RESIDUOS,
MARGINADOS Y FLAITES
Por Marco
Aurelio Rodríguez
Versión editada:
"Marginados y flaites", Diario Siete, 3-12-05
Los tiempos modernos, según la ejemplar
caracterización de Charles Chaplin, están centrados
en la producción en serie, esa que, al menor descuido, provoca
la enfermedad de deshumanización que consiste en creerse un
tornillo más.
Hoy, que la producción ha invadido los ámbitos humanos
a partir de la clonación y el rebañismo social y político,
el problema se constituye en aquello que no
es idóneo para "la gran maquinaria". Son tiempos
precarios los que se instauran a partir del orden, el progreso económico
y la globalización, como observa Zygmunt Barman. Su libro Vidas
desperdiciadas, remarca las consecuencias de un régimen
de consumo exagerado: la preocupación es el residuo, lo que
no puede ser reconvertido ni engullido.
El autor analiza la metáfora humana de lo sobrante, refugiados,
pobres, desocupados, inmigrantes "ilegales", en fin, todos
los excluidos de la ley y del sistema económico, del mercado
civilizador imperante. En nuestro país, flaites, delincuentes,
cesantes, homosexuales, emigrantes peruanos, son alimento del debate
cotidiano.
Hace un siglo, el urinal de Marcel Duchamp se instaló en la
percepción del público. En el Museo Randers de Dinamarca,
desde 1961, 90 latas de conserva (las mismas que Warhol vendió
al supermercado del arte y cuyo sonido se confunde con las cajas registradoras)
contienen, cada una de ellas, 30 gramos de excrementos del artista
italiano Piero Manzini, la apetecida "Merda d`artista".
La comida chatarra instaló su basural globalizado. La moda,
aquella mayormente producida por niños y esclavos modernos
en las industrias asiáticas (países de los cuales tenemos
el honor de ser socios comerciales) es desechable. Las muñecas
Barbie -según un reciente estudio británico-, tal vez
por su simbolismo del exceso, por su persistencia serial deshumanizante
y que las convierte en un bien de consumo desechable sin mayor trascendencia,
a menudo son objeto de maltrato y mutilación en manos de algunas
niñas.
La música basura recorre el Bronx y sus sucursales latinoamericanas,
el cine comercial tiene sus festivales freak y sus comentaristas rascas,
en fin, veamos televisión y conversemos. La espeleología
del gusto consagra nuestra estética vital.
Según Barman, el "Estado social inclusivo" ha perdido
eficacia. Es lo que vemos, por ejemplo, cuando los marginados entran
a saco a la parafernalia (revólver en mano) y suben el rating
del reality social. Generalmente ganan la competición y reciben
nuestra complacencia, son los tornillos de cartón de amorfa
maquinaria.
Aun cuando se hable del "Estado de derecho", se pretenda
la "reincersión laboral" y se confabulen los matrimonios
homosexuales y la gente se embuta en circuitos valóricos ortodoxos
(véanse los índices
del catolicismo en Chile), la contención social es más
aparente que real. El Estado social se ha vuelto excluyente: ¿recuerdan
lo que alguien dijo sobre la rigidez social chilena?
Hay un "adentro" y un "afuera" del aparataje
y su frontera es inestable. De hecho -como advierte el sociólogo
polaco-, hasta los compromisos humanos -y lo tenemos claro- se contemplan
y se tratan como residuos potenciales. Cada día hay más
parejas divorciadas y, de fondo, el sistema consumista consuela con
sus muñecas inflabes y su show televisado. Cualquiera puede
enredarse y "caer" (fuera o dentro, cuál peor), "no
es probable que ninguna línea trazada con el fin de separar
`los residuos´ de un producto `útil´ permanezca
incuestionada (...), por consiguiente, nadie se siente realmente seguro".
¿Qué haría Chaplin hoy en día? Tendría
un espacio propio en la TV, algo así como un talk show. Se
dedicaría a la política y ganaría las elecciones
por amplia mayoría. Sería un ciudadano ejemplar, inclusive
tendría ficha psicoclínica. Ganaría más
dinero que el Papa, pero menos que el Ratón Mickey.