. El escritor reiteró su decisión de dejar de escribir,
pero no por agotamiento o "porque no le da el cuero" y agregó
que el ideal sería irse de Chile, lo cual contribuiría
al mito, dice, a pesar que para nada le gusta su calidad no asumida
de escritor de "culto".
. Marín también habló de su paso por la Escuela
Militar, con Pinochet como superior, de su experiencia en China, durante
la Revolución Cultural, y de sus profesores, entre ellos, el
Padre Hurtado y Borges.
. También se refirió críticamente a la narrativa
chilena actual –que clasificó de opaca- y a la posibilidad
de ver a alguna de sus obras en el celuloide.
Le irrita que lo llamen "escritor de culto". Lo encuentra
un "facilismo" que no dice nada. "No veo velas en torno
mío ni religiosidad alguna que me eleve sobre los demás",
dice con su vozarrón. Y agrega que encuentra "un poco
obsceno el éxito", por un problema de calidad. "Me
preocupa escribir libros decentes desde el punto de vista creativo
y de la originalidad literaria, no caer en el facilismo que puede
traer el éxito.", dice.
Con esa voz cavernosa que le es tan particular, el escritor Germán
Marín (1934) fue el invitado de ayer al programa literario
"Vuelan Las Plumas" de Radio Universidad de Chile. La obra
de Marín ha cosechado premios a nivel nacional y una gran acogida
del público desde que publicara "Fuegos Artificiales"(1973)
y tras un prolongado exilio,"Círculo vicioso" (1994),
"El Palacio de la risa"(1995), "Las Cien Aguilas"
(1997), "El Circo en llamas" (1997), "Conversacines
para solitarios" (1999), "Carne de perro"(2002) y recientemente
la trilogía "Un animal mudo levanta la vista"(2003).
Con esta última ganó el Premio de Novela “Vuelan las
Plumas 2003”, que le dieron los auditores del Programa y el que agradeció
al aire, por ser un premio “no venal, es decir, que no tiene retribución
económica”.
Marín dice que mantiene su decisión de dejar de escribir
apenas termine el libro que ahora tiene entre manos y del cual no
quiere dar pistas. Señala que es una decisión adoptada
en términos literarios y "con la locomotora a todo dar".
La melancolía sería dejar de escribir porque no te da
el cuero, por agotamiento y es más bonito lo otro, señala.
El ideal -para él- sería despedirse con un "me
voy y no volveré", lo cual, contradictoriamente, alimentaría
el mito en torno suyo, algo que, como reitera, no le gusta para nada.
Germán Marín contó a los conductores de Vuelan
las Plumas –Vivian Lavín y Mario Valdovinos- que comenzó
a escribir "ya viejo, a los 20, 21 años, por ocio existencial,
por mero aburrimiento". Como no tenía nada que hacer,
visitó durante un año la Biblioteca Nacional, dirigida
en ese entonces por el escritor Eduardo Barrios, "sin ningún
prurito cultural", sólo buscando la tibieza de sus salas
para capear el frío del invierno y buscando la comodidad. Y
sin saber cómo, se vió "fatigando algunas líneas".
Marín contó también de su paso por la Escuela
Militar, con Pinochet de capitán, al que vió asombrado
en 1973 autoproclamándose como miembro de la Junta de Gobierno
("pensé que era una persecución personal",
dice, ya que tuvo que salir rápidamente del país y empezar
su largo exilio). Recordó con cariño al Padre Alberto
Hurtado, profesor y confesor en el Colegio San Ignacio y su penitencia
de "una obra buena al día, algo que no he cumplido",
señala. Esto, en contraposición al miedo que infundían
otros confesores y ese "ojo omnipresente del que hablaban y que
me hizo pensar en Dios como un gran espía". También
recordó a Jorge Luis Borges, con quien tomó la cátedra
de Literatura Inglesa y Norteamericana mientras vivió en Buenos
Aires, en la cual sólo se hablaba de literatura argentina y
al que quería profundizar en el título de la cátedra
lo mandaba con su ayudante. "De él recuerdo su gusto por
la literatura, cualquiera fuera su origen y su amabilidad y bondad
con los alumnos".
Marín se explayó con los conductores de Vuelan las Plumas
sobre su experiencia en Pekín, China, durante los días
de la Revolución Cultural, en la Editorial en Lenguas Extranjeras.
"Fue muy interesante, primero, conocer Pekín y luego ver
el desarrollo de este proceso", cuenta. Dice que no advirtió
la represión y siguió atentamente la querella ideológica
con la Unión Soviética, en la que los chinos resaltaban
la descomposición de la URSS, anunciando con gran clarividencia
el derrumbre final del régimen.
El escritor se refirió al panorama narrativo chileno, caracterizando
el año 2003 como "opaco". Nota "una repetición,
una falta de progresión y desarrollo, pero la novela de Roberto
Ampuero (Los amantes de Estocolmo), le pareció interesante.
Sobre el velatorio literario al que se refirió hace poco dice
que prefiere no dar nombres, "porque a lo mejor se ofenderían
y haría omisiones", dice en ese tono grave y semiserio
que lo caracteriza. Lo notable en narrativa, enfatiza, fue el rescate
de libros como Frente a un hombre armado, de Mauricio Wacquez
; El Zorro de arriba y el zorro de abajo, de José
María Arguedas y los libros de Enrique Lihn. El
panorama lo ve muy distinto en poesía, donde destaca la Antologia
del poeta Oscar Hahn.
Consultado sobre la internacionalización de algunos escritores,
dice parcamente que hay muchos factores extraliterarios en juego.
Llevado al terreno de su escritura y su reiteración del fracaso
como hilo conductor, explica que no se pueden hacer novelas alegres
en un país que ha sido tan tensionado y ha pasado por tantas
experiencias históricas. "He sido llevado por eso y quizás
por mi propio pesimismo". Dice que es cierto que le duele estar
vivo después del "golpe". "Conocí personas
excelentes, honestas, que murieron en circunstancias muy trágicas,
asesinadas, desaparecidas, a algunos los extraño; gente que
enfrentó a la dictadura y finalmente la historia pasó
por encima de ellos, porque la historia la escriben los vencedores.
Fueron muertes inútiles".
Sobre su novela El palacio de la risa dijo que era una forma
de utilizar esas situaciones, producto de la represión, para
darles un desarrollo literario. En este caso él conoció
el lugar (ex Villa Grimaldi hoy Parque de la Paz) cuando fue casa
de una familia y cuando fue la discoteque "El Paraíso".
"Hubo un coronel que asistió a la discoteque y le gustó
mucho, era el coronel Contreras", dice. La casa fue demolida
y se arrasó con todo lo que podía recordar el pasado
de ese lugar. "A partir de ese sitio eriazo hago el relato, esa
es parte de la recuperación del pasado".
Marín también se refirió a la suerte de "biografía
imaginaria" que hace en sus libros, donde los personajes se llaman
como él y viven situaciones que él ha vivido. "Los
elementos reales e imaginarios se confunden y en la obra se entrecruzan
estos dos planos", señala.
El escritor manifestó, finalmente, su deseo de que sus textos
sean llevados al cine, ojalá, con él en alguno de los
roles, reeditando así su pequeño papel en la película
de Raúl Ruiz, Tres tristes tigres en el ques ólo
debía decir "Buenas tardes" a un señor que
se venía cayendo.
El Programa Vuelan las Plumas también incluyó el comentario
de Gustavo Villalba, sobre el Poema del Cante Jondo, de Federico García
Lorca y la explicación de la escritora Isabel Allende sobre
la novela relacionada con la figura de El Zorro que comienza a escribir
hoy, 8 de enero, día cábala para ella.
También se regalaron libros a los auditores, por gentileza
de Random House Mondadori.
Nuestro próximo invitado, el miércoles 14 de enero,
el poeta Jaime Huenún.
8 de enero de 2004