"La hora azul", nueva novela de Alonso Cueto
Secretos de familia
Por Alvaro Matus
Revista de Libros de El Mercurio. Viernes
16 de Diciembre de 2005
Adrián Ormache investiga
el oscuro pasado de su padre, un militar que luchó contra
Sendero Luminoso y terminó enamorándose de una prisionera.
Pero "La hor azul" trae más revelaciones desgarradoras
"Había estado tomando durante las últimas horas
con los dos torturadores preferidos de mi padre, y estaban a punto
de confesarme la historia de la mujer", afirma Adrián
Ormache, un abogado que gana nueve mil dólares mensuales, veranea
en el Caribe con su familia,
figura en las páginas sociales de los diarios y está
acostumbrado a cenar con empresarios en los restaurantes del exclusivo
sector de San Isidro. Ahora, sin embargo, está en un bar de
mala muerte, con varias botellas de cerveza vacías sobre la
mesa y restos de chicharrones de pescado. Ha empezado a oscurecer
en Lima y Ormache, en paralelo al declive de la luz, a sus 42 años,
comienza su personalísimo viaje al fin de la noche. Al frente
tiene al Guayo y al Chacho recordando cuando estaban en Ayacucho bajo
las órdenes del comandante Ormache, el padre de Adrián,
viendo a los "terrucos" de Sendero Luminoso "corriendo
como ratas" después de incendiar el refugio donde se escondían.
Los tragos aumentan la confianza. Despiertan la memoria. Los ex militares
se animan y empiezan a describir los métodos de tortura que
utilizaban. Adrián pone atención. Está decidido
a no levantarse de la mesa hasta obtener una pista, cualquier dato
que le permita mirar dentro del pozo, ver en la oscuridad, reconstruir
su historia familiar.
Porque unos años antes, agonizando en el hospital, su padre
habló de "una chica, una mujer que conocí una vez,
o sea, no sé si puedes encontrarla, allá, búscala
si puedes, cuando estaba en la guerra". Una enfermera interrumpió
el monólogo. La inyección; el calmante. Antes de abandonar
la pieza, Adrián alcanza a escuchar "en Huanta".
Estas deshilacliadas palabras quedaron rápidamente archivadas
en algún casillero de su memoria, hasta que ahora, después
de la muerte de su madre, Adrián se pone a revisar el baúl
donde ella guardaba diversos documentos. Entre papeles notariales,
fotografías y postales, encuentra una carta en la que maldecían
a la familia del oficial Ormache por haber torturado y violado a una
joven. Como por si fuera poco, su hermano Rubén le cuenta que
se enteró de que al "viejo"
se le escapó una prisionera de la que estaba enamorado.
Fiel a su estilo acerado, que avanza a fogonazos, Alonso Cueto
(1954) instala en unas pocas páginas el enigma de La hora
azul (Anagrama), novela que llega a nuestro país la próxima
semana y que resultó ganadora del Premio Herralde 2005. En
palabras de Mario Vargas Llosa, la prosa de Cueto se caracteriza por
ser "rápida y arrolladora, que mezcla descripciones, diálogos,
reflexiones y monólogos en una misma frase. Se lee con un interés
cargado de ira y de disgusto".
Como Fernando Vallejo, Horacio Castellanos Moya o Rodrigo Rey Rosa,
el autor peruano plantea una pregunta esencial a la literatura latinoamericana
actual: ¿cómo escribir sobre la violencia? En Grandes
miradas, novela ambientada en los últimos meses del gobierno
de Fujimori, se apreciaba su tendencia a narrar la violencia desde
diversos puntos de vista. Y a mirarla de frente. Por lo mismo, La
hora azul ha sido definida por su autor como un cuento de hadas
al revés. "En los relatos tradicionales los personajes
viven en la realidad y entran al reino encantado. En esta historia,
en cambio, el protagonista vive en un reino encantado y se topa de
pronto con la realidad: la carta que la madre deja en el cofre es
un legado de la verdad escamoteada. Lo que ocurre es que toda familia,
como todo individuo y toda sociedad, necesita esconder un paquete
de secretos para seguir avanzando. Estos secretos, sin embargo, reaparecen
con una fuerza que compensa el tiempo en el que han estado sumergidos
en el olvido", asegura el autor poco antes de tomar el avión
a Madrid, donde presenta esta semana su premiada novela.