En un poema de la
malú, esa urriola tan desdoblada y a quién tanto se apostrofa en los
textos de la propia Malú Urriola, se oye/se lee que Bod Dylan canta
like a rollings stone, como una piedra rodante, en nuestra
singular habla. Por otros versos se acercan, también, los Rolling
Stones y, claro, Mike Jagger del conjunto inglés se mezcla con los gatos de
Malú.
La banda puede
estar, además, detrás de alguno de los tantos rocks que en este libro
se oyen y se bailan. Pero el rodar no termina aquí y la movida
completa su vuelta, ahora en estas Piedras rodantes (Ed. Cuarto
Propio) que desde Dylan circularon hasta este primer libro de Malú
Urriola, tal vez con algo de beat (como Dylan), tal vez con
algo de pop como los Rolling, pero sí, innegablemente, con
mucho hastío, de violencia, de ironía, de cuestionamiento.
Piedras
rodantes, de Malú Urriola, alude y se amplía a espacios no
habituales, como los exteriores tejados, constante escenario de estos
poemas. Se entiende que a más de medio siglo de la experiencia de
Virginia Wolf por un cuarto propio, jóvenes contemporáneos
quieran, además, expandir los contenidos límites privados y hacer
suyos, otros espacios y derribar muros Gatándome, gatando ventanas/
y sobre todo techado/techándome sobretodo.
Pero ¿Qué y
quiénes son las piedras rodantes actuales? Son materias y personas,
rodantes, en movimiento, como tantos objetos, situaciones, personajes
de estos textos: como los gatos que varían, que podrían ser cualquiera
de nosotros, que en ocasiones son positivos y, a veces, perversos.
Se escapan estas
piedras rodantes cuando son palabras. Otra vez, puede alguien negarse
a esa móvil condición: vives amarrada a tu home/piedra rodante
se le critica o dice en una auto-reflexión esa mujer-poeta, sola,
incapaz de desatarse, a pesar de que intente rebelarse cuando enrostra
: qué más quieren que les escriba/ ni siquiera lo leen a fin de
cuentas/los poetas sólo existen en la mente de los poetas/ se fueron
los días, malú / se fueron relejos / se fueron del barrio.
Cuando la
aflicción se extrema, la auto-compasión lleva a definir al personaje
malú, como piedrita mendiga. Malú, esta Malú que es y no es la
escritora, esa mujer joven que como tantos se incorpora y forma parte
de la dedicatoria que integra y se dirige A nosotros, cicerones,
rimbaucitos y dantes (pobres cuchos).
Es decir, a todos
estos jóvenes que en estos tiempos han debido ser guías, que han
intentado cambiar la vida y volverla nueva. Todos ellos, como
los personajes aludidos, se desplazan, se trasladan, cambian y quieren
cambios, “pobres cuchos”, piedras rodantes.