Lo que nos proponemos en el presente trabajo es una visión 
            comprensiva de una agrupación de jóvenes poetas que, 
            desde nuestra óptica, puede ser considerada, en el Perú 
            de inicios de la década del noventa, como la organización 
            de este tipo de mayor actividad y presencia: Neón. Nuestro 
            propósito es acercarnos a este grupo desde una lectura que 
            lo interprete en función del complejo  momento 
            social en el que se desenvolvió. Como una primera aproximación, 
            y a modo de ejemplificación literaria, centraremos esta lectura 
            en el análisis de un poema de uno de sus fundadores: Carlos 
            Oliva (Lima 1960 - 1994). A diez años de su muerte, queremos 
            dedicar este texto como un homenaje al poeta asesinado (al final del 
            ensayo se apreciará el estricto sentido de esta última 
            palabra). Para desarrollar nuestro objetivo usaremos fundamentalmente 
            como sustento teórico una reflexión de Martín 
            Hopenhayn(2).
momento 
            social en el que se desenvolvió. Como una primera aproximación, 
            y a modo de ejemplificación literaria, centraremos esta lectura 
            en el análisis de un poema de uno de sus fundadores: Carlos 
            Oliva (Lima 1960 - 1994). A diez años de su muerte, queremos 
            dedicar este texto como un homenaje al poeta asesinado (al final del 
            ensayo se apreciará el estricto sentido de esta última 
            palabra). Para desarrollar nuestro objetivo usaremos fundamentalmente 
            como sustento teórico una reflexión de Martín 
            Hopenhayn(2).
          Efectivamente, en un ensayo de 1998 Hopenhayn sostiene 
            que "la modernización-en-globalización tiende a 
            la des-identidad, a la des-habitación, a des-singularizar a 
            sus habitantes" (27). Esto, sumado a la falta de proyectos colectivos 
            y de movilización política, hace que "la pertenencia 
            orgánica a un movimiento neotribal o de valores fuertes [sirva] 
            como estrategia de identidad social para millones de jóvenes 
            huérfanos de un relato integrador" (28)(3). 
            La propia sensibilidad light (ligera en tanto no comprometida), 
            impuesta por el mercado transnacional globalizador sobre todo en los 
            noventa, choca con el "descontento social" y coexiste (sin 
            posibilidad de disolución) con los jóvenes populares 
            urbanos y "duros" de nuestras sociedades, quienes desde 
            su "crisis de expectativas" difícilmente aceptan 
            "la suave cadencia de la postmodernidad". Ante las escasas 
            posibilidades de acceder con éxito a "los beneficios del 
            progreso", no es de ningún modo casual que "tanto 
            la violencia política como la violencia delictiva" (de 
            causas o motivaciones distintas) tengan a "jóvenes desempleados 
            o mal empleados por protagonistas" (29)(4).
          Significativamente, la violencia política y la 
            delincuencial no son un síntoma a destacar dentro de la propuesta 
            (vital o literaria) del grupo Neón. Éste se movió 
            más bien en un periodo de tránsito (en zona lírica 
            y política) marcado por el desencanto, la angustia, una "ansiedad 
            en tinieblas", como reza el título de un poema de Ildefonso 
            (1999: 24), y también la abierta desesperación y búsqueda 
            de la muerte. Como podrá apreciarse en el análisis de 
            la poesía de Oliva, se trataría más bien de una 
            agrupación signada por la violencia sistémica de la 
            sociedad en la que se desenvolvió. En efecto, recordemos que 
            este movimiento cultural fue fundado en setiembre de 1990 en los claustros 
            de la limeña y cuatricentenaria Universidad Nacional Mayor 
            de San Marcos, uno de los espacios educativos más prestigiosos 
            al interior de la "ciudad letrada" y significativamente 
            en el que, como comentaría sólo un año después 
            de aquel setiembre José Joaquín Brunner, "la violencia 
            utópica [...] recorre su último sendero luminoso, reducto 
            ya del pasado aunque su bandera suele flamear todavía en el 
            mástil más alto de la Universidad de San Marcos" 
            (1994: 82)(5).
          Nuevamente sólo un año después, es 
            decir en 1992, en el Perú ocurrirían dos hechos decisivos 
            que dejarían de por sí en el pasado esa violencia utópica 
            que señala Brunner: en primer lugar el autogolpe del 5 de abril 
            de Alberto Fujimori Fujimori (1990 - 2000), con el que daría 
            inicio a su nefasta y corrupta dictadura cívico-militar de 
            ocho años; y, dentro de este clima de autoritarismo y represión, 
            la captura, el 12 de setiembre, del líder senderista Abimael 
            Guzmán Reynoso. Precisamente, este periodo de la historia peruana 
            que va entre 1990 y 1992-3 es el de los años en los que el 
            grupo Neón lleva a cabo sus actividades en el plano 
            cultural(6). Años que 
            median entre el final del periodo llamado de la violencia política 
            (1980 - 1992) y el inicio de la dictadura fujimorista (1992 - 2000), 
            acontecimientos que están en consonancia con la mencionada 
            violencia sistémica(7). 
            Como señaló en su momento Miguel Ildefonso:
           
            La pregunta de ahora es: ¿cómo 
              fue posible una reunión heteróclita que trascendiera 
              los muros de San Marcos y durara aproximadamente tres años? 
              Si los ahora jóvenes o los eternos ancianos de la poesía 
              miraran lo que era 1990 respecto a la alicaída situación 
              cultural comprenderán qué existió en esos treinta 
              (tal vez más) jóvenes amantes incondicionales de la 
              poesía para (contra lo que los nuevos tiempos "postmodernos" 
              mandaban) abrir sus impecables soledades y compartir (en universidades, 
              calles, bibliotecas, bares) el fuego secreto de la palabra (1995).
          
          La reunión heteróclita (irregular, extraña y 
            fuera de orden), de vínculos laxos e informales, fue posible 
            debido a que estos "jóvenes amantes incondicionales de 
            la poesía" compartían una misma estructura de 
            sentimiento (Williams 128-35) a tono con los nuevos modos de conciencia 
            y sensibilidad que emergieron de estos puntos políticos y sociales 
            de transición y sangrienta intersección (mal totalitario 
            y mal autoritario), donde evidentemente el factor de la violencia 
            sigue siendo central; factor que no impidió a sus integrantes 
            abrir sus "impecables soledades" (conocida frase del poeta 
            Luis Hernández) y compartir "el fuego secreto de la palabra". 
            Ahora, si bien es cierto que los años siguientes de la década 
            del noventa en líneas generales cancelan esa violencia utópica 
            senderista, otro tipo de violencia cobraría auge: la violencia 
            social de corte urbano-juvenil y la lumpenización de grandes 
            sectores de la población suburbana (en consonancia con la verdadera 
            lumpenización ética y moral en las altas esferas del 
            fujimorato). Estos años corren paralelos a la instalación 
            del proyecto neoliberal fujimorista, con su política de privatización 
            de los bienes nacionales en favor de los capitales extranjeros, y 
            a la feroz corrupción y robos millonarios a través de 
            estas mismas ventas. En ese sentido, el balbuceo neotribal no deja 
            de dar cuenta de su comprensión a las primeras manifestaciones 
            de este proceso político. De ahí que, en clara muestra 
            de lucidez y de rechazo contra este proyecto dictatorial, los jóvenes 
            poetas de Neón hicieran propio el título "generación 
            de los no-ventas", denominación que señala a su 
            vez su posición de atrincheramiento contra dicho programa. 
            En síntesis, esta agrupación se desenvolvería 
            en medio de dos de los cuatro modos del Mal político que señala 
            Zizek: "el Mal totalitario 'idealista', llevado a cabo con las 
            mejores intenciones (el terror revolucionario) [y el] Mal autoritario, 
            cuyo objetivo es el poder y la simple corrupción (sin otros 
            objetivos más elevados)"(8).
          Neón estuvo integrado principalmente por los poetas 
            Carlos Oliva y Leo Zelada, sus fundadores, y por Juan Vega (Lima 1965 
            - 1996), Miguel Ildefonso, Héctor Ñaupari, Mesías 
            Evangelista Ricci y Roberto Salazar, todos ellos limeños de 
            primera generación y provenientes tanto de una clase trabajadora 
            emergente como de una pequeña burguesía empobrecida 
            por sucesivas crisis, y que no renunciaban a sus aspiraciones de ascenso 
            social y de progreso. El grupo no llegó a publicar una revista 
            propia, y dentro de la escena cultural limeña se caracterizó 
            fundamentalmente por la realización de multitudinarios recitales 
            de poesía con un carácter juvenil y contracultural, 
            lo que le significó "la posibilidad de generar un espacio 
            propio, en un medio percibido como cerrado" (Chueca 67). Zelada 
            (no sin cierta dosis de generalidad, anotamos) describió así 
            al grupo en diciembre de 1993:
           
            Cuando salimos éramos autodestructivos, 
              vivíamos en un estado perpetuo de ebriedad y alucinación, 
              no tanto como evasión sino como una manera de experimentar 
              visiones. Nos peleamos con todos, y tuvimos que ser escandalosos 
              para ser escuchados. Pero lo que fue una forma de liberación 
              luego se convirtió en perdición. Fue un experimento 
              raro pero necesario, pues todos veníamos de familias desintegradas, 
              por lo que la pandilla fue nuestro hogar. Nos mostramos al mundo 
              como éramos, sin reprimirnos (Castro)(9).
          
          Este testimonio de Zelada lo podemos enlazar con el análisis 
            de Hopenhayn (30-1), cuando señala cómo en un "contexto 
            de exclusión" existe la tendencia a buscar "identidades 
            grupales", que se fusionan en "intersticios y márgenes", 
            para "revestir la naturaleza del sistema por los bordes, los 
            huecos, las transgresiones cómplices y casi tribales" 
            (la pandilla como hogar). El mal (el escándalo, la perdición) 
            es buscado como "rebasamiento de control y de la identidad" 
            en una "fusión neotribal" (neón-tribal). La 
            exclusión llega a convertirse "en trasgresión, 
            en espasmo" y en impugnación a la "racionalización 
            de la vida moderna". Se busca una "salida [pulsional] del 
            cauce", en la que "la desmesura" busca aliviar 
            el esfuerzo que implica contenerse "en una imagen funcional del 
            yo". El resultado de estas pulsiones es la constitución 
            de "identidades frágiles, fugaces, cambiantes" ("una 
            manera de experimentar visiones"). Oliva calza dentro de la descripción 
            efectuada por Zelada y que nosotros hemos querido articular dentro 
            de la lectura teórica de Hopenhayn(10). 
            Pasemos enseguida a apreciar de forma más detenida a nuestro 
            autor.
            
          
          Carlos Oliva: La vitalidad de la poesía 
            en medio de la búsqueda de la muerte
          Fue Carlos Oliva quien adjudicó el nombre a esta agrupación, 
            según lo relata Zelada: "a Oliva se le ocurrió 
            una palabra corta y sencilla que representara al grupo: Neón. 
            Era lo que anunciaba nuestra poesía urbana, Neón significa 
            luz, luz en la oscuridad" (Alonso 22). Al asumir el nombre, es 
            significativa esta intuición (o toma de conciencia) que pugna 
            por la búsqueda de iluminación en medio de una crisis 
            social cuya expresión más visible (sin olvidar la dolorosa 
            suma de cadáveres, torturados y desaparecidos) son los apagones 
            cotidianos en las principales ciudades del país, ocasionados 
            por los dinamitazos senderistas a las torres de energía eléctrica. 
            En una poesía que se autodenomina como urbana (anclada en lo 
            marginal) esta denominación es doblemente apropiada: el atrincheramiento 
            neotribal se encuentra ubicado entre los dos fuegos de la guerra (compartiendo 
            el "fuego secreto de la palabra" como señala Ildefonso) 
            y esta confrontación armada impulsa hacia el desconcierto y 
            la desorientación expresados en balbuceos (la autodestrucción, 
            el estado perpetuo de ebriedad y alucinación que atestigua 
            Zelada). Balbuceos entendidos como las primeras manifestaciones de 
            un proceso, en este caso el que comprende el transcurrir temporal 
            del periodo histórico en el que se enmarca Neón 
            y de donde proviene su carácter (neotribal, atrincherado y 
            balbuceante) de grupo. Carácter acorde con "la creciente 
            incertidumbre que produce el tránsito hacia la posmodernidad" 
            (Brunner 1999: 250) y que se da a través de manifestaciones 
            dificultosas y vacilantes (pero altamente intuitivas) en consonancia 
            con  los 
            "males políticos" (Zizek) con los que se veía 
            confrontada esta agrupación.
los 
            "males políticos" (Zizek) con los que se veía 
            confrontada esta agrupación.
          En nuestro autor, dicha intuición se vio oscurecida por un 
            sentimiento de desesperación sin fin, tal y como señala 
            el título de su poemario póstumo, que dejó organizado 
            para una virtual publicación: Lima o el largo camino de 
            la desesperación. Este tipo de sensibilidad se limita dentro 
            de una serie de fenómenos comunes latinoamericanos señalados 
            por Fernando Calderón: actores sociales fragmentados, violencia 
            y conducta anómica urbana, lógicas y economías 
            perversas como la droga. Se trata de una sensibilidad, como sostiene 
            Brunner al inicio de su libro Globalización cultural y posmodernidad, 
            encuadrada en una atmósfera de estructuración de un 
            nuevo tipo de conciencia mundial (acorde con el "complejo industrial 
            massmediático") que explica el "claro retroceso" 
            en el que se hallan las "antiguas conciencias del mundo [conciencia 
            de clase, conciencia metafísica, conciencia positivista; es 
            decir, cualquier] conciencia construida sobre un meta-relato de la 
            historia, según dirían los posmodernos" (1999: 
            13-4). Por ejemplo, en el "texto confesional" (5-6) que 
            se publicó como introductorio a esos poemas Oliva expresaba 
            lo siguiente:
           
            
              Escribo como un alucinado, tal vez esto se 
              explique porque en cierta época de mi vida me sumergí 
              en el desorden de los sentidos. Sin embargo, ese desorden tenía 
              un orden interno que yo solamente sabía.
              
              He vivido a la manera de los poetas malditos y no porque haya pretendido 
              imitarlos sino porque ese fue mi destino. Es más aún, 
              en la época que viví de esa manera sólo los 
              conocía de nombre e incluso ahora no he podido leer toda 
              la poesía de ellos.
              
              El placer es el abismo por donde caen mis sentimientos. Al modo 
              de Rimbaud me he entregado a los excesos, incluidos los de las drogas. 
              He vivido buscando lo desconocido.
              
              Cada vez que busco con desesperación una cosa que termino 
              por encontrar comprendo que eso no basta. Entonces, preso de una 
              fuerza extraña, busco otra cosa hasta conseguirla sabiendo 
              de antemano que no me satisfacerá; es por ello que disfruto 
              con el dolor y deseo la muerte (6).
          
          Ya sea "desorden", según la mirada condenatoria 
            del Otro, u "orden interno", según la auto-percepción 
            del poeta, lo cierto es que la búsqueda de "lo desconocido" 
            marca esta trayectoria vital con una actitud que se ve asociada a 
            los "poetas malditos" (Baudelaire, Rimbaud, Verlaine, los 
            beatniks). Asociación dada por el "destino", escribe 
            el poeta, pero que en realidad es llevada a cabo por el Otro, en este 
            caso asociado a la "ciudad letrada", la cual emite dicha 
            relación aunque el conocimiento textual o acto de lectura por 
            parte del poeta no se haya producido a profundidad ("sólo 
            los conocía de nombre"). Como sostiene Judith Butler, 
            la dominación efectúa su "mayor eficacia" 
            cuando aparece como su Otro. El "punto de oposición a 
            la dominación" es el instrumento a través del cual 
            opera la dominación, ésta se ve fortalecida a través 
            de la participación de uno en la tarea de oponérsele. 
            Este "colapso de la dialéctica nos da una nueva perspectiva 
            porque nos muestra que el esquema mismo por el cual se distinguen 
            dominación y oposición disimula el uso instrumental 
            que la primera hace de la última" (2003: 34). De ahí 
            que resulte sintomático en Oliva esa búsqueda de lo 
            desconocido signada por una "fuerza extraña" que 
            excede la satisfacción del deseo (placer = abismo). Y de ahí 
            también los excesos y las drogas (lo que Hopenhayn llama el 
            "rebasamiento" y la "efusividad del desborde") 
            asociadas, no obstante, con ese "rechazo de los límites" 
            ("versos sin frenos", como veremos más adelante), 
            y con esa "rebelión contra la autocontención gregaria" 
            que apunta este mismo autor. Una rebelión entendida como "evidencia 
            experimental" del "derrame emocional" y como afirmativa 
            transgresión que la exploración provoca en la subjetividad, 
            es decir, en el propio poeta. Porque no olvidemos que este fragmento 
            autobiográfico, confesional, en realidad empieza dándonos 
            cuenta del acto de escritura ("Escribo como un alucinado"). 
            Punto de partida desde el que se despliega la rebelión del 
            rechazo a los límites. En ese sentido, estas ideas las podemos 
            enlazar con lo sostenido por Alicia Genovese en relación con 
            el posicionamiento del yo en la poesía:
           
            En su afirmación verbal y discursiva 
              la poesía puede posibilitar un posicionamiento del yo, de 
              la subjetividad[;] la poesía puede reestablecer relaciones 
              perdidas entre subjetividad y objetividad. [...] La palabra poética, 
              por más radical que sea el descondicionamiento del lenguaje 
              que su autor persiga, no deja de ser comunicante, una comunicación 
              que es resonancia de la lengua instrumentalizada (objetiva) y también 
              o sobre todo eco de un ensimismamiento de un diálogo interno, 
              de un exilio. El arrastre subjetivo del poema, que nada tiene que 
              ver con el uso de una primera persona gramatical o una tercera, 
              ese arrastre subjetivo es la resonancia que la lectura crítica 
              marca como estilo y que muchas veces una lectura más incondicional 
              recoge como deslumbramiento (213).
          
          Más allá de las miradas condenatorias y de las autocontenciones 
            de cualquier tipo, el derrame emocional y la transgresión que 
            la subjetividad lleva a cabo a través de sus exploraciones 
            (sus búsquedas desesperadas) provocan la voluntad afirmativa, 
            verbal (estética) y discursiva (política), de la escritura 
            poética. Voluntad orientada hacia la comunicación a 
            través del eco del exilio dentro del orden interno. Orden interno, 
            exilio y eco impregnados del reclamo de lo abyecto por "una descarga, 
            una convulsión, un grito" por parte del yo (Kristeva 8). 
            Para Julia Kristeva "lo que revela lo abyecto es la comunicación 
            verbal, el Verbo. Pero al mismo tiempo, sólo el verbo purifica 
            lo abyecto" (34), el "cuerpo y mente escarnecidos" 
            como manifiesta un verso de Oliva (21). Poesía y comunicación 
            son las que permiten el reestablecimiento de las relaciones perdidas 
            (transgredidas, rotas) entre subjetividad y objetividad ("alineación 
            del yo con la liberación del yo" en palabras de Hopenhayn). 
            Es momento que el propio Carlos Oliva nos diga su verdad a través 
            de la poesía:
            
          
           
             
               
                Poema sin límites 
                  de velocidad
                He visto una ciudad
                  ................. una 
                  avenida
                  ................. una 
                  calle inundada de cantos
                  De poemas sonando como bocinas de carros
                  Y autopistas sin guardias de tránsito
                  Poemas a 200 Km. P/H
                  Libres
                  ................. raudos
                  .......................... 
                  veloces por 
                  llegar
                  a los oídos del mundo
                  donde la ansiedad
                  ................. la 
                  droga
                  ................. y 
                  los atropellos
                  inventan colores siniestros
                  Y en medio de todo
                  ............................... 
                  Yo 
                  con mi bocina
                  ............................... 
                  Yo 
                  con mi voz levantada
                  Entre tantos accidentes
                  Risueño
                  ................. Ilusionado
                  ................................ 
                  Y 
                  sin más palabras
                  Que estos versos sin frenos por las avenidas.
                 ....................................................................... 
                  (Oliva 7)
              
            
          
          
            El "arrastre subjetivo" de este poema es innegable. 
            Si bien su estilo responde, por el tono y el lenguaje, al ya consagrado 
            registro narrativo y conversacional en auge en Latinoamérica 
            desde la década del sesenta, su "deslumbramiento" 
            reside en su descarnada sinceridad - aquello que Chueca llama "la 
            fuerza de la honestidad" (81)- en la descripción de una 
            realidad en la que se funde la poesía misma(11). 
            De ahí que podamos leer este texto como un "arte poética", 
            en línea con el "aullido" ginsbergiano(12).
          El poema no tiene límites de velocidad, pero el poeta es consciente 
            del paso del tiempo (el placer visto como un abismo que lo lleva a 
            la droga y a desear la muerte). Su canto busca conectar esas "relaciones 
            perdidas entre subjetividad y objetividad" (el autor y la realidad) 
            que señala Genovese, de ahí que, en medio del largo 
            camino de la desesperación, su poesía en libertad ansíe 
            llegar "a los oídos del mundo" a la máxima 
            velocidad posible. En esa búsqueda el poeta no se engaña, 
            sabe de esa ansiedad, droga y atropellos unidos como una cadena: la 
            inquietud y la zozobra en este caso conducen a las drogas y de ahí 
            a la muerte (los atropellos). En medio de ese mundo, el poeta reafirma 
            su individualidad ("Yo con mi bocina / Yo con mi voz levantada"), 
            alegre y aún esperanzada, para concluir en un final que no 
            conoce desenlace, pero que el lector puede adivinar: las palabras 
            (los versos) son autos sin frenos que recorren la ciudad. La comunicación 
            (poemas "libres / raudos / veloces por llegar / a los oídos 
            del mundo") se ve contrarrestada por los "colores siniestros" 
            que "la ansiedad / la droga / y los atropellos" inventan. 
            El resultado de la invención (el descubrimiento de algo nuevo 
            o desconocido) se da a través de una imaginación alterada 
            y conectada con un mundo en declive y ruina de donde procede lo siniestro.
          Producidos en medio de una guerra y en una época por ello 
            mismo convulsa y angustiada (esa búsqueda de luz), estos versos 
            no llegan a encontrar un anclaje específico más allá 
            de su propia autoreferencialidad, es decir, en la poesía misma. 
            Y no se trata de una poesía que se entronque con la tradición 
            mística o la búsqueda de la paz interior. Es más 
            bien el grito (en consonancia con los balbuceos neotribales de Neón) 
            de una aflicción que busca salir a flote en medio del caos 
            y la abyección. Este grito, expresado a través de la 
            metáfora de poemas como autos corriendo sin frenos a doscientos 
            kilómetros por hora, es testimonio contundente de una realidad 
            que no ofrece salidas fuera de la guerra, la miseria y las propias 
            drogas. Ese grito manifiesta una abierta voluntad de choque (ir sin 
            frenos buscando la muerte) en el que estallan sobre todo las contradicciones: 
            ir risueño e ilusionado "entre tantos accidentes" 
            y a una velocidad que excede cualquier norma de tránsito. 
          El poeta se sabe "en medio de todo", en medio de los dos 
            fuegos de la guerra, en medio de sí mismo como parte de una 
            ciudadanía mutilada(13) 
            y en proceso de una nueva desintegración antes de su reciclaje 
            (la muerte vista como purificación). "En este nivel de 
            caída del sujeto [el autor] y del objeto [la realidad], lo 
            abyecto equivale a la muerte. Y la escritura que permite recuperarse 
            equivale a una resurrección", escribe Kristeva (39). De 
            ahí que en medio de todo ello el poeta sólo atine a 
            expresarse y a cantar. Un canto en (y de) la ciudad ("poemas 
            sonando como bocinas de carros", "Yo con mi bocina") 
            que constituye su identidad a través de la velocidad desbocada 
            que no puede dejar de considerarse suicida. Y esta es la contradicción 
            mayor y más importante porque se sitúa en la propia 
            humanidad del poeta. Oliva (hacer la distinción con un yo poético 
            puede resultar banal y absurdo, dada la identificación o estrecha 
            cercanía entre uno y otro, aunque es obvio que esto no anula 
            la distancia, es decir la construcción(14) 
            ) persiste en la ilusión de la vida aunque no le queden ya 
            palabras sino la constatación de un recorrido que no conoce 
            límites ni su propio destino en la parada siguiente. Es en 
            esta misma noción de ir a una velocidad sin frenos (que hemos 
            asociado con un grito o llamada de alerta) donde podemos indicar que 
            el reestablecimiento de las "relaciones perdidas entre subjetividad 
            y objetividad" se ha llevado a cabo. Un reestablecimiento desde 
            la anarquía, y que se da de manera fugaz (tanto temporal como 
            espacialmente) en el breve lapso de una velocidad "a 200 Km. 
            P/H" en una ciudad "sin guardias de tránsito".
          Su contradicción limpia y heroica en su gesto romántico 
            reside en esos instantes fugaces (ya idos) de temporalidad que en 
            el segundo siguiente ya conocerán (sabrán y/o encontrarán) 
            la muerte(15). Es en esta terrible 
            aceptación que religa su Yo pleno (así, whitmanianamente, 
            con mayúsculas) con el mundo (subjetividad y objetividad entrelazadas, 
            fundidas) donde se anulan (donde chocan) todas las contradicciones, 
            pues excede un posible cuestionamiento de los otros para constituirse 
            en vida heroica merced a su (limpia) muerte que ha atravesado también 
            el mal (los de la culpa, y los de la política ya señalados 
            por Zizek). El mal y con ello el pesimismo, de ahí que no sea 
            precisamente una contradicción esa ilusión que acompaña 
            a la pulsión de muerte. 
          Más allá de su propia entrega, la imposibilidad de 
            escapatoria (¿de purificación de lo abyecto?) tiene 
            que ver de alguna forma con el tipo de sociedad en la que se inserta 
            la tarea de Oliva. Es larga la tradición tanto de escritores 
            como de pintores y pensadores que se vieron confrontados y cedieron 
            ante el alcohol y las drogas. Oliva no es un caso ajeno a ello(16). 
            El suyo se da al interior de un proceso social ("en medio de 
            todo", como dice uno de sus versos ya citados) donde el espacio 
            ganado por las drogas empantana cualquier proyecto. Como sostiene 
            Calderón, en nuestras sociedades
           
            Producción, comercialización 
              y consumo de cocaína no son sólo nuevos y trascendentales 
              hechos socioeconómicos, sino por sobre todo nuevos actos 
              culturales que producen la quiebra de relaciones sociales significantes, 
              inducen a la pérdida de nociones de temporalidad y espacialidad 
              y en definitiva a la ausencia de identidad personal y societal (8). 
              
          
          La heroicidad de Oliva lleva el signo de la derrota en consonancia 
            con los tiempos donde se dio. En la presentación póstuma 
            de su poemario, el poeta Pablo Guevara (profesor suyo en la Universidad 
            de San Marcos, mencionado en el texto introductorio del libro) expresó 
            las siguientes palabras que insertan a Oliva en la tradición 
            del artista suicidado por la sociedad, tal y como Artaud dijera de 
            Van Gogh: "Pensé que él iba a ganar la guerra a 
            la ciudad, pero no fue así. Fue asesinado por la sociedad. 
            Lima lo mató" (Anónimo). La droga es un síntoma 
            del problema que tiene que ver con la desarticulación social 
            y la pérdida de rumbo. Consumir drogas no sería un acto 
            (una decisión) exclusivamente individual, la sociedad (y su 
            red de producción, comercialización y consumo) contribuiría 
            a ello(17). En ese sentido, 
            existe una consecuencia con la fusión neotribal que en Oliva 
            tomó la vía de la destrucción. 
          A pesar de ser fundador de una agrupación poética (y 
            quien le adjudicó su preciso nombre), Oliva ya no pudo (o no 
            quiso) fundir su cotidianidad (su tiempo y su espacio) con la de los 
            otros poetas más jóvenes que él. Neón 
            significó más bien la ofrenda (su manifiesto cultural) 
            que el autor quiso brindar a la nueva generación que a su manera 
            lideró en sus primeros pasos. Le impregnó de su carácter 
            y de su sello. Su grito como bocinazos sin guardias de tránsito 
            (un grito desde la anarquía) no pudo ser escuchado en su momento 
            con la sabiduría y comprensión necesarias, aunque sí 
            se percibió desde el principio su sonoridad, su deslumbrante 
            poesía. Hechos de signo distinto como matanzas, coche-bombas, 
            plagas o la naciente dictadura pusieron en segundo plano ese grito, 
            esa protesta(18). Pero el tiempo 
            no ha podido silenciar su canto. Neón haría suya 
            esa expresión, aunque el tiempo de tránsito (de desencanto 
            y angustia) en el que se constituyó ya no permitiría 
            el grito. O quizás sólo "[e]l grito perdido del 
            balido airado nocturno desolado oscuro sin eco", como se lee 
            en otro poema de Ildefonso (1999: 30)(19).
          La confusión alentó el atrincheramiento neotribal (la 
            pandilla como hogar que mencionaba Zelada) y a su vez adelgazó 
            su expresión (balbuceos, palabras como huellas abandonadas 
            en la página en blanco). Quizá, como sostiene el propio 
            Hopenhayn, "el paganismo neotribal de nuestras ciudades responde 
            todavía a una sed de utopías: voluntad micro-utópica 
            que busca aglutinarse en tribus o pequeños grupos y que quiere 
            constituir imaginarios irreductibles a la lógica del mercado, 
            al consenso de superestructura y a la racionalización del trabajo" 
            (31). Utópico o atópico, lo cierto es que la herencia 
            de Carlos Oliva dejó la huella de su literatura, las señales 
            en el camino. Un sendero marcado por el color negro de la anarquía 
            y la desesperación, pero iluminado por los candiles de la poesía.
           
          Ottawa, abril 2004
            última revisión: Lima, julio 2004
           
          * * * 
           
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            La tortuga ecuestre XXIV.142 (Lima, enero 1997): 6-7.
          Williams, Raymond. Marxism and Literature. 
            Oxford: Oxford University Press, 1977, 218.
          Zevallos Aguilar, Juan. "La poesía peruana 
            del '70: un espacio para criticar la crítica". Revista 
            de crítica literaria latinoamericana XXII.43-44 (Lima-Berkeley, 
            1996): 315-23.
            ____________. "Desde 
            la nueva izquierda. Entrevista a John Beverley". Revista de 
            crítica cultural 7 (Santiago de Chile, noviembre 1993): 
            36-44.
          Zizek, Slavoj. "Esclavo es la palabra que nombra 
            al amo fingido". La insignia. Madrid: 23 abril 2004. http://www.lainsignia.org/2004/abril/cul_051.htm
           
           
          NOTAS
           (1) 
            Este ensayo fue presentado en abril del 2004 como trabajo final del 
            seminario "Versiones latinoamericanas de la posmodernidad" 
            a cargo del profesor Gastón Lillo en Ottawa University. Fue 
            leído en JALLA (Lima, Universidad de San Marcos, 9-13 agosto 
            2004). Queremos agradecer los comentarios puntuales a las primeras 
            versiones de este ensayo por parte de César Ángeles 
            L., Victoria Guerrero, Miguel Ildefonso, José Antonio Mazzotti, 
            Róger Santiváñez, Leo Zelada, Juan Zevallos Aguilar 
            y, especialmente, Luis Fernando Chueca.
            
            (2) En menor medida utilizamos también 
            algunos conceptos de José Joaquín Brunner, Raymond Williams, 
            Slavoj Zizek, Fernando Calderón, Judith Butler, Julia Kristeva 
            y Alicia Genovese. Asimismo, nos valemos de las declaraciones de dos 
            integrantes de esta agrupación (Miguel Ildefonso, Leo Zelada) 
            y de las opiniones de dos observadores locales (Luis Fernando Chueca, 
            Pablo Guevara).
           (3) 
            Esto sin descontar a otras organizaciones de jóvenes 
            implicados en el nuevo movimiento social anti-globalización 
            de defensa de los derechos humanos como "Hijos" de desaparecidos 
            en la Argentina, por citar un caso en la región. Alicia Genovese 
            ofrece una óptica de este movimiento desde la joven poesía 
            argentina de los noventa, años que se vieron "atravesados 
            por un crescendo de la violencia en las calles, un aumento 
            de delitos en parte causados por el incremento de la pobreza y la 
            desocupación que trajo aparejada la instalación de la 
            economía neoliberal" (209, todos los énfasis en 
            las citas corresponden a los autores).
            
            (4) Sobre el desempleo, la desocupación, 
            el aumento de la pobreza y la desigualdad en Latinoamérica, 
            véase el libro de José Nun Marginalidad y exclusión 
            social. Véase también El capital cultural de 
            los jóvenes de Roxana Morduchowicz para una lectura de 
            este en tema en relación con la cultura popular, la educación 
            y las imágenes de los medios de comunicación.
           (5) 
            Si bien este texto lo consultamos de un libro publicado en 1994, en 
            las fuentes de procedencia de los ensayos incluidas al final de dicho 
            volumen (página 263) se señala que este trabajo de Brunner 
            es de 1991.
            
            (6) Dice Luis Fernando Chueca: "los 
            años 1990-1993 […] sin duda marcan una `primera etapa´ 
            del grupo, ajena en gran medida a la posterior reaparición 
            liderada casi exclusivamente por Zelada" (68). Indiquemos que 
            Leo Zelada luego de una experiencia de cinco años (1993-97) 
            por diversos países de Latinoamérica (Ecuador, Colombia, 
            Panamá, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Honduras, Guatemala, 
            México, Cuba) y Los Ángeles en los Estados Unidos, regresaría 
            al Perú para posteriormente (hacia finales de la dictadura 
            fujimorista) formar una 'segunda etapa' del grupo (para remitirnos 
            a la distinción hecha por Chueca) básicamente con nuevos 
            integrantes. Queremos apuntar desde aquí nuestra plena participación 
            en esa 'primera etapa' de Neón. Para una primera lectura 
            de la poesía peruana de los noventa en relación con 
            el marco histórico nacional e internacional, véase Ángeles 
            2000, apartado II.
           (7) John Beverley 
            afirmaba lo siguiente en una entrevista efectuada poco antes del 12 
            de setiembre de 1992, pero publicada un año después: 
            "Fujimori y Sendero han monopolizado el espacio político 
            entre ellos, [representando] ambos dos tipos de autoritarismo relacionados 
            con modelos alternativos de una 'modernidad' nacional. Para mí, 
            el esfuerzo de crear una alternativa democrática y popular 
            en el Perú [...] es de hecho 'postmoderno', aunque nunca se 
            llamaría así a sí mismo" (Zevallos Aguilar 
            1993: 44).
           (8) El año 
            2002, diez años después del autogolpe fujimorista y 
            con el nuevo regreso de la democracia formal, un Informe de la Comisión 
            de la Verdad y la Reconciliación daría como resultado 
            un total no de 25 mil sino de 70 mil muertos y desaparecidos producidos 
            por la guerra interna que desangró al país. 45 mil víctimas 
            más de las que se consideraban hasta el momento previo al Informe, 
            y que sumaron una reducida toma de conciencia en la ciudadanía 
            peruana, históricamente "amnésica". Dicha 
            Comisión fue creada para "'esclarecer el proceso, los 
            hechos y responsabilidades de la violencia terrorista y de la violación 
            de los derechos humanos producidos desde mayo de 1980 hasta noviembre 
            del 2000, imputables tanto a las organizaciones terroristas como a 
            los agentes del Estado', incluyendo las acciones de grupos paramilitares" 
            (Manrique 23). Aquí es bueno señalar que el tercer Mal 
            político que diferencia Zizek es "el Mal 'terrorista' 
            fundamentalista, abocado a infligir daños masivos, destinado 
            a causar miedo y pánico" (el cuarto es "el Mal 'banal' 
            de Arendt, llevado a cabo por estructuras burocráticas anónimas"). 
            Sin embargo, hemos preferido no incluir este tercer Mal dentro de 
            nuestro análisis ya que, como dice el propio Nelson Manrique, 
            existe confusión cuando se aplica taxativamente el término 
            "terrorista" a Sendero Luminoso: "Cuando se trata de 
            hablar sobre SL, existe una forma de liquidar el debate que se ha 
            convertido en una convención implícita; consiste en 
            calificarlo de terrorista. Cuando la discusión llega a ese 
            punto, aparentemente es imposible decir una palabra más sin 
            correr el riesgo de ser considerado, en el mejor de los casos, como 
            conciliador con SL, cuando no un senderista encubierto. Sin embargo, 
            la caracterización de `terrorista´ aplicada a Sendero, 
            más que explicar confunde, pues no hay manera de entender, 
            a partir de la experiencia histórica concreta de las organizaciones 
            definidas como terroristas, cómo es que al borde de la nueva 
            década [del 90] SL no sólo no haya llegado a su actual 
            nivel de desarrollo, pasando a convertirse en un dato decisivo para 
            cualquier análisis que se interrogue sobre el futuro del Perú. 
            Es necesario distinguir, pues, entre la utilización del terrorismo 
            como arma, práctica a la que Sendero recurre habitualmente, 
            y la naturaleza de esta organización, que es mucho más 
            compleja que el simple terrorismo. Pero para entender el fenómeno 
            senderista es necesario comprender al país que hizo posible 
            su emergencia. Y para explicar su extraordinario desarrollo debemos 
            preguntarnos por las carencias profundas de la sociedad peruana que 
            el mismo delata" (77). En lo que respecta a la opinión 
            que Oliva tenía de Sendero Luminoso, se lee en su "texto 
            confesional" introductorio a los poemas de Lima o el largo 
            camino de la desesperación: "[...]luego vinieron los 
            recitales, siendo memorable el del 17 de mayo de 1991, en el que se 
            presentaron la mayoría de universidades y poetas de la nueva 
            generación, entre sonidos de petardos de dementes en la Ciudad 
            Universitaria [de San Marcos]" (5). Luis Fernando Chueca toma 
            a este recital como hecho simbólico de la silenciosa actitud 
            asumida por la joven poesía de principios de los noventa en 
            relación con la violencia política (116-9).
           (9) En una 
            entrevista realizada el 27 de junio de 1992, y publicada un año 
            después, Zelada (quien por entonces aún se presentaba 
            públicamente con su nombre bautismal Rubén Grajeda, 
            hecho que anotamos pues como tal aparece declarando en la entrevista 
            que mencionaremos enseguida) daría cuenta de otros aspectos 
            del grupo: "Neón pertenece a las calles de la ciudad, 
            no a un solo lugar. Nos hemos reunido en la plaza Francia, en la avenida 
            Tacna, en cualquier lugar donde nos agarraba la noche. Un local siempre 
            implica por un lado gastar -cosa que por lo general no podemos- y 
            por otro lado cierta formalidad, una limitación para las ganas 
            de expresarnos que teníamos. Hemos frecuentado casi todos los 
            lugares en donde hay un bar, pero hemos preferido los lugares abiertos. 
            Quiero referirme a la cuestión familiar que se ha mencionado 
            antes: Neón para muchos de nosotros ha sido una familia; 
            entre nosotros nos hemos acogido y apoyado, nos hemos contado frustraciones 
            y alegrías, nos hemos aceptado tal como éramos, sin 
            distinguir opciones sexuales ni políticas. Alguna gente nos 
            llama marginales. Como ahora hay un auge de la poesía `maldita´, 
            rebelde, a Neón le achacan también esa denominación 
            y por eso dicen que somos marginales. Ahora también es una 
            moda llamarse marginal, hay gente que vive de eso. Sin embargo, como 
            nosotros rechazamos una serie de convenciones, también estamos 
            al margen. Rechazamos cosas, las cuestionamos, discutimos para saber 
            mejor quiénes somos y qué hacemos, no discutimos para 
            golpear. Los cuestionamientos tienen el fin de llegar a algo, de encontrar 
            salidas. Si no cuestionáramos no estaríamos vivos. Somos 
            escépticos ante el discurso político, ante el poder 
            oficial, ante las racionalidades formales, pero no ante la vida" 
            (Alonso 27).
           (10) Continúa 
            sosteniendo Hopenhayn: "La fusión neotribal vuelve con 
            otro sentido, como repulsa y protesta contra un orden que prescribe 
            la identificación con el status quo, pero también 
            como experiencia expansiva en esa misma protesta. El rechazo de los 
            límites consiste menos en una invocación crítica 
            que en un gesto afirmativo que se justifica por el rebasamiento que 
            provoca en su artífice. El recurso a la transgresión 
            implica otra propuesta contestataria: la distancia crítica 
            se revierte en efusividad del desborde. No importa la falta de agudeza 
            siempre que el derrame emocional sea una evidencia experimental más 
            que una propuesta y que la transgresión sea afirmativa por 
            la irrecusable exploración que provoca en la subjetividad. 
            Importa menos su duración que su vibración, y menos 
            sus encadenamientos hacia delante que su recurrencia espasmódica 
            (su eterno retorno). La proliferación de tribus urbanas es 
            sintomática. Rock, fiesta improvisada, encuentro esotérico, 
            manifestación espontánea, barras de fútbol, grupos 
            anfetaminizados o cannabizados, danzas terapéuticas, constituyen 
            balbuceos tribales por cuyo expediente se busca este coqueteo con 
            lo no domado: como rebasamiento y fusión en el rebasamiento, 
            autodisolución o fiesta dionisíaca en que convive la 
            alienación del yo con la liberación del yo. La droga 
            también expresa esta rebelión contra la autocontención 
            gregaria. Nuevo panteísmo urbano-moderno despoblado de dioses 
            pero hiperpoblado por energías, nuevo paganismo envasado en 
            mil rituales que invitan a romper el tedio de la individualidad o 
            el sopor de la consistencia" (31).
           (11) "El 
            compromiso con la poesía -expresada en una exaltada voz, irreverente 
            y coloquial- lo obliga a sumergirse vitalmente en el 'largo camino 
            de la desesperación'", sostiene Chueca (81). Afirmación 
            que se puede engarzar con lo escrito por el propio Oliva en el ya 
            mencionado texto introductorio de su poemario: "El poeta, como 
            dice Pablo Guevara, no es solamente un acto de escritura sino también 
            un acto de existencia" (6).
           (12) De hecho, 
            uno de los poemas del libro está dedicado a Allen Ginsberg 
            ("A un viejo poeta en Norteamérica", 21).
           (13) Veamos 
            el siguiente concepto de ciudadanía dado por Carlos Vilas: 
            "[…]ciudadano se refiere a un grupo de individuos libres e independientes 
            que gozan de derechos de participación que compensan y, al 
            mismo tiempo, ocultan las desigualdades socio-económicas, [mientras 
            que] las relaciones de opresión, pobreza y explotación 
            restringen el efectivo ejercicio de estos derechos ciudadanos. La 
            fragmentación de la sociedad en diferentes tipos de comunidades 
            es indicativa del carácter incompleto del proceso de individuación 
            social[,] uno de los prerrequisitos de la existencia de la sociedad 
            civil[…] Así, no toda sociedad es una sociedad civil. De manera 
            similar, la ciudadanía no es simplemente el reconocimiento 
            de los derechos formales sino más bien el resultado del proceso 
            de una condición política, económica y cultural 
            particular, históricamente constituida" (citado por Ileana 
            Rodríguez).
            
            (14) Vale la pena atender la siguiente 
            observación de Judith Butler en El género en disputa, 
            un libro que invita a promiscuirse con su apasionante e inteligente 
            lectura del género (sus significados, sus normas, su construcción 
            cultural, sus 'naturalizaciones'): "No creo que el estructuralismo 
            implique la muerte de la escritura autobiográfica, aunque sí 
            llama la atención hacia la dificultad del 'yo' para expresarse 
            mediante el lenguaje con el que cuenta, pues este 'yo' que los lectores 
            leen es, en parte, consecuencia de la gramática que rige la 
            disponibilidad de personas en el lenguaje. No estoy fuera del lenguaje 
            que me estructura, pero tampoco estoy determinada por el lenguaje 
            que posibilita este 'yo'. Éste es el vínculo de autoexpresión, 
            tal como lo entiendo" (2001: 23).
           (15) Como señala 
            César Ángeles: "Ya el romanticismo y el simbolismo 
            francés terminaron de cambiar para la literatura contemporánea 
            el punto de vista acerca del 'héroe'; dando cuenta de un individuo 
            que, como tal, fracasaba socialmente, pero lograba revertir esto potenciándolo 
            como radical y digna contestación al frívolo mundo burgués. 
            En cualquier caso, extrapolaron su escenario de victoria a otro territorio, 
            lejos del fallido racionalismo y más cerca de lo ignoto, lo 
            inefable. Expandieron el alma-oscurecida para espantar a esa conciencia 
            infestada de armonía y confort fatuos. Este decurso individual 
            fue llevado a extremos, en el siglo pasado -sobre todo por el existencialismo-; 
            y entonces fue más evidente que si 'héroe', al clásico 
            modo, encarnaba positivamente valores y conductas del orden social 
            imperante, la nueva alternativa era un sujeto -heredero del siglo 
            XIX- que asumía radicalmente lo contrario: el pecado, el mal, 
            la marginalidad, el vicio, el absurdo... y por ello convenía 
            percibirlo provocadoramente como 'antihéroe'" (2001).
           (16) En su 
            texto ya citado el poeta es consciente de sus "muchos excesos", 
            pero a su vez exige que lo dejen vivir su propia existencia la cual, 
            como hemos visto páginas arriba, se encontraba confrontada 
            con esa desesperada búsqueda de su propia muerte: "Se 
            ha tratado de mitificarme. Se ha propagado la imagen de un poeta marginal 
            envuelto en la más patética leyenda negra. // Es cierto 
            que en mi vida he cometido muchos excesos y tal vez gran parte de 
            lo que se habla de mí sea verdad, pero también creo 
            que uno es libre de hacer lo mejor que le parezca sin tener que ser 
            cuestionado por los demás. Yo pretendo mantener mi privacidad 
            y no me gusta que husmeen en ella. Pero también creo que han 
            exagerado mucho al hacer comentarios sobre mi vida" (6).
            
            (17) Con ocasión de un homenaje 
            tributado a Oliva por los poetas de Neón y otros artistas 
            jóvenes en abril de 1994, es decir tres meses después 
            de su trágica muerte bajo las ruedas de un informal transporte 
            urbano en la periferia del centro histórico de Lima, uno de 
            los invitados, el poeta Róger Santiváñez, leyó 
            un testimonio que entre otros aspectos señalaba lo siguiente: 
            "En 1993, una de las noches de Lunes en Quilca, apareció 
            Oliva en la Reja en medio de la poesía y el rock. Con sus ojos 
            de tigre inquieto, su delgada figura y su personalidad dotada de un 
            contagiante nerviosismo; el Rey de la calle sonreía entre el 
            humo y el fragor de la noche oscura del alma. // Noche 
            que posiblemente lo llevó a salir de su casa e internarse en 
            la selva maldita de la cocaína base, para nunca más 
            volver. Una noche de noviembre visité aquella selva de mi soledad 
            y cuál no sería mi sorpresa: irreconocible Oliva me 
            pasa la voz y se adelanta ante el lumpen imponiendo respeto para la 
            poesía. Abandoné la zona dark después 
            de un abrazo a Oliva. No sabía que era el último que 
            nos íbamos a dar. Me conmovió su entrega a la destrucción 
            que conlleva esa droga, pero no pude alucinar su muerte, quizá 
            porque siempre nos queda un resquicio de solución y esperanza. 
            Pero él no lo quiso así. Por el contrario optó 
            por la destrucción y murió en su ley. La ley de la 
            calle, allí donde fue un rocker desde adolescente[...] 
            Pandillero y rebelde como él solo, terriblemente tierno. Oliva 
            es el héroe de nuestra época. Murió por salvarnos 
            a nosotros. De eso estoy seguro. He allí su poesía y 
            su gloria" (1997: 7).
            
            (18) "Poesía 
            con cólera" fue el nombre de un ciclo de recitales de 
            poesía joven que organizó en 1991 el grupo Neón 
            en doble alusión a su propia ira contra el estado de cosas 
            y a la enfermedad (el cólera) que por ese entonces asolaba 
            el país. "Rabia de mujer" fue otra actividad de alusión 
            similar.
            
            (19) Imagen que trae a la memoria la 
            despectiva expresión "la manada Neón" 
            (emitida a raíz de lo que denomina "el gesto neo-vanguardista 
            egocéntrico disfrazado de opción colectiva") que 
            utilizara Miguel Ángel Huamán en un trabajo concerniente 
            a otro sector de la poesía peruana (1994: 276; trabajo que 
            mereciera una crítica de Juan Zevallos Aguilar 1996). Una versión 
            más reciente del fallido sentido del humor del profesor Huamán 
            puede apreciarse en las siguientes líneas, escritas a propósito 
            de una explicación de la différance derridiana 
            en el contexto del castellano andino del Perú: "Existen 
            [...] infinidad de chistes que aluden directamente a esta presencia 
            de la lengua de sustrato; por ejemplo, uno en el que un criollo violador 
            escucha gritar a la muchacha andina, que tiene el dedo aplastado y 
            él no sabe: 'Me dido' y se burla diciéndole que nada 
            de 'medido', que ya lo tiene todo adentro" (2003: 103).