PARA UNA NUEVA TEORIA DEL
RETRATO LA SEDUCCION BIOY
CASARES-DABOVE |
MANUEL
LOZANO
PIEDRA LIMINAR:
................. Dos casos, desafiantemente
personales y extremos, admite nuestra literatura fantástica: Adolfo
Bioy Casares y Santiago Dabove. Anverso y reverso de una misma moneda,
autor de un corpus regular y sistemático a lo largo de más de medio
siglo, uno; escritor de una sola obra póstuma, el otro; famoso -a su
pesar- el primero; retirado del mundo, de los objetos del mundo y de
los hombres, el otro; amante de la palabra escrita, uno; maestro oral,
en la tradición de los evangelios y de Pitágoras, el otro; hedonista
de las tersuras de la vida, el primero; obseso de la muerte y de sus
destellos...
................ Las
fusiones y los contrastes a los que nos someten Bioy Casares y Dabove
son innumerables. Ambos fueron también escépticos a ultranza y
cosmopolitas, apátridas del universo y teogónicos, fervorosos de Swift
y de Poe, razonadores de Hume y de Berkeley pero, por encima de todo,
librepensadores, para usar un arcaísmo que muy pocas bocas dejan caer
en este tiempo. He querido sustraerme a las crasas connotaciones del
sustantivo "retrato". Si bien incluyo el término en el título de esta
nota, tengo la necesidad de declarar que lo hago en un sentido
paródico y de alusiones imaginarias. ¿Acaso las máscaras que simulan
un "retrato" o, inversamente, el tétrico laberinto de una cara, no
proyectan siempre la vigilia de un reino que estamos a punto de
descubrir?
EXTASIS Y RESURRECCION DE
SANTIAGO DABOVE: ESA FEROZ CRIATURA QUE ATRAVESO EL
RELAMPAGO
|
Sus ojos son llama de fuego, y en su
cabeza lleva muchas
coronas con un nombre
escrito que no sabe sino él
mismo...
Apocalipsis XIX, 12
To the clear day whith thy
such clearer light,
When to unseeing eyes thy shade shines
so!
William Shakespeare,
Soneto XLIII
............... ¿Cuál es la representación
ulterior, el diseño más fiel que nos queda de un rostro, acaso el
perdurable, el verosímil, cuando ese rostro ya es polvo, o ni siquiera
eso? Plotino se negaba a la vanidad de ser reproducido en erróneos
retratos que delataran al porvenir (también dudoso) la forma
sensualizada de unos labios, dos ojos empeñados en traducir este
universo insoluble, tal vez la extraña reminiscencia de una nariz
griega. Menos cerca de los dictámenes de Pirrón de Ellis que de las
proposiciones de Berkeley, veía de este lado las sucesivas o
concéntricas ramificaciones del mundo ilusorio que no era sino otra de
las formas de un yo hecho de escorias y cenizas (1).
................. El irisado Leonardo escribiría,
siglos más tarde, que cumplidos los cincuenta años cada hombre tiene
la cara que se merece: una especie de cartografía individual, un
definitivo censo de premios y derrotas, su propia efigie gastada por
él y por los otros bajo incontables días. En un desconocido texto
sobre Montaigne y Whitman, Borges se pregunta: "¿Quién, entre los
autobiógrafos, es un rostro y quién una máscara?", para indagar a
continuación en esas "extensiones mágicas o divinas del principio de
identidad".
............... ¿Cómo
dibujar, en el espacio y el tiempo que me toca, un retrato de mi
cercano Santiago Dabove, nacido y muerto en un mítico Morón del que ya
nadie habla? ¿Empezar por las malditas - y por qué no erróneas- fechas
que la lápida y los diccionarios registran: 1889-1952? ¿Escudriñar la
conjunción de agonía, crueldad y metafísica del extrañamiento que
prefiguran los relatos y poemas de "La muerte y su traje", su único
libro? ¿Recordar (o entrever la nostalgia del recuerdo) de las
incalculables tertulias con su hermano Julio César, Enrique Fernández
Latour, Macedonio Fernández, y a veces un dentista de apellido
Roccatagliata, en esa habitación destartalada de Morón que el mismo
Macedonio alquiló frente a las vías del Ferrocarril Oeste para estar
cerca de los Dabove, y que bautizó luego con el insólito nombre de "El
Tríquio (con pelos y señales)",habitación donde nació "El Zapallo que
se hizo Cosmos"?
...............
¿Acaso hablar del violinista más solitario del mundo tocando el
instrumento sin el arco como si fuera un laúd, con las manos
trasvasadas por enfermedades incurables e invocando a la Nada (sólo a
la Nada podía invocar Santiago) por su muerte total? ¿O entrar,
minucioso y secreto, en los complejos y altos alminares donde el
testigo aún nos narra la terrorífica pero espléndida catábasis de
"Finis"? ¿Mirar al poseído recorriendo su vieja casa como un rehén -al
cabo de un tiempo todo poseído se convierte en prisionero-, y
repitiendo aquello de Hafiz: "Soy; mi polvo será lo que soy", y tantas
otras cosas que el olvido borró "en la carrera de todos hacia
abajo"? Estas preguntas
contienen verdades parciales de alguien que en la tierra se llamó
Santiago Dabove y que, por fortuna del azar, jamás mereció el precario
epíteto de "clásico", ni integró las deleznables e insuficientes
listas del "canon oficial" . Todo retrato implica una agonía
imposible, y sólo la dimensión imaginaria de los textos del escritor
pueden aproximarnos a sus máscaras.
............... Cuando visité por primera vez a
Borges en su laberinto (el ya mitológico departamento de la calle
Maipú), yo era un adolescente obsesionado, entre muchas otras cosas,
con aquella terrorífica línea de uno de sus poemas sobre Buenos Aires,
línea que sentencia: "...Es una esquina de la calle Perú, en la que
Julio César Dabove nos dijo que el peor de los pecados que puede
cometer un hombre es engendrar un hijo y sentenciarlo a esta vida
espantosa". ¿Quién era esta criatura abismal y abismada, cuya
presencia me depararía una serie de revelaciones a lo largo de los
años? ¿Quién, ese anarquista coronándose de espinas frente a la
desesperada inutilidad de los objetos del mundo? No resulta azaroso
que Borges descubriera en casa de los Dabove siempre los cajones de
los muebles a medio abrir y curiosamente vacíos.
............... Julio César Dabove, médico y
escritor, fue la puerta de entrada a la obra de Santiago, que
coincidía con su hermano en aquello de que la vida es la cosa más
atroz, y que engendrar un hijo es condenarlo a la más profunda
miseria. Borges sentía, aún en 1983 y 1984, la presencia amistosa de
los Dabove, su legendaria y nutriente hospitalidad. Borges, el
verdadero descubridor de Dabove (publicó inicialmente sus relatos en
el suplemento de "Crítica" y en "Anales de Buenos Aires" en la década
del ´30, incluyendo diez años después el relato "Ser Polvo" en la
Antología de la literatura fantástica, escrita en colaboración con
Bioy Casares y Silvina Ocampo), recordaba a un Santiago que, como Mark
Twain o Emily Dickinson, casi nunca salía de su casa (hablaba,
naturalmente, de Morón) porque opinaba que los avatares de los viajes
no son necesarios para la obra literaria, menos aún para la vida. Una
sola excepción mencionada por Borges: "...y fuera de algún viaje al
sur de la provincia de Buenos Aires..."
............... Santiago Dabove se me presenta,
por sobre todo, como un maestro oral en la tradición de Cristo,
Sócrates, Orfeo, Pitágoras o el Buda. Acaso -¿por qué no?- como un
maestro druida. Es sabido que, al igual que Macedonio, regalaba
cuentos y poemas para que otros lo escribieran, influido seguramente
por aquello de que "la letra mata y el espíritu vivifica" (Borges
cuenta al principio de "La intrusa", que la primera versión le fue
dada por Santiago; análogamente "Tlon, Uqbar, Orbis Tertius", la
teología de Hakim, "El Estupor"(2), e incluso no pocos cuentos de
puñales del maestro argentino tienen reminiscencias del universo de
Dabove).
............... Los
veintinueve textos de "La muerte y su traje" son el mismo espíritu del
manantial que entrevió Mallarmé. Porque "Todo fluye de manantial... y
el esplendor tiende a fundirse en la pureza total del cauce". El
genial conversador, el irreprochable amigo, el devoto de la muerte y
sus metamorfosis, el caústico humorista y el cínico empedernido, están
en ese única e imprescindible obra de nuestro tiempo. Todos ellos se
asemejan a Santiago Dabove. Todos ellos se mutilan y se alejan de sí
mismos en una desgarrada orgía carnavalesca para volver a
crearse.
............... En aquellos
años en que yo visitaba a Borges no sospechaba siquiera, no podía
sospechar, que algún día escribiría el primer estudio sobre la obra
integral de Santiago Dabove. La escritura de ese ensayo me deparó una
incalculable felicidad, siempre afín a la literatura, y no fue sino un
reencuentro más con el amigo querido. Cito un pequeño fragmento del
final del mismo: "Al igual que esos lujosos y extrañísimos juguetes de
la geometría no euclidiana -los fractales-, que nacen y se
deconstruyen cada vez, o acaso como el Mälström, esa corriente
marítima del Artico hecha de torbellinos espiralados y de negras
lluvias reverberantes, caníbales, así se nos presenta el universo de
Santiago Dabove: esta feroz criatura que atravesó el relámpago, que
lamió su llaga (como quiere René Char), que entrevió la Vigilia y
entró, ya para siempre. Santiago Dabove es nuestro precursor, nuestro
actual, un ingobernable futuro. Es un gran Ojo Escrutador. ¿Por qué no
sumar a estas palabras dos palabras más, acaso claves: El
Testigo?"
............... Junto a
las plantaciones de una eternidad en la que se repliega y se expande,
en la que nos sobrevive, Santiago Dabove ensaya su postergada novela
sobre un Morón de duros guapos y de errantes metafísicos. Santiago
Dabove, que sabe ahora que el rostro de Cristo es idéntico al del
grabado de Holbein, realiza extraños viajes. Juega con los dados de
esa eternidad.
ADOLFO BIOY CASARES: IRSE O ESTA LUZ
REVERBERA HASTA EL
FUTURO
|
What promise hast thou faithful guarded
since
the day of sacrifice? Or, have new
sorrows...
John Keats, Endymion
Después, qué importa del
después...
Naranjo en flor, Homero Expósito,
tango
............... Al diseñar (al intentar
transcribir con palabras de este mundo) en el espacio y en el tiempo
la figura de un hombre, corremos el albur de cerrar tras de nosotros
puertas secretas, acaso inconcebibles y por qué no apócrifamente
maravillosas, o de eludir, con negligencia, rasgos de un esplendor que
ya no vuelve. Un retrato es siempre nada más que un perfil de
vértigos, un titubeo de significantes, la peligrosa denuncia de un
instante mortuorio en la que el retratado no es más que una suma de
vacíos sobre la mirada del otro.
............... Convocaré a esa "serpiente del
recuerdo" -como quiere el Shelley de Adonais-, y empezaré a habitarme
por las presencias del Bioy Casares que frecuenté y leí
fervorosamente, presencias que se entrecruzan ahora como en la
atmósfera de un sueño lustral, el sueño más lúcido de la vigilia,
fusionándose aun en sus contrastes más extremos. Ese recuerdo, de
ahora en más, estará hecho de eternos presentes, como en estas líneas
de Eliot que Bioy gustaba repetir: "And the way up is the way down,
the way forward is the way back./You cannot face it steadily, but this
thing is sure,/That time is no healer..."(3)
.......... ... Muy pocos críticos han indagado la
influencia de la fotografía en la obra de Bioy y de Silvina Ocampo.
Desde "La Invención de Morel", "Plan de Evasión" y los relatos de "La
Trama Celeste" hasta "Historias Desaforadas", pasando por el
ineludible "La aventura de un fotógrafo en La Plata" -uno de sus
libros predilectos, según me confió una tarde de 1988-, la
resignificación de la imagen y la representación de la realidad se
enriquecen junto a las enérgicas (pero casi invisibles) sombras de
pensadores leídos y estudiados por ambos: los empiristas ingleses del
siglo XVIII, en especial Hume y Berkeley, Shopenhauer, Blanqui, Dunne,
Francis Galton, entre otros.
............... En el caso personal de Silvina
Ocampo, su afición y deslumbramiento por la fotografía provenían de su
oficio de pintora: estudió en París, durante los ´20, con Giorgio de
Chirico y Léger. Recuerdo una tarde del otoño de 1989 (casi otoño,
mediados de marzo), en el que compartí un paseo con ellos por la
plazoleta San Martín de Tours, ubicada enfrente de su casa, y nos
sentamos a charlar debajo de los gomeros centenarios. Silvina traía,
casi a escondidas, una pequeña valijita de color verde grisáceo. Al
final del encuentro, la abrió, no sin disimulada ansiedad, y comenzó a
mostrarme fotografías tomadas por ella y por Bioy a una cantidad
increíble de personajes: Mastronardi, Horacio Rega Molina, José
Bianco, Borges, Victoria y Angélica Ocampo. En algunas de ellas,
Silvina se había recortado o borrado con ácido. Es conocida su
aversión por el rostro y sus metamorfosis, que ella sentía a veces
como un objeto intolerable y atroz (4). Esa tarde me mostró una
deslumbrante toma de Wilcock, un perfil armonioso y ambiguo, como un
rostro de Cimabue o del Giotto.
............... En Bioy, la fotografía era una
pasión equiparable al amor o a la literatura, una forma de felicidad
en este mundo. "La aventura de un fotógrafo en La Plata", más allá de
los avatares incidentales o de los rasgos propios de una mera comedia
de enredos, es una metáfora del hombre de letras y un homenaje a la
fotografía. ¿No seremos acaso otro Nicolasito extraviado en la
complejidad de la urbe, emblema (a su vez) del universo? La historia
del mundo es una historia de impresiones. El objetivo fotográfico crea
el mundo de Nicolasito , lo crea pero también lo fulmina. (5) De
manera análoga, puede leerse "La Invención de Morel".
............... Bioy admiraba al escritor,
antropólogo, explorador y fotógrafo Francis Galton. Si bien éste debe
considerarse una lectura de juventud (sobre todo de su estancia en
Pardo y en Villa Allende, Córdoba), en sus últimos años solía citarlo
no sin una sonrisa ingenua y cómplice. Silvina lo pintó leyendo su
"Inquiries into human faculty and its developmet", cuadro que Bioy
prefería entre todos lo de Silvina, y que me mostró contentísimo, a
fines de 1989, con motivo de una restauración hecha por el hijo de una
empleada suya.
............... El
humor era una constante en él. Cierta vez, me dijo que constituía "uno
de los más eficaces remedios contra la solemnidad", a lo que repuse
inmediatamente, "y contra el enfático tremendismo, como quería
Cortázar". Estas características eran las que Bioy admiraba en autores
como Santiago Dabove, Cancela, o Macedonio Fernández. También en Swift
y en el Dr. Johnson. Así, el humor es detectado por sus múltiples
variantes como chiste, como parodia sobre la parodia, como suceso
cómico, hasta la exaltación de la sátira o del grotesco más
descarnado. Los cuentos de Bustos Domecq o de Suárez Linch son
escritos a la manera de una transgresión: reflexión del lenguaje a
través del mismo lenguaje (es decir, un lenguaje vuelto hacia adentro,
incluso, en ocasiones, a expensas de las tramas), como forma de fisura
de lo convencionalmente aceptado por el uso. También gustaba de
definir al humor, siguiendo a Humberto Saba, "como una de las formas
más íntimas de la cortesía".
............... "Lo que hay que evitar en
literatura" (para citar una especie de vademecum de la prehistoria de
Bioy), parece convertirse en una enumeración inacabable de preceptos
académicos, de neologismos y de eufemismos tendientes a lo barroco y
estrafalario. El aceptaba haber cometido todos esos errores, razón por
la cual no gustaba referirse demasiado a textos como "La Estatua
Casera" o "Siete disparos contra lo por venir". En una oportunidad,
aludí a la trama de uno de los textos del primero de ellos, creyendo
hallar algunas claves o señuelos de sus libros futuros. "La Estatua
Casera", me respondió, sólo se salva por los lindísimos dibujos de
Silvina". Es verdad que en ellos no encontramos el magnífico y
exigente narrador de "El Sueño de los Héroes" o de "El Gran Serafín",
pero no deja de resultar interesante indagar en aquellos primeros
libros de un Bioy Casares por demás extraño.
............... Cuando publiqué mi segundo libro
de poemas, "La Línea y el Círculo"(6), aún vivía en Misiones, y decidí
acercárcelo con una timidez que rondaba el temor, si no el espanto. Mi
admiración literaria me había llevado a dedicárselo a Adolfo y a
Silvina (a ésta, aún no la conocía personalmente, pero ya había
empezado a dictar conferencias sobre su obra). Un suceso mágico -no
encuentro otro epíteto más justo- me depararía ese mañana: allí estaba
Silvina, con sus cabellos sueltos y descalza, por detrás de la alta y
blanca puerta de aquel quinto piso de la calle Posadas, diciéndome en
la penumbra lo que después me escribiría en una carta: "Te esperé
durante tantos años. ¿Por qué no me habían hablado antes de
vos?".
............... Ese mediodía,
sentí que me encontraba con la literatura viviente. "-¿Viste?-me dijo
Bioy- Silvina es siempre original, a pesar suyo". Silvina no quería
abandonar aquella reunión. Cuando le quise entregar mi libro casi al
final de la misma, Bioy entró en el estudio con un ejemplar que había
mandado a buscar, y le dijo: "Silvinita, éste es nuestro libro".
Experimenté, entonces por primera vez, una especie de hipnótica
felicidad que crecía por mi cuerpo y por eso que llaman alma,
advertiendo en él una grandeza y una hospitalidad poco comunes en los
ámbitos de rastacuerismo literario de nuestro país. Bioy Casares era,
para parafrasear a Borges, "un genial de la amistad".
............... Bioy amaba la poesía y
asiduamente la encontraba en autores que leía y releía con fervor,
pero también en escenas de la vida cotidiana. Un día me mostró una
foto de dos mariposas haciendo el amor, tomada por él en la terraza de
su casa, en la década del sesenta. Le dije que esas mariposas tenían,
increíblemente, algo de tigres. Ahí mismo creo recordamos, al unísono,
el poema "The Great Cats", de Vita Sackville West. Él la admiraba más
como poeta que como novelista, y la recordaba como "una dura mujer con
ruleros, extraviada en un castillo". Bioy y Silvina la habían visitado
alguna vez.
............... En no
pocas ocasiones, limó algún endecasílabo o algún verso libre, pero
nunca los publicó: era tal su respeto por el género. Sí se animó con
algunas traducciones (de Horacio, por ejemplo). Podía encontrar, con
absoluta libertad, poesía en Catulo y en Dante Gabriel Rossetti, en un
blues cantado por Carmen Mc Rae o Billie Holiday (7), o en un tango de
Contursi o de Azucena Maizani. Bioy Casares fue el último de nuestros
librepensadores, un librepensador que simulaba con gran delicadeza y
humorismo una inteligencia luminosa.
............... A diferencia de Santiago Dabove,
que visitó alguna vez en su mítico Morón con un ejemplar de "La
Invención de Morel" recién editado, Bioy Casares creía en los avances
de la técnica y deseaba vivir "por los menos doscientos años más". A
pesar de su caústico escepticismo, de "haber cometido el peor de los
pecados que un hombre puede cometer: engendrar un hijo...", a pesar de
tantos viajes imaginarios y reales (aquí los adjetivos son
invariablemente arbitrarios), de la fama trivial y de las amistades
perdurables, Bioy se negaba a cesar.
............... Lo logró. Como en la línea
memorable de "Narcissu´s Voice", de Silvina, "su ausencia será su
presencia para siempre".
ABRIL
DE 1999
Post-scriptum
alrededor del nombre Santiago:
............... La madrugada del 25 de julio de 1952 -su día onomástico o "el
día de su santo" como se decía en épocas no tan pretéritas- Santiago
Dabove encontró el filo de esa "daga subterránea", reminiscencia del
verso de Jules Supervielle que tanto quería y que cita en uno de sus
relatos.
.............. He pensado
mucho en las posibilidades de esta coincidencia: terminar el día del
origen. Se sabe que Santiago era un grito de guerra de los antiguos
íberos. Alrededor del siglo XIII, se convirtió en una invocación al
discípulo de Cristo. Pero también se sabe que el apóstol recibió con
el tiempo algunos atributos de un mito solar celta de la fertilidad.
¿Una mutación de Endovélico, enemigo de Antúbel? ¿Una mutación de
Asclepio, hijo de Apolo y hermano de Hygia, ambos protectores de la
salud? ¿Acaso otra mutación más lejana llegada de Egipto a los "Campus
Stellae"?
............. Santiago
muere la madrugada del 25 de julio de 1952 con los ojos llenos de
lágrimas. En esos dominios, empezaba a inmolar los vestigios de una
nueva transformación. ¿Lloraba porque entendía?
MANUEL LOZANO
BUENOS AIRES,
12-III-99
Notas
(1) Cfr. Villiers de L´Isle Adam, "Isis": "¿Qué valor
tenían las observaciones de Zenón respecto a la máscara de
Sócrates? Ninguna, en efecto. La clarividencia del fisonomista
no puede nada, pasado cierto límite que le impone la fatalidad
del rostro." (2) No es una
hipótesis arriesgada el señalar que la trama de este relato de
"El Oro de los Tigres" haya salido, por primera vez, de la
boca de Santiago Dabove. El narrador ("Un vecino de Morón")
con toda su carga fantasmática o apócrifa parece ser el mismo
Dabove. (3) Cfr. Four Quartets, The Dry
Salvages. (4) Obsesión no compartida por Bioy que recorre toda la
obra de Silvina, y que se vuelve más furiosa en poemas como
"La Cara" (Amarillo Celeste), o en su último libro, "Cornelia
frente al espejo". (5) El
caleidoscopio que le revela Julia es sólo una prolongación -o
quizás un reverso- de la cámara fotográfica. (6) Ediciones
Corregidor, Buenos Aires, 1988. (7) Una noche de 1990, en
mi departamento de la calle Arenales, de Buenos Aires, le hice
escuchar dos versiones de "Strange Fruit". De repenté lo miré
y vi que lagrimeaba."Caramba -me dijo- . Esa canción y esa voz
están hechas de la más alta poesía. ¿No resulta intolerable,
en ocasiones, tanta belleza?"
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