SOBRE EL HIELO INMÓVIL
Sobre
el hielo inmóvil de la alta vidriera
el racimo de gotas lanzado
por el agucero en fuga
a las reiteradas pretensiones del sol
y las copas
de los plátanos graves
de agua
creando un blando columpio en el
aguado azul descolorido
donde se imprime en transparente
humo blanco
el entrepaño de la
nube en fuga.
Poema de Lucio Piccolo (1901-1969).
Publicado en "Pluma y Pincel",
N º 176, Santiago, diciembre de 1996.
TIENES ROSTRO DE PIEDRA ESCULPIDA
Tienes
rostro de piedra esculpida,
sangre de tierra dura,
has venido del mar.
Todo lo acoges y escrutas
y rechazas de ti
como el mar. En el corazón
tienes silencio, tienes palabras
enterradas. Eres oscura.
Para ti el alba es silencio.
Y
eres como las voces
de la tierra -el golpe
del balde en el pozo,
la
canción del fuego,
la caída de una manzana;
las palabras
resignadas
y sombrías en los umbrales,
el grito del niño-las
cosas
que se mantienen.
Tú no cambias. Eres oscura.
Eres
la bodega cerrada
a golpes de tierra
donde entró una vez
un
niño descalzo,
y la recuerda siempre.
Eres la pieza oscura
que se recuerda siempre,
como el patio antiguo
donde se abría el
alba.
..................................... Noviembre
5, 1945.
Poema de Cesare Pavese (1908-1950)
Publicado
en "Pluma y Pincel", Nº 176, Santiago, diciembre de 1996.
LA CASA DE LOS ADUANEROS
Tú
no recuerdas la casa de los aduaneros
sobre el barranco profundo de la escollera:
desolada te espera desde la noche
en que entró allí el enjambre
de tus pensamientos
y se detuvo inquieto.
El Libeccio azota hace años
los viejos muros
y el sonido de tu risa ya no es alegre:
la brújula
gira enloquecida a la aventura
y el cálculo de los dados ya no vuelve.
Tú no recuerdas; otro tiempo trastorna
tu memoria; un hilo se devana.
Aún tengo un extemo; pero se aleja
la casa y sobre el techo la veleta
tiznada gira sin piedad.
Tengo un extremo; pero tú estás sola,
no respiras aquí en la oscuridad.
¡Oh el horizonte en fuga,
donde se enciende
rara la luz del petrolero!
¿Está aquí
el paso? (la marejada insiste
aún sobre el barranco que se derrumba…)
Tú no recuerdas la casa de esta
noche mía. Y yo no sé
quién se va ni quién se queda.
Poema
de Eugenio Montale (1886-1982)
Publicado en "Pluma y Pincel",
Nº 173, Santiago,1995.
También incluido en "Poesía
Universal Traducida por Poetas Chilenos", selección de Jorge Teillier,
Santiago, 1996, "Colección Antologías", "Editorial
Universitaria".
No nos pidas la palabra que excrute por cada lado
nuestro ánimo informe,
y con letras de fuego
lo declare y resplandezca como un azafrán
perdido en medio de un polvoriento prado.
¡Ah el hombre que se va
seguro
de los demás y amigo de sí mismo,
y no cuida su sombra
que la canícula
estampa sobre el descacarado muro!
No nos pidas
la fórmula que pueda abrirte mundos,
sí alguna sílaba
seca y torcida como una rama.
Sólo esto podemos hoy decirte,
lo
que no somos, lo que no queremos.
Poema de Eugenio
Montale
Publicado en "Pluma y Pincel", Nº 173, Santiago,
1995.
ME PARECE IGUAL A LOS DIOSES
(Poema de Safo traducido
por Salvatore Quasimodo del griego al italiano; incluido
como poema (paráfrasis)
en Lirica del Novecento, selección de Luciano Anceschi y Sergio Antonielli,
"Vallecchi Editore", Firenze, Italia, 1953.)
Me
parece igual a los dioses
quién, cerca de ti, tan dulce
sonido
escucha mientras hablas
y ríes amorosamente. De súbito,
apenas te veo, el corazón se me agita
en el pecho, y mi voz
se pierde sobre una lengua inerte.
Un fuego sutil me aflora rápido
hacia la piel,
y se me oscurece la vista y me zumba
la sangre en los oídos.
Y
toda en sudor y temblante
como yerba sufrida palidezco:
y a mi extasiada
mente
la muerte no le parece lejana.
Salvatore Quasimodo (1901-1968)
Traducción inédita
TRABAJAR CANSA
(Traducción realizada en
colaboración con Juan Alberto Lecaros Urzúa)
Cruzar
una calle para escapar de casa
lo hace sólo un muchacho, pero este
hombre que anda
todo el día las calles, ya no es un muchacho
y
no escapa de casa.
Hay tardes de verano
en que hasta las plazas se
quedan vacías, tendidas
bajo el sol que empieza a ponerse, y este hombre
que llega
por una avenida de inútiles plantas, se detiene.
¿Vale
la pena estar solo para estar siempre más solo?
Solamente vagar, las
plazas y las calles
se hallan vacías. Hay que parar a una mujer
y hablarle y decidirla a vivir juntos.
De otro modo, uno habla solo. Es por
éso que a veces
hay un borracho nocturno que inicia discursos
y
cuenta los proyectos de toda su vida.
No es cierto que esperando en la
plaza desierta
te encuentres con alguien, pero quien anda las calles
se
detiene a ratos. Si fueran dos
aun andando por las calles, la casa estaría
donde está aquella mujer y valdría la pena.
De noche la plaza
vuelve a quedar desierta
y este hombre, que pasa, no ve las casas
entre
las inútiles luces, ya no alza la vista:
siente sólo el adoquinado,
que hicieron otros hombres
de manos endurecidas, como las suyas.
No es
bueno quedarse en la plaza desierta.
Estará, por cierto, aquella mujer
en la calle
que, al pedírselo, quiera dar una mano en la casa.
Poema
de Cesare Pavese
Publicado en "Artes y Letras" de El Mercurio,
Santiago, 28 de julio de 1998.
CALLA, ALMA CANSADA DE GOZAR
Calla,
alma cansada de gozar
y de sufrir (a lo uno y a lo otro
resignada).
Escucho y no me llega tu voz
no de añoranza por la miserable
juventud,
no de ira, esperanza
o tedio.
Yaces como
el cuerpo, enmudecida,
en una indiferecia desesperada.
No nos extrañaríamos,
no
es verdad, alma mía, que el corazón
se detuviese, si el aliento
nos quedara
detenido…
En cambio, caminamos.
Caminamos tú
y yo como sonámbulos.
Y los árboles son árboles, y las
casas
son casas, y las mujeres
que pasan son mujeres, y todo es aquello
que es, solamente aquello que es.
La sucesión de alegría
y de dolor
no nos toca.. Ha perdido la voz
la sirena del mundo, y el mundo
es un gran
desierto.
En el desierto
con ojos secos yo me miro.
Poema de Camilo Sbarbaro (1888-1967)
Traducción inédita
EL DESCONOCIDO
¿Lo has
visto pasar esta noche?
Lo he visto.
¿Lo viste anoche?
Lo vi,
lo veo cada noche.
¿Te mira?
No mira al lado,
solamente mira
allá abajo,
allá abajo donde el cielo comienza
y finaliza
la tierra, allá abajo
en la línea de luz
que deja el ocaso.
Y después del ocaso él pasa.
¿Solo?
Solo.
¿Vestido?
De negro, siempre está vestido de negro.
¿Pero dónde
se detiene?
¿En qué cabaña?
¿En qué
palacio.
Poema de Aldo Palazzeschi
(1885-1974)
Traducción inédita.