CUANDO PIENSO EN MI FALTA DE CABEZA
Por Marco Aurelio Rodríguez
Deberíamos destapar nuestra cabeza como quien se quita el
sombrero -en vez de dar la mano, vieja costumbre para declarar indefensión-.
Nos conoceríamos de verdad.
El Complejo de Castración sería una broma ridícula.
La Duquesa en Alicia en el país de las maravillas, diría
al ver a Freud: "¡córtenle la cabeza!, ¡córtenle
la cabeza!" La Duquesa, conciencia sublevada
de la psiquis, pretende darnos a entender que la realidad tiene un
poco de locura y de muerte.
Somos dueños de la caducidad. El Complejo de Castración
queda como recuerdo en los museos (si continuara, en todo caso, existe
cirugía), el vigor verdadero reside en la cabeza. Sólo
para nosotros viven todas las cosas bajo el Sol. A saludar, ¡a
derrochar el vino próspero de nuestro sano juicio!
La locura y la muerte son los únicos temores del hombre actual,
remarca Alejandro Jodorowsky. Por eso propongo arrojar las cartas
adecuadas del Tarot cuando reverenciemos: El Loco (Le Mat)
y La Torre (La Maison Dieu), un homenaje a la vida divina y
a la libertad de saciarse en ella.
Desechemos las canciones opacas ("Ella usó mi cabeza
como un revólver") y su castrante guillotina, y empecemos
otra vez el juego, desde el "¡co-te-co-go-te!" de
la infancia hasta el "caput" final. Honremos la cabeza de
El Bautista y dejemos que las Górgonas nos acerquen a las raíces
de ese miedo que se llama serpientes erizadas y mirada fatal. Que
David levante la cabeza de Goliat y éste haga las paces y salude,
y luego levantemos la cabeza de David y veamos (y comprendamos) nuestra
genealogía.
Claro, algunos al descubrirse se olvidarán de ajustar sus
molleras y serán considerados diferentes y se hablará
de ellos de un modo incomparable (invocación de Frankenstein).
Cuando pienso en mi falta de cabeza (título póstumo
de Adolfo Couve y tal vez el primero de toda su verdad literaria),
me detengo a pensar qué haría mi cabeza por allí.
Se convertirá en un pisapapeles y los libros irán saliendo
de su cráter como un centelleo hermoso. "Confieso eso
sí / que a veces tengo que agarrarme los sesos a dos manos
/ que a veces los Grandes Pensamientos y Soluciones / comienzan a
burbujear / y se acumula el vapor a presión en mi cabeza".
Es nefasto confundir la cabeza de uno por la de Rodrigo Lira -por
ejemplo-, pues sabemos que el poeta chileno, al igual que Couve, "se
voló la tapa de los sesos" (esto es un decir).
Descorchar nuestra cabeza no significa necesariamente derramar hilos
amargos. Pensemos que todos llevamos la cabeza destapada, algunos
llevan flores, otros simplemente una fumarola. Por supuesto, también
los habrá como aquel de la propaganda de TV. Alguien le alaba
su gran cabeza (su gran inteligencia). Y ésta gatilla por la
boca el disparo: "Te la vendo". Su cabeza desnucada, zurcida,
en bruma de discernimiento, queda taponada entonces con la imagen
de una culposa galleta, objeto de su desvarío.
¿Quién no ha perdido, acaso, a eso de las tres pe eme,
un poco la cabeza?