Una
década de impunidad:
las
"muertas sin fin" de Ciudad Juárez
(Una
lectura de Huesos en el desierto de Sergio González Rodríguez.
Barcelona,
Anagrama, 2005,3 ed., 379 p.)
Lilian
Fernández Hall
Estocolmo, 30 de julio
de 2006
"Humillante
y abusiva
la intocable impunidad,
los huesos en el desierto
cuentan la
cruda verdad,
las muertas de Ciudad Juárez
son vergüenza nacional."
"Las
mujeres de Juárez"
(corrido mexicano)
Los
Tigres del Norte(1)
El 13 de
mayo de 1993 fue hallado en las faldas del Cerro Bola en la ciudad fronteriza
de Ciudad Juárez, el cuerpo sin vida de una joven de 25 años, violada
y con heridas de arma blanca. Sería una de las primeras víctimas
de una violencia misógina y brutal que
desde hace más de una década asola esta ciudad del estado norteño
de Chihuaha en México. Centenares de jóvenes, en su mayoría
de origen humilde, han sido secuestradas y luego halladas asesinadas en algún
descampado de la ciudad. Los cuerpos muestran huellas de una violencia sadista
y aterradora: violación, maltrato, mutilación, torturas, estrangulamiento,
robo. Asesinatos de características tan especiales y con tantos rasgos
en común, que hacen improbable la tesis de que estos actos de violencia
no tengan una estrecha conexión entre sí. Las investigaciones oficiales
poco han aportado al esclarecimiento de los crímenes. Las pocas personas
u organizaciones que se han atrevido a sumergirse en una trama intrincada de encubrimientos,
corrupción y complicidades, han entrevisto una realidad de fondo que los
dejaría perplejos, atemorizados y azorados: las conexiones siniestras del
poder público y privado y sus nexos con el crimen organizado. Hasta la
fecha, la mayoría de los casos sigue sin resolverse. La violencia continúa
cobrando víctimas y aún sigue impune.
Sergio González
Rodríguez, ensayista, narrador y crítico (Ciudad de México,
1950) denunció con valentía la tragedia de Ciudad Juárez
en su libro Huesos en el desierto, publicado por la editorial Anagrama
de España en 2002. Por ese entonces se cumplía una década
de impunidad para los culpables de los crímenes y sus secuaces. A fines
del año pasado (noviembre de 2005) se publicó la tercera edición
del libro, con una actualización del caso, y el saldo es desalentador:
los crímenes siguen cometiéndose, la impunidad continúa.
¿Hasta cuándo?
Una
huella de sangre
Sergio González Rodríguez viajó
por primera vez a la "frontera de la muerte" (2)
en 1996, para investigar personalmente lo que ya por entonces aparecía
como la obra de un asesino serial: mujeres jóvenes, humildes, con frecuencia
trabajadoras de maquila, eran desaparecidas y sus cuerpos sin vida hallados al
poco tiempo en terrenos baldíos o descampados en las afueras de la ciudad.
Maltratadas, violadas, mutiladas: los cuerpos de las jóvenes, a veces niñas,
abandonados en el desierto, parecían formar parte de una escenografía
macabra de algún rito satánico. Con las ropas en desorden y los
zapatos acomodados al lado de los cuerpos mutilados, el extremo desamparo de las
víctimas daba testimonio de una violencia misógina y de clase, como
González Rodríguez y otros autores señalarían (3).
La extrema violencia se vinculaba en forma siniestra a creencias irracionalistas
tales como la narcobrujería, el narcosatanismo o la fe en la Santa Muerte.
Estábamos en presencia de una violencia de género tan atroz y sin
precedentes que necesitó de un nuevo término para poder nombrarse:
femicidio. Término que el autor de Huesos en el desierto acuñó
y pronto se haría indispensable para referirse al caso de las muertas de
Juárez.
El tema, con toda su ferocidad, había encontrado en
Sergio González Rodríguez a su portavoz, como él mismo lo
expresara: "Yo no busqué el tema, sino que el tema llegó a
mí. Sólo me queda estar a la altura de las circunstancias, e intentar
hacer bien mi trabajo" (4). A partir
de ahí, el autor seguiría una "huella de sangre" que recorrería
durante casi diez años, hasta concluir su libro, pero que sigue y seguirá
presente en su labor profesional hasta que los crímenes se resuelvan y
la memoria de las víctimas sea restablecida.
Las investigaciones
del autor, publicadas durante esos años en forma de diversos artículos
en el periódico Reforma, pronto encontraron profundas anomalías
y omisiones significativas en las investigaciones de los asesinatos. Las autoridades,
locales primero, y estatales y federales después, procedían de manera
sospechosamente torpe. Lentitud, inexactitudes, falsos homicidas, inocentes encarcelados,
declaraciones evasivas o francamente incorrectas a la prensa: actitudes que pronto
dejarían intuír un tejido denso de protecciones e intereses creados.
Los testimonios y todos los indicios y evidencias señalaban a los mismos
grupos: elementos criminales relacionados con las mafias del narcotráfico,
en estrecha relación con representantes de las autoridades que, en en un
Estado de Derecho, deberían constituir la red de protección de los
ciudadanos: la Policía y el Poder Judicial. Que poderosos empresarios con
fuertes intereses en la región aparecieron también implicados agravaba
la situación.
La investigación se hacía cada vez más
escabrosa y peligrosa: ¿hasta qué niveles, en los corredores del
poder, llegaba esta corrupción y este proteccionismo? Hasta los más
altos, demostraría el libro de Sergio González Rodríguez,
quien nos proporciona información con nombre y apellido. A esta altura,
las investigaciones se hacían cada vez más incómodas y la
respuesta no se hizo esperar. En junio de 1999, en vísperas de la publicación
en el diario Reforma de un artículo muy comprometedor, González
Rodríguez es secuestrado, maltratado brutalmente y liberado con amenazas
pendientes. Y sería solamente el principio de una serie de acosos, amenazas,
intercepciones y campañas de desprestigio que el autor debería,
y aún hoy, debe soportar. Lo cual, admirablemente, no le ha impedido continuar
con sus denuncias y su trabajo incansable para lograr la justicia y la reivindicación
de las víctimas.
Luego de publicado Huesos en el desierto
en el 2002, varios organismos independientes, como Amnistía Internacional,
grupos de expertos de la ONU, el Colegio de la Frontera Norte, y otros, confirmarían
las tesis del columnista de Reforma. En su informe de 2003, denominado:
"México, muertes intolerables: diez años de desapariciones
y asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez y Chihuahua"
(5), Amnistía Internacional señalaría que en una década
se han producido más de 350 asesinatos, y que el número de jóvenes
desaparecidas se eleva a cerca de 400. Esto en total discrepancia con las cifras
presentadas por las autoridades, quienes aducen además que la violencia
contra las mujeres proviene del ámbito privado y deben considerarse como
crímenes comunes. Ese mismo año, el juez Baltasar Garzón,
en su encuentro con el entonces recién fundado grupo "Nuestras Hijas
de Regreso a Casa" (constituido por familiares y amigos de las jóvenes
desaparecidas) declararía que los sucesos de Ciudad Juárez debían
considerarse como "crímenes contra la Humanidad" (6),
coincidiendo también en esta postura con la tesis que Sergio González
Rodríguez formulara en su libro.
La
narración como herramienta
Hasta aquí, podríamos
decir que sólo por el coraje en la denuncia y por la rigurosidad de su
investigación, el libro de Sergio González Rodríguez merece
un lugar de privilegio en la serie de títulos que, a lo largo de los años,
se han dedicado -desde distintos ángulos y con mayor o menor calidad- a
tratar el tema de las muertas de Juárez. Pero hay algo más que convierte
a Huesos en el desierto en un texto excepcional en el género, y
es, justamente, la dificultad de clasificarlo en alguno. La ambición y
el logro del autor de transformar el relato de las muertes de Juárez en
una narración de lo inenarrable es estremecedoramente eficaz. La calificación
de Ramón Chao al libro de González Rodríguez como "una
novela sin ficción" (7) es muy
acertada. La calidad literaria del relato -donde la crónica, el relato,
el ensayo y la narración se entrelazan de una manera inseparable- le otorgan
una dimensión única en este tipo de literatura. El mismo autor declara
: "Actualmente, el estatuto literario debe estar en ser capaz de hacer una
denuncia con un esfuerzo expresivo que permita que se mantenga más allá
de lo noticioso" (8). De esta manera,
el filtro de la narración, con el magistral equilibrio que logra el autor
entre la objetividad y la empatía y sin caer nunca en la morbosidad o en
la nota amarilla, hace a la vez soportable lo inaudito y le otorga cuerpo (narrativo)
visible a los cuerpos (de las víctimas) ocultos y negados por las autoridades.
Que
el tema tratado tan lúcidamente por González Rodríguez se
ubica en ese espacio límite entre los géneros, lo prueba la simbiosis
que realizaría el gran escritor chileno Roberto Bolaño, quien
en su novela póstuma 2666 recrea la tragedia de Juárez reubicándola
en la ficticia ciudad de Santa Teresa (gemela de Ciudad Juárez). A la vez,
en un gesto de reconocimiento literario, Bolaño incluye al mismo González
Rodríguez como personaje de la novela. Bolaño, quien residió
en México durante muchos años, mantuvo intenso contacto epistolar
con el autor de Huesos en el desierto, y se nutrió incansablemente
de sus investigaciones. Ambos sentían que el tema de las muertas de Juárez
simbolizaba un punto extremo de disolución de valores que la sociedad mexicana
sufría y sufre aún hoy. Ambos canalizaron sus inquietudes a través
de la creación: Bolaño dedicándole una parte de su monumental
novela póstuma; González Rodríguez con ese testimonio único
sobre una etapa que representa una herida aún no cerrada en el corazón
de México.
En esta tercera edición, diez años después
de su primera visita a la frontera, el balance es desalentador. Luego de siete
décadas de presidencialismo autoritario y de régimen de partido
único, la fe en el cambio democrático en México se transformó
en una sensación de fracaso y mentira. El gobierno de Vicente Fox, señalado
por González Rodríguez como parte de esta conspiración de
silencio y encubrimiento, no estuvo a la altura de las circunstancias. Aportó
muchas medidas cosméticas pero ninguna solución. Los culpables siguen
en libertad, los crímenes no están solucionados, los asesinatos
continúan. El autor dirige también una crítica severa a muchos
medios de comunicación -sobre todo electrónicos- que, sin cuestionamiento
alguno, sólo se han limitado a reproducir la versión oficial de
los hechos, contribuyendo así a alejarnos cada vez más de las incómodas
verdades de fondo. El ejemplo más lamentable es el eco de esos medios a
la versión degradante de las autoridades, que han acusado a las jóvenes
asesinadas de malas costumbres, prostitución o "doble vida".
Como si no fuera suficiente con la enorme tragedia de una muerte alevosa y cruel,
muchos familiares debieron además escuchar las descalificaciones oficiales
de sus hijas. Lo cual, a pesar de en la gran mayoría de los casos no ser
verdad, es un argumento que en nada disminuye la gravedad del crimen.
Muchas
veces, en distintas entrevistas, el autor ha respondido con la paciencia y la
cortesía que le es habitual, a las mismas preguntas, reiteradas una y otra
vez por distintos entrevistadores: ¿por qué un intelectual y literato
como él se decidió a investigar estos casos tan siniestros y abrumadores?
y ¿de dónde saca fuerzas para continuar con la investigación
luego de tantas amenazas, acosos, persecuciones? La respuesta, con variaciones,
es siempre la misma: una suerte de imperativo moral, de desafío intelectual
y ético, del cual el autor intenta estar a la altura: " La pesquisa
sobre el femicidio en Ciudad Juárez era una suerte de reto intelectual
y ético que debí enfrentar (…) escribir y publicar un libro acerca
de un drama como el femicidio en Ciudad Juárez implica cierta predestinación
que hay que asumir, una experiencia que acompaña toda la vida" (9).
Una suerte de destino, elección vital o toma de posición. Y un convencimiento
de que la labor del intelectual, ahora y siempre, ha sido la de combatir a la
barbarie.
Mauricio Montiel Figueiras, en su excelente ensayo "El perímetro
del mal", sobre el libro de González Rodríguez, dice: "indignación
y azoro: ésas son las emociones que genera la lectura de Huesos en el
desierto" (10). Indignación
ante el silencio y la indiferencia de las autoridades. Azoro no sólo ante
la abyección de los crímenes, sino también ante el coraje
del autor. A esas emociones quisiéramos agregar una tercera: la esperanza.
Ante las tinieblas de la complicidad, el olvido y la impunidad, debemos creer
en el coraje, la fuerza y la esperanza de quienes, como el autor y muchas otras
personas que luchan por la justicia y el esclarecimiento de los crímenes,
triunfen. Contra el olvido, la escritura. Contra la barbarie, la esperanza. Las
"muertas sin fin" siguen esperando por su reivindicación y las
mujeres de Ciudad Juárez por su derecho a algo tan elemental como el derecho
a la vida. Huesos en el desierto seguirá siendo una herramienta fundamental
en ese reclamo por la dignidad y la justicia.
Notas
(1)
"Las mujeres de Juárez", corrido interpretado por el ya célebre
grupo Los Tigres del Norte, forma parte de su álbum "Pacto
de sangre" del 2004. El grupo mexicano, con ya más de treinta años
de trayectoria, ha triunfado no solamente en su país y en los Estados Unidos,
sino en gran parte de Sudamérica, Europa y Asia. Todavía se los
reconoce como los iniciadores de los denominados "narco-corridos", debido
a que uno de sus primeros éxitos, la canción "Contrabando y
traición" (1973) se refiere justamente al narcotráfico, pero
en la actualidad el grupo aborda todo tipo de temáticas, destacándose
siempre el interés por temas sociales de actualidad.
"Pacto
de sangre", del 2004, se colocó en el primer lugar de ventas en México
y en los Estados Unidos a sólo dos semanas de editado. A los pocos meses
ya había vendido más de 50.000 unidades en el país azteca,
lo cual hizo merecedores a sus intérpretes de un Disco de Oro. En este
álbum se incluye el tema "Las mujeres de Juárez", escrito
por Paulino Vargas para el grupo e interpretado por Jorge Hernández, y
se refiere, justamente, a los asesinatos en serie de mujeres jóvenes, en
su mayoria trabajadoras de maquila, de la ciudad fronteriza de Juárez.
(ver letra completa en:
http://www.cfomaquiladoras.org/Tigresdelnorte.html
El tema
"Las mujeres de Juárez" fue prohibido por el entonces alcalde
de esa ciudad, en el Estado de Chihuaha, quien solicitó personalmente a
las radios locales que no lo transmitieran, por los "efectos negativos"
que podría tener sobre los negocios en la zona (!), lo que, al parecer,
tendría más importancia para el alcalde que la vida de más
de 400 mujeres. Uno de los integrantes del grupo, Hernán Hernández,
no anda con rodeos cuando declara su opinión sobre lo acontecido: "-Si
les preocupa la imagen de la ciudad, pues que vayan y hagan algo con lo que allí
sucede. No puede ser que vengan a reaccionar recién cuando aparece una
canción. Ya es tarde"
(en:
http://www.lamusica.emol.com/tiempolibre/musica/entrevistas
)
Otros éxitos de este grupo son las canciones "El santo de
los mojados", sobre la enorme cantidad de indocumentados que intentan cruzar
la frontera con los Estados Unidos, y "La jaula de oro", que cuenta
la historia de un hombre que ve cómo en el país del norte su familia
ha ganado en prosperidad pero ha ido perdiendo gradualmente su identidad de mexicanos.
Los Tigres del Norte representan la denominada "música mexicana
norteña de contenido social".
(2)
Ciudad Juárez es uno de los 67 municipios del Estado de Chihuahua, el más
grande de México. La ciudad está situada en el desierto, en la frontera
con los Estados Unidos. Separada de ese país y de la ciudad norteamericana
de El Paso por el Río Bravo, es hoy día la ciudad más poblada
del Estado de Chihuahua, con cerca de 1.300.000 habitantes. Su ubicación
en la zona fronteriza y la explosión del establecimiento de la industria
maquiladora a partir de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio (TLC)
con los Estados Unidos en 1994, ha producido durante la última década
un desarrollo importante en la zona pero también ha generado una cultura
del aprovechamiento puesto que la lucratividad de la actividad maquiladora en
gran parte se sustenta en los bajos salarios de sus empleados, en su mayoría
mujeres. Ciudad Juárez sufre también la presencia establecida de
los carteles del narcotráfico, que, en combinación con la corrupción
y la complicidad de las autoridades locales, ha generado alto niveles de violencia,
gozando hasta ahora de una impunidad sorprendente. (Ver Informe de Amnistía
Internacional: "México: muertes intolerables: diez años de
desapariciones y asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez y Chihuahua"
(2003), (en: http://www.amnistiainternacional.org/publica/ISBN_8486874912.html)
(3)
El carácter misógino de la violencia desatada en Ciudad Juárez
lo pintaría con crudeza y claridad la reconocida escritora mexicana Elena
Poniatowska: "El problema de las muertas de Juárez es de impunidad
y de misoginia, como deja muy claro González Rodríguez. Mujeres
de 14 y 15 años han sido encontradas muertas en Ciudad Juárez sin
que el gobierno se preocupe por esos asesinatos, conviertiéndolos en los
más despiadados de México.
¿Por qué no hay
reacción? ¿Por qué siguen libres los victimarios de las mujeres?
En 1985, después del terremoto del 19 de septiembre, las últimas
en ser rescatadas fueron las costureras de las fábricas de San Antonio
Abad. ¿Por qué? Porque eran mujeres, trabajaban sin seguro social
en talleres clandestinos y las consideraban igual que basura. Lo mismo sucede
con las muertas de Juárez."
(…)
"'Las mujeres no valen
nada, puede matarlas cualquiera', concluyen las autoridades, como corrobora el
libro Huesos en el desierto. Como un kleenex, un vaso de plástico
de usar y tirar, un plato desechable, la vida de 300 muchachas se ha ido por el
caño". (en: http://www.geocities.com/pornuestrashijas/eponiatowska251102.html
)
Lo mismo dirá Juan Alvarez en su reseña de Huesos en
el desierto: "El fenómeno criminal que desde hace más de
trece años se cierne sobre Ciudad Juárez y en general sobre el Estado
de Chihuahua, tiene los rasgos de una epidemia social de cariz misógino:
a las mujeres se las está violando y asesinando porque, culturalmente,
la sociedad patriarcal las ha construido como valor de cambio." (en: http://www.piedepagina.com/numero5/html/huesos.htm
)
(4) "La inocencia sepultada. Entrevista
con Sergio González Rodríguez". Roberto García Bonilla.
En: Espéculo. Revista de Estudios Literarios. Universidad Complutense de
Madrid, 2004, también en:
http://www.ucm.es/info/especulo/numero26/sergonz.html
(5)
En: http://www.amnistiainternacional.org/publica/ISBN_8486874912.html
(6)
González Rodríguez, Sergio. Huesos en el desierto. Anagrama,
Barcelona, 2005, 3a. ed. Postfacio, p. II.
Véase también: "Efecto
Garzón revive la esperanza en caso Ciudad Juárez", en: http://www.cimacnoticias.com/noticias/03jul/03071101.html
(7) Ramón Chao en Le Monde Diplomatique, edición española.
Ver:
http://monde-diplomatique.es/2003/02/chao.htm
(8) "México se ha degradado completamente".
Entrevista a Sergio González Rodríguez por Francesc Relea. Babelia,
18.02.2006. En: http://www.elpais.es/articulo/elpbabsem/20060218elpbabese_2/Tes...)
(9) "Tumbas a ras de la tierra". Entrevista a Sergio González
Rodríguez por Martín Pérez, Página 12, Buenos Aires,
16.07.2006. En: http://www.kaosenlared.net/noticia.php?id_noticia=21026
(10)
"Tumbas a ras de la tierra". Art. cit.
(11) "El perímetro
del mal". Mauricio Montiel Figueiras (en: http://www.geocities.com/pornuestrashijas/perimdelmal.html?200619)