NEGRO
LITERARIO Y GÉNESIS CULPOSA
Marco
Aurelio Rodríguez
Leo: Paul Auster,
autor de El Palacio de la Luna, libro que le valió la consagración
internacional, fue calificado, en la revista Lire, de "mitad Chandler, mitad
Beckett".
Las comparaciones son odiosas: sugieren remedos, plagios.
Podemos incluso acreditar recursos, mentir, robar. Caer en zonas de descontrol,
de oscuridad sospechosa. Hablar de negro literario, por ejemplo:
personaje solapado, que tiene que ver con una trasgresión -¿algún
asesinato?-, alguna culpa. Algo hay, tal vez, del género negro.
Buscamos,
para mayor precisión, en un Diccionario de Términos Literarios:
En sentido figurado, persona que se presta para escribir anónimamente textos
para ser publicados bajo la firma de otro autor conocido, recibiendo a cambio
una cantidad de dinero o un servicio de otro tipo.
Pensamos en las desdichas
de un joven indeciso en París, Julio Verne, a quien su padre, un escritor
aficionado, mandó a estudiar derecho. En la Ciudad Luz conoce a Alejandro
Dumas padre para quien -por miserias económicas o hambre literaria- habría
trabajado como negro literario.
También en Francia, tras un breve
período como marinero en un petrolero, Paul Aster trabajó como traductor,
negro literario y cuidador de una finca.
Otro caso. Lovecraft vivió
-¡de más!- momentos execrablemente extraños. Aparte de servir
de excusa a toda una cofradía para compartir las tramas del terror -y a
veces las frustraciones- de la vida, actuando como editor de ellos en sus fanzines,
ejerció asimismo como negro literario para algunas personas para "ganarse
la vida", entre ellas -¡oh, desolación!- el escapista Harry
Houdini.
Hay incluso novelas que utilizan el tema como fundamento literario,
como una de Isaac Bashevis Singer que habla de un judío que pierde a su
mujer y sus hijos durante la Segunda Guerra Mundial y es cuidado en la clandestinidad
por una campesina inculta, que le salva la vida y con quien acaba por casarse
en un gesto de agradecimiento, y con la que huye a Estados Unidos donde encuentra
un trabajo como negro literario para un rabino licencioso, adinerado, inescrupuloso
perseguidor de jovencitas. Herman Broder, que así se llama el protagonista,
tiene una amante fogosa y llena de vida, puro contraste con su esposa analfabeta,
anclada cerrilmente a las tareas de la casa. Cuando parece que la historia no
puede complicarse más, él recibe una llamada telefónica del
tío de su mujer. Le cuenta que su sobrina está viva, que pudo escapar
de los crímenes de Hitler. A partir de ese momento el protagonista malvive
entre tres mujeres. Casado con dos de ellas, se compromete a hacer otro tanto
con la tercera. (He terminado reproduciendo textual de Internet.) Por lo que se
ve, una trama negra, llena de intrigas feroces, copias de lesa realidad.
Pero
lo más fascinante es el delirio de José Carlos Somoza, su novela
Dafne Desvanecida (finalista del Nadal 2000), que muestra, precisamente,
una sociedad (siglo XXI) que se desvanece en manos de negrillos, tinterillos literarios
que, siniestramente, consumen sus propios episodios en la escritura, se vuelven
voyeristas de sí mismos, se derrochan -lumpen de la causa- en palabras
que falsean una trama desalmada al servicio de SALMACIS, macroeditorial omnipotente
que los contiene como un sol ridículo.
Todos nosotros somos culpables.
Borges apócrifo de infinitos Borges. La literatura es un laberinto de espejos
y paredes rotas.
Cito in extenso:
"Desde mi modesto punto
de vista, la cuestión de los enlaces no es más que una cortina de
humo para distraer la atención sobre el tema de fondo: el plagio puro y
duro. Como digo, un enlace es siempre una cita. Puede o no ser acompañada
de un extracto o de un porcentaje no sustancial del contenido referido, también
de la opinión del citador, pero nunca, en ningún caso, de la totalidad
de la obra citada. Cuando la totalidad del contenido del objeto pasa de un hospedaje
a otro sin la autorización del titular de la edición original es
plagio por copipasteo, (…) para vergüenza de la muy digna, pero gris, profesión
de negro literario".
Este artículo es paradigma de negrura literaria,
pues bastó copiar y bien pegar en beneficio del tema. Mas, como una forma
de sustentar mi bienquerido tedio, voy a plantear (copiando, desde luego) un curioso
ejercicio literario:
La propuesta es la siguiente: escoge la página
de un libro al azar. Dibuja un rectángulo en el texto. Tendrás que
usar todas las expresiones que aparecen en ese rectángulo en uno nuevo,
de creación propia, de no más de dos páginas de longitud,
y en el orden que tienen en el texto original.
Y luego -por supuesto- fírmalo.
Como hice yo con este artículo.