El Gusto por la Otredad
En su primera novela, Pedro Lemebel recrea
un Santiago convulsionado, carnavalesco y ochentero. "Tengo miedo
torero", que sale al mercado este lunes, lleva la impronta rosa del
romanticismo en medio del rojo de la subversión.
Carolina Andonie
Dracos
..........Escribir una historia de amor
entre un hombre y una mujer que sea creíble y que conmueva tiene su
mérito, pero construir un "love story" de iguales proporciones entre un
travesti y un guerrillero en medio del fragor político de los 80, es
simplemente una proeza. Aunque realizable, como lo demuestra la primera
novela de Pedro Lemebel, "Tengo miedo torero" (Seix Barral).
......... La obra, que saldrá al
mercado este lunes, se apropia del Santiago de 1986 para componer un
relato donde la poesía y la crónica, lo paródico y lo cursi, se rozan y
desrozan, hasta que emerge un universo autónomo donde son reubicados los
temores, los fantasmas propios e impuestos, las protestas, los boleros,
el Frente Patriótico y el atentado a Pinochet.
Nada
es lo que parece ser en esa realidad trasvestida, donde las 'chapas'
ocultan mucho más que identidades, mucho más que rostros que no se dejan
leer:
"Esta novela se gestó a fines de los 80, producto de un manojo
de apuntes que atesoraba en ese tiempo. Era el boceto de una historia de
amor que ocurría en medio de la borrasca social y política de entonces.
En algún momento pensé ambientarla en los años de la UP, pero elegí los
80 por el ahorcamiento urbano de la dictadura, un período álgido de
mucho riesgo constante".
-
¿Considera que en este caso la historia está al servicio de la
ficción?
"Más bien es una puesta en escena donde los recursos
literarios, a ratos ficticios, están al servicio de la memoria. Por
ejemplo, el incidente que tiene el dictador con los obreros que están
edificando el Congreso en Valparaíso, cronológicamente no corresponde al
86, pero me di licencia literaria para incluirlo porque me pareció
sarcástico este episodio en que el dictador cree que los albañiles lo
están vitoreando y, al poner atención, resulta que lo están insultando.
En este sentido, el peso de ficción es mucho menor y gira en torno a
cierta realidad de ese tiempo que los chilenos apitutados de la
democracia no quieren recordar".
-
¿Cómo definiría a su narrador, que fluctúa del descreimiento a la
candidez?
"La mirada del narrador está colmada de ternura cuando
traspasa al lector el romance de la Loca del Frente, y también está
infectada de alacranes cuando mira con repugnancia el trono dictatorial.
No es una mirada objetiva o distante como la del periodismo actual, por
ejemplo, es un acento político, pasional y militante. Creo que es
posible que en eso radique su emotiva fuerza".
-
¿Cómo se genera el paralelo entre las dos parejas que articulan el
relato, la de la Loca del Frente y Carlos, y la de Augusto y
Lucía...
"En realidad, el contrapunto de la pareja del homosexual
y el guerrillero surgió de un chispazo frívolo que detona el encuentro
de ambos con la comitiva de Pinochet y la primera dama, la que, al ver
el sombrero amarillo que usaba la Loca, le dice al dictador ¿viste que
se usan los sombreros?. Pero además de esto, en la novela hay un
constante cruce entre las dos parejas, ya sea real o simplemente por
ciertos contrapuestos diálogos en que se reitera la charla majadera de
la mujer del dictador y la forma acaracolada que tiene la Loca para
comunicarse con su amado guerrillero. Esto no es una novedad en la
literatura, pero lo usé para mostrar esa familiaridad incestuosa que hay
en esta ciudad donde todos se conocen".
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Se podría decir lo mismo del final...
"No voy a contar aquí el
final, pero también pensé en otro desenlace. Nunca trágico o criminal
para el homosexual enamorado. Evité ese cliché homofóbico donde siempre
muere la loca. ¿Porqué siempre existe un afán por verlos desangrados, si
no por el SIDA por crímenes a mansalva? Creo que allí hay cierta
proyección misógina de quien escribe".
"El
final es predecible en aquel tiempo y en este país de hipócritas
renovados. Ahora, el viaje a Cuba 'que no fue' no es una decepción
anticubana por parte de la Loca. Jamás habría usado esa propaganda
gusana que a Reinaldo Arenas le quedaba tan bien. Por Cuba tengo un gran
amor. El calvario literario de Arenas pasa por el uso de esta biografía,
pero en Chile cualquier homosexual sabe de estas agresiones, e incluso
del crimen impune que asecha al deseo homosexual. Lo que los lectores de
Arenas olvidan es que a la loca no la mató la revolución, sino el
sida".
-
Siguiendo con el desenlace, ¿coincide en que la Loca del Frente y Carlos
se van construyendo en el relato hasta hacerse
complementarios?
"En el juego de las emociones el amor imposible
de un chico hétero y de una loca vieja finalmente los coloca en el mismo
territorio. Es la misma decepción la que los despide, es la misma
frustración del atentado, del amor que no dio futuro, ¿qué más? No
conozco el amor correspondido, tal vez por eso el final me salió del
alma".
Lemebel para
Rato
Al
parecer, la ficción fue sólo un pequeño descanso en su veta realista:
"Hay una selección de crónicas publicadas o no en los últimos años. De
este conjunto espero hacer otro libro que tiene el título provisorio de
"Zanjón de la Aguada", pero no es que produzca como coneja, son
materiales que arrastro hace mucho. Regreso a este, mi género preferido,
por biográfico, actual y político.
También está el proyecto "Nefando. Crónicas de un pecado", de la
Fundación Guggenheim y, como si fuera poco, mi primer libro de crónicas
"La esquina es mi corazón" va a ser publicado en Planeta. Como ves, hay
Lemebel para rato, y ojalá que nunca la fama me destiña el lacre de mi
corazón".
-
¿Y el cine?
"Recién me mostraron un cortometraje que hicieron de
uno de mis textos y me pareció detestable, homofóbico, de gente que
tiene un morbo de confesionario en estos temas. Me voy a cuidar de las
ofertas audiovisuales que pueden llegar. Siempre, como en el final de la
novela, me espera una decepción, florida y todo, pero aguada decepción".
en
El Mercurio 14 abril 2001