..... La nueva novela, libro inabordable
para las empresas editoriales chilenas, fue publicado por su autor en
1977, después de larga sedimentación. Sin ser un objeto de lujo, en la
medida en que sigue siendo un libro, se resiste sin embargo y por
todos los medios técnicos y formales a una definición genérica.
La nueva novela y La poesía chilena
(1978) -obra ésta que prescinde ya de los caracteres atribuidos a y
esperables de un libro- son las partes salientes del iceberg
impredecible que es el trabajo inédito de Juan Luis Martínez, poeta de
Valparaíso nacido en 1942: el decano de los poetas jóvenes y no
reconocido mentor y orientador de estos sondeos de la nueva ruptura,
instancia que Eduardo Llanos reconoce como Neovanguardia, atendiendo a
sus tácticas de ocupación de la escena; pero el caso de Juan Luis
Martínez es incompatible con esa conducta extrovertida: la suya es más
bien la de un "sujeto cero" que se hace presente en su desaparición, y
que declara e inventa sus fuentes, borgeanamente.
..... El sistema de citas y referencias de
Juan Luis Martinez no es sólo lingüístico sino semiológico en un
sentido amplio; abundan entre ellas las que provienen de la
fotografía, de la gráfica propia y ajena, del diseño anónimo con fines
didácticos, de la iconografía popular de personajes célebres,
etc.
..... Todo libro es temporal, en la medida
en que lo datan sus referentes culturales, y es durable mientras lo
actualicen las lecturas sucesivas. Nos parece que La nueva
novela es el proyecto utópico de escapar a la temporalidad,
manipulando esos referentes de las maneras más contradictorias, entre
las cuales anotamos:
- la declaración de referentes canónicos,
hiperreconocidos;
- el elitismo y la sofisticación de otros;
-
el pasaje por las culturas y por las épocas;
- el emplazamiento del
sujeto de los textos en el centro móvil de una circunsferencia -el
libro- de gran amplitud de radios. Las coordenadas también son
móviles. Resultado: la imposibilidad de precisar el punto de
intersección de las líneas que constituyen esa trama.
..... La amplitud y complejidad de las
referencialidades produce la reducción voluntaria del corpus de
lectores, destinados a integrar un tipo de cofradía como la de los
abios de Tlön, que repiten su identidad de generación en
generación.
..... La producción de dicho tipo de
lectores forma parte de este imposible designio de escapar a las
lecturas distanciadas que pueden sorprender la temporalidad a la que
el libro se niega, acentuándose en su calidad de generador de
espejismos. Si la cofradía de lectores producida por el tejido que es
La nueva novela se repite a sí misma en el tiempo, se
congela la temporalidad del libro. Pero también podría ser que el
autor apelara a un lector histórico, atento a los índices temporales,
confundiéndolo con trucos de prestidigitador, bombardeándolo con
efectos de intemporalidad, forzándolo a reajustar sus fechas una y
otra vez.
..... Quienes descreemos de la eternidad
-nos contamos entre ellos- tendríamos que trabajar arduamente para
contextualizar y temporalizar La nueva novela. Nos
limitaremos sólo a ciertas sugerencias.
..... Parece indudable que las lecturas y
saberes de los que se alimenta Juan Luis Martínez se extienden a todos
los campos en los que el lenguaje fragiliza los criterios de verdad y
de realidad, por encima de la presunción de verosimilitud. "No es su
verdad sino su aire de verdad lo que constituye el valor de ciertas
obras de arte" (M. Riffaterre): Esto -que es demasiado obvio en lo que
concierne a algunos falsos silogismos, herencia de la antipoesía
inglesa de la que se derivaron productos irregulares en la poesía
surrealista- accede a la mayor sutileza cuando J.L.M. responde como un
arquero afgano ante su presa vertiginosa y da justo en el jabalí. Es
entonces cuando "construye un mundo coherente a partir de NADA,
sabiendo que: YO = TU y que TODO es POSIBLE" (p. 33).
..... Dos o tres poemas sobre
desapariciones, dispersos en distintas secciones del libro, pero que
remiten unos a otros, son el tema de lo que sigue:
..... "La desaparición de una familia", que
adelanta en la página 121 del libro tres notas y la promesa de un
epígrafe, emerge varias páginas después desde un apartado que cumple
la promesa del "Epígrafe para un libro condenado: La política", en la
ironía cortante de Francis Picabia: "El padre y la madre no tienen el
derecho de la muerte sobre sus hijos, pero la Patria, nuestra segunda
madre, puede inmolarlos para la inmensa gloria de los hombres
políticos" (p. 135).
..... Existiría una relación de suplemento
entre el texto y el epígrafe en el sentido derridiano: el epígrafe es
lo que le sobra y le falta al texto. Picabia se refiere a la Patria
como madre inmoladora, imagen que desaparece en el poema y es
conmutada por la casa. "La desaparición de una familia" hace de la
casa lo que Picabia hace de la Patria, otorgándole un derecho amuerte
que, en terminos fotográficos, acercaría el negativo a lo real más que
el revelado. Todas las características que hacen de la casa un lugar
cerrado, acotado y protector, y los trayectos rituales de sus
moradores, se espectralizan guardando sus formas. La casa es el mundo
como lugar abierto, desprotegido y amenazante, que en lugar de
sustraer de los peligros de la existencia los condensa y los
especializa, señalándole a cada uno el modo y el lugar específicos de
su desaparición.
..... Para mayor abundancia, digamos que la
inestabilidad de las señales de ruta ( que se borran, se olvidan, se
confunden, no se oyen, siendo que en una casa esas señales forman
parte de un código arquitectónico) la desconstruyen conservándola
fantasmáticamente intacta.
..... Las impresiones que estamos reuniendo
se confirman por las dos voces que se leen -sin producir ningún efecto
de oralidad- como textos de un "estilo fantasmal": funcionalmente
anacrónicos. La primera vez es como la de un narrador omnisciente de
una novela tradicional; la segunda materializa la figura del padre,
cuyo registro verbal combina el tono didáctico, asertivo, de mentor y
guía, con la inutilidad de un saber paradójico que no resuelve nada
(todos desaparecen a pesar de sus advertencias).
..... El efecto de desaparición recorre el
poema temática y estilísticamente. En este último nivel, la textura
marmórea y sin relieve de la "escritura que habla" refuerza ese
efecto.
..... Nos parece que una de las felicidades
de este poema disforico proviene de la energía de "bricoleur" de su
autor, experto en el arte combinatoria y en la frecuentación submarina
de als escrituras con-sagradas y de las lietarturas sumergidas. En el
teatro de sombras que es esta casa se entrevén las presencias de
Dante, Lewis Carrol, Jean Tardieu, N. Parra. J. Cortazar, los
surrealistas, los filósofos del lenguaje y, sin duda, otras que se nos
escapan.
..... Esto en lo que se refiere a los
autores de occidente, que aportan sus índices de familiaridad; pero
parece obvio que el norte de Martínez es el oriente, no sólo por las
paráfrasis y citas falsas o verdaderas del budismo Zen, sino por la
aplicación de lo que Fenollosa consideraba el método científico de
la poesía y del sistema ideográfico de los chinos, por oposición
a las abstracciones del pensamiento occidental. El trabajo de J. L. M.
está animado por una noción de la "ciencia oriental" que redunda en su
forma de hacer poesía occidental: la "nosimismidad"
ensimismada del sujeto que habla, que proviene de la oposición "sí
mismo"/"no sí mismo". Buda opone la ilusión de la individualidad -el
sí mismo, condenada a percibir ilusoriamente el mundo- al
no sí mismo como una manera de acceder a la iluminación o a
la verdadera sabiduría (en un comentario de esta doctrina se lee que
"mientras hay luces y sombras, el principio de la individualidad nos
abruma"). De aquí el efecto de transtemporalidad que produce la
escritura de J. L. M.: la tentación de lo innombrale, la conciencia de
las polaridades, el simultaneísmo de los opuestos, el desasimiento
emotivo, la escenificación de la coexistencia de los tiempos como
enseña el Avatamsaka (ilustrada en "La casa del
aliento").
..... La propuesta de Martínez es la de una
autoría transindividual, que quiere superar desde el oriente la noción
de intertextualidad según se ha entendido en occidente, donde los
textos de base están presentes en las transformaciones del texto que
los reprocesa; pero en Martínez ella parece resolverse en la negación
de la existencia de las individualidades en la literatura, al hacer
fluir bajo nombres distintos una misma corriente, que es y no es él.
Recuérdese una frase clave de "Observaciones sobre el lenguaje de los
pájaros": "...la eternidad incesantemente recompuesta de un
jeroglífico perfecto, en el que el hombre jugaría a revelarse y a
esconderse a sí mismo..." (p. 126).
..... Esa frase pertenece a la nota 5 del
apartado "Notas y referencias", que tiene por objeto comentar el poema
"Observaciones relacionadas con la exhuberante actividad de la
'confabulación fonética' o 'lenguaje de los pájaros' en las obras de
J.P. Brisset, R. Roussel, M. Duchamp y otros".
..... En la tesitura del mismo "método
científico de la poesía", que hace irrisión de los métodos
descriptivos de la ciencia occidental, se elabora una teoría de la
comunicación que se pone en duda a sí misma y que socava todo intento
de hacer comunicable esa teoría (nos gustaría recordar al lector, en
este punto, los versos de Martín Adán que socaban a su vez la
comunicabilidad de la poesía: "Poesía se está de fuera: / Poesía es
una quimera / Que oye ya a la vez y al dios. / Poesía no dice nada: /
Poesía se está callada, / Escuchando a su propia voz". La piedra
absoluta.
..... Si tuiviéramos que racionalizar el
poema de Martínez, diríamos que el ardid del texto consiste en el
empleo de las nociones de lenguaje y de signo retirándole al lenguaje
su dimensión semántica y, consecuentemente, al signo uno de sus dos
elementos constitutivos: el significado. La transparencia de los
signos, dicha en el poema, alude al hecho de que el significante no
cubra ningún significado. Recuérdese que la metáfora de F. de Saussure
para referirse a los dos constituyentes del signo (significante y
significado) es la del anverso y el reverso de una misma lámina. El
signo al que se refiere J.L Martínez es un anverso que carece de
reverso, y el "lenguaje vacío" es un lenguaje asemántico. Adviértase
la complementación contradictoria entre la inanidad del "canto de los
pájaros" con la descripción de un lenguaje como sistema cerrado,
coherente: malla que es transparente porque carece de significado,
pero que es irrompible porque tiene las propiedades de un
sistema.
..... Entendemos este poema como una poética
referida a todas las artes cuyo lenguaje no es literalmente
descifrable: la pintura, la música, la poesía misma, pues lo que dice
el poema está en lo que convoca el lenguaje (discurso retórico) y no
en su lectura referencial. El poema es una confabulación en la que el
lenguaje de la ciencia occidental, oblícuamente empleado, se entreteje
con ese orientalismo que hemos mencionado, en un juego de efecto
humorístico que explora subliminalmente su problema: decir y no decir.
Ante los reclamos de un discípulo de Buda que ha recibido de él las
escrituras en unos ejemplares en blanco, Buda responde: "No es
necesario que grites. Esos rollos en blanco son las verdaderas
escrituras, pero como veo que sois demasiado ignorantes, no habrá más
remedio que escribir algo en ellos" (cf. Mariano Antolín y Alfredo
Embid, Introducción al budismo Zen: Enseñanzas y textos,
Barcelona, Barral Editores, 1974, p. 30. Del mismo libro proceden
todas las citas que hemos coleccionado y que agotan nuestro
conocimiento del tema).
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