Osvaldo Miguel Salinas Arteche, conocido como Miguel Arteche
en los medios literarios de Chile y Latinoamérica, nació
el 24 de junio de 1926 en Nueva Imperial (Cautín). Uno de los
grandes poetas chilenos, cultiva con maestría el verso religioso,
incorporando formas clásicas e introduciendo en nuestro sistema
literario a Berceo, Quevedo, Góngora, Gracilaso, Lupercio,
Argensola,
Vallejo, Juan Ramón Jiménez. Ajeno al influjo nerudiano,
en entrevistas recientes reconoce que no conoció a Huidobro
ni a De Rocka, siempre se alejó de Pablo Neruda "porque
había en él una atmósfera de idolatría
que no acepto. No tengo afinidad con ninguno de ellos, mi sintonía
poética parte con Gabriela Mistral. Es la más grande
poeta de Chile y tal vez del continente. Mis raíces están
en su obra. Ella es mi punto de partida. Admiro su poesía y
su posición ética", dijo al periodista chileno
Luis Alberto Mansilla en la revista "Punto Final".
Arteche es un poeta del descubrimiento. En sus poemas las elegías
tienen tanta importancia como las bicicletas abandonadas en la lluvia,
las arpas rotas en el agua y se escuchan los ecos de los trenes que
pasan y dejan en los durmientes sus metálicas furias. Admirador
de la obra de Luis Cernuda, tiene una fuerte vinculación con
la Generación del 27 en España, producto de sus constantes
lecturas y de su vinculación con el mundo cultural de ese país
durantes sus residencias en la capital española, como estudiante
y diplomático chileno en el gobierno de Eduardo Frei Montalva,
desde 1965 a 1970.
El poeta Andrés Morales lo describe como un vate vinculado
al sur profundo de Chile, a sus árboles, paisajes, a sus vientos
que tienen un indiscutible protagonismo. Señala que "Invitación
al olvido" (1947) es uno de los mejores primeros libros editados
por autores chilenos en el siglo XX.
El novelista José Donoso escribió un artículo
en el diario "El Mercurio" el 10 de octubre de 1963 sobre
la obra de Arteche que tituló "la realidad que nos sobrepasa":
Allì rescata su fuerte raigambre hispánica. Dice: "La
poesía de Miguel es de corte tradicional y se desarrolla siempre
en presencia de las grandes cosas inmutables: Dios, el amor, la muerte".
Podemos señalar que este poeta ha dado una dimensión
religiosa del mundo a nuestra poesía y logrado crear una corriente
en este sentido en nuestro país. Además, ha sido riguroso
en su escritura, en el sentido que la poesía es, en primer
lugar, un arte, y que no se puede escribir bien sin que se domine
ese arte.
Arteche es también un poeta bíblico en el sentido de
que en sus textos siempre están presentes los elementos de
las Sagradas Escrituras, de los sueños que allí subyacen
y de los recodos que hay en los pasajes más elementales y significativos
como el amor, la creación de un mundo nuevo, los mandamientos.
Sus principales obras son: "Invitación al olvido"
(1947); "Oda fúnebre" (1948); "Una nube"
(1949); "El sur dormido" 1950; "Solitario, mira hacia
la ausencia" (1953); "Otro continente" (1957); "Quince
poemas" (1961); "Antología de 20 años"
(1972); "Variaciones alemanas" (1986); "Tercera antología"
(1991). Novelas: "La otra orilla" (1964); "La disparatada
vida de Félix Palissa" (1975); · El alfil negro"
(1992). Cuentos: "Mapas del otro mundo" (1977); "Las
naranjas del silencio" (1987: Autor de ensayos antologías,
ha recibido premios de la Federación de Estudiantes de la Universidad
de Concepción, de Municipalidades chilenas. Es miembro de la
Academia Chilena de la Lengua y de la Real Academia Española
Fue subdirector de la Biblioteca Nacional de Chile y en 1996 se le
otorgó el Premio Nacional de Literatura.