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¿Cuáles fueron tus primeras relaciones con la literatura, con la
lectura?
.......... Más que la lectura
de un libro, yo recuerdo que mi mamá me leía una colección que estaba en
la Biblioteca Fantástica, que Blanca Santa Cruz Ossa publicaba en la
Editorial Zig-Zag. Desde ese momento yo comencé a juntar una serie que
contenía cuentos folklóricos de distintos países.
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¿Eras muy mal alumno?
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Claro, pésimo. Pienso que en parte se debía a que yo desplazaba
mucho más energías hacia la "cosa artística", es decir, fundamentalmente
el dibujo, la literatura y el teatro...
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¿Te interesaba el teatro?
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Creo que yo era un histrión, y que utilizaba ese histrionismo en
diversos planos para escamotear ciertas realidades de competencia física
en las cuales yo creía que no tenía aptitud. Siempre tenía problemas
para enfrentar el heroísmo físico, quizá porque yo había sido muy
apollerado, había vivido mucho con mi abuela materna, que me trataba
como a un caballero del siglo XIX. Eso me hacía sentir como una persona
grande, y me gustaba.
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¿Desde el comienzo, entonces, lo artístico fue una manera de enfrentarte
con las cosas o de escaparte de ellas?
.......... Era para lo que yo tenía temperamento.
Yo provenía de una familia artística. Me motivaba mi propia abuela
materna, que también era un eje del matriarcado familiar. Ella me motivó
mucho, cuando yo aún era un niño analfabeto. En esta casa vivía mi tío
Gustavo Carrasco, que era un dibujante extraordinario. Trabajaba como
ilustrador en Zig-Zag y otras editoriales y era profesor de la Escuela
de Bellas Artes. Mi actitud era muy imitativa respecto de él, porque yo
pasaba largas temporadas en la casa de mi abuela, recluido, introvertido
en su taller de la calle Santo Domingo esquina Cumming. Yo también
posaba para él. Fui su modelo para las ilustraciones del libro David
Copperfield, de Dickens. Él me motivaba, me mostraba libros de arte.
Yo dibujaba y hacía unos pegoteos con papeles de volantín coloridos.
Hice una serie sobre San Francisco de Asís, porque mi abuela era hincha
de este santo (...)
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Tu has sido uno de esos extraños casos de una persona que entró a
estudiar muy joven a la Escuela de Bellas Artes.
.......... Claro. Seguramente por la influencia de
mi tío Gustavo y porque mis inclinaciones artísticas eran fuertes, entré
a Bellas Artes a los doce años. Insistí tanto, que me admitieron.
Lógicamente lo que tendría que haber hecho era entrar a la escuela y al
mismo tiempo a un liceo que funcionaba paralelamente con la escuela.
Pero a esas alturas yo odiaba los colegios. Entré como alumno vespertino
a estudiar dibujo y al ao siguiente ingresé al curso de Pablo Burchard,
cuando tenía trece años. Era el más chico de la escuela. Mi papá
simplemente ya había tirado la esponja y decidió que yo hiciera lo que
quisiera. Entonces empecéuna vida bohemia a sa edad. Me ediqué a
trabajar mucho en pintura, al punto que andaba dibujando hasta en los
buses. En el Parque Forestal teníamos unlugar de concentración:
prácticamente vivíamos ahí.
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La famosa cultura del Forestal.
Había todo un ambiente que
contribuyó, curiosamente, a que los alumnos de la Escuela de Leyes de la
Universidad de Chile se radicaran en el Parque Forestal. Muchas
veces iban a estudiar ahí. Jorge Edwards, por ejemplo, que estudiaba
Derecho.
.......... Jorge Edwards se
paseaba con sus libros por ahí. Era muy cabrito cuando lo conocí y en
ese tiempo vivía en una casa en la Alameda, que, para gran sorpresa
nuestra, después se convirtió en el Club Peruano. Era una casa señorial,
con un papá con mucha plata y donde nosotros nos filtrábamos medio
clandestinamente. A veces llegábamos a comer tarde, las doce de la
noche. Una vez que nos asomamos a una hora imprudente, el papá de Jorge
nos enfrentó y nos increpó. Me miraba y le preguntaba a Jorge "¿Quién es
este melenudo, este chascón?" Jorge estaba totalmente bajo
control.
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Ahí aparecen, entonces, tus inquietudes literarias...
.......... Aparecen en la misma Escuela de Bellas
Artes. Yo había tenido un pequeño éxito con una exposición de dibujos
que hicimos en conjunto con mi compañero Luis Diharce, pero a partir de
cierto momento comenzó una especie de decadencia de mi vocación
plástica. Ahora me doy cuenta de que en esa época tenía la sensación de
que mis dibujos eran ilustraciones de textos que no podía
escribir.