“EN SILENCIO,
EN VÉRTIGO”
(espacios de la poesía de Malú
Urriola).
Por Soledad Bianchi
En una exacta década, entre 1988 y 1998, Malú Urriola
ha dado a conocer tres libros: Piedras Rodantes (1988), Dáme
tu sucio amor (1994) e Hija de Perra (1998). En el trayecto
marcado por estos diez años de la escritora Malú Urriola
y por estas tres publicaciones, pueden notarse diferentes trazados:
uno de ello, tal vez el más notorio, para mí, sea un
desliz desde el exterior hacia la interioridad.
La escritura de Malú es constructora de escenarios, en ocasiones,
y de escenas, invariablemente. Así, en Piedras Rodantes
se alude y, por lo tanto, se perciben: “techos”, “gatos”, “ventanas”,
“plaza”, y otros espacios de la ciudad... Mas, tal como en los dos
últimos volúmenes, no todo es privado; tampoco en Piedras
Rodantes, todo se sitúa en el afuera pues “malú”,
esa Malú, continuamente apelada, esa “piedrita mendiga”, que
es y no es la autora, mas es siempre la poeta, y que atraviesa (para
no decir que rueda) de una publicación a la otra, no sólo
presenta o describe o hasta narra, sino que, también, reflexiona,
se pregunta, se desdobla... Se desdobla porque se hace una y otra,
yo y tú, yo frente al tú, ya desde la foto inicial en
que la autora aparece dos veces, en positivo y en fantasmático
negativo, juego similar a sus frecuentes apelaciones a sí misma
que recorren Piedras Rodantes y se prolongan más allá.
Sin profundizar, yo sólo ligaré, ahora, estos desdoblamientos
con el “Je est un autre” / “yo es otro”, de la “Carta del Vidente”
(“À Paul Demeny”, Charleville, 15 mai 1871)”, de Rimbaud, venero
a trabajar en la poesía de Malú, añadiendo que
el “desarreglo de todos los sentidos”, recomendado por el francés,
se hace patente en Dáme tu sucio amor y en Hija de
Perra, en especial, en un malestar profundo de la hablante, un
mal-estar que la lleva a estar mal y a ser mal no sólo consigo
misma sino en y con el mundo. Y la cercanía con ese poeta del
siglo XIX, la hace suya esta poeta del XXI desde la dedicatoria de
Piedras Rodantes, que irónicamente y con modestia (no
siempre frecuente en el ambiente literario) y buen sentido de la ubicación,
señala:
“A nosotros, cicerones, rimbaucitos / y dantes (pobres cuchos)”
Reconocimiento a Rimbaud que se extiende hasta su nuevo libro, Nada,
de próxima aparición.
Retomo lo que decía antes, para señalar que, a mi modo
de ver, el énfasis de las dos publicaciones últimas
de Malú Urriola, está en la intimidad, en el yo: por
el desgarro del amor fracasado, en Dáme tu sucio amor; por
la feroz soledad y la compañía difícil de las
palabras, la tinta, el silencio, y más elementos ligados a
la escritura, en Hija de Perra, este texto en prosa que aludiéndose
a sí mismo señala:
“... , sé que dicen en los barcitos que / esto no es poetry,
da lo mismo, lo mismo, mientras sigan besándose el trasero
para leerse un par de poemas, sabes que en este siglo los poetas
y los vagos son la misma cosa, por eso cuando me pierda, no temas,
conozco la calle.” (21)
Y, efectivamente, no por estar escrito en prosa, Hija de Perra,
no sería poesía. Pero: ¿en qué lo cambiaría
si supiéramos etiquetarlo “correctamente”, si lo que interesa
es cómo dice lo que dice?... Además, en esta época
de fusiones y ampliación de márgenes y faltas de líneas
divisorias estrictas, no tiene ningún sentido exigir supuestas
“purezas” de estilo. Por lo demás, creo que la variedad de
formas de estas producciones –y pienso, en especial, en la tan mutante
Dáme tu sucio amor, con poesía, prosa, manuscritos,
collage, cartas...-. Esta multiplicidad, decía, me parece que
está en relación directa con la necesidad de expresarse.
Por esto, yo la percibo como una búsqueda para significar la
magnitud de lo que hay que decir:
“Deformé sus vértices, fragmenté sus límites,
recurrí a otras / fuerzas: el desenfreno, la pasión,
la soledad de abrazar el / horror. ...” (Dáme tu sucio
amor, 27).
Al preguntarme por la razón del traslado desde el afuera al
“adentro” personal, no puedo dejar de pensar en la situación
histórica, en el contexto de estos textos. Se me ocurre, entonces,
que, en determinados momentos, la historia se nos impone con severidad,
aunque silenciosamente, y nos hace optar por ciertas actitudes. De
tal manera, en dictadura, aventuro, quizá un cierto pudor pudo
hacernos considerar como un lujo el hecho de centrarnos en exclusiva
en nosotros mismos, sin mirar y decir nuestro rededor... Evidentemente,
la poesía de Malú no era militante ni refería
explícitamente a la situación política inmediata.
No obstante, tenía una mirada social que se detenía,
sin embargo, en un entorno más próximo a ella, aquél
aludido, asimismo, en las citas primeras que mencioné (aquélla
de Hija de Perra y la dedicatoria de Piedras Rodantes):
el medio de los poetas, y de los poetas chilenos, en particular. Y
resulta osada la perspectiva, tan crítica, que hace ver para
que se vea, para que se dimensione, para que se relativice, para que
no se crea en falsas apariencias... Ésta es una de las tantas
líneas -“En un rizoma sólo hay líneas”, dicen
Deleuze y Guattari- por donde podríamos aproximarnos a la constante
reflexión del lenguaje que se vuelca sobre él mismo,
presente en los textos de Malú Urriola, o refiere –como vemos-
a la institucion literaria, y a las palabras y la escritura – ajena
y propia-, su dolor, su placer, sus logros, sus derrotas, para burlar
el aburrimiento y, al mismo tiempo, para dejar huella del hastío,
la soledad, el desamparo, el abandono, el desencanto, con violencia,
con riesgo, “en silencio, en vértigo”.
Santiago, Julio de 2003