EN 
LAS GRIETAS DE TU ESPALDA
Una lectura del Poemario del Poeta 
Leoncio Luque
 
Por Ronald Castillo Florián
La poesía 
es la máxima expresión del yo interior, de aquel misterioso sentimiento 
que quiere mostrarse y sensibilizar a los demás. Ésta llega cuando 
menos la imaginamos, o cuando más la necesitamos. 
No se trata de 
un simple movimiento pueril de sentarse y escribir lo que venga, sino de plasmar 
aquello que nos interpela ya que no puede ser contenida por más tiempo. 
Al igual que las lágrimas, necesitan nacer, ver la luz para reverenciar 
el sentido de vivir permitiendo así observar aquello que otros no pueden 
ver. Es por tanto un otear desde otro monte, desde otra avenida, desde otra  dimensión; 
otear, respirar y vivir, ello es lo que motiva a sangrar en cada papel y expresar 
lo más puro y hermoso del mundo: la poesía.
dimensión; 
otear, respirar y vivir, ello es lo que motiva a sangrar en cada papel y expresar 
lo más puro y hermoso del mundo: la poesía.
Leer el poemario 
de mi amigo Leoncio, ha sido una experiencia extraordinaria, no sólo por 
la emotividad contenida en cada verso, sino por las innumerables verdades que 
ésta me fue mostrando, verdades que sirven de asideros para descubrir lo 
que es vivir y morir en vida cuando alguien nos deja.
Es la experiencia 
del ser humano que delante de la muerte queda atónito, indeciso y con innumerables 
preguntas, ¿sólo esto, para la ventana?/ ¿sólo 
esto, cubriendo la noche,/ con grandes brazadas de mástiles tu partida? 
Preguntas necesarias en la vida que no necesitan respuesta, pero sí 
formularlas ante la inexplicable desaparición de alguien que quisimos y 
que no tuvimos tiempo de decirle: te quiero.
La muerte es tan natural en 
nuestro ambiente, que a pesar de ello no logramos entender qué es o qué 
la motiva, la conocemos como un hecho pero la mayoría se rehúsa 
experimentar. Sentimos al ser que partió y su recuerdo nos visita cada 
noche ¿cuál es el nombre de guerrero /que adoptaste ahora / Y 
te acercas en mis sueños? Visita bienvenida y esperada, lo consideramos 
un guerrero porque batalló ante aquella niebla que insistía en desaparecerlo.
El 
ser humano vive de recuerdos y esperanzas, pero más aún de sueños 
porque éstos nos permiten evocar momentos con la persona que, ha pesar 
de habernos dejado, no nos abandona.
Y los hombres más valientes 
lloran/ Mientras los niños sólo / Van al cielo; verdad existencial, 
porque para la muerte no hay rodillas que impidan su visita, llega, se apodera 
y se marcha. Ese es el destino. Cruel para algunos, bendito para otros. Es en 
esa circunstancia cuando sentimos que La tarde se incinera,/ La noche se calma 
SIEMPRE, y en ese murmullo nocturno desciframos que no hay marcha atrás 
para aquel proceso, que tiene que ser vivido y aceptado, que forma parte de nuestra 
condición mortal y por lo tanto debe remitirnos a una búsqueda conciente 
de su aceptación, no como un hecho circunstancial, sí como un paso 
importante para seguir viviendo en plenitud en "ese algo" que nos espera. 
Por ello la muerte, así como lo expresa nuestro poeta, no es sólo 
ese concepto, es más, mucho más, es un grabado para siempre en las 
retina, en la memoria, en el universo, tanto así que cada adiós 
deja una marca indeleble en el alma, El día en que te cubría... 
Las cenizas/ La muerte grabó en la roca/ Tu nombre, Martín. 
Es interesante, que a pesar de experimentar distintas muertes a lo largo de nuestra 
vida, a pesar de ser concientes de ello, a pesar de entenderlo, siempre nos queda 
ese granito de desconsuelo y de lucha en contra de lo inevitable. Siempre hemos 
sido así y siempre lo seremos. Nunca nos faltan los famosos "y si 
hubiese hecho esto, y si hubiese hecho aquello", palabras presentes ante 
la vivencia de un acontecimiento, y el poeta, en toda manifestación de 
humanidad no deja de decirlo, a pesar de haber leído versos donde la muerte 
era aceptada, Si hubieras aprendido/ El útil manejo de la espada,/ Estarías 
vivo, al fin y al cabo formulas efímeras porque hasta al más 
diestro le llega el tiempo de la derrota, hasta al más ser humano le toca 
morir. Hasta a la más hermosa flor le toca sufrir.
Después 
de vivir ese largo proceso de duelo y melancolía, llega la aceptación, 
pues lo inevitable es así. Y es donde nos vamos dando cuenta que aquella 
experiencia nos abre un camino nuevo, nos da enseñanzas jamás antes 
recibidas, nos ilustra el concepto de nuestra propia vida, sobre todo nos prepara 
para aquello que un día, queramos o no, vamos a asumir en carne propia. 
Pero aquella enseñanza nos ubica en otro lado del mundo, nos eleva y nos 
permite vislumbrar nuevas emociones, nos cambia el cristal ocular para permitirnos 
mirar con nuevas perspectivas la vida; enseñanza dolorosa pero que es una 
paso imprescindible para el ser humano, lección que jamás imaginamos 
tener pero que se hace importante cuando la vivimos. Es por ello que un adiós 
no es un adiós, la muerte no es la muerte, la ausencia no es ausencia, 
es en esos momentos que todo ello se hace compañía, aquel ser mortal 
que nos ha dejado se convierte desde ese momento en bendición de cada paso, 
en manifestación de alegría, a pesar de habernos robado lágrimas, 
se vuelve ave que nos permitir surcar nuevos cielos y que nos lleva a tierras 
extrañas para decir que Desde un monte,/ observo las estrellas,/ Desde 
donde puede perdonar/ A los hombres, siempre. Duele aprender, pero aquella 
enseñanza nos bendice y permite bendecir a todos; porque todos, un día, 
estaremos en la misma situación. Y cuando nosotros mismos, por esas experiencias 
hayamos entendido lo frágil que es la existencia, y aprendido lo bello 
que es morir-vivir, podremos decir como Martín, en el lecho de nuestra 
bendición: Siento que la muerte ha sido/ Justa conmigo.
En 
las grietas de tu espalda es más que un poemario, siento que es el 
espejo principal del la vida, donde al vernos reflejados percibimos ese crepúsculo 
otoñal de la humanidad, donde el dolor no es ajeno, que nos introduce a 
un nuevo concepto de vida. Sólo que a veces no tenemos tiempo de manifestar 
nuestros sentimientos o no lo creemos necesario porque pensamos que somos eternos. 
Leoncio Luque nos muestra los derroteros de la existencia, nos enseña lo 
doloroso que es escribir con una pena, nos encamina ante ese amor que no ha sido 
manifiesto y que por necesidad del corazón debemos pronunciar para que 
después no sea tarde, que el adiós es hasta luego; y una vez en 
el eterno, al volver a encontrar la miradas, reconociendo al que estaba lejos, 
entendamos que la lección está aprendida y que antes de marcharse 
nos dijo: así es como tú podrás reconocer mi cuerpo*
*Verso 
final del poemario, donde ha sido cambiado: así, es como los hombres/ podrían 
reconocer mi cuerpo.