sus historias de niños.
Esperan por el camión...
la historia que llevaron sobre si
será borrada de un solo golpe y
para siempre.
PAISAJES FORÁNEOS
Los paisajes elevados nos atraían.
Ciertos aspectos de la planicie
se nos presentaban como una idea,
como gruesos trazos de pintura sobre una tela:
pendientes y acantilados agigantados
en un tono gris como de perro,
como desierto rocoso cortado en forma recta
por un gran machete de sol.
De pronto de alguna manera, la metrópolis
nos parecía un paisaje elevado,
una visión, un relieve que se levantaba sobre la tela,
semejante a vestigios ruinosos después de una bomba atómica.
Un paisaje foráneo,
ajeno a la realidad pero no a nuestro cerebro.
El sol lo hacía palpitar agitadamente
y aún así nos invitaba a ser parte de el,
como si supiera que estábamos habituados a vivir entre
las ruinas.
¡Que tremenda soledad!
Llevados por un inconfundible olor a mujer
entre el caos total Flaco,
decidimos aceptar la oferta.
La metrópolis
se abrió a nuestra lascivia.
AUTOMÓVILES
Acarreaban nuestra concupiscencia a lugares predeterminados,
al libre albedrío,
a necesidades no tan inmediatas.
Los automóviles inyectaban al capital
un inusitado aliciente.
Sin pensar en el planeta
se abalanzaban sobre los caminos
penetrando los bosques, desdeñando los caballos.
Llenaron la metrópolis con un aire mercurial
y crearon una mentalidad que aún persiste.
Los pájaros se preguntaban y no entendían;
estos vehículos se levantaban de las cenizas
más rápidos que Fénix.
Ellos nos transportaron, sobrepasaron nuestra imaginación.
De nuestras puertas
nos llevaron a oficinas, a fábricas,
zumbando a través de la intrínseca dimensión
de la época.
Una vez más llenaron la metrópolis de acentos
y al mismo tiempo la vaciaron de almas vivientes.
Desde la línea que lame el contorno de la planicie
los automóviles se abalanzaron en línea recta cortando
ángulos
interceptando sin éxito
el avance infalible
primordial y lácteo del tiempo.
DOS RÍOS
Dos ríos dividieron la ciudad y a nosotros.
Desarrollamos personalidades diferentes
tal como los ríos hicieron con la ciudad.
Capaces de asimilar lo que el nuevo paisaje ofrecía.
Seres, que como los ríos, cortarían entre nuestras
almas
nuestros sentimientos y sueños,
alcanzando más lejos de lo que los ojos pueden ver.
Dos ríos bifurcaron la ciudad derramándose sobre
nuestras almas.
Los ríos desembocaron en el mar.
La nieve eterna de nuestras almas,
la nieve verde, la nieve imaginaria
alimentó esos ríos que se hicieron uno
cuando la luna derramo su luz
sobre aquellas aguas.
IGLESIAS
Embajadas de Utopía.
Ajenas al paisaje de la metrópolis
sus cúpulas son similares a la filuda proa
de una nave en viaje eterno por los parajes de Einstein.
Esparcidas por la ciudad
yacen en un estado de eterna espera
como vestigios del Arca de Noé.
Pasamos por estas embajadas Flaco
en nuestros viajes cotidianos en la metrópolis
y nos preguntamos que había detrás de esos grandes
vitrales,
detrás de esos frontis magníficos.
Se levantan casi sofocadas entre los edificios.
Es extraño,
pero las iglesias parecen ser los únicos edificios
visibles entre la neblina.
SUEÑO
No supe que orden judicial
fue la que me obligó a llevarla hasta allí, a la
sala de espera
de aquel inexpugnable y tenebroso recinto.
Trataba yo de reconfortarla, de consolarla,
pero mis palabras no me convencían ni a mí.
Aun podían verse restos humanos,
animales de toda especie caminaban como autómatas
con objetos metálicos y de silicona incrustados en sus
cuerpos.
"Esta es la cuarta noche que sueño
este tipo de barbaridades", pensé;
pero al abrir mis ojos y mirar su rostro,
ella no estaba a mi lado en nuestra cama.
Ella y yo estábamos allí, lado a lado
en aquella sala de espera de aquel inexpugnable y tenebroso recinto.
Esa era la realidad.
Al enfrentarnos, el hombre nos dijo: Que flautas
hacen ustedes aquí?"
Mirome a mis ojos serios y dijo:
"Es hora de que se vayan, es hora de que ya salgan;
ustedes no pertenecen a este lugar..."
Se abrió la puerta y nos lanzaron fuera violentamente:
recogimos nuestras bolsas, nos sacudimos la ropa y sin creerlo,
nos lanzamos tímidamente a caminar sobre la planicie,
hasta que eventualmente, entre dos ríos divisamos
la murallas de una ciudad.
La ciudad nos despertó
y sacudió de nosotros aquella pesadilla.
GATO EN LA BRUMA
Caminabas bajo el arco de un puente
en la brumosa noche.
Una mujer, pezones visibles a través de su blusa transparente,
te sonreía burlona e invitante...
Tu siempre pensaste que eras un lobo,
que dentro de tu disfraz humano, había un animal
que buscaba lentamente, pero implacable,
por la plenitud del verbo saciar.
Sabias que el suicidio no era la puerta a la liberación.
La neblina paseábase entre nosotros y la ciudad
mientras unos compases musicales se apoderaban de un bar y su
gente.
Las sombras Flaco, te daban un aspecto felino
no eras un lobo
pero si un gato que en las sombras abría sus pupilas
esperando el momento preciso de la sorpresa
y así, llevarse la presa a casa.
UN SOMBRERO EN LA NOCHE
Tirado a unos cuatro metros de su dueño
boca arriba, yacía un sombrero gris.
La sombra de un edificio
oscurecía el torso el torso del hombre que yacía
en la calle
y continuaba hasta el otro lado del callejón
posándose sobre un edificio pequeño
con gruesos barrotes sobre sus ventanas.
El haz de luz sobre el sombrero
dejaba ver que no era el sombrero de un mago
ni uno de esos que usan los criminales de poca monta.
Este debía ser el sombrero de un hombre correcto,
leal, de un buen padre.
Pero metrópolis había dejado que uno de sus habitantes,
uno de los buenos, fuese eliminado...
Después que retiraron el cuerpo,
quedó el sombrero como un testigo mudo boca arriba.
Y en las agoreras horas de aquella mañana
una espesa neblina descendió sobre la metrópolis...
HÉROES
A veces esperamos que un héroe nazca entre nosotros.
El Apocalipsis se acerca
y nosotros seguimos tomando te y mintiéndonos unos a otros,
pasatiempos divertido.
Sabemos que metrópolis ya no nos ofrece nada nuevo
y que sus murallas nos parecen insalvables.
Pero hemos llegado hasta aquí para derribar mitos,
hemos venido con la mejor de las intenciones
trajimos un paladar de vino y el cerebro lleno de tinta.
Invitemos Flaco
héroes a caballo, héroes que nos hagan reales;
algunos Don Quijotes cabalgando las páginas de nuestra
mente.
Héroes que nos despojen de nuestro sufrimiento de una vez
por todas.
BRINDIS
Caminando en la noche
escuchábamos la risa, la aparente alegría
que inundaba bares y cafés.
En las calles desiertas
mirábamos a través de los cristales
y ese gozo aparente sorprendía nuestro sopor
y nos contagiaba con entusiasmo.
Entrábamos al bar.
Nos dimos cuenta Flaco
que la luna siempre estuvo sobre nosotros,
sus luz plateada nos recordaba que aun existía el sol.
Saboreando la cerveza nocturna
y ya sin sentir el ladrido de los perros,
decidimos brindar.
Acordamos no alienarnos del día
sobre la metrópolis.
De ahora en adelante, seríamos formales y convencionales:
en directa colaboración con el sistema.
CIENCIA
"Quizá deberías irte a casa y colgarte"
te dijo la mujer
debido a tu incapacidad de comunicación
o quizá porque no le dabas lo que ella buscaba.
El bar ya casi cerraba sus puertas (ella aun te hablaba)
tu parecías más lergico que en otras ocasiones,
pensando mucho en nada.
Casi un introvertido
llenabas ceniceros con colillas
mientras pensamientos ansiosos llenaban tu mente
y la luz del bar delineaba tu cara.
Al incorporarte de tu silla para irte
ella acerco su cara a la tuya y te grito:
"Fuera de aquí mierda inservible!"
Tiraste Flaco algunas monedas sobre el mesón
y al perderte entre el humo, la bruma
y las miradas interrogativas de la noche
dijiste con confianza; "La Gnosis nunca es superflua."
DEFENSIVA
Lo desesperado de mi condición
lo extremo de la soledad
y un interminable estado de sueños
me han llevado a una inseguridad que últimamente
me ha convertido en un payaso indeseable
en fiestas que se dan de tiempo en tiempo
en casa de algunos amigos.
El vino es la excusa que rebaja a un llamado hombre decente
a un nivel que nadie reconoce como suyo.
Estoy cansado Flaco de dar explicaciones,
también así de convenciones.
Para las mujeres, no soy el Supermán soñado
ni el hombre urbano con el ímpetu de Valentino.
Soy un marinero solitario,
un suspiro en la boca de la neblina...
Pero camino por la ciudad sin ninguna máscara,
las confabulaciones que se fraguan en cómodos salones
no me preocupan,
aun camino por las calles como las gaviotas en su vuelo
sin paranoia,
sigo en mi vuelo impredecible hacia los confines.
DANZA
La muchacha bailaba suavemente moviendo sus caderas,
la ciudad y sus escaleras servían como telón de
fondo.
A un costado, las aguas del canal se movían lentas
pero seguras hacia el cielo.
"Necesito que me tires al agua, antes de aprender a
nadar."
Su piel suave llenaba mis manos con un deseo insaciable,
mi boca entreabierta
se calentaba con lo erecto de sus pezones.
La brisa caliente que jugaba con su cabello y su vestido de seda
nos incitaba a otra cerveza en el bar "Oak"
pero el movimiento inherente de sus curvas en aquella
danza milenaria
agotaban cualquier deseo posible.
Ella bailaba en mi memoria.
Ella bailaba y sobre la ciudad
el sol brillaba con sus aura astral palpitante.
Sus labios perfectos, llenos y delineados,
buscaban lo más intimo de mi
mi boca y mi lengua, la buscaban integra.
Después, bailaba mientras yo fumaba un cigarrillo.
Afuera, la ciudad palpitaba al ritmo de luces tiritonas.
Y siempre, siempre, ella bailaba en mi memoria.
EN EL BAR ITALIANO
El marinero la abrazo con un solo brazo mientras la besaba.
De su otra mano sobre la mesa
un cigarrillo soltaba lentamente un delgado hilo de humo.
Ella tenia algunas flores en el ojal
y una de sus manos sostenía una humeante taza de café.
El zarpaba al día siguiente.
La noche y la brisa fresca invitaban a un adiós tradicional.
En otra mesa, El Flaco degustaba un 'Du Maurier' y una cerveza.
Afuera, la primavera hacía feliz a los gatos.
Pero solamente en ese marinero y aquella mujer
había treinta años de deseo y una sutil tristeza.
Seis meses no son nada de cortos.
Y en las horas primerizas de la noche
mientras El Flaco fumaba y bebía
el marinero y su dama desaparecían entre las sombras.
EL FOTÓGRAFO
Todas las escenas que capturaba en la metrópolis
eran en blanco y negro.
Su tema único era la vida ordinaria de la gente y sus cosas
en el momento preciso
del ojo y la memoria.
Escenas de vida, escenas de muerte,
la expresión que escapa a través de los ojos
las lagrimas que impresas en el papel parecen diamantes.
El fotógrafo se movía entre la neblina y la noche
con su ojo de acuarela.
Antes que la televisión, el fotógrafo era nuestros
ojos,
la pupila que alcanzaba los rincones lejanos de la metrópolis.
El fotógrafo pasaba a través de puertas,
nos entregaba emociones registradas, tragedias eternas.
Nos presentaba la sonrisa de una novia dejando la iglesia,
la mirada triste de los que se marchaban para no volver
y la cara sombría de los asistentes a un funeral.
El fotógrafo flaco,
tomó fotos de mi padre conmigo en un día caluroso
del verano.
Fotos tuyas y de tu padre orgulloso
el día de tu graduación.
Tomó fotos de las mujeres que nos conmovían.
El fotógrafo, escultor del momento, artista del tiempo;
dejo para siempre una escena en mi memoria.
VISIÓN
Mientras el trueno quebraba la copiosa
y generosa canción de la lluvia,
y cuando el viento y los arboles reinventaban
su lucha milenaria:
nuestras caderas se movían doblando nuestras espaldas
en una cadencia de acuerdo al ritmo
de susurros y quejidos...
Cielo o paraíso.
Nunca en medio de la lluvia,
que ahora era torrencial sobre la metrópolis,
sellamos o juramos nada.
Dentro de la urbanidad en que vivíamos
y que sufría cirugías periódicas,
fue imposible hacer promesas
o decir la verdad.
Pero en el momento del orgasmo,
mientras el gato se lamía las patas,
sentimos y vimos el momento como una ráfaga de fuego
y nos dio una idea de la eternidad
y lo trascendental.
EUFORIA
El hombre se agazapó bajo el puente por un momento,
vio un vehículo que venía en dirección suya.
Después siguió corriendo sobre los adoquines de
la calle nublada.
Asustó algunas palomas que poblaban la tarde.
Corría y miraba desesperadamente detrás suyo
mientras desaparecía en la neblina.
Más arriba, en la colina de la calle,
una estatua de Jesucristo sosteniendo una cruz
tenía una mano apuntando hacia el centro de la ciudad.
El hombre arrancaba de la metrópolis y sus símbolos,
del ruido y el caos,
algo siniestro se apoderaba de la ciudad
y el arrancaba en una carrera despavorida, lleno de terror.
Balbuceó algunas palabras llevadas por el viento:
'El que tenga ojos para ver, que vea;
y el que tenga oídos para oír, que oiga...'
Luego, en la noche y a través de sombras enceguecedoras
un grito desgarrador
se oyó en la desierta ciudad...
ATMÓSFERA
Tu sonrisa parecía extraña
en el centro de aquel extraño recinto.
La gente reía de una manera falsa.
El humo de cigarrillo
se sentía cómo pesadas exhalaciones que no subían
y que parecían venir de seres en estado de putrefacción.
El lugar estaba repleto.
No se como llegamos allí aquella noche.
Yo quería irme, pero parecías feliz
como que estabas acostumbrado a esas reuniones
a ese murmullo que se volvía siniestro.
Era como si siempre hubieras pertenecido a aquella cofradía,
a ese extraño club de la noche.
Yo quería salir.
Trataste (sin querer) de calmarme
yo comenzaba a sentir nauseas
tu risa se volvía más estridente.
Aun cuando yo tenía una erección
me arme de fuerza, me pare, tome mi último whisky
y me fui, sin necesidad de decir adiós.
Afuera, una noche llena de estrellas y aire fresco
me hizo sentir feliz
y una libertad no común.
HUMEDAD
El vapor de la lluvia en el suelo, mojaba nuestra piel
y me recordaba
tu humedad hermosa y femenina.
Entró en mis poros, mi nariz
explotando en mi cerebro,
dejándonos en un paroxismo liviano y trémulo,
húmedo.
Después de treinta minutos de lluvia, la ciudad se quemaba
y El Flaco, imaginándonos,
nos dibujaba y pintaba
sobre una tela seca,
expectante.
LA LUNA
El frío y brillante círculo de la luna sobre la
metrópolis
nunca estuvo presente en tus telas o en tus cuadernos.
Me era extraño Flaco
tu rechazo a reconocer el misterio que cuelga
sobre nuestras cabezas día a día.
No importa lo que digan Flaco,
la luna esta ahí y siempre estará
para recordarnos ciertas cosas:
la elipsis del planeta y el círculo de la vida
lo frío de la plata invernal
la belleza de la flor del durazno por la noche
y la marea alta llenando las cavidades en las rocas
con un olor peculiar.
La luna esta ahí para los lobos, gatos y ranas
y aun cuando nos recuerda la muerte Flaco,
reconocerás que está allí para ti y para
mí,
para todos.
SUEÑO CON AVIÓN
A Vicente Huidobro
Volando sobre la metrópolis.
Como un avión escrutaba la ciudad y los suburbios,
las calles del centro de la ciudad llenas de gente y vendedores
ambulantes
que circulaban en un movimiento murmurante.
La ciudad descansaba en un valle y en su centro
dos ríos se hacían uno.
La ciudad semejaba una mujer con dos piernas largas abiertas
en un eterno estado de espera.
'Sube a nacer conmigo hermano' pensaba
mientras en la distancia, dos gatos
frotábanse entre sí
y desaparecían por el balcón de una casa de tres
pisos.
Me vi cayendo
vi el acantilado,
caía a un abismo sin horizonte,
la ciudad se hacia más pequeña.
Caía hacia el cielo,
mi paracaídas era inservible,
el cadáver de mi avión caía hacia la tierra
que se achicaba
mientras yo caía.
Y completamente consciente
me alejaba. No había regreso.
Cayendo hacia lo más alto.
ACUERDO
Al comienzo
lo gris de la ciudad me hacia tiritar,
mis ojos no veían color.
Aun cuando había una sutil música de violines,
no fue posible escapar del aire sombrío
que rodeaba a los secretivos y fatídicos
revolucionarios que dominaban nuestro circulo.
Pero un día, como una mujer, la ciudad abrió sus
puertas
me ofreció un café y bebimos mientras conversábamos;
a allí, en ese momento
quemando puentes y reventando ideologías,
claramente derrotamos nuestra soledad.
Acordamos vernos diariamente.
VOCES QUE NO CREEN EN DIOS
Voz 1: 'No creo en Dios'
Voz 2: 'Si el existiera, no habría guerras'
Voz 3: 'No habrían masacres'
Voz 4: 'No habría enfermos'
Voz 5: 'No existiría el cáncer'
Voz 6: 'El medioambiente estaría limpio'
Voz 7: 'Las familias estarían unidas'
Voz 8: 'Los amigos serían leales'
Voz 9: 'No existiría la pobreza'
Voz 10: 'No existirían los hijos de perra'
Voz 11: 'Quiza no existirían los impuestos'
Voz 12: 'Yo no estaría amargado'
Voz 1: 'Tendría que estar loco.'
LO LABIOS DE BOB DYLAN
Presionando el acero inoxidable de la armónica
los labios de Bob Dylan parecían amargados,
cantando sus poemas
los labios de Bob Dylan parecían amargados.
Su figura, deformada por cigarros y el trago,
se perfilaba en la luz proveniente de la televisión
e impregnaba mi retina con una neblina baja y helada.
La verdades y sutilezas que salían de aquellos labios
en una mueca insalubre
saltaban como un hilo continuo de entre la neblina
y en mis oídos tejían un espejo
con visiones que no se veían en libros de poesía.
Luchando contra el sopor entre la penumbra
vislumbre los labios de Bob Dylan que cantaban
y que luego presionaban el acero inoxidable de la armónica
en una mueca irónica.
LOS LOBOS
Y miraban los lobos desde el último cerro cubierto de
árboles,
las luces de la ciudad tiritaban a la distancia.
No aullaban.
Su soledad era tan profunda como la noche
y deambulaban en una búsqueda estéril sobre la planicie.
Los lobos Flaco, nos enseñaron a crecer, aun en medio
del la desesperanza y el silencio,
nos mostraron el dolor y la luz;
nos llevaron a una búsqueda continua
sobre parajes diferentes
que sobre la planicie parecían yermos.
Los lobos desaparecían.
Y nosotros, sin saber que hacer
montamos guardia en los bosques;
entonces, los abogados y los jueces
defendiendo la democracia y los negocios,
nos mandaron a la cárcel.
No importaba que devastaran los bosques
y exterminaran a los lobos.
Los lobos nos habían enseñado
que la vida era libre.
Y vimos la destrucción.
Tarde o temprano golpeará a nuestra puerta.
EL ZORRO
Observaba el zorro los rieles en un puente de tren
hacia el sur de la ciudad.
Desorientados ante el paso de autos y trenes
levantaba sus ojos
y veía el smog que envolvía la ciudad.
La escena era como una película en blanco y negro
dañada por el uso repetitivo.
El pequeño zorro olfateo, inmerso en la desesperanza
de un futuro incierto.
Algunos son movidos al suicidio.
El zorro,
alienado
volvió a la ciudad.
Arriba, las gaviotas, que habían llegado antes;
escrutaban botaderos de basura, estacionamientos, parques
y aceras.
El mar ya no era suficiente.
El bosque ya no era suficiente.
El zorro y las gaviotas se miraron.
EL FLACO Y YO
No era cosa de comprender todo,
sino que en pocas observaciones
establecer parámetros que en la planicie
permitieran poner color y forma
a un futuro que te sorprendía viviendo el pasado...
Luego del exasperante preámbulo
decidiste que había llegado la hora
de juntar visiones
la hora del libre albedrío
hora que tus acciones te definieran
la hora en que cerebro, boca y lápiz
bailasen al unísono en la inherente ráfaga
de tu movimiento.
Después del preámbulo
y de un tiempo largo
de olfateo y reconocimiento sobre la planicie
asentaste cabeza.
Te fuiste quedando.
Sin asimilarte
sino más bien tratando, a través del vino y los
amigos,
de ser lo que siempre fuiste antes de ser desgajado
de la gris y distante metrópolis viajera.
Te quedaste.
Mientras, en aquellas ruinas que parecían inexpugnables,
yo
deambulaba allá lejos por los valles transversales
apegados también a otra línea paralela, como en
el preámbulo;
a la línea indefinida del infinito.
ESTADIOS
El estadio en medio de la metrópolis me recordó
muchas cosas.
Allí iba mucha gente a ver partidos de fútbol y
conciertos.
Cuidado.
También puede ser usado para campos de concentración
y centros de tortura.
Los humanos van cambiando, el mundo cambia,
hay partidos políticos nuevos con ideologías antiguas.
Cuidado.
REALIDAD
Y qué es más real que la muerte.
El sufrimiento hace de la realidad una abstracción.
Podemos sortear el momento de nacer matando previamente
y no todo lo que brilla es oro.
¿Cuál es la línea que separa la realidad
de la ilusión?
La realidad tiene más o menos seis mil millones de definiciones.
EL DESPERTAR DEL FLACO A LAS 3 DE LA TARDE
Parecía despertar el Flaco de un sueño frenético
quejándose como si estuviera en llamas.
Trato de abrir los ojos en sucesivos y apresurados parpadeos
manteniendo su boca entreabierta.
La pieza en penumbra
era como una celda que lo mantenía en un pesado sopor.
En su febril sueño
veía dos mujeres desnudas como estatuas haciendo guardia
en su puerta.
Como un verdadero voyerista
vio sus voluptuosos senos y sus finas cinturas.
A fuera y sin merced,
el sol quemaba las avenidas ahora ya sin gente.
En los bares y las tabernas
la cerveza no daba abasto para las bocas cosmopolitas.
Mientras tambaleaba hacia el baño,
penso lo que solo algunos hombres
son llamados a entender y ver (no a resolver)
lo que esta ocurriendo en estos tiempos.
Ellos son considerados extraños por la masa.
Lo invadió una secreta y reconfortante satisfacción.
Se miro en el espejo
se cepillo sus dientes y sin afeitarse por el tercer día
consecutivo,
salió y sintió una bofetada de aire caliente.
El Flaco se dirigió derecho a la taberna de la esquina.
EL FLACO ESCAPA CON VIDA
Confiando en sus amigos el Flaco abría su corazón.
En un frío pero soleado día de invierno
el Flaco salió a dar un paseo,
el cigarro usual en sus labios
y su morral colgado del hombro.
En una calle encontró a sus amigos más cercanos
que parecían estar allí por largo rato.
Le dijeron: 'Mira Flaco, recién ha parado de nevar
y la pendiente de esta calle esta muy buena para tirarse en tobogán.'
El Flaco aceptó el reto, ciñose su chaqueta,
asió el morral en su pecho
y tiro la colilla de cigarro..
Sus amigos lo empujaron calle abajo.
El Flaco no sabia que al final de la calle
había una caída rocosa de unos diez metros.
Pero siempre hubo en el Flaco un dejo de desconfianza
que ninguno de sus amigos percibía.
A veces desconfiaba de si mismo
y esto lo hizo sentir el peligro en el que se encontraba.
Segundos antes de la caída,
volteó su cuerpo dando contra las rocas del camino.
Sangraba de su nariz y su cabeza.
Todos sus amigos habían desaparecido
dejando solo el vacío.
El Flaco sonrió, su corazón latía más
rápido que lo usual.
Aun estaba con vida.
DULCE ALEJANDRA
Mi corazón se abría y palpitaba en mis oídos.
Mi corazón de marinero era el cañón del eco.
En la coincidencia de nuestras miradas
y un entendimiento incomprensible,
se levantaba
el profundo deseo del conocimiento intimo y vital.
Sus senos en mi pecho, mis manos en sus muslos
su cuerpo sobre el mío, su boca buscando la mía
y la mía encerrando la suya.
Y nos buscábamos en los túneles
nos buscábamos por las murallas,
en los libros.
Y cuando la ausencia nos mordía
perseguíamos el tiempo planeando encuentros.
Y Alejandra parecía tímida,
sus senos en mi pecho en aquel abrazo:
ese fue el comienzo.
EL HUERTO
Las hermosas flores del durazno
brillaban como luciérnagas en la noche oscura.
Los racimos de uvas colgaban de las suaves nubes verdes
posadas sobre el corredor.
Fue allí, en esa pintura bucólica, que te imagine.
Allí, tirado sobre el césped, entre las estrellas,
árboles floridos y una casa que ya no existe,
supe que contigo sería posible...
Supe que tú y yo,
que el Flaco y los suyos
nadábamos al unísono
en esta placenta cósmica.
EL FLACO Y SUS AMIGOS EN EL BAR LA PALOMA BLANCA
Sentados en una pieza, los jóvenes jugaban a un juego
de palabras.
El Flaco y el Erik hablaban acerca de la vida.
E.: 'Doble vida'
F.: 'La vida simplemente'
E.: 'Vida, pasión y muerte de nuestro Señor Jesucristo'
F.: 'Vida de la viuda retirada'
E.: 'Ganar la vida'
F.: 'La nueva vida'
E.: 'Rehacer la vida'
F.: 'Tener nueve vidas como los gatos'
E.: 'Vidas paralelas'
F.: 'Larga vida'
E.: 'Una regalada vida'
F.: 'La regalada vida del burgués'
E.: 'La regalada vida del marqués'
...
F.: '¿Y no nos cagó el gobierno anterior también?'
LA ESTRATEGIA DEL FLACO
Habla suavemente y nadie sabe lo que trae.
TERCER SUEÑO
Desnuda por una calle de la ciudad a las tres de la madrugada.
Corriendo como un caballo blanco
sobre un campo de algodón en un sueño verde.
Te aparecías y movías tu brazo llamándome.
Entre el miedo y el sopor debatíame aceptando tu invitación.
Llegamos a tu casa.
La dulzura de tu boca
y el mármol de tus senos
me sacaron de la duda
y me convencieron
de que Venus
había recuperado sus brazos.
NECESIDADES
Necesaria es la tormenta para que la calma se manifieste
necesaria es la noche para que venga el día
necesario es el dolor para conocer la felicidad
necesaria es la arrogancia para conocer los humildes
necesarios los hijos de puta para hacernos de una opinión
necesarias las puñaladas por la espalda para andar alertas
necesaria es la evasión para conocer las agallas
necesaria es la nada para el Big Bang
Necesaria es la varilla para que el hombre entienda.
EL LOCO (NORMAN)
Norman, el loco, camina todos los días por las veredas
del sur.
Por las cuatro estaciones.
La prisión de su mundo lo libera de nosotros;
y se mete por el pequeño bosque aledaño a su puerta.
Norman balancea sus cientoveinte kilos
a lo largo de su metro ochenta y cinco
y acaricia su bien cuidada barba
mientras el viento no lo distingue entre nosotros.
Norman pasa bajo el puente junto a las piedras
que desde cuando reventaron los primeros volcanes
quedaron allí, junto al camino.
Estoy seguro que no entiende mucho sobre la naturaleza
pero ama los pájaros y el bosque cercano a su puerta.
En lo que queda de aquel bosque,
solo hay lugar para Norman y algunos de sus pájaros.
El ve muchos autos, una empresa tecnológica, una gasolinera,
un club de golf y un aeropuerto.
Su pequeño bosque y sus pájaros están justo
en el medio
y se van haciendo más pequeños.
Y Norman lentamente se va quedando con su propia prisión
que lo libera de nosotros.
EL GATO A LAS 11:30 DE LA NOCHE EN VERANO
Miraba el gato a través de la ventana.
La muchacha se desnudaba lentamente
y el gato no se movía de la ventana.
Al desprenderse la falda hacia el piso
se descubrió un diminuto calzón blanco
que acentuaba las bellas líneas de las caderas,
la cintura y largas piernas.
La muchacha giró en dirección a la ventana.
Dejó caer su blusa
y dos pechos simétricos y voluptuosos,
pezones erectos acentuando la aureola,
se movían al compás de una respiración agitada.
Se sacó el bikini
y se tiró en la cama hecha en el piso.
El gato saltó al balcón del apartamento vecino
y se metió por la puerta abierta.
En una pieza, el gato se hechó sobre una cama
donde el Flaco fumaba acostado.
El gato dijo: miau, dos veces...y empezó a lamer sus patas.
ESTADO DE COSAS V
Finalmente resignados a vestir trajes grises y corbatas,
a la compresión de números
y a otras amenidades de la metrópoli y su monotonía;
dejamos que la neblina se apoderara de los últimos veinte
años
y nos enfermamos de una saludable amnesia.
No se trataba de darnos por vencidos,
sino que necesidades inmediatas se fueron apoderando
de aquel sueño que teníamos
y fue necesario que enfrentáramos lo frío de la
realidad.
Comenzamos a echar raíces tímidas sobre la planicie
que un día nos dio refugio
y que ahora pretendía ignorarnos
en medio del estupor que crecía.
Un contrato por aquí, una traducción por allá;
un reemplazo allá, trabajador publico por aquí;
una beca por aquí, rompiendo nuestra espalda por allá.
Universidades, propiedades, hipotecas, seguros, préstamos
tarjetas de crédito y finalmente, desempleo...
Y nuestro idealismo
se perdía en la memoria colectiva
junto con los pitos de marihuana de los 60's y 70's.
Y así fuimos testigos de la lapida
que se le puso al 'Hombre Nuevo'
ese hombre soñado por aquel barbudo alemán
y los viejos antípodas rusos.
El hombre es un ser corrupto y desleal en su esencia.
Y aquí Flaco, en donde la poesía es tan vaga
e indolente,
testigo de vidas bonachonas que no necesitan nada,
aterrizamos con el paracaídas Huidobriano
solamente que más averiado.
Y así, veinte años desde entonces.
Entre botellas, entre cajetillas de cigarrillos,
entre traducciones, desempleo y vagancia,
entre puñaladas por la espalda y sueños goyescos;
en medio de la metrópolis
que nos cobija en sus cafés del invierno recurrente,
el ejercicio poético, para los que seguimos,
ha venido a ser lo único que nos ha traído,
más cerca el uno del otro;
y también al secreto...
Esto no termina aquí.