Luis López-Aliaga
Bazar Imperio
Santiago, LOM Ediciones, 2005, 113 p.
Por Felipe Fuentes Mucherl
Emitido al aire en Programa BELLO BARRIO,
Radio Ciudadanía, 105.3, Agosto 31 de 2005,
Universidad Bolivariana
Después de cuatro años, otra vez Luis López-Aliaga
(Santiago, 1966), nos sorprende con un nuevo trabajo, en esta ocasión
volviendo a la narrativa, en una publicación titulada Bazar
Imperio (2005), y que llega a nuestras manos por gentileza de
LOM Ediciones.
En sentido estricto, sin embargo, lo que encontramos en este último
trabajo son dos nouvelle y un artículo
final, los que comparten como sustrato para su desarrollo, el mundo
de las urbes, lugares retratados como de sobrevivencia, búsqueda,
desenfreno, demencia y persecución, imagen que, de otra forma,
las hace entrar en escena como un personaje más, en medio de
un diálogo omnipresente entre los personajes, los lectores
y ellas mismas inclusive. Los sujetos que las habitan, en la descripción
de López-Aliaga, son tipos jóvenes y que se sienten
carentes, combinación que gatillará la búsqueda
de la satisfacción, la que clara o intuida, siempre estará
conjugada por un contexto lleno de inestabilidad mental o emocional,
y que será, en último término, el encargado de
desatar el clímax de cualquiera de los desequilibrios que cubren
las historias.
En La coca no quiere ir a Varadero, el primer escrito que
presenta en este texto, sus páginas nos llevan y traen de Santiago
de Chile a una cosmopolita New York anterior a la caída de
las Torres Gemelas, dejando ante nuestros ojos, de la mano del nombre
de instituciones y otros lugares y la simpleza de su vocabulario,
la desnudez de la ciudad, en una atmósfera narrativa plena
de riqueza descriptiva y comprensión.
En Tras el legado de Jackie Polino, la segunda parte de esta
entrega, se narra la historia de vida de un hombre (originalmente
Jenny Bruce), desde su nacimiento a su muerte. Historia del denunciador
y del perseguido, una de las cuantas dicotomías que aferran
al personaje, esta narración se sitúa, dentro de su
desenfreno, en medio de la sensibilidad de una época, remota
y próxima, donde el fantasma de la guerra fría aún
ronda.
En las últimas páginas, en un pequeño y nostálgico
artículo titulado El final, López-Aliaga escribe
sobre la ciudad y sus cambios, formula preguntas para sí mismo
y los lectores, y a partir del gran colectivo urbano, comparte algunos
breves fragmentos de conversaciones, entre otras, la sostenida con
una de sus amigas (Juana), en el Café Misiones de la ciudad
vieja de Montevideo, donde a propósito de su pregunta ‘¿cuáles
son los ojos de las ciudades?’, ella le contestará que
‘las ciudades tienen los ojos del que las mira’, lo que refuerza
una de las ideas de este pequeño artículo, esto es que
las urbes serían una suerte de buffet, donde cada uno toma
y conserva lo que quiere.
Felipe Fuentes Mucherl
Estudiante de Arqueología Universidad Bolivariana
Conductor del Programa Radial Bello Barrio