El autor de "Loco afán" presenta su primera
novela
El largo bolero de
Pedro Lemebel
por Angélica Rivera
F.
..........Tras arrancar
aplausos con sus libros de crónicas, el ex integrante de las Yeguas del
Apocalipsis incursiona ahora en el relato extenso con "Tengo miedo
torero", la historia de un amor frustrado.
..........Casi una "novela cursi",
donde campean el romanticismo popular y los clichés amorosos, es el
libro con el cual Pedro Lemebel incursiona por primera vez en ese
género, después de un contundente paso por la crónica. Por lo menos así
lo cree el propio autor, quien decidió utilizar ese referente florido
para armar "Tengo miedo torero", la historia del frustrado amor entre un
homosexual cuarentón y un joven guerrillero implicado en el atentado
contra Pinochet de 1986.
.......... "Sí, es casi un bolero",
confirma este escritor y ex artista visual que, con "Loco afán" -editado
el año pasado en España por la prestigiosa Editorial Anagrama-, alcanzó
rápidamente el reconocimiento literario que sus anteriores largos años
de trabajo marginal le habían negado.
.......... Parte de un proyecto todavía
pendiente sobre la homosexualidad en la historia de Chile, "Tengo miedo
torero" (Seix Barral, 217 páginas) toma su título de un pasodoble
popularizado por Sara Montiel y se armó a partir de notas que Lemebel
tenía guardadas "entre abanicos, medias de encaje y cosméticos" desde
los combativos años 80.
.......... "Pensé que era un cuento
largo. Nunca supe que iba a devenir novela. Fueron páginas escritas casi
como una carta testimonial y amorosa a un supuesto futuro democrático,
que en ese momento no teníamos tan claro, y que vieron la luz ahora,
precisamente porque se produjo el cambio político que necesitaba este
país", dice.
-¿Pasar de la crónica a la novela fue un desafío autoimpuesto
o una necesidad literaria?
-Había un desafío. Escribir una novela
es, de alguna manera, concentrar una idea de mundo en un libro. Yo tenía
ese desafío, si no obsesión, por una escritura con un respiro más largo,
lo que no significa que vaya a seguir escribiendo solamente
novelas.
-¿Con qué tropiezos se encontró?
-Más que fácil o
difícil, me fue atractivo. Esta novela tiene una fuerte dosis de humor,
y está escrita por un narrador un poco omnisciente y un poco
protagonista, lo cual genera una confusión, un claroscuro impreciso que
me parecía muy atractivo. Fue casi como escribir un guión
cinematográfico, porque la historia tiene un permanente deslizamiento,
un viaje constante en pos de una utopía o de una ilusión, lo cual arma
un texto movedizo, en fuga.
-¿Cuánto de autobiográfico hay en el protagonista, esa Loca
del Frente que ama al ritmo de la música popular?
-Bueno, cuando
hago transitar a la Loca no es que yo me crea la Loca o me crea la Evita
Perón de las locas. Uno siempre hace transitar un otro imaginario, una
subjetividad oblicua, dislocada del patrón macho. Ese zigzagueo del
pensamiento, esa forma de teatralizar cada momento íntimo que tiene la
Loca con el chico del Frente, también es una puesta en escena teatral.
Ahora, ella se maneja con clichés porque es el único referente amoroso
que maneja. En ese homosexual tan cándido, y en otros sentidos tan
obsceno, se juntan lo pagano y lo casi místico del amor por un
heterosexual que sólo lo deja mirarlo y que, cuando lo toca, lo hace
como amigo, como compañero de izquierda.
-¿Qué fondo real tiene la historia? ¿Hubo "locas" que
colaboraron con el Frente Patriótico, por ejemplo?
-Varias, pero
en ese momento era muy difícil conciliar el asunto homosexual con la
izquierda. Era complicado, pero aun así se dieron casos en que la
homosexualidad puso su corazón en la lucha por la democracia, aunque
fuera disfrazada bajo las barbas o bajo algún poncho.
-La novela trasunta un cierto pesimismo, una idea de que las
"locas" no pueden encontrar el amor.
-La historia tenía
originalmente otro final, con los personajes en el Chile de hoy, pero
cambié de idea. Lo encontré forzado. Preferí este otro final, en el
clima de la emoción y del mantel bordado, quizás por mi misma
experiencia amorosa o inexperiencia, más bien, ya que no sé lo que es el
amor compartido. Me he enamorado mil veces y no he sido
correspondido.
-¿No temió que el lenguaje tan florido y quizás sobrecargado
conspirara en contra de la novela como estructura?
-Lo que pasa
es que yo me adscribo en parte -no solamente en esta obra, sino en mi
ejercicio crónico- al barroco latinoamericano, donde se trabaja con el
desdoblamiento del lenguaje. Se busca un juego con él, multiplicarlo a
través de los sinónimos, por ejemplo, que yo uso como una forma de crear
un lenguaje propio, autónomo, folclórico. Puse ese sello barroco en esta
historia porque, más allá de la anécdota, creo que soy un escritor y
como tal tengo la libertad para elaborar un lenguaje que me represente.
Perder el rostro
..........Consciente de que su figura
ha pasado de marginal a "aprobada" o "exótica" en una sociedad -la
chilena- que privilegia lo políticamente correcto, Pedro Lemebel dice
que le gusta utilizar esa "carga mórbida" presente en el ambiente para
poner el tema de la homosexualidad en el tapete.
"Creo que toda dignificación minoritaria pasa por ese
protagonismo, pero, como dice el francés Gilles Deleuzes, me gustaría
perder el rostro, de tan conocido". Más que su presencia de travesti
irónico, desafiante y sin pelos en la lengua, el escritor afirma que
"han sido complicidades con otros personajes, también afines al
movimiento homosexual, las que han contribuido a este cambio en los
últimos años.
Creo que las Yeguas del Apocalipsis (el colectivo de arte que
integró en los 80 junto a Francisco Casas) también ayudaron a esto.
Ahora, si mis letras han servido para dignificar este sueño de libertad,
estoy complacido".
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Viernes 13 de abril de 2001