EL
SÍNDROME DE LA BELLA DURMIENTE
Por Marco Aurelio Rodríguez
El sobresaltado condicionamiento de todas nuestras metas dirigidas
al encuentro especial con el "otro ideal", aquel que aportará
ilusión y sentido de confianza a nuestro ser, conforma lo que
se conoce con el nombre de "complejo de Bella Durmiente".
El sentimiento de identidad personal, para estos seres que vadean
un proyecto de vida independiente, estaría ligado
nada más que a encontrar esa relación idílica
y a mantenerla en un presente tenaz, como el sueño de cien
años de la Bella Durmiente.
Es la etapa más vulnerable de los reinos humanos. La ensoñación,
cual mecanismo fustigador de un ideal, transforma cualquier maleficencia
externa en motivos para emprender la singular aventura de acomodar
-ego-inocencia mediante- un refugio de asombrosa castidad. El sueño
de belleza eficaz es la defensa contra ogros y brujas que representan
la visión altanera de lo real.
Claro, a veces el príncipe no llega. O pasa de largo.
En todo caso, el deber es mantener la impasibilidad del sueño
a como dé lugar, inventarse paisajes de resguardo, fábulas
de radiante expectación. Desde su cama bordada de oro y plata
(del cuento tradicional infantil), la princesa herida, dormida, da
a luz su ensueño mágico: atrapa y se adueña de
su entorno más inmediato. "El viento cesó y ni
una hoja volaba". Recordemos que, siguiendo la ficción,
la muchacha había pinchado su dedo con el eje de un telar que
mantenía una viejecilla en una buhardilla del castillo, episodio
lleno de simbolismos de paradojal distancia. La fatalidad del hilo
se (des)enreda en el huso, seña fálica.
El trauma es el proceso de dejar de ser niña y no querer hacerlo.
"Péndulos y relojes repiquetearon hasta que su cuerda
se acabó. El tiempo parecía haberse detenido realmente.
Alrededor del castillo, sumergido en el sueño, empezó
a crecer como por encanto, un extraño y frondoso bosque con
plantas trepadoras y espinosas que lo rodeaban como una barrera impenetrable.
En el transcurso del tiempo, el castillo quedó oculto con la
maleza y fue olvidado de todo el mundo".
El "complejo de Bella Durmiente" da lugar a un autismo
hermoso. Pasivo, si la languidez se adueña de la vida y la
convierte en una fábula dormida (¡ah, el título
francés "La Belle au Bois Dormant"! -La Bella
de los Bosques Dormidos). Activo, si -como lo manifiesta su efervescencia
en nuestros días- hay cirugía plástica de por
medio, para así mantener el disfraz de princesa en un festín
continuo (como lo hace la caja funeraria de la televisión).
A veces se olvida al príncipe y las circunstancias en que
éste regresa.
Hay una variante europea de la Bella Durmiente especialmente realista.
Un rey se encuentra con una muchacha impasible, que no reacciona:
"De esa forma encontró a Talía. Su belleza le cautivó
de tal forma que no pudo evitar acostarse con ella. Tras ello se fue
y olvidó su aventura. Nueve meses más tarde Talía
aún dormida, dio a luz dos niños a los que puso Sol
y Luna y que se alimentaron solos de su pecho. Un día uno de
los bebés, intentando mamar, se puso en la boca el dedo herido
de su madre y chupó con tal fuerza que extrajo la astilla clavada,
con lo que Talía despertó de su profundo sueño".
Lo que viene después -está de más decirlo- es
una teleserie basada en hechos de la vida real.