Patricio
Manns y el tsunami social del ´70
Marcelo Cabello
Tras
ver hundirse en el Pacífico cientos de ejemplares de La revolución
de la escuadra -en que marinos, dirigidos por el almirante Latorre,
se tomaron 23 barcos de guerra en 1931-, supo que haría otro libro que,
quizá, terminaría también en el agua.
Eso,
si consideramos que lo nuevo de Patricio Manns se refiere a un sacerdote
-que existió de verdad- corrupto moral y socialmente, un lenguaje procaz
sacado de prostíbulos, una violencia política propia de los '70 y un
final, a cada palabra, más doloroso y lacerante.
Es
la anécdota que recuerda el cantautor y escritor nacional al hablar
de su reeditada novela Buenas noches los pastores, que
el '73 supo de lectores a invertebrados y moluscos. "Las dos primeras
ediciones circularon muy por debajo, pues se armó la polémica de que
era un ataque a la Iglesia; en la tercera edición, los marinos la tiraron
completa al mar, creo que la leyeron los peces", sostiene el autor sobre
su obra, distinguida con el Premio Municipal de Literatura de Santiago
1973 y el mote de "obra maestra" por parte de Carlos Droguett.
Casi
30 años después aparece con 200 páginas más -"no varié la historia,
desarrollé algunos personajes"- y con el deseo de Manns de que pueda
ser entendida por la actual generación.
El texto rescata un hecho real y sangriento, protagonizado por Hernán
Mery, funcionario del gobierno de Frei Montalva que trabajaba en la
CORA (Corporación de la Reforma Agraria), y el obispo Augusto Salinas
Fuenzalida.
"Hay
un capítulo sobre este obispo que estuvo en Chiloé, en San Fernando,
que hizo asesinar a Hernán Mery, ingeniero agrónomo, jefe de la reforma
agraria (...) Estuve ahí, porque la CORA era dirigida por René Largo
Farías, y cada vez que se expropiaba un terreno íbamos a cantar (...)
Al cura lo conocí en casa de mi padre, en Chiloé, él me contó muchas
historias, de las partusas del cura, un tipo muy dañino, bebía mucho,
se lo pasaba en partusas, fue acusado de violar a chicas y relegó a
Melinka, muy lejos, a comunistas, radicales; le pedía a Ibáñez sacar
a los gallos que no eran de su gusto".
Emula
a un cronista de época...
"Hablamos de literatura chilena y ésta no siempre ha encarado estos
problemas como deben ser. Tú abres un libro y es medio light,
donde las minas hablan como minas; los tipos, como minos; resulta que
todos son correctos ¡Imagínate dos tipos jugando al cacho! No dicen
señor, os toca jugar, es más claro que digan chuchetumare,
tira poh. Qué pasa ahí como lenguaje, eso es lo que me interesa
y de hecho, en mi casa, nos mandaban a acostar porque después de la
quinta botella empezaban todos a contar chistes cochinos, a pelar puras
barbaridades".
¿Y
sacó alguna reflexión del cura?
"Hay un capítulo, Los siniestros demonios del obispo Augusto Salinas
Fuenzalida, en que a él lo trasladan de Ancud a San Fernando; este
gallo dirige la matanza de Hernán Mery, que era el brazo derecho
de Frei Montalva, un ingeniero de 35 años. Yo estaba allí, porque hacíamos
un grupo con Chile ríe y canta e íbamos a la toma de los fundos.
Me acuerdo que había 200 carabineros y, de repente, se acerca un tipo
por detrás y le pegó, y la cabeza le llegó aquí (apunta con su mano
al estómago) y la visión que tengo, los sesos para allá, el tipo cayó
de cabeza -era amigo nuestro, lo conozco de Ovalle-, ésa es la rabia
que yo tengo. Le pego al obispo hasta por debajo de la lengua, ese obispo
en concreto no es la Iglesia".
¿Qué
lo motivó a reeditar una historia de fines de los '60?
"Tiene
plena vigencia, ese tipo de problemas no desapareció, y creo que va
a armar la misma polémica que provocó en su momento. En aquel tiempo
se armó una polémica, diarios de izquierda, centro y derecha se metieron
para saber si estaba diciendo la verdad o no, ahora la mayor parte coincide
en que decía la verdad, pero que en la novela es una exageración. Uno,
como en la música, exagera las cosas. De repente hay un pasaje hermoso
y lo tiras muy alto, arriba, entonces hay escenas muy fuertes en que
queda la crema".
Están
los ostreros como imagen de explotación, ¿por qué no hay otras temáticas
actuales?
"Bastaba con eso. No cambió nada, este libro puede ser leído en
Japón, donde también hay ostreros. Los elegí a ellos porque en Ancud
hay una estación de ostras, en Japón también las hay, ellos inventaron
los pellets y sacaron ostras para sacar perlas. Es una historia
universal; en Francia producen ostras, también ocurre en el Atlántico,
cerca de Bordeaux. Lo que se discute en el libro son cosas universales,
primero está la familia que se disgrega, padre borracho, la mujer que
se va con otro y el hijo que queda solo; eso pasa en todos lados, lo
que ocurre es que está narrado de tal manera que es aterrador, todos
están borrachos, cada uno se echa de menos pero ninguno afloja".
Y añade el compositor de Arriba en la cordillera: "Al final del
libro, se encuentra el padre con el hijo, y lo encuentra tan parecido
a la puta de su madre, que le pega con la puerta en la cara. Está todo
el mundo en ruinas, acabo de mundo, hay gritos de muerte que andan dando
vuelta por debajo, incluso hay capítulos de muertos en que conversan".
Destaca
el fuerte lenguaje, de lupanares...
"Es el
lenguaje real de borrachos y prostíbulos. Esto no lo inventó Hernán
Rivera Letelier (La reina Isabel cantaba rancheras), pues lo
mío lleva décadas de ventaja; somos amigos todos, pero esto empezó hace
muchos años, con mi conocimiento de ciertas costumbres de Concepción,
hace muchos años, donde un hermano mío hacía la contabilidad, no era
ni puto ni nada, sólo llevaba la contabilidad del local. Me interné
en un mundo en que empecé a conocer gente rara, de la noche, y era muy
joven, un periodista de 20 años".
Me
imagino que satisfecho con la reedición.
"Soñaba con esta reedición; es uno de los libros más sentidos, lo
empecé el '69 y lo terminé el 2000; debo amar mucho el libro para estar
tanto tiempo metido con esto. Incluso Carlos Droguett, quien nunca dijo
algo bueno de algún escritor, llegó a decir que es una auténtica obra
maestra. Fue el único libro que le llamó la atención, por su dureza,
uno se ríe mucho, luego se ríe menos, poco, hasta el terrible drama
del enciuentro entre padre, madre e hijo (...) El maremoto se deshizo
del mundo, los muertos flotando, pero siguen en pie la Iglesia y el
Ejército
El
Mercurio, 8 de Noviembre del 2000
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y el tsunami social del 70 por Marcelo Cabello
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