EL MISTERIO DE LA
PUNTUACIÓN
Armando Uribe
En el sentido estrecho y
completo de la palabra: Hombre de artes; de las letras y las imágenes.
Y en su vida. Hasta en su muerte. Merodeador de los grandes asuntos,
hizo explícitos sus tremendos hallazgos en La nueva novela y
obras inéditas en poesía y plástica. ¡Qué dejen de estar
inéditas!
Reduzcámonos, por mientras, a su libro mayor, arte
mayor en el Chile que le tocó vivir en mala suerte.
La nueva
novela
es un libro terrible. Un libro y un objeto, una cosa de
artes; un mosaico que canta fúnebremente.
Martínez no quería
que fuese visto sino por quienes se dieran cuenta. Prácticamente
conoció a cuantos lo tuvieron en sus manos. Difícil tarea de un hombre
cuya conciencia se extendía mucho más allá de lo habitual. Y con todo,
el Inconsciente de Juan Luis Martínez era enorme, profundo,
atormentado. Sus poemas, sus construcciones gráficas, sus “collages”,
todos ellos correspondiéndose como parientes cercanísimos, a veces
como siameses en La nueva novela, dan cuenta de esta rara
riqueza atribulada.
Es indudable que se puede entender mejor de
lo que uno es capaz, las relaciones de la poesía de palabras de
Martínez con su poesía de imágenes gráficas; o aun, como fue la
primera reacción, leyendo y mirando su enorme libro, subordinado lo
plástico a los versos. Fue así que se limitó la primera lectura al
recuento de las palabras, de las sílabas, de las líneas de las letras;
y de las puntuaciones.
Ah, la puntuación de Martínez. Fue esa
vía que las segundas lecturas introdujeron a los trazos, originales
suyos cuando recortaba los contornos de reproducciones de fotografías,
dibujos, caricaturas, grabados, pinturas en blanco y negro; y los
tristes colores geométricos de la bandera. Sin olvidar el garfio de
pobre alambre que quiere ser acero, agregado como objeto en varias
dimensiones a una página del libro, el anzuelo.
Uno se
atrevería casi a suponer que todo lo gráfico del libro es un sistema
de puntuación propio del poeta.
El misterio de la
puntuación.
No sólo en este caso. En toda la literatura de
letras, sílabas, palabras.
Las puntuaciones constituyen lo que
no se dice explícitamente, desde el silencio siempre variado en su
significación, y que expresa diversamente el paso del tiempo y la
multiplicidad de los espacios poéticos.
No es el lugar o
momento de especificar en detalle las peculiaridades posibles de la
puntuación. Ella consiste en expresar lo imposible de decir
articuladamente con sintaxis o sin ella.
Los experimentos
realizados desde antes de los principios del siglo, repitiendo y
ampliando precedentes anteriores, incluso helenísticos alejandrinos,
se confunden con el peso que por los mismos tiempos, y también con
larga historia previa, adquirieron los restos de textos de las
antigüedades, no sólo griegas y romanas, sino además de otras
civilizaciones ajenas, incluyendo las de épocas medievales de
conservación literal dudosa. Fragmentos. Pasajes que se iniciaban al
azar de los pergaminos. Transcripciones escritas de poemas oralmente
conservados. Para su comprensión, requirieron y permitieron versiones
diversas, en que las puntuaciones atribuidas eran
capitales.
Cierto es que en períodos clásicos, y crónicamente
en los convencionales neoclasicismos, la puntuación se ha presentado
como una lógica figurativa razonada. Pero hay una irracionalidad
secreta oculta en comas, comillas, en guiones, en los puntos
suspensivos, en los dos puntos, en el punto y coma, en los signos de
exclamación y los que interrogan, en el punto final y en el seguido,
en los paréntesis. Y nos quedamos cortos en la enumeración. Desde
algún punto de vista (¡punto!) las puntuaciones se ocultan como entre
paréntesis en todo texto escrito e impreso. Se acomodan a la vista. Y
están decisivamente. Su influencia se produce principal y
triunfalmente en el inconsciente del lector mirón.
Las
libertades que se ha podido tomar en este siglo, eliminando o
alterando reglas rutinarias de puntuación, con todo lo que haya podido
molestar a lectores habituados a las reglas, parece haberse legitimado
respecto a los lectores de poesía, excluyendo a los
pedestres.
El uso de lo variable en la puntuación no es –pese a
la apariencia superficial- un juego, una malicia ni una gracia. Es
cosa, eminentemente seria. Ha de admitírselo al autor como una
intervención profunda de lo sagrado intocable, inconsciente. No está,
sin embargo (o por ello mismo), bajo control racional. Cabe dejarlo en
su eclosión fulgurante, que se impone por sí misma.
A la vez,
estas apariciones de la puntuación multiplican extraordinariamente los
medios esenciales que transmiten el secreto poético: las ambigüedades.
No hay poesía de honduras sin ambigüedad. De siete tipos de ambigüedad
escribió hace décadas un notable poeta inglés.
Tal vez más de
siete. Indefinidos (pero concretos) tipos de ambigüedad hay en la
poesía de veras.
Mucho más correspondería decir a estos
respectos.
Pues bien, reduzcámonos a repetir la tesis de las
relecturas de La nueva novela. Lo gráfico, lo plástico, lo
figurativo y lo abstracto en signos y trazos en esta gran obre de Juan
Luis Martínez, sería una o muchas especies de puntuaciones.
Terminantes.
en Merodeos en
torno a la obra poética de Juan Luis Martínez
Soledad Fariña,
Elvira Hernández