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"¡Cómo!", exclama un publicista que podríamos inscribir de inmediato
en la categoría de los filisteos, esgrimiendo la novela recién
aparecida de Enrique Lihn: "Si no piensa en ser Chile. Se parece
muchísimo más a Cuba".
..... La
exclamación del publicista, con su ingrediente de interesado alborozo,
era un buen ejemplo de ceguera crítica, y resultaba difícil determinar
si provenía de la astucia, de la inocencia o de la simple no
lectura.
..... La novela de Lihn tiene
antecedentes abundantes y diversos en la literatura moderna,
antecedentes que pueden remontarse a las Impresiones de Africa,
de Raymond Roussel, publicadas en 1910, e incluso a los Cantos de
Maldoror, de Lautréamont, que datan de la segunda mitad del siglo
pasado.
..... La relación de una
literatura de esta especie con realidades históricas como la del París
de Napoleón III, el Africa de los exploradores europeos, la Cuba de
Fidel Castro o el Chile de hoy, son, precisamente, imposibles de
analizar en los términos habituales en el periodismo criollo. La
República Independiente de Miranda es un espacio literario, fundado
por la palabra, y sin existencia ninguna fuera del terreno de las
palabras. De ahí el título de la novela.
..... La República de Miranda no es ni siquiera a
Cuba o Chile en condición de caricaturas. El género de la caricatura
utiliza la deformación para lograr una precisión más aguda. Tiene que
dar en su blanco y exhibir detalles que revelen con toda claridad a
quién se refiere el caricaturista.
.....
Lo esencial en el texto de Lihn, en cambio, es la ambigüedad. Miranda
es y no es todas las cosas. Apenas el narrador aparece embarcado en
una pista, introduce algún elemento que borra todas las huellas. Por
ejemplo, la República no ha sido nombrada así en homenaje al héroe
venezolano sino al personaje de La Tempestad, de William
Shakespeare.
..... Si las Impresiones
de Africa contienen, de un modo burlón y paradójico, un inventario
de objetos e imágenes europeas, El arte de la palabra aspira,
en alguna medida, a ser un catálogo de la fraseología latinoamericana.
Roussel describía las cosas con una nitidez enigmática, equivalente a
los enigmas de la pintura de Giorgio de Chirico. Enrique Lihn se mueve
en un mundo de frases gaseosas. El narrador de su novela ha tenido que
elegir "entre el silencio y la cháchara", y ha optado por enhebrar un
texto escogiendo chácharas de diferentes orígenes. Lo curioso es que
la fraseología de Enrique Lihn, con toda su opacidad, es enteramente
reconocible. El juego verbal, por momentos exasperante, adquiere al
final, por un efecto de acumulación, una calidad corrosiva.
..... Al trabajar con los lenguajes al uso, desde
los finiseculares de don Gerardo de Pompier hasta los de las tribunas
contemporáneas, Enrique Lihn ha vuelto a escribir un libro sobre los
intelectuales y el poder. Dentro de la opacidad y la ambigüedad de sus
significados, es el tema central de El arte de la
palabra.
revista Mensaje Nº
296
enero-febrero de
1981