No
es fácil, en un siglo de desprecios, de incredulidades y cinismo,
rendir homenaje a un héroe, decir su corazón y su ímpetu,
su tranquilo valor, su deber cumplido.
Pero hay un testimonio que no muere y refleja con sinceridad y llaneza
quién es Arturo Prat. El poemario popular, lira terrible y
grandiosa, escrita por los poetas de Tarapacá. La lira popular
cruza el territorio. Es herencia hispana y la tenemos viva. Como la
sangre tira, conozco mejor a los nortinos y que me perdonen los demás.
Confieso ser incapaz de expresar lo que un héroe es para su
pueblo con lengua veraz, no teñida de esa espantosa y huera
retórica entre periodística y escolar que nos anuda
el corazón y las cuerdas vocales. Herrada de lenguaje en medio
de las desgracias que nos agobian, dejo la voz a los que saben honrar
a los suyos aún en medio de este reguero de pobrezas espirituales
y éticas que nos cayeron encima entre leyes que enredan la
perdiz, escritas, pareciera, en tiempos de Gilgamesh o Agamemnón.
Chile anda hoy de luto riguroso más por sus vivos que por
sus muertos, la parálisis legalista nos encierra y la viveza
vivaracha nos consume. Frente al duro Catón, la cachaña
chilena. Frente a la cachaña de una ley inaplicable, los Catones
salidos directamente de la vieja Grecia. Esto es antiguo mal de Indias.
Ya en la Colonia, cuando llegaban las leyes que no se podían
aplicar, los gobernadores escribían a pie de página
una delicia retórica que les permitía navegar en el
mar leguleyo del Consejo de Indias: "se acata pero no se cumple".
Vuelvo al 21 de mayo. Los poetas populares nos cuentan la historia
de la Esmeralda y Arturo Prat, del Sargento Aldea y de Serrano, de
todos los que yacen en el fondo de la rada de Iquique.
Estos poetas hablan con voz sabia. Nos recuerdan que ellos son hijos
de la Patria, de la cueca y la zamacueca, de la pobreza y la lucha
por los derechos de los más necesitados. Y lo dicen con esa
voz sin estilo que es la gran voz. Como bien dijo la Mistral, "el
ángel del flocklore es analfabético", y por no
haberse embadurnado el cacumen de politiquería ni de palabrería,
por no llenarse la cabeza con los sueños de grandeza que suelen
invadirnos, estos poetas populares han conservado lo que Chile más
pide en estos días tapados de esa incomprensión que
llaman noticias. Por no ser ni letrados ni pulidos, estos poetas populares
no se avergüenzan de rendir homenaje a un héroe. Creen
en los héroes. Ellos han conservado la inocencia frente a la
palabra y la usan con la llaneza propia de quien no abunda en opiniones
ni habla por hablar. El pueblo es cicatero para comunicarse. No requiere
de perros embalsamados ni de héroes disfrazados ni de diablos
que le vendan cruces. Aprendió por el tuétano y la sangre
dónde está la verdad y dónde, la mentira.
Hoy, cuando ministros y seremis, gerentes y rectores, suplentes y
sospechosos, hasta inocentes desfilan, en un reguero de apariencia
interminable, por capuchinos. Hoy, cuando otros se sientan en sus
curules del Senado y de la Cámara de Diputados endilgándose
culpas, incapaces de legislar para modernizar las leyes que debemos
a Bello, que está más seco que una pasa a estas alturas,
furioso en su tumba porque no le sale al camino ningún legislador
coherente, desinteresado y además vivo. Uno con los pies en
la tierra que legisle para modernizar finalmente el estado y otorgarnos
las leyes que autorizarán, una vez más, a este país
a ser inteligente.
Chile no se irá a pique por unos cuantos malandrines y unos
jueces más tozudos que ayatolas. Son los menesterosos ilustrados
como yo los que andamos perdidos, manchados por un escándalo
que no nos pertenece pero que, aún así, es nuestro.
¿Quién diablos entiende esto del dinero que parece correr
de mano en mano, de presos que entran y salen de las cárceles,
pasando de acusados a acusadores, de culpables a inocentes?
Hoy no tengo voz para contar hechos memorables. Demasiados avispados
y demasiados avisperos zumban y zumban en Chile. Me han derrumbado
la Patria que Freire bautizó oficialmente Chile. Alguien —algo—
le chupa el tuétano a mi país.
Pero los poetas populares no pierden la fe ni olvidan la palabra
precisa. Ellos nacieron de las dificultades y crecieron en medio de
las luchas, las guerras y los odios. Son el origen de la organización
social de los obreros y ayudaron a cambiar esa realidad. Corresponde
a uno muy memorable entre ellos, don Rosario Calderón, contar
sobre Arturo Prat Chacón y sus compañeros, que fueron
muchos.
MUSA PAMPINA
(En conmemoración y honra de los héroes
del 21 de mayo, que sucumbieron en la finada "Esmeralda"
el año 1879)
Hoy día rindo homenaje a los héroes de Iquique que fueron
con nave a pique, con espartano coraje. Antes de sufrir ultraje comprobaron
su heroismo, hundiéndose enel abismo con la "Esmeralda"
gloriosa, cuya epopeya grandiosa simbolizó el patriotismo.
No hay precendente en la Historia de hazaña más culminante
que la de Prat el gigante que a Chile colmó de gloria. Con
acción tan meritoria su vida finalizó, y el nombre inmortalizó
con su sangre el gran patriota, rindiendo la última gota a
su Patria enalteció.
Con un valor araucano los marinos se batieron; como chilenos, murieron
Riquelme, Aldea, Serrano, y Videla, el cirujano… Todos, a cual más
valiente, lucharon heroicamente hasta hundirse la "Esmeralda".
Ninguno volvió la espalda al enemigo potente.
La débil nave chilena a los pies del monitor "Huáscar",
que era el invasor, consumó tétrica escena. Al recordarlo,
da pena, de Arturo Prat el arrojo; que al Perú causó
sonrojo, aquel combate salvaje que al "Huáscar" al
abordaje saltara Prat, con enojo.
Una apoteosis merecen, en el veintiuno de mayo, los héroes
que, sin desmayo, y con honra perecieron. A su Patria enaltecieron
en aquel combate rudo. El mar fue testigo mudo que la "Esmeralda"
altanera, sin abatir su bandera peleó hasta que más
no pudo.
Rosario Calderón Oficina Buenaventura (El Pueblo, mayo 21,
1903)