El título puede parecer obsceno, chusco. De hecho lo es. La misma
intemperancia empuñan los detractores de Elfriede Jelinek,
Premio Nobel de Literatura 2004, al acusarla que utiliza un lenguaje
"vulgar, obsceno y blasfemo". La autora de Deseo precisa que,
en un mundo donde los proyectos sociales y personales no pueden sacudirse
del hecho de que
"unos cuerpos consumen otros cuerpos" (como remarcó furiosa, monstruosamente
Sade, con su sangre y con otras sangres también), donde la sexualidad
va "en conexión con el poder", la mujer, si no quiere solamente "emitir
señales" (doxa, opiniones banales como las llamaba Platón),
gestos, guiños, debe buscar la trasgresión. Y el mejor referente para
provocar es el hecho de ser mujer. No estar dentro de la escena, y
así irrumpir en ella. Elfriede Jelinek domina los símbolos y los mitos
de la cultura de masas, como las películas y los culebrones, la publicidad
y las comedias, toda la industria del entretenimiento -como lo hace
notar un miembro de la Academia Sueca-, con el objetivo de revelar
"el absurdo de los clichés de la sociedad y su poder subyugante".
Al modo de un hombre que muestra su desfachatez y luego se castra.
Mishima puede resultar escabroso, pero una mujer resulta obscena por
ese gesto de "insolencia fálica". Una crítica de la película basada
en su libro semiautobiográfico La pianista, dijo -con aprensiva
mueca- que era una mezcla de "Shubert, automutilación y porno". Bataille
apuntaba que el animal humano quedaba desconcertado ante la unión
sexual y ante la desintegración y -agreguemos nosotros- ante la disgregación
de lo sexual en el escenario de los poderes. Suponiendo que la verdad
sea una mujer, como propone Nietzsche en Más allá del bien y del
mal, sólo suponiéndolo, porque no lo es, pese a la fertilidad
de diosas que disimulan su materia (la materia de lo cierto), misteriosas,
engañadoras -sentencia el filósofo-, los hombres hemos sido malos
amantes, ineptos para conquistar sus favores. No hemos leído a Elfriede
Jelinek. Entonces resulta hasta indecente escribir sobre ella. Obsceno
es lo que no debe escenificarse, representarse o mostrarse. Los romanos
a partir de la palabrascena formaron el término ob-scenus,
todo aquello que se representaba "fuera de la escena", por no ser
adecuado representarlo en vivo, de manera que los espectadores sólo
percibían rumores y sombras. Aquellos que nuestra autora teme, porque,
además de una enfermedad que la aleja de los grupos de gente (por
lo que no se va a presentar en diciembre para la ceremonia de entrega
del Nobel), se considera contraria al teatro: "nada más absurdo que
personas vivas en un escenario". Para-doxa: su opinión fugaz
detenida como un pájaro de augurios sobre alguna certeza. Paradójica
también resulta la siguiente visión: Los griegos refieren la historia
de Deméter, Diosa Madre Tierra que, desconsolada, marchita, sale a
buscar a su hija Perséfone secuestrada por el Dios de lo Oculto, y
se encuentra con Baubo, mujer cuya cabeza descansa sobre sus muslos
y su barbilla corresponde a su vulva, sin senos y sin cuerpo, sólo
con brazos, piernas y cabeza. El gesto mágico de esta grotesca y vulgar
diosa es levantar su vestido y enseñar el vientre; Deméter, pese al
dolor de la pérdida de su hija, no para de reír; la tierra vuelve
a florecer. Se considera asimismo al chiste -en nuestro idioma- un
pensamiento agudo e indecente, el ámbito de lo que está fuera de ámbito.
Se pasa por alto que el término obsceno tiene también el sentido de
mal augurio, de aspecto feo u horrible, temible, que se debe evitar
o esconder. Como una mujer cuyo vientre es un puñado de nefandas letras.
Está bien, seremos buenos chicos. No leeremos a Elfriede Jelinek.