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        Lectura cinética de  las figuraciones del cuerpo-alma(1)
          en “La flor del  aire” de Mistral y “El deseo más profundo” de Arrate
        
          © Dra. Carolina Muñoz P.
          Universidad de Concepción
camunoz @udec.cl
        
        
         
        La lengua  poetizada sitúa en una dimensión de  alteridad a quien aprende a devenir en el mundo. Quien escribe, escribe desde  un espacio interno que no posee forma ni sentido, no obstante, fluye en una  dinámica de vacíos desplegables en su misma cinética. Y es en esa dinámica  desde la que surgen múltiples sentidos simbólicos.
          
          Desde esta  alteridad, que no es otra que el mismo lenguaje poético, el poeta  hace surgir una nueva gama de espacios a ser desplegados. En este  hacer surgir el lenguaje, se van configurando diferentes procesos de generación  de sentidos asociados a la dimensión poética de la palabra.
          
          El espacio citado  anteriormente es un espacio autógeno. Con esto me refiero a la idea de  Selbstgeburt(2).  Al cómo se nace de sí mismo a través de una  lengua que se despliega en ese sí mismo como poema.
          
          Un espacio autógeno  es un espacio vacío desde el que el poeta hace surgir una multiplicidad de sí  mismos que se proyectan en la escritura poética de manera similar a como se  proyectan los rayos de luz en un caleidoscopio. 
          
          Esta escritura  poética se percibe como un flujo semiótico en el que los sentidos del texto son  actualizados por quien escribe simultáneamente en diferentes niveles de  simbolización de la lengua. Y esta simultaneidad de tales sentidos simbólicos,  a su vez, es propia de la conjunción de dimensiones autógenas diversas, lo que  le otorga el carácter cinético a este despliegue de devenires en la escritura.
          
          Según el punto de  vista expuesto, el sí mismo, que de  ahora en adelante llamaré sujeto, se va creando a partir de un movimiento  fluctuante de estos sentidos simbólicos. Y   esta actividad autogenética del sujeto en un espacio interno que deviene  lenguaje se percibe como un continuum de proyecciones. 
          
          A su vez, este  mismo sujeto transita por entre la tensión creada entre el estar-en-el-mundo y venir-al-mundo,  
tensión que se resuelve en un espacio textual que se construye sobre sí mismo y  hacia sí mismo. 
          
          Además, es este  espacio textual, el lugar donde el sujeto percibe los movimientos surgidos de  esta tensión y las trayectorias de los movimientos de la autogénesis en los  lenguajes simbólicos con los que se habita en el mundo.
          
          Me refiero en  esta investigación a la escritura poética de Gabriela Mistral y de Marina  Arrate. Ambas poetas surgidas desde su propia alteridad y a la vez, erigidas  desde una subjetividad situada en el compuesto cuerpo-alma, que es percibido  como una instancia paradojal. Esta subjetividad de la alteridad es una red de  paradojas que entrelazan, develándose la una a la otra en una misma instancia  escritural.
          
          El texto de  Mistral que he elegido, “La flor del aire” pertenece a la serie poemática  titulada Historias de Loca de Tala (1938). Por otra parte, el texto de Arrate elegido, “El deseo más profundo”  corresponde al texto poético Uranio (1999).
          
          La  escritura de Tala de la poeta  Gabriela Mistral se resignifica con relación a la escritura de Uranio de la poeta Marina Arrate. La una  absorbe-disuelve en la otra, la lengua que las concibe a ambas.
          
          Desde  el punto de vista de esta investigación, la escritura poética de Mistral es un  instrumento para mostrar los procesos de transformabilidad  de la conciencia hacia una realidad otra. Estos procesos de transformación son  creados en una matriz semántica, la que refiere a la resurrección de la carne. 
          
          La matriz de  sentidos de un cuerpo en estado de resurrección remite a un flujo de escritura en el que se transita entre la instancia  tanática y la instancia erótica, más bien dicho, entre la pulsión de muerte y  la pulsión de vida. En el estado de resurrección emerge la palabra poética como  relativa a un cuerpo que se desangra en  polvo y  en su dinámica cinética  dibuja un continuo de intensidades de conciencia.
          
          En este sentido, el espacio  poético mistraliano deviene movimiento de múltiples ritmos ligados a la  experiencia del éxtasis, al acto de revelación de los estados de conciencia  en la presencia-ausencia de la palabra en tanto lengua poética sacralizada. 
          
          La escritura de  Gabriela Mistral, en este sentido, remite en su figuratividad a diversos ejercicios de ascesis, que en tanto  lenguaje poético muestra una experiencia extática de ascensión. La ascensión en  Mistral es la de un cuerpo que se eleva  en perfección. A su vez, esta instancia de subjetivación supone un diseño cinético concebido como un continuum de intensidades de conciencia,  que al mismo tiempo revela la figuración de  un cuerpo místico. 
          
          Desde este punto  de vista, en la escritura poética de Gabriela Mistral se realiza un cuerpo místico que es en sí mismo una aporética,  desde la que como una doble paradoja, surge el alma. 
          
          Ahora  bien, la escritura de Arrate  se sitúa en la simultaneidad de las  pulsiones de muerte-vida. Tanatos y eros co-existen en el continuum de intensidades, haciendo  posible que surga la conciencia como flujo y devenir. Esta es una conciencia  automanisfestada  que remite a una  escritura que fluye por el ambient(3) como una acción de transferencia, siempre en el espacio  del tránsito, donde la palabra poética se activa en la emanación de un cuerpo  sutil. 
          
          Un  cuerpo sutil es una proyección de energías vibratorias, que al entrar en el  espacio de creación poética, se manifiesta como lengua poetizada y es percibida  como poema. También un cuerpo sutil es un cuerpo que al surgir como palabra,  surge también como subjetividad, y esta subjetividad se engendra a sí misma en  el acto mismo del engendramiento; siendo este engendramiento una actividad ad infinitum. 
          
          Esta  cualidad proyectiva del cuerpo sutil es una transferencia, entonces, desde las  zonas erógenas del sujeto hacia superficies más expansivas de la conciencia del  sí mismo como lo es el flujo de escritura poética.  Al mismo tiempo este flujo se re-transfiere a  las zonas erógenas  y se figura  en este proceso,  el avatar. 
          
          El flujo así percibido configura una cinética de las  transferencias de sentidos en un cuerpo habitado por el continuum de avatares, todos ellos proyectados en la palabra poetizada.
          
          En  este espacio surge, entonces, la escritura como una reiteración de las  instancias de subjetivación del flujo tanático 
y erótico como una transferencia  continua de conciencias en una misma zona subjetiva. Esta transferencia  continua de conciencias traza su trayectoria y en esta trayectoria se describe  una dinámica de subjetividad del retorno  al cuerpo. De esta manera, el avatar como  espacio de escritura de la simultaneidad reúne en un diseño cinético de subjetividad,  pulsiones tanáticas y pulsiones eróticas. 
          
   Este lenguaje emana desde el espacio  intrasubjetivo a través de la somatización de la experiencia poética.En este  sentido, el proceso de somatización de la experiencia poéticaremite a una escena virtual de la  irradiación del alma en el cuerpo; en cuanto flujo del soma y en cuanto  diálogo del  cuerpo con su materialidad putrefacta y con su espiritualidad mistérica.
  
          En esta continuidad de la conciencia del lenguaje poético de Arrate  surge el flujo de escritura como una subjetividad  sin sujeto(4). En este  sentido, el flujo de escritura  remite a  la experiencia de muertes sucesivas y de encarnaciones sucesivas de un cuerpo  también místico. Aquí la apóretica de este cuerpo se percibe como una paradoja  de la generación-disolución de un alma.
          
          La  escritura poética de Gabriela Mistral y Marina Arrate se propone en esta  investigación como una matriz de sentidos a hacerse visibles en figuraciones  relativas al compuesto cuerpo-alma. De una manera tal que la conciencia deviene  en flujos de subjetividad sucesivos y continuos, latentes en esta matriz de  sentidos emergentes, y visibilizados en una escena poética. 
          
          En este sentido, las relaciones entre  cuerpo y escritura se describen como una lectura  cinética(5) en la que los  textos se leen a partir del diseño de  subjetividad dibujado en el espacio interno. Y al mismo tiempo, los textos son  percibidos como figuraciones del cuerpo en una escena. Estas figuraciones se agrupan en unidades poéticas, las que al ser leídas en la simultaneidad  cuerpo-lengua, van generando una dinámica de las figuraciones del cuerpo y una  dinámica de la lengua poética que articula al cuerpo. 
          
          En  esta investigación se organiza la lectura de los textos poéticos en  relación a la noción de unidad poética.  La unidad poética la defino como un espacio textual de co-elaboración de los  sentidos en la escritura. 
          
          Cabe destacar que la unidad  poética se sitúa en el nivel de las posibilidades de percepción de los  textos poéticos, y estas posibilidades dependen de los textos mismos. Es decir,  la unidad poética se elabora como un acto co-perceptivo, en el cual la  constelación de textos poéticos articulados como escenas, son enlazados como  una unidad de sentido.
          
          En esta  investigación utilizo la unidad poética para dar cuenta de los procesos de construcción de los espacios de subjetividad  en la escritura poética y a su vez, hacer visibles los flujos de subjetivación  a través del diseño de trayectos cinéticos en el poema como sentidos  emergentes.
          
          En este sentido,  posibilito el diálogo entre espacios de escrituras altéricas y asíncronas, como  corresponde a la escritura de Gabriela Mistral y de Marina Arrate. Estos  espacios de escritura remiten a hechos de vida disímiles y divergentes para  cada escritora, siendo precisamente esa divergencia expresiva la fuente de  innumerables posibilidades de trayectos cinéticos. 
          
          De este diálogo,  hago surgir  matrices de sentidos comunes  a la escritura poética de Gabriela Mistral y de Marina Arrate. El espacio de  escritura poética de una poeta co-emerge en el espacio de escritura poética de  la otra poeta, y esta co-emergencia está vehiculada por la percepción del  compuesto cuerpo-alma como una  instancia figurativa. 
          
          Las figuraciones  del cuerpo-alma constituyen el eje  que articula el diseño de trayectos cinéticos relativos a la idea de  corporalidad y de espiritualidad que enmarcan el espacio de escritura poética  de ambas escritoras.
          
          Estos trayectos  cinéticos remiten a la indagación acerca de los procesos de transformabilidad y  tránsito asociados a la noción de alma. En el espacio poético de ambas escritoras el alma es una dinámica de flujos de  subjetividades en tránsito de un espacio a otro.
          
          Cuerpo y alma son  comprendidos como escena de escritura poética, en la que me interesa indagar la  cinética de los sentidos figurados en el texto; el cómo ocurren los tránsitos  de un espacio (el cuerpo) a otro espacio (el alma) en el despliegue de la  escritura poética. 
        - Sujeto, cuerpo y escritura: 
          La idea de sujeto está asociada a la articulación de relaciones de  conocimiento de las experiencias subjetivas del sí mismo como un Dasein, pero también se ha pensado como  un doble vínculo de unión y de  separación del sí mismo y del otro. El sí mismo ingresa al mundo y del reflejo especular que percibe en el  encuentro con su alteridad construye una imago.  Pero luego se separa del mundo al entrar al ámbito del lenguaje para crearse en  la instancia simbólica como un tránsito a través del nombre del Padre.
          
          También el sujeto es una construcción social que es el resultado de las  relaciones de poder y los métodos disciplinarios de un aparato ideológico de  estado. En este sentido, un sujeto es un proceso de subjetivación que se  construye sobre la base de un sinnúmero de redes de poder invisibles para él  mismo hasta el momento en el que este sí mismo se percibe en su corporalidad  moldeada por los mecanismos de control de un poder panóptico.
          
          Además, un sujeto surge de la relación establecida entre la lengua en la  que se articula y el acto simultáneo de creación del sentido. En este caso, el proceso mediante el cual una subjetividad  se articula en una lengua es lo que vehicula la posibilidad de existencia de un  sentido, en el que se percibe la huella de una presencia.
          
          Derrida  (1974) señala que la experiencia del sentido es un rastro (trace)  que pervive en la  escritura.  El rastro es  percibido como una relación enigmática entre el adentro y el afuera del sí  mismo, siendo este enigma una experiencia del espacio. En el espacio se inscribe  el sentido como una presencia-ausencia de este trazo en la instancia  escrita. En este sentido, un sujeto se abre al exterior como una presencia  viviente de un adentro que adquiere su forma en el espacio a través de la  escritura, pero esa forma es un rastro y una ausencia. Queda por decir, que según  el texto citado, la idea del rastro como presencia-ausencia es afín a la  posible relación entre espíritu y escritura, y en este caso inaugura un  pensamiento metafísico.
          
          El  sujeto que escribe deviene ser ahí en  cuanto este ser habita en un espacio  que es la existencia misma. Y como habitante de un espacio del ahí es lógico  que se pregunte por la existencia de un espacio del allá en tanto espacio de trascendencia. Pero lo que escapa a la  lógica de esta pregunta es precisamente la idea misma de trascendencia. ¿Qué es  lo que transciende? y ¿hacia dónde? Sin duda que el pensar de esta forma  sugiere una percepción de la realidad como constituida por experiencias mucho  más complejas que la ya compleja operación de habitar en el mundo.
          
          Para  Lacan (2005) esta experiencia es una paradoja, ya que el sujeto es  irrepresentable y sólo surge por el hecho de estar representado en un  significante. Sin embargo, una cadena de significantes en sí misma es una  lectura imposible, ya que si no surge el nivel de la significación queda como  un espacio vacío. El autor entrega la noción de letra para hacer posible la existencia del sujeto como un hacerse  sujeto. Así, a partir de la palabra escrita se funda un sujeto como un espacio  de sentido que es a su vez una experiencia del goce. Y el goce es el cuerpo.
          
          En  este marco reflexivo es posible situar la idea de sujeto como el proceso de  generación de la subjetividad. De este proceso de generación de subjetividad va  a surgir el cuerpo a través de sus pulsiones como un espacio intrasubjetivo.  
          
          Según  esta idea de sujeto en proceso, el  sujeto surge en un espacio de sentido que a su vez, es el ambient(6)en el que también surge la conciencia como un evento cinético en el  que se dibujan otras realidades, como espacios de transcendencia. 
          
          El  espacio transcendente concierne al mismo tiempo, a la cinética de transferencia  del sentido hacia el cuerpo que deviene simbiosis. En la simbiosis intervienen  estados líquidos del compuesto cuerpo-mente. En el estado de simbiosis se  unifica el cuerpo a sus funciones perceptivas y sensoriales, las que se  manifiestan como una experiencia poética. 
          
          En  este sentido, el ambient donde ocurre  la simbiosis es un espacio mental en  el que surge junto al poema, la subjetividad y el cuerpo.
          
  Todo  lo dicho antes me permite situar la experiencia poética como un proceso de  búsqueda del sentido, el que se elabora con figuras  corporales acerca de la subjetividad. Estas figuras se organizan como una matriz(7) de sentidos  emergentes en co-existencia(8) a la  experiencia misma de escritura. 
  
          En  esta matriz de sentidos co-emergentes es concebida la subjetividad autogenerada  como una visualización de la imagen  interna del cuerpo. Antes de concebir el texto poético se percibe el estado de  simbiosis como imago del sujeto que  va a surgir en un espacio afuera. Este espacio es la lengua y el sujeto que emerge de esta experiencia es el  sujeto que escribe. 
          
          Al  mismo tiempo, el sujeto que escribe se ha sido autocreando en la matriz de  sentidos e intervine en el espacio textual como una subjetividad que  autopercibe la cinética de flujos como awareness (Loy, 2009)de los trayectos de  escritura poética.  
          
          La  idea de cinesis(9) a  desarrollar en el transcurso de esta investigación supone la configuración de  una escena poética dentro de un  espacio de escritura en el que la palabra participa como cuerpo y el cuerpo  deviene palabra.
          
          La  palabra poetizada es un cuerpo en movimiento, porque el devenir de la lengua se  entiende como un ir emergiendo desde  el flujo autogenerado hacia el sentido.  De esta manera, el cuerpo se mueve a  través del lenguaje en un devenir de instancias de conciencia de escritura.  Así, una vez que el proceso de autogeneración de los espacios internos ha  madurado, la palabra participa como cuerpo.
          
          En  una escena poética se descubre esta  cinética como escritura en el cuerpo y surge lo móvil como escritura del  cuerpo. La escritura en el cuerpo se percibe en una dimensión espacial que  opera a su vez, en el dentro-afuera de  la lengua poetizada.
 
          
          La  escritura del cuerpo se percibe en una dimensión temporal, siempre en una  dinámica de flujos (Kristeva, 1995) e intensidades. Con esta escena poética se abre la posibilidad de  establecer relaciones entre los procesos de generación de  sentidos en  torno al cuerpo como flujos de subjetividad y la proyección de estos flujos  impresos en la escritura poética. 
          
          Desde  el flujo surge una escritura situada enun espacio subjetivo interno. Al mismo  tiempo fluye la lengua entre el espacio  subjetivo interno y el espacio del nacimiento del sí mismo.
          
   Este flujo es un tránsito por los espacios  autógenos que vehiculan los procesos de subjetivación, a los que se accede por  medio de la transformación de una subjetividad de la identidad personal a una subjetividad sin sujeto. En este  sentido, el proceso de subjetivación puede ser conocido por el sujeto mediante  el noúmeno o mente suprasensible como una manifestación de una co-emergencia.  Al respecto Simmer-Brown señala: "el noúmeno y el fenómeno se experimentan  simultáneamente, a nivel perceptivo, emocional y conceptual, en una  manifestación de intensidad o coemergencia" (2002:120). La posibilidad de  percibir estas manifestaciones de intensidad supone una subjetividad ya  transformada por la lengua en una simultaneidad de subjetividades en proceso  continuo de co-emergencia.
  
          Desde  este punto de vista, la subjetividad está "referida a la habilidad  dinámica de indagación personal", en la que el sujeto "se despoja de  los intereses limitados centrados en uno mismo y adquiere una perspectiva más  amplia evocada por el símbolo" (Simmer-Brown, 2002: 57). La indagación  personal es entendida como un desplazamiento hacia el espacio interior  subjetivo desde la experiencia de la escritura. En esta dinámica de  introspección, el sujeto se vuelca hacia él mismo desde un continuum de flujos,  que hacen posible la experiencia del sentido como una actividad simbólica. Al  entrar en la actividad simbólica, el sujeto se despoja del sí mismo para  generarse como entrelazamiento de redes de flujos en espacios transubjetivos.
          
          La  subjetividad está entendida como la creación de flujos de escritura de los  cuerpos en sí mismos y en otros cuerpos. El sujeto se mueve desde el espacio  subjetivo interno como un flujo de intensidades vehiculado por la escritura  hacia un espacio transubjetivo que comunica ese flujo y lo retorna al interior,  ahora transformado por la experiencia de la comunicación. 
          
          El  paisaje del espacio interno que comunica hacia el afuera se manifiesta en la  dimensión del intercambio de los flujos, en el contacto de los cuerpos. Y en  esta dimensión co-emerge la escritura como configuración de subjetividades  autocreadas, no obstante carente de sujeto fijo.
          
          Para  Barthes  (2000) en el espacio  intrasubjetivo se crea un tiempo poético en el que las palabras surgen más  espirituales porque en ellas se ha instalado el azar de los significados como  una aventura y como un encuentro. La escritura es “una transferencia sin  huellas” (s/n), que se realiza en el sujeto como  una “elección de conciencia” (s/n) y remite a  la imbricación de la palabra enraizada en el secreto de un más allá del  lenguaje. La escritura es germen de una continuidad de signos vacíos que  adquieren significado sólo por su mismo movimiento continuo.
          
          A  modo de síntesis diré que la lengua, la palabra y la letra se despliegan desde  un espacio interno a través del flujo de intensidades en la que un cuerpo es  figurado en una escena de escritura  poética. 
          
          A  este proceso de indagación sobre los espacios de escritura poética lo denomino lectura cinética. En este punto de la  reflexión se hace necesario acotar la idea de cinesis. Una lectura cinética es movimiento de entrada en los  espacios perceptuales del sujeto en la escritura poética. Y es  también un ejercicio de reescritura de los textos poéticos, los que se  agrupan en torno a una matriz semántica común.
 
          
  Este proceso de transformación ocurre a la manera de una proyección escénica en la escritura y de  esta manera, emergen  en el texto poético diferentes posibilidades expresivas o flujos de  subjetividad que configuran posibles procesos de figuración de los flujos.
 
  
          La escena  del alma en tanto proyecto literario se asocia a una cinética de los trayectos de conciencia en un espacio de  escritura autogenético. Estos trayectos describen la figurabilidad del  cuerpo-alma en los que la conciencia se mueve hacia la divinidad. Desde una  perspectiva cinética, la conciencia deviene suceso transformativo, en este  sentido una cinesis. La conciencia  transita desde este interior-exterior de los flujos de subjetivción hacia una  dimensión de lo corporal asociada a un nivel figurativo de significación.
 
          
          En  este tránsito surge una poética del cuerpo que a su vez, sugiere la generación  de un espacio de sentido en el que se  hace posible visualizar múltiples figuraciones del cuerpo a través de su diseño cinético. Este diseño se define  por su cualidad dinámica en la que se traza un diagrama de flujos de  figuraciones, articuladas en un continuum de sentidos en proceso de generación.  Este diseño posee carácter co-emergente, ya que se busca describir la dinámica  de subjetivación en una misma escena de escritura poética. Esta dinámica  refiere a la paradoja sobre el alma encarnada y sobre el cuerpo espiritualizado,
        El cuerpo significa en tanto  corporalidad, gestus y figura. El nivel de la corporalidad está entendido como la instancia  energética asociada a la materia orgánica presente en la creación y puesta en  escena, en tanto respiración y movimiento. Esta presencia autoperceptiva se  configura en diferentes modos de habitar el espacio. El cuerpo se sitúa en un  espacio que remite a múltiples niveles de conciencia asociados a la elaboración  de infinitas posibilidades kinéticas.
        En  tanto gestus, el cuerpo define una  serie de operaciones de visualización de la realidad en orden a los tipos de  relaciones que se establecen en el campo de lo social. Así, se crea un diseño  de los mecanismos de poder, que subyacen a las corporalidades presentes en  escena: el sometimiento de clases, el abuso de poder, entre otras. Esta  propuesta del cuerpo en tanto gestus  social (Brecht, 1949) es desarrollada por Brecht, principalmente, y con la  cual se instaura una épica de los cuerpos oprimidos.
          
          El  cuerpo como figura puede ser abordado  desde una perspectiva o modelo de interpretación kinésico-social y en este  sentido también conforma una escena. Esta escena se define en tanto dispositivo  para pensar la realidad,  tal como lo  señala Contreras (2003); permite la articulación de múltiples relaciones entre  cuerpo y espacio: un cuerpo en un escenario se traslada de un punto a otro y en  su trayectoria describe múltiples diseños de movimientos. Es decir, un cuerpo  en un espacio figura un suceso transformativo y en su transformabilidad dibuja  trayectorias de sentidos figurados.
            
          Una  forma de reflexionar acerca de los procesos de sentidos emergentes en el texto  poético es hacerlo en función de las diferentes posibilidades escénicas del  cuerpo proyectadas en la escritura. Tales posibilidades se visualizan como movimientos de una figura en un espacio dado. 
          
          Ahora  bien, este movimiento es entendido como la instancia cinética del cuerpo que  a su vez, es resultado de la interacción de  secuencias sucesivas, las que componen un todo en un continuum de significaciones. En esta instancia el yo y el otro se  vinculan en la generalidad. Ya no se parte de una sucesión de fragmentos de tiempo  que luego son sintetizados por una conciencia constituyente. No obstante, el  tiempo tampoco puede ser considerado como un flujo individual separado de otros  flujos, sino que éste puede ser entendido como la reanudación en la que cada subjetividad y las subjetividades  responden a   la cohesión entre la vida intrasubjetiva y la vida-mundo. 
          
          Este continuum de significaciones va a  definir una práctica de escritura poética que se realiza como intensidades de  conciencia; en este sentido, cuando se escribe se crea "una forma de ser al mismo tiempo pasivo y  activo, social y asocial, de estar presente y ausente en la propia vida"(Sontag, 2007). Y en este contexto se  origina una indagación de la dimensión paradojal por la que transita el poeta  en su propia lengua.
  
  - Lectura  cinética: ascesis e irradiación
          El poeta emerge  desde el espacio vacío hacia esta dimensión de la palabra en cuanto práctica de  escritura poética al trazar las trayectorias asociadas a estos procesos de subjetivación como instancias figurativas.  Estas instancias remiten a la idea de  figura, que defino como un proceso  progresivo de hacer visible el sujeto. Las trayectorias a ser trazadas corresponden a las figuraciones del cuerpo y delalma en una escena de escritura acotada. 
          
          Esta escena de  escritura poética se organiza por medio del entrelazamiento de las trayectorias  cinéticas formadas al agrupar los textos en unidades  poéticas. 
           
          En una escena de  escritura poética, el texto poético y la lengua que lo constituye, se revela  como una unidad de sentido, la que  subyace a la conciencia escritural y co-emerge en la instancia de  subjetivación.
          
          Esta idea de  escena de escritura poética permite hacer coincidir la concepción de la  escritura en una práctica que vehicula los flujos autogenéticos de subjetivación,  por una parte y por otra, en una práctica de perceptividad de estos flujos en  tanto procesos de experimentación de sentidos en torno al cuerpo y al alma. 
          
          De esta manera,  defino una escena de escritura poética como figuraciones de la polisemia de constitución de subjetividades al interior del poema. 
          
          Esta aproximación  a la noción de unidad poética se organiza a partir de las investigaciones desarrollada  por Contreras (1999) en el campo de la teoría teatral.En estas investigaciones, la autora establece la noción de unidad  escénica como punto de partida para el análisis crítico de los textos  teatrales. 
          
          Ahora bien, el uso del la unidad  escénica como una herramienta de análisis de textos poéticos se sostiene  sobre la percepción del poema como un sistema de signos o una pluralidad de  fenómenos, de secuencias y de escenas en las que me interesa identificar la unidad de sentido, definida ésta como un hecho, que a su vez, está asociado a  la noción de situación dramática y a  la noción de figura. 
          
          Una situación dramática responde a una determinada organización de los  referentes verbales y de los dispositivos escénicos de un texto teatral. Y la figura  remite a una proposición visual que  se actualiza en diferentes atributos de  sentidos. De este modo,una determinada  situación dramática agrupada en torno a diferentes figuras y articulada como  una unidad de sentido se visualiza y  se lee como un hecho escénico.
          
          En este sentido, un poema se lee como un hecho escénico en el que las  voces del texto poetizado emergen a través de una forma visual, esbozándose  así, una determinada figura. Esta figura se percibe como figuración del espacio  semántico referido en el texto, haciendo surgir desde los mismos sustratos  textuales un caudal de redes de sentidos, enlazados dialógicamente, situando de  esta manera un enfoque crítico para la lectura de la escritura poética. 
          
          Como se ha dicho antes, esta investigación se imbrica con la  relación de sentidos creados a través de la noción de unidad poética: diferentes escenas críticas remiten a la descripción de fundación  de espacios autógenos en la que se visibilizan estados de conciencia  subjetivos, los que su vez, son figurados en tanto cuerpo-alma.
          
   Este espacio figurativo se espacializa en un diagrama de flujos en los que se  describen a su vez ciertos trayectos de escritura poética organizados en un diseño cinético común. Los trayectos de escritura  sugieren, al mismo tiempo, la apertura de un espacio poético-ético. Este espacio  poético-ético se construye en una instancia  subjetiva aporética, ya que anuncia su transformabilidad en el hecho mismo  de su transformación. En este caso, creo posible una bio-ética para la escritura poética en la que habitan  flujos de subjetivación imbricados en matrices de sentidos co-emergentes.
  
          En este diagrama  de flujos de escritura poética se percibe un diseño que muestra la siguiente  dinámica de sentidos: los procesos de subjetivación del alma encarnada y de un  cuerpo espiritualizado.
 
          
          La  escritura poética hace confluir en el texto una serie de relaciones figurativas  en torno al cuerpo, que pueden ser agrupados con relación a ciertos niveles de  conciencia o grados de percepción de la realidad corporal. 
          
          Esta  conciencia del cuerpo figurado aparece en la escritura como alma. Es decir, como diferentes aspectos  del fenómeno espiritual en el camino de  perfección que reconoce a la divinidad. 
        - Me subí a la ácida montaña…
          El poema “La flor del aire” define un estado de perfección  espiritual, estado que se percibe en ciertas figuraciones corporales relativas  a cambios o variaciones de los colores del cuerpo-flor. El sujeto que escribe, sube-baja la montaña en una ascesis de  la disolución de un cuerpo como  espacio no-definido de subjetividades en devenir.
          
  Las flores  sin color se cortan del aire. Sin color también es el tiempo, el sueño y los sueños. Las flores figuran al cuerpo en  su devenir de color blanco-rojo-amarillo a sin-color, ¿Transparente? En el  poema se percibe la transparencia como aire-viento,  en este caso levedad e  in-sustancialidad. Las flores se disuelven en su levedad como el tiempo se  disuelve en el sueño. En este caso, el cuerpo del sujeto que escribe se ha  disuelto en flujos de conciencia onírica, que se despliega en una sucesión de  cambios de colores como cambio de estados de conciencia, estos cambios se  suceden desde niveles más densos a niveles sutiles.
        
          
            Yo la encontré por mi destino,
              de pie a mitad de la pradera.
            Yo nunca dejo la pradera.
            Y me cortas las flores blancas. 
            Ahora sólo flores rojas.
            Flores de demencia.
            Las amarillas, las amarillas.
            Y cortarás las sin color.
            Yo soy Mujer de la pradera.
            Cuando bajé de la montaña
              y fui buscándome a la reina,
              ahora ella caminaba,
              ya no era blanca ni violenta.
            Ella se iba, la sonámbula,
              abandonando la pradera.
            Ella delante va sin cara;
              ella delante va sin huella.
            Con estas flores sin color,
              ni blanquecinas ni bermejas,
              hasta mi entrega sobre el límite,
              cuando mi Tiempo se disuelva...
          
        
        Estos versos citados remiten a  figuras corporales relativas a la experiencia de la perfección, a través de continuas transmutaciones, cambios de forma  y cambios de estado. El sujeto que escribe relata el encuentro karmático con la reina blanca y violenta que encarga  estas flores de demencia, no obstante  se aleja sonámbula hacia otra  dimensión. Quien no tiene cara, no deja huellas. La demencia se percibe como un  devenir  in-material, hecha de aire. O  hecha de viento; en ambos casos, se refiere a un cuerpo-viento hecho del movimiento del aire. Este cuerpo-viento refiere a flujos de subjetivación relativos a  secuencias de mutaciones de color y secuencia de recorridos místicos. 
          
            La  flor del aire es una posibilidad de generación de un cuerpo in-material que  se produce por variaciones de color. En este espacio perceptual, los flujos de  subjetivación se manifiestan como subjetividades  sin sujeto, en el que se han disuelto las instancias de subjetivación como una acción de entrega al límite. En  este sentido, el servicio altruista o la entrega por amor, perfecciona el  espíritu y posibilita estados profundos de ascesis. La ascesis como práctica de  purificación espiritual eleva la conciencia hacia universos multidimensionales,  como la experiencia mística del espacio interior autogenerado.
            
  En la kinética del poema “La flor  del aire”, el cuerpo es una flor. Y también es una mujer que sube-baja la montaña de las flores.  Cuerpo sobre cuerpo. En el símbolo flor se figura un cuerpo sutil y en el símbolo montaña se figura un cuerpo mujer, transfigurado en la experiencia de la ascesis.  Ascesis de la flor. Ascesis del sujeto que escribe. 
              
  - Vuelve a  vibrar…
          La serie “El  deseo más profundo”de Marina Arrate  refiere al encuentro de los amantes que finalmente se han reunido en un abrazo, en el que las continuidades de  flujos se manifiestan como espacio  celeste. Este espacio, como ya se ha dicho antes, es un espacio de  simultaneidades euclidianas en la que nada  comienza y todo termina.  
          
          El  sujeto que escribe se somatiza en una flor como instancia de cristalización del deseo. Este deseo es un deseo de luz, que  atraviesa estos campos simbólicos como un haz reverberante, en el que se  percibe a los dioses de la extrema  pureza. La percepción de este particular fenómeno lumínico se denomina visión pura y es propio de estados de  conciencia altamente purificados, en los que el surgimiento de los fenómenos  ocurre como unión de lo que ha sido separado; disolución de lo que se unido, en  el más profundo espacio vacío. 
          
  El vacío es este espacio de  transcendencia de la dualidad en el que es posible la realización de niveles de  espiritualidad en los que se percibe sin sujeto que perciba algún objeto a  percibir. Por lo tanto, el espacio poético se  percibe sólo como un flujo continuado de experiencia de los fenómenos. Y ese es  el deseo más profundo.
  
          El cuerpo vibra  en el cosmos. Estas vibraciones son proyecciones del cuerpo en el espacio y a  la vez irradiación de núcleos de energía que giran en torno a un centro  esférico. El poeta nombra, toca y adora a través del dolor -que es el océano- y de esta manera se  instaura la percepción del alma. El alma llega como un cuerpo, cuya  extensión  es imposible, no así, su  resonancia. 
        
          
            La flor quema
              de Oriente entre sus flamas
              pues llanto y sed se han conflagrado
              en la avenida celeste que la condiciona.
              Toda orilla llama y es silencio,
              toda pasión la invoca y cuando llega
              gala, comino de Dios, regalo,
              alborozados hundimos las manos
              en esas trémulas violetas. (57)
            Todo el ser se  pliega a su radio
              Y el alma, que  había muerto,
              Vuelve a vibrar
              Como si un solo  dolor en una barca
              Como si un solo y  único día
              El tiburón y su  gaviota
              En todas las  orillas y a la orilla
              Del Mundo se  nombraren y tocaren
              Y adoraren
              Antes de la  llegada
                                            de los pájaros de  la imposible extensión.
          
        
        La serie  poemática citada remite a un topoi fundamental  de la teología católica, elaborado por San Agustin, se trata de la idea de  conciencia; en latín, Abyssus humanae  conscientiae.(10) La abismal conciencia humana  es un pájaro. O un acontecimiento  somático o simplemente, un soma. Los procesos de transformación de la  conciencia se describen en estas figuras como abismal  y por defecto,  celestial. En este sentido, un acontecimiento somático bien puede vehicular una  conciencia abismal de los fenómenos emergentes. A su vez, la conciencia  celestial es el logos vuelto  elemento, es el fuego pneumático que moviliza los estados de conciencia del  nivel somático al nivel autorreflexivo, que bien puede ser leída como  despliegue del soma; el soma refiere a cierto tipo de  conocimiento sobre los contenidos espirituales, que se cristaliza en una bebida  y se percibe como gozosa.
          
          El cuerpo-alma  refleja las vibraciones de los movimientos de  la conciencia. El alma que vuelve a vibrar supone la idea de una vibración  inicial deseada y que se cristaliza como soporte de los despliegues de espacios  de escritura. Estos espacios se leen a su vez, como la vibración del logos-fuego-alma en un espacio  autoirradiado.
          
          Cuerpo y alma. En  los textos leídos, la cinética se despliega como tránsitos de un espacio (el  cuerpo) a otro espacio (el alma) en el espacio interior subjetivo. 
          
  En este esquema se muestra  la posibilidad de surgimiento de un interior común co-emergente en la escritura  poética. A partir de una práctica de significados a ser convocados en una espacio  cinético: la conciencia se despliega en la escritura como flujos de  subjetividades sin sujeto, las que definen una matriz de sentidos  simbólicos  que se figuran como  cuerpo-alma.
  
          En el espacio  poético de ambas escritoras el alma es una dinámica de flujos de subjetividades  en tránsito de un espacio a otro. Y el cuerpo es la posibilidad de indagación  de estos tránsitos como intensidades de conciencia.
        
         
        * * * 
         
        
          Referencias bibliográficas
        
        - Arrate, Marina.1999. Uranio. Santiago: Lom.
         - Barthes, Roland. 2000. El grado cero de la escritura. México: Siglo  XXI, en
  <http://www.esnips.com/doc/Roland---El-Grado-Cero-de-la-Escritura.pdf>
        - Contreras, Marta.  1999. Griselda Gambaro. Teatro de la  descomposición.  Concepción,  Concepción: Ediciones Universidad de Concepción. 
          
          - Derrida, Jacques. 1974. Of  grammatology. Baltimore: The Johns Hopkins University Press, 2a. ed. 14  mayo 1997. http://www.marxists.org/reference/subject/philosophy/works/fr/derrida.htm
        - Kristeva, Julia. 1995. El alma y  la imagen. Las nuevas enfermedades del alma. Madrid:Cátedra. 
        - Lacan, Jacques. 2005. “The  agency of the Letter in the unconscious or reason since Freud”, en Écrits: a selection. London: Taylor  & Francis e-Library, 2da. ed., pp. 111-136.
        - Loy, David. 2009. “The nature  of attention”, Awarness Bound &  Unbond. New York: State University of New York press, pp. 13-30.
        - Mistral, Gabriela. 1992.  Antología  Mayor: Poesía, en Gastón von dem Bussche (ed.), Santiago: Editorial Cochrane. 
        - Simmer-Brown, Judith.  2002.  El cálido aliento de la dakini.  Barcelona: Mtm editores. 
        - Sontag, Susan. 2007. Cuestión  de énfasis. Madrid: Alfaguara.
        
         
        
        
         
        NOTAS
        
          
            (1) Este artículo forma parte de la tesis titulada “Series poemáticas de MISTRAL y  ARRATE: Lectura cinética de las figuraciones del cuerpo-alma”para optar al grado de Doctor en Literatura Latinoamericana, dirigida  por la Dra. Marta Contreras. Programa de Doctorado en Literatura  Latinoamericana, Universidad de Concepción, Concepción, 2009. Investigación y  desarrollo de tesis de doctoral realizada con el aporte de la Comisión Nacional  de Investigación científica y Tecnológica, CONICYT, Gobierno de Chile 
           
          
            (2) La idea de selbgeburt  (del al. auto-nacido) se lee como autogénesis y espacio autógeno, respectivamente. En todos los  casos da cuenta de los procesos de subjetivización  y de la generación de sentidos en un  espacio-texto poético.
           
          
            (3) La noción de ambient remite a la posibilidad de  percibir el espacio como una experiencia de inmersión sensorial pre-cognitiva y  como una configuración de dimensiones múltiples. El espacio se representa en un  diagrama de fases en la que se muestra  la posición de un punto y al mismo tiempo se describe el momentum de variabilidad de este punto como un eje  multidimensional. De esta manera, los fenómenos son percibidos como  trascendentes, ya que remiten a un espacio que se crea en una concatenación de momentum variables en el espacio-tiempo  del sujeto que, en este sentido, crea la realidad fenoménica.
           
          
            (4) A partir de Blanchot enuncio la idea del yo como ausencia de esencia y de sentido. En este sentido hago  referencia a la noción de vacuidad/vacío para explicar la paradoja de una subjetividad sin sujeto.
           
          
            (5) La lectura cinética se articula en torno a la noción de cinésis. En el transcurso de esta  investigación  defino cinésis como espacio rítmico. A su vez, hago  referencia a los términos kinésico-cinestésico indistintamente como posibles  puntos de vista relativos a la idea de cuerpo como trayectos de movimiento en un  espacio cinético.
           
          
          
            (7) Defino matriz de sentidos según un  modelo semiológico de relaciones  intertextuales. En este modelo se combina el estudio de los textos literarios  con un análisis de los contextos de escritura, para crear  posibles relaciones entre el tejido textual y  los referentes extratextuales en los que se articula el texto matriz.
           
          
            (8) Tomo el concepto de emergencia a partir de la idea de arising. Según este idea la existencia  de los fenómenos responden a una compleja red de relaciones que se articulan en  un espacio multidimensional. En este sentido, los fenómenos se presentan como  inherentemente vacios, debido a que  sólo se manifiestan según la conexión a ser creada o mejor dicho, los fenómenos  emergen en co-existencia a las causas que vehiculan su originación.
           
          
            (9) La cinética es un término que refiere a los efectos de luz y  sombra que aparecen en un espacio, según el cual el sujeto que observa percibe  estos efectos como movimiento. A su vez, este espacio se percibe como  transformable, ya que según la perspectiva desde la cual se mira, cambia su  forma. Y en este caso se concibe como espacio rítmico cinético.
           
          
            (10) Véase en las Confesiones de San Agustin la idea sobre el abismo de  la conciencia humana.