Enrique Lihn
EL HOMBRE Y SU
SUEÑO
(cuento)
..... En algun punto de la ciudad, de esta
ciudad demasiado grande para que dos seres que se amen se encuentren
si se han perdido de vista alguna vez, un homre de mi edad vela,
mientras todos duermen. Su vigilia no tiene nada de común con la
vigilia a la que nos condena la súbita desaparición de nuestra amada,
la angustia que precede a un día de decisiones irrevocables o la
persistencia de un pensamiento que se resiste a tomar forma. No es
tampoco el efecto de una digestión trabajosa, ni del desorden físico
que sucede a un largo período de disipaciones. Es una vigilia no
registrada hasta ahora en los anales médicos; una enfermedad
incurable; una espléndida llaga destinada a no
cicatrizar.
..... -El sueño
-me dijo un día mi amigo- es nuestro doble: una especie de hermano
gemelo al que, de no mediar un acto de voluntad sobrehumana,
permaneceremos unidos durante toda nuestra vida. Hasta ahora, nadie,
que yo sepa, ha intentado desprenderse de él. La operación es más que
peligrosa, y los dolores que sin duda provoca, o son superiores a
nuestra capacidad para soportarlos, o las ventajas que aquélla nos
ofrece, si es llevada a cabo felizmente, no alcanzan a compensarnos de
ellos.
..... -Si es así
-murmuré, pues mi facilidad de palabra en ese entonces era escasa-,
¿qué motivos tienes, no ya para desear esa separación que consideras
imposible, sino para detenerte en un pensamiento tan superfluo; tú,
que eres por naturaleza inclinado a la acción, que nunca te has
propuesto nada que no pudieses realizar en el acto?
..... En los labios de mi amigo se dibujó una sonrisa a
la vez dulce y amarga, no exenta de cierto misterio
turbador.
..... -Escucha -me
dijo, extendiendo ambos brazos sobre la mesa, las palmas de las manos
vueltas hacia mí-. Sabes de más que un carácter como el mío no cambia
de la noche a la mañana.
..... Estas dos
últimas palabras me estremecieron visiblemente.
..... -¿Entonces?
.....
-Cada 1111 años, un hombre, entre millones de semejantes suyos, puede
intentar disociarse de su propio sueño, sea asimilándolo a su vigilia,
sea dotándolo de los atributos necesarios para que la naturaleza lo
confunda con uno de sus hijos. Ese hombre del que hablo es el único
capaz de exponer objetivamente las ventajas de la vigilia absoluta. Te
hablaré de dichas ventajas...
..... -Amigo mío
-le dije, con una voz turbada por la emoción-. A no dudar, tu
inteligencia es infinitamente superior a la mía. Igual cosa puede
decirse de tu cultura científica y humanística; mientras tú dominas
más lenguas muertas y vivas de las que puedo enumerar, yo apenas logro
expresarme en mi lengua materna. No en vano has enceguecido sobre los
libros cuando yo vagaba de un lado para otro entre las cuatro paredes
de esta habitación o en los suburbios de esta ciudad maldita. Con
todo, me atreveré, para tu bien, a formular la opinión en que tengo
las palabras que has dicho y las que estás por decir. Amigo mío, te
extravías. El hilo demasiado extenso y fino de tu pensamiento, debe
ser cortado antes de que te conduzca a regiones de las que no
regresarás. Recuerda que nuestros deseos deben estar en proporción a
nuestra capacidad para saciarlos, y que, si se extralimitan, nos
conducen a la rina. No te sientas llamado a desempeñar un papel que
ignoras si otro, antes que tú, ha desempeñado.
..... Las últimas frases de mi discurso fueron dichas en
alta voz, de una manera delirante. Ya serenado, posé mi vista en el
rostro de mi compañero, esperando sorprender en él una expresión
aprobatoria o, al menos, inquieta.www.letras.s5.com
..... Nada de eso;
la más profunda quietud y seguridad interiores se reflejaban en sus
rasgos.
..... Pero, a
partir de esa noche, mi amigo guardó silencio durante muchos
días.
..... En la actualidad desempeño un
sinnúmero de pequeños oficios. Ninguno de ellos por sí mismo me
permitiría vivir, y las rentas que me proporcionan en conjunto apenas
cubren mis necesidades, por lo demás ínfimas. Creo, sin embargo, en la
necesidad de que el ciudadano se especialice, para beneficio suyo y de
la colectividad. Aunque esta ciudad en que habito me es casi
desconocida y, en consecuencia, puedo decir que no la amo, he
intentado varias veces serle útil mediante el aprendizaje de una
profesión bien definida. Mis esfuerzos no han sido recompensados. En
primer lugar, soy demasiado viejo para entrar como aprendiz en los
talleres artesanos y, en segundo lugar, mi casi absoluta falta de
capacidad para concentrarme en una actividad dirigida, hace de mí una
presa poco codiciable por los maestros.
..... Después de todo, no me quejo de mi suerte. De mi incapacidad
obtengo algunas ventajas. Llevo una vida agitada y caótica, como mis
pensamientos. Me desplazo, de escenario en escenario, a una velocidad
incomparable. Mis ocupaciones se diferencian entre ellas tanto como mi
rostro de sí mismo, según las emociones que me embargan. Durante
quince días he hecho de ayunador en una feria de los arrabales; he
sido incorporado al ejército y expulsado de él cada vez que la ciudad
se ha visto en peligro de caer en manos de sus enemigos. No por
indisciplina, sino por falta de instintos miliares. Un hombre de
ciencia me hace entrar todas las mañanas en su laboratorio. Me examina
con minuciosidad, incansablemente. Encuentra que mi organismo ofrece
curiosas anomalías e inexplicables lagunas. "Tu vida -me ha dicho- no
está en tu cuerpo, sino en alguna otra parte. Un hombre cualquiera no
podría vivir sin los órganos que en ti no se han desarrollado
suficientemente." En las noches frecuento las alfarerías subterráneas,
donde ancianas bellísimas y pobremente vestidas se dedican a la
fabricación de complicadas figurillas de barro perfumado. Yo les hablo
del mundo exterior, del que ellas tienen una confusa noción, que
coincide en todo con la idea que he logrado formarme de él. Entre las
alfareras soy admirado por mi habilidad para modelar y pintarrajear
toda clase de animalillos fantásticos, que me reportan algunas
monedas. Eventualmente, soy aguatero o hago pequeños papeles mímicos
en los circos ambulantes. Mi sentido musical hace de mí un flautista
muy solicitado para las bodas y bautizos.
..... Por las tardes, cuando no tengo nada que
hacer y la melancolía empieza a apoderarse de mí, me deslizo hacia los
barrios inferiores. Allí comparto mis alimentos con algún vagabundo.
Cuando las circunstancias no me deparan compañeros pacíficos, es tanto
mi miedo a la soledad, que no desdeño las posibilidades de atraerme
las simpatías de los ladrones y los asesinos. Entre éstos y aquéllos
he hecho algunas amistades, poco durables, por cierto, pero profundas.
Cuando he visto sus cadáveres suspendidos por el cuello a lo largo de
las calles de la ciudad, no he podido dejar de sollozar. En general,
sólo evito encontrarme con los mendigos ciegos, que están siempre
demasiado ávidos de mi palabra y que parecen sentir por mí una especie
de sórdida ternura.
..... No es que no
tenga dificultades con la gente: más de alguien me ha abofeteado
cuando le he propuesto que durmiese conmigo. Es inútil que trate de
explicarles el sentido de mi invitación. Sé que las costumbres de un
pueblo poco numeroso en relación a la inmensidad de sus dominios,
condenan, justificadamente, el vicio solitario, la esterilidad y, con
mayor razón, las inversiones sexuales. Ni siquiera la gerontofilia,
vicio muy común en regiones menos civilizadas y que, dada mi noción
defectuosa del tiempo, comprendo a la perfección, hace estragos entre
nosotros. Las bellas alfareras han sido recluidas en sus subterráneos
para evitar a la juventud los dolores de un amor imposible, y los
ancianos públicos desarrollan su actividad patriarcal en recintos a
los que no se llega sino con una recomendación especialísima o en
cumplimiento de misiones oficiales. Estoy perfectamente enterado de
todo esto, y agradezco, en el fondo, a mis amigos que se limiten a
vapulearme con ocasión de esas invitaciones que les hago en los
momentos de mayor intimidad. Si ellos perteneciesen a las clases
privilegiadas, mucho más prejuiciosas, mi reputación estaría ahora por
los suelos y, con seguridad, se me hubiese recluído.
..... Pero si por una parte es encomiable el silencio que
guardan los delincuentes respecto de mis palabras comprometedoras, por
otra, hasta a mí mismo, que soy su beneficiado, me parece digno de
censura. Ese silencio, más que el efecto de una libertad y profundidad
de pensamiento, lo es de una ciega y perniciosa relajación de las
costumbres. Prueba de ello es que, sin comprender la pureza de mis
intenciones, éstas, que despojadas de dicha pureza me parecerían
abominables, les parecen a ellos, a lo más, inconvenientes.
..... En algún
punto de la ciudad hay, sin embargo, un hombre: mi semejante, que no
enrojecería ni me maldeciría si intentase arrastrarlo, al atardecer,
por la escalera de caracol que conduce a mi desnudo y estrecho
aposento. Durante sus años de formación y mis años de progresiva
lucidez mental, él y yo vivimos tan estrechamente unidos y separados
como Narciso y su imagen reflejada en la superficie de un espejo.
Desde el amanecer hasta el crepúsculo, mi amigo permanecía inmóvil, el
rostro entre las manos, siguiendo el infinito hilo de su pensamiento a
través de un laberinto que se hubiera creído circular. Entonces, una
gran laxitud me embargaba. Como no tuviese problemas que resolver a
corto plazo, me tendía yo en nuestro lecho común, los brazos cruzados
bajo mi pequeña cabeza, o me deslizaba por la habitación como una
sombra, deteniéndome de tarde en tarde a us espaldas. Llegada la
noche, como no lo retuvieran sus intereses en el centro de la ciudad,
se tendía mi amigo junto a mí y, como a dos líneas paralela, nos
reunía el sueño en lo infinito. Era el momento en que el universo se
coloreaba para mí y la sangre comenzaba a circular acompasadamente por
mis venas. Como a un prisionero al que de súbito se le abren las
puertas de su celda y al que un ángel le indica la salida con un dedo
de fuego, todo me parecía conducir a una región sin sombra. A través
de mis párpados entornados examinaba yo el rostro de mi compañero, y
el amrgo rictus de sus albios no menoscababa el placer que me
proporcionaba su presencia. Entre él y yo se extendía un espacio
intensivo, no mensurable en su invisibilidad, pero que, como una
lámina transparente, nos hacía insensibles el uno al otro. Sus más
secretos pensamientos me eran, por el contrario, revelados. No en lo
que tenían de claro y distinto, no en su orden y extensión formales,
sino en su profundidad y en su vida. Distinguía en ellos, con una
mirada certera, lo esencial de lo superfluo, y gustaba de ordenarlos
como un ajedrecista consumado ordena las piezas de un juego de
principiantes, hasta situarlas en su justa peligrosidad. Sé que mi
proceder no era del gusto de mi amigo; pero me era imposible
escatimarle los beneficios del que yo creía un impulso generoso.
Cuando he reflexionado en las razones que mi compañero de lecho ha
podido tener para abandonarme, la más plausible de todas me sigue
pareciendo la de que, en su excesiva sensibilidad, no pudiese reposar
a sus anchas junto a un ser estragado por una vigilia clarividente.
Más de una vez despertó en el momento en que mi poder adivinatorio
respecto de él se intensificaba al máximo. Esto no significa, de
ningún modo, que yo lo juzgase menos piadosamente que de costumbre.
Jamás he juzgado a nadie; con mayor razón mi amigo, objeto de mi más
absoluta comprensión, ha escapado a mis dictámenes; caso de que éstos
pasen a formar parte, en lo sucesivo, de mi bagaje
mental.
.....
-¿Estás despierto
verdaderamente? -me preguntaba mi amigo, envolviéndome en una mirada
penetrante. Yo no sabía, de buenas a primeras, qué contestarle.
Despierto ejercía él sobre mí un poder superior a mis fuerzas para
soportarlo. Su lucidez era mucho mayor de la que era yo capaz de
concebir mientras duraba su reposo. www.letras.s5.com
..... Sin mentirle, podía yo articular un sí desprovisto
de toda convicción. Despierto él, el sueño o el letargo se apoderaban
de mi cuerpo y de mi alma como el alba de la noche.
..... -Escucha, entonces... -su voz adquiría un tono
apremiante, patético-, ¿Sabes tú en qué se diferencia un hombre
dormido de otro despierto?
..... -Tal
vez...
..... -En que el
despierto sabe quién es, y el dormido no lo sabe.
..... Un silencio. Mi amigo acercaba su rostro al mío, la
mirada brillante y, casi tiernamente, como una madre que interroga la
lección a su hijo, murmuraba:
..... -¿Quién eres
tú?
..... Mi turbación se hacía en ese momento
indescriptible. Pero, con todo, intentaba contestar su
pregunta:
..... -Yo soy...
tú.
..... De antemano sabía que esta respuesta,
que en labios de una muchacha enciende a su amante, no tendría para él
el menor encanto. También yo la formulaba a desgano, y estaba lejos de
querer conmoverlo con ella. Nunca mi afecto por él parecía más débil
en su fundamento. Llegaba casi a odiar su superioridad sobre mí.
Cuando, desilusionado, cerraba nuevamente los ojos, más para evitar mi
vista que para conciliar un sueño que le era difícil reanudar, yo
sonreía con alivio, como si me hubiesen quitado un gran peso de
encima.www.letras.s5.com
..... Ayer tuve ocasión de recordar un
suceso ocurrido hace algunos años y al que mi memoria fuera infiel. Le
he pedido a un copista, que se divierte en sus ratos de ocio con mi
facilidad para asociar palabras, que lo anote en un trocito de
pergamino, y me he propuesto hacérmelo leer cada vez que empiece a
olvidárseme. Es posible que esté por fin en posesión de la verdad;
aunque no veo el beneficio que ella pueda reportarme. Mi amigo me ha
abandonado por una razón demasiado sencilla para que yo la hubiese
descubierto. En una oportunidad me adelanté a sus deseos,
realizándolos por mi cuenta y riesgo. Deseaba demostrarle que sus
sentimientos respecto de cierta muchacha no debían ser sino de una
naturaleza puramente animal. Yo estaba seguro de que ella no merecía
otra cosa. El no era de mi opinión; aunque no nos explayamos sobre
nuestras diferencias, él por pudor y yo por temor de malquistármelo,
ambos las conocíamos de sobra. Es más, la mucha cautela con que
procedí a sus espaldas no impidió, ésa fué al menos mi impresión, que
él siguiera el desarrollo de una tesis que luego no tuve el ánimo de
desarrollarle oralmente. Triunfé, sin embargo, en esa oportunidad,
cuando creía haberlo echado todo a rodar. Mi amigo olvidó su pasión al
comprobar que el objeto de ella estaba muy por debajo de la idea que
se había formado a su respecto. La muchacha se me entregó sin
conocerme y en circunstancias que la delataron como a un monstruo de
obscenidad.www.letras.s5.com
..... La escena revivió en mí con fuerza al divisar a mi amante de
unos minutos entre las columnas que sustentan la entrada del templo.
Del interior de éte emergía una de esas procesiones que nos atrean la
burla de los paganos: "Un ejército de viejas para le defensa de Dios".
Los ecos de un cántico desgarrador llegaban hasta mí, mezclados al
griterío de una muchedumbre electrizada por el resplandor de las
antorchas. No era de noche; sin embargo, como desde hace algunos días
un inexplicable malestar me impide entregarme a mis ocupaciones
habituales, vagaba yo al acecho de una oportunidad de distraer mis
pensamientos y la encontré en la figura de esa muchacha que a primera
vista me resultó difícil distinguir de sus compañeras, como ella
jóvenes y vestidas, según lo exigía la ocasión, de rigurosa púrpura;
las manos enlazadas, formando un ángulo en el regazo, y el rostro
piadosamente inclinado, me hicieron pensar en la inmensurable riqueza
de hipocresía que se esconde en cada mujer. Imposible distinguir,
respecto de ella, dónde termina la realidad y empieza la ficción. Sólo
yo era capaz, en ese momento, de no caer en la trampa de la apariencia
y reconstituir la desnudez de una cortesana bajo los hábitos de una
virgen entregada al éxtasis religioso.
.....
Me acerqué más a ella, pues mis ojos debilitados por la falta de sueño
podían engañarme. Por otra parte, debo reconocerlo, su hermosura
volvió, como antaño, a turbar mis sentidos. Comprendí, a pesar mío,
que en mi relación con ella el mero deseo sexual no había dejado de
jugar un papel de importancia. Acaso el propósito de desengañar a mi
amigo -me dije- haya sido la justificación de un acto menos generoso
en su fundamento. Recordé, con un progresivo sentimiento de
culpabilidad, los preliminares de una escena de la que no me pude
sustraer como mero espectador y testigo, y a la que una fuerza ciega
terminara por arrastrarme, recompensándome en goces lo que había
perdido en dignidad moral.proyecto
patrimonio
..... Dicha escena
tuvo lugar en un cementerio público, al atardecer de un día radiante.
En contradicción con la vitalidad exacerbada de un paisaje inundado de
perfumes vegetales, la muerte había determinado que se cavase allí la
tumba de un hombre respetable. La ceremonia se prolongó largo rato,
como si el propio cadáver y sus portadores hubiesen acordado apoyar
mis propósitos. Yo me había delizado entre el grupo familiar que,
alrededor de la fosa recién abierta, esperaba el resto de la comitiva
al que se le confiara el ataúd. Nadie reparó en mi presencia a causa
de la tristeza, salvo la hija del difunto, víctima del asedio de mi
mirada. Este es el momento de referirnos a ciertos poderes de que
estoy dotado y que ejerzo, en especial, sobre las mujeres. No obstante
mis ojos sean pequeños y estén demasiado hundidos en su órbitas para
escapar a un observador de la fealdad humana, es muy grande el influjo
que tienen sobre las naturalezas sensibles. Como ciertos animales
salvajes, puedo provocar en mis víctimas una especie de consentimiento
letárgico por el solo hecho de mantenerlas, durante unos instantes, en
mi campo visual. En esa oportunidad la sumisión de la elegida me
ahorró trabajo. Desde el primer momento depuso toda resistencia y
pareció ansiosa de encontrarse a solas conmigo. Su rostro, humedecido
por las lágrimas, se contrajo en un gesto lascivo y su mentón temblaba
flojamente. Así fué cómo, una vez que el sepulturero terminó su tarea
al compás de cánticos rituales; apenas el cortejo se desbandó en
dirección a la ciudad; próxima ya la noche, ella y yo, aprovechando el
desorden y olvido generales, nos escabullimos hacia una cripta,
ocasionalmente abierta. En un abrir y cerrar de ojos ambos estuvimos
desnudos, bajo la débil claridad de una lamparilla de aceite. Mi sexo
hipertrofiado, del ancho de un cuerno de buey, no me impidió entrar en
ella holgadamente. Adheridos el uno al otro, con una fuerza convulsiva
y poderosa, rodamos haciendo círculos en el suelo y golpeándonos en
las aristas de los catafalcos. Yo había pedido todo dominio sobre mí
mismo. Dejó de preocuparme la posibilidad de que los gritos de mi
compañera hiriesen los oídos de los guardianes del cementerio. Ignoro
cómo pudimos salir de éste, después de una sesión que se prolongó
hasta el amanecer, sin que se nos detuviera. La puerta principal debe
haber estado cerrada con llave, y sólo provisto de largas sogas es
posible escapar por el extremo opuesto a ella, limitado por un abismo
profundo.
..... La procesión se desplazaba ya a
algunas cuadras del templo. Me le incorporé y acompasé mis pasos a los
de mi amante. Marchábamos juntos, pero pasó mucho rato, acaso horas,
antes de que notase mi presencia. Tanta era su abstracción o mi
insignificancia. Por último, como me apoyase en su brazo para no
resbalar -apenas me sostenía sobre mis pies-, fijó en mí una mirada en
que el fastidio, la indulgencia y, finalmente, la indiferencia más
absoluta se sucedieron a una velocidad vertiginosa. Decididamente, no
me había reconocido. Herido en mi orgullo, demostré, una vez más, mi
inescrupulosidad. A los oídos de mi compañera deslicé un sinnúmero de
frases soeces en las que se mezclaban, por iguales partes, los
recuerdos comunes y las exigencias que en su nombre me permitía
hacerle para el porvenir.proyecto
patrimonio
..... El silencio con
que respondió a mis palabras era el efecto de un desprecio tan
profundo, que le impedía devolvérmelas. Puede que mi voz no llegase
hasta ella, interceptada por el rumor de la procesión e impotente para
sobreponérsele. De hecho mi compañera siguió su marcha sin que en su
rostro se alterase un rasgo. Fué entonces cuando caí en la cuenta de
que mi imaginación excesiva había podido jugarme una mala pasada.
Acaso nunca poseí yo a esa muchacha, digno modelo de los artistas de
la corte. En mi juventud resolvía con tal facilidad las situaciones en
que me hallaba, que hoy en día sospecho no todas fueron igualmente
reales. www.letras.s5.com
..... Imbuido en estos pensamientos que me llenaban de
espanto, e incapaz de seguir una marcha tal vez interminable, tomé
asiento en la primera piedra que encontré en el camino. Pronto la
procesión desapareció de mi vista, mientras la noche se apoderaba,
vertiginosamente, del espacio. Las luces de la ciudad se encendieron y
apagaron, en tanto yo recuperaba mis fuerzas. Algunas continuaron
encendidas, pero la tiniebla me impedía calcular la distancia a que me
hallaba de ellas. "En una de esas habitaciones iluminadas -pensé-, mi
amigo se entrega a los placeres y dolores de una vigilia sin término.
Ha conseguido su propósito. Ha cortado la maravillosa flor de su
conciencia del tallo que la hundía en lo obscuro; pero la flor
languidece, sin alimento, y mi amigo comprende, demasiado tarde, el
alcance de su acto. El vencedor es a su vez vencido por la magnitud de
su triunfo, y la bella columna, elevada en arenas movedizas, se hunde
bajo su propio peso. Unos momentos más y su desaparición será
completa."
..... Elegí, al azar, una de
las ventanas iluminadas. Reuniendo todas mis fuerzas, me puse en
camino hacia ella. Al cabo de unos segundos corría desbocadamente,
como un animal de regreso a su redil. Privado, durante mucho tiempo,
de esa luz interior en que los seres humanos se reflejan y revelan sus
propios pensamientos y deseos, ella resplandecía ahora en mí con tal
poder, que amenazaba consumirme. Pasé revista mentalmente a todos mis
actos pretéritos, y no pude sino expresar, a gritos, el disgusto que
me producían. Como si otra persona los hubiera cometido con el
propósito de envilecerme. Las últimas palabras que mi amgo me confiara
sonaban y resonaban en mis oídos: "Todo lo que la vigilia nos permite
conquistar, nos lo arrebata el sueño. Una ley insidiosa exige que la
altura a que nos hemos remontado libremente esté en proporción a la
profundidad a donde nos precipita con las manos atadas... Es necesario
infringir esta ley. Es necesario que el sueño y la vigilia se
confundan o se separen definitivamente..."
..... En mi ansiedad, elegí ien. Una a una se
extinguieron las luces de la ciudad, menos esa hacia la que me
dirigía. Temblando, subí la escalera que conduce a mi habitación,
naturalmente desierta. La lámpara, bajo la cual paso largas veladas de
meditación y estudio, ardía para sí misma, en medio de una soledad
dolorosa. Soy olvidadizo, y la dueña de casa me ha amenazado varias
veces con la expulsión por hechos como éste. Un pensionista no se
puede permitir el lujo de dejar encendida la luz de su
pieza.
.....
Esta mañana desperté en una posición absurda. El sueño se vengó de mi
obsesión por vencerlo, sorprendiéndome en el momento en que me dirigía
al lecho. No estaba totalmente de pie, pero el gesto de mi mano sobre
el respaldo de la silla indicaba a las claras mi intención de
sustituir a ésta por aquél. En compensación, creo que nunca he estado
más próximo al triunfo. Hay un punto en que el instinto y la razón, el
sentimiento y el pensamiento, el sueño y la vigilia se asocian en un
abrazo radiante. Mi vida no ha sido sino un largo y penoso intento de
encontrarlo. Quienes como yo comprenden que sólo la exacerbación de la
conciencia nos permitirá atravesar inmunes esta época de pesadillas
aprobarán el sentido y el giro de mi aventura. Estas líneas son el
primer testimonio "escrito" de ellas. Las redacté en el instante,
llamado en lenguaje profano, del despertar. Ignoro si al término del
sueño o al principio de la vigilia o, como lo espero, entre ambos
estados. Hecho que podré comprobar cuando pueda hallarlas y releerlas;
pues, lamentablemente y misteriosamente, se han extraviado en una
habitación en la que eran lo único visible.
* * *
ENRIQUE LIHN C: nació en septiembre de 1929.
Hizo sus estudios humanísticos en el Instituto Nacional.
Posteriormente ingresó a la Escuela de Bellas Artes, para ser
atraído hacia la literatura, movido por irrefrenable vocación.
Su obra es múltiple, inédita, gran parte extraviada. Publicó
en 1949, en la Casa Nacional del Niño, un libro de versos,
"Nada se Escurre". El crítico literario de "El Mercurio",
Alone, seleccionó uno de aquellos poema, incluyéndolo en su
Antología de poesía chilena. Como poeta, su madurez lírica,
expresiva, es innegable. Actualmente tiene otra obra de
poemas, "Día a Día". Trbaja, asimismo, en una pieza de teatro,
"En la Sombra", y en una colección de "nouvelles", que ha
denominado "Hágame Usted el Favor de Vivir". ... Cuentos suyos han aparecido en el
Boletín Literario del Instituto Nacional y en "El Diario
Ilustrado". El que aquí presentamos muestra con cierta pureza
la inquietud actual de este joven escritor. Su afán
racionalista, metafísico, conmovido por los ecos que los actos
y experiencias humanos despiertan. Atento a esos
ecos. ... Prosa densa, difícil,
enriquecida por la confusión de lo onírico y lo vigílico, hará
al lector que la atraviese,salir por último -naturalmente que
por otro lado del punto de acceso- con la conciencia de estar
ante un ecritor de gran jerarquía creadora. Por su capacidad
de estudio, por su rigurosa e implacable formación cultural,
Enrique Lihn entregará, en un futuro muy próximo, obras de
vasta significación dentro de nuestra nueva
literatura.
* * *
¿Qué entiende usted
por cuento? ...
-"Cuento es una representación en palabras de un acntecimiento
objetivo o subjetivo. Ejemplo: un hecho policial, un sueño.
Difiere el cuento de la novela, acaso fundamentalmente, por su
extensión".
|
en Antología
del Nuevo Cuento Chileno
Enrique Lafourcade
Editorial
Zig-Zag. Santiago de Chile
1954