.....................................................Enrique Lihn
 


ENRIQUE LIHN
(1929 - 1988)

DIARIO DE MUERTE


[ Nada tiene que ver el dolor...]

Nada tiene que ver el dolor con el dolor
nada tiene que ver la desesperación con la desesperación
Las palabras que usamos para designar esas cosas están viciadas
No hay nombres en la zona muda
Allí, según una imagen de uso, viciada espera la muerte a sus nuevos amantes
acicalada hasta la repugnancia, y los médicos
son sus peluqueros, sus manicuros, sus usurarios usuarios
la mezquinan, la dosifican, la domestican, la encarecen
porque esa bestia tufosa es una tremenda devoradora
Nada tiene que ver la muerte con esta imagen de la que me retracto
todas nuestras maneras de referirnos a las cosas están viciadas
y éste no es más que otro modo de viciarlas
Quizá los médicos no sean más que sabios y la muerte -la niña
de sus ojos- un querido problema
la ciencia lo resuelve con soluciones parciales, esto es, difiere
su nódulo insoluble sellando una pleura, para empezar
Puede que sea yo de esos que pagan cualquier cosa por esa tramitación
Me hundiré en el duelo de mí mismo, pero cuidando de mantener
ciertas formas como ahora en esta consulta
Quiero morir (de tal o cual manera) ese es ya un verbo descompuesto
y absurdo, y qué va, diré algo, pero razonable
mente, evidentemente fuera del lenguaje en esa
zona muda donde unos nombres que no alcanzan a ser
cuando ya uno, qué alivio, está muerto, olvidado ojalá previamente de sí mismo
esa cosa muerta que existe en el lenguaje y que es
su presupuesto
Invoco en la consulta al Dios
de la no mismidad, pero sabiendo que se trata
de otra ficción más
sobre la unión de Oriente y Occidente
de acápites, comentarios y prólogos
Un muerto al que le quedan algunos meses de vida tendría que aprender
para dolerse, desesperarse y morir, un lenguaje limpio
que sólo fuera accesible más allá de las matemáticas a especialistas
de una ciencia imposible e igualmente válida
un lenguaje como un cuerpo operado de todos sus órganos
que viviera una fracción de segundo a la manera del resplandor
y que hablara lo mismo de la felicidad que de la desgracia
del dolor que del placer, con una sonriente
desesperación, pero esto es ya decir
una mera obviedad con el apoyo
de una figura retórica
mis palabras no pueden obviamente atravesar la barrera de ese lenguaje
......................................................................................... / desconocido
ante el cual soy como un babuino llamado por extraterrestres a interpretar
el lenguaje humano
Ay dios habría que hablar de la felicidad de morir en alguna inasible forma
de eso que acompañó a la inocencia al orgasmo a todos y a cada uno
de los momentos que improntaron la memoria
con impresiones desaforadas
Cuando en la primera polución
-mucho más mística que la primera comunión- pensabas en Isabel
ella no era una persona sino su imagen el resplandor orgástrico de esa creatura
que si vivió lo hizo para otros diluyéndose para ti carnalmente
........................................................................ / en el tiempo de los demás
sin dejar más que el rastro de su resplandor en tu memoria
eso era la muerte y la muerte advino y devino
el click de la máquina de memorizar esa repugnante devoradora
acicalada en palabras como éstas tu poesía, en suma es la muerte
el sueño de la letra donde toda incomodidad tiene su asiento
la cárcel de tu ser que te privaba del otro nombre de amor
........................................................... / escrito silenciosamente en el muro
o figuras obscenas untadas de vómito
tu vida que -otra palabra- se deslizó, sin haberse podido
engrupir en lo existente detenerse en lo pasajero hundir el hocico
feliz en el comedero, golpear por un asilo nocturno
con el amor como con una piedra
la muerte fue la que se disfrazó de mujer en el altillo
de una casa de piedra y para ti de sombra y humo y nada
porque ya no podías enamorar a su dueña, temblando
del placer de perderla bajo una claraboya con telarañas
tienes que reconstituir ese momento ahora que la dueña de la
....................................................................... / casa es la muerte
y no la otra, esa nada ese humo esa sombra
darte el placer de ser ella y de unirte a ella como los labios de Freud
que se besan a sí mismos

 

 

[ De todas las desesperaciones...]

De todas las desesperaciones, la de la muerte tiene que ser la peor
ella y el miedo a morir, cruz y raya
cuando ya se puede pronosticar el día y la hora
Hay una fea probabilidad de que el miedo a morir y la desesperación
................................................................................ / de la muerte sean
normalmente inseparables como la uña y la carne
Recuerdo a un amigo de otros años él huía de noche de
................................................................... / su casa y del hospital
sin más salvoconducto que el que se daría a un condenado en el infierno
se dejaba caer en casa de amigas que no compartían su amor
..................................................... / por ellas, condenadamente bellas
exigía con argumentos propios de la ciencia de la locura
que lo recibieran en esas casas como huésped estable
me parece ver cómo al final de esas conversaciones imposibles
era reconducido a su madriguera por las señoras y los esposos
en medio del gran silencio, él, el gnomo de la selva negra del amanecer
de vuelta a su anticasa
o al aeródromo de los hospitales para que no perdiera su vuelo.

 

 

La Calva

La llamamos la Calva, creemos asistir
todos desde el colegio a su parca lección
o desde más allá cuando nacemos
y ella, medio escondida de la teta materna
nos da la suya
nadie recuerda esa comunión con la noche
nadie recuerda una palabra suya
la jauría se escapa por todas las ventanas
de la sala vacía en que la Calva aburre
al niño de su teta
y además ella es muda como el cine de antaño
pero no gesticula para darse a entender
ni se acompaña del piano de un viejo saltimbanqui
Simplemente está allí donde todos la miran
sin verla, una ceguera que imita a la mirada
Presencia, en todo caso, a la Calva le sobra
En vivo y en directo, es el horror de espectar
-palco la calle- un accidente de tráfico
con sus cadáveres instantáneos y extrañamente irreversibles
A esa calva que hace la ronda de la noche
servicio militar obligatorio
forzada al uniforme o a las gafas oscuras
extrínsecamente asociada al degüello
a la desaparición
Los mendigos también han llegado a lo último
de sí mismos pabilos parpadeantes
serían sus representantes efímeros
y el travesti parado en una esquina
como un guerrero de la mala muerte
Una calva furiosa sobreactúa por ella
la presencia sobrante de esta desconocida
su banalización mejor rentada
aparece en la radio y en la prensa
en la televisión que le pone colores
de irrealidad. La Calva es la vedette
de estos medios que luchan salvo error o excepción
por llenar este mundo de fantasmas vivientes
esos que se electrizan cuando cae un avión y mueren todos
sus pasajeros, cuando el corresponsal
de guerra capta al vuelo lo peor de una masacre
y muere él mismo
La llamamos la Calva para disminuirla
con un feroz apodo y no ..........*
Así es como abandonamos en un ...........*
a nuestra dama y señor de compañía
el poderoso andrógino perfecto
que invisible camina a nuestro lado
toda, toda la vida lo aceptemos o no
y aceptarlo sería lo mejor

No es ella ni él, ni un monstruo ni un demonio
puede domesticarnos si lo dejamos, actúa
su presencia netamente interior
porque la llevamos en la sangre
lo respiramos como el aire y la luz
ella está en la placenta de la madre arrullando
al nonato como la nodriza más íntima

Él si lo deja puede hacernos ver la nuestra
en su cara que se ríe más allá
de la desgracia, pero sin ninguna ironía
saldado el doloroso
precio de la existencia, del río, de la carne
más que los accidentes del camino
La buena muerte dice el dolor es el ser
Y el ser este deseo de ser que ella podría
extenuar si la dejaran, llenar de cabecera
la esporádica ausencia de los médicos
y hacer ver al enfermo de extrema gravedad
la ingravidez de un feroz peso relativo
que significa casualmente existir

...* Ilegible en el original





 

de Diario de Muerte
Enrique Lihn
Textos reunidos y trnscritos por Pedro Lastra y Adriana Valdés
Editorial Universitaria 1998

 

 
 

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