CÁRCEL DE MUJERES O LAS VOCES SORDAS
Por Marjorie Agosin Publicado en SILENCIO E IMAGINACIÓN (Metáforas de la escritura femenina)
Editorial Katún, México, 1986
Dentro de las configuraciones estéticas del espacio arquitectónico latinoamericano, observamos nítidamente que los cafés, las plazas, los bares, pertenecen a una esfera masculina y pública. La mujer reside en la interioridad, en su casa, castillo o prisión y sólo sale de ella para continuar su posición de compradora de víveres, portadora de alimentos. Los mercados latinoamericanos son instituciones mujeriles como también los diálogos que ocurren en ellos.[1]
La literatura latinoamericana escrita por mujeres, también participa en esta tradición delimitada por un centro espacial principalmente alrededor de los años treinta[2]. Las novelas de la Bombal sólo ocurren en inmensos caserones donde mujeres anónimas participan en una constante ensoñación para combatir esa realidad exterior que las sepan de aquellos que ocupan los lugares públicos.
La obvia comparación entre una casa y una prisión no es una ruptura que disloca dos realidades separadas sino más
bien, encierra una misma metáfora: el cautiverio. Si la mujer es parte de esta escenografía sólo por medio de una desjuiciada fantasía o de una escritura, ella es capaz de abrir, narrar, contar y exponer su historia para aquellos alejados del castillo en que prisionera, habla por medio de su palabra.
María Carolina Geel (1913), en Cárcel de mujeres (1956), no sólo expone a la mujer encerrada sumida en el convento de su interioridad sino que, actualiza esta experiencia dentro del espacio concreto y textual de una cárcel.[3] ¿Por qué esta novela pasó inadvertida por la critica? ¿Por los lectores? ¿Por qué el nombre de Geel sólo se menciona con sus previas novelas intimistas como El mundo dormido de Yenia?[4] Sería una simplificación asumir que el sentimentalismo lírico, humedecido, se escribe por mujeres y cuando se vira de estilo como en Cárcel de mujeres se rechaza a la escritora y a su obra.
Cárcel de mujeres es una novela fundamental para el conocimiento de la narrativa femenina en Chile. Es un texto que no calza dentro de los esquemas de la crítica dominante al implicar que la escritora sólo participa en una problemática típicamente femenina plasmada por la pasividad y la subjetividad.[5]
Cárcel de mujeres posee una imagen central: el encierro de una voz narrativa anónima que al final del texto, se identifica como la causante de un crimen. El resto de la tensión narrativa consta de caleidoscopios con situaciones de mujeres anómalas encerradas. La imagen como centro de una prisión donde un conjunto de voces murmulla, es el tapiz narrativo de este texto que presenta las voces de aquellas mujeres marginales, desposeídas, demenciales, ebrias, ladronas y asesinas.[6]
Geel presenta a una gala de protagonistas memorables asediadas por la violencia, por la fatalidad, encerradas en la prisión de una circunstancia. Asusta oír a María Patas Verdes sacando una gillete: "Ella extrae no se sabe de dónde una gillete y abre la cama de aquella que despertó su furor" (p.16) o asomarse al patio de las guaguas donde "una mujer condenada da luz a un hijo" (p. 21).
Adentrarse a Cárcel de mujeres es sumirse a un eslabón de múltiples voces, murmullos y palabras. No hay en el texto ni diálogos ni exuberancias verbales para describir la violencia, sólo "Voces comunes, puertas que se abren y cierran, andar de gente, pero todo sujeto a una calma extraña." (p. 21). Esta "calma extraña" se ajusta al estado casi ebrio y sonámbulo de
...voces de la cárcel de mujeres. Multiplicidad de voces, murmullo sin tregua, gritos que se alzan, perdidos para caer después inútiles, en el pequeño mar murmurante que parece tragarlos. Voces que por sí mismas crean imágenes precisas, confirmadas por esta o aquella mujer divisada desde mi cuarto. (p. 21).
Las voces en esta escena reiterada a través de la narración, se vinculan al silencio especifico de la condición de encierro representada en la obra. Los murmullos que no indican mutismo ni mudez y las voces, se configuran como en un poema por medio de las imágenes de mujeres demenciales. Cada una de ellas refleja la multiplicidad de las experiencias colectivas en un presidio. Por medio del silencio se indica una situación de separación con la realidad exterior: "Pero después viene la noche y el silencio empieza a detener el tiempo" p. 23).
A través de las fusiones metafóricas y las duplicaciones de las imágenes de la violencia, los tabúes se deshacen y el lesbianismo en 1946 aparece como otra forma de amar. La narradora que recuenta y revisa las visiones de la cárcel habla y cuenta su historia. Ella es anónima, pero al contar de sí misma, la imagen central se amplifica y la historia colectiva se vuelca hacia la historia de una presa que es la narradora. Aquí la narración se invierte y la protagonista es la relatora.[7] Desde el comienzo se representa como una mujer que no desea el matrimonio ni las ataduras: "nunca he logrado saber hasta dónde un hombre se siente herido cuando al ofrecer su nombre es rechazado" (p. 78). Aunque nunca se especifica con claridad lo ocurrido en su vida, la mujer anónima desea suicidarse, compra un revólver y esto se conoce al final del texto donde se habla del arma como si se estuviera hablando de un cuerpo de mujer o un objeto preciado y liberador:
La cogí y admiré su pequeñez pensando que era adecuada para mujer. de pronto sentí de un modo físico que todo, la muerte, el viaje, los ojos de él, me hastiaban hasta la médula. (p. 96).
Posteriormente sabemos que el encuentro con su propia muerte se vuelca contra el hombre que también se convierte en la pena perpetua de su propia vida:
Si puse el arma en el bolsillo, si cuando me dirigía hacia allá, por el camino, me asaltó la ansiedad de que yo no vería nunca más el hondo verde de la naturaleza, el aire azul, las viviendas de los hombres y dije
a aquel chofer que fuese más lento. ¿Iba yo ciertamente al encuentro de mi muerte? (p. 102).
El hecho de desear la muerte, de sorprenderse ante la vida y de no racionalizar los hechos concretos del asesinato es uno de los rasgos que caracterizan las elucubraciones de esta protagonista que piensa que el dar muerte es también una manera de recibirla.
Tal vez, porque no había para mí hechos delineados y cabales y mi infelicidad estaba aparte de las razones naturales que aquella buscó cuando el juez me preguntó por qué lo había matado. Yo ignoraba ese hecho como ignoraba todos los otros con los que el buen sentido procuraba justificarme entre quienes se movieron ansiosos en mi ayuda. (p. 76).
Perturba que a través de toda la novela no se presente ningún tipo de arrepentimiento por el hombre asesinado ni dudas al cometer el crimen, simplemente la aceptación de un destino, la irremediable fatalidad de un asesinato premeditado para la liberación de ella misma que sería la otra muerte, la muerte en vida. Invariablemente, pensamos en la narrativa de María Luisa Bombal con su novela La amortajada donde también la muerte es el vehículo de su autoliberación.
La escritura de Cárcel de mujeres no juzga, no denuncia, no implica. Se desnuda con una vitalidad poética alucinante para captar los detalles de los cuartos prohibidos, de la sordidez que apabulla porque no implora. La narradora no se condena a sí misma sino que, es una observadora trastornada por las vivencias de la cárcel, más que del motivo generador de haber entrado en ella.
¿Cómo explicar que al desear la muerte del otro la narradora se sume en la muerte de su propia existencia? ¿Será éste un fenómeno común de la mujer víctima que a pesar de trascender su rol y de convertirse en una activa asesina permanece confinada a una especie de aceptación de los hechos? A mi parecer, esta es la interrogante de esta novela.
La dicotomía que acentúa la diferencia entre ella y el otro, es la línea divisoria entre cárcel y exterioridad: "Fue necesario partir" parece ser un leitmotiv o una clave en la voz insomniada de la mujer que desde la celda de su propia introspección escribe. El viaje, es el presidio físico y cotidiano, al lugar con todas las características que la aprisionaban, en la vida de una mujer que añoraba ser libre. Parece incongruente especular que ella si desea la cárcel, que a sabiendas se refugia en ella porque en este espacio, tal vez se le permitirá ser sin los falsos pudores, sin las pretensiones de una seudo-libertad.
Según los estudios reveladores de Gilbert y Gubar en The Madwoman in the Attic, a través del siglo diecinueve en la literatura anglo-sajona, las imágenes de encierro y sofocación son constantemente re-elaboradas en los escritos de mujeres. Recordemos el ático de Jane Eyre como uno de los ejemplos más típicos y visuales. Cárcel de mujeres comparte también esta tradición dentro de la literatura chilena de la época y sin ir más lejos, necesariamente volvemos al espacio bombaleano, espacio enclaustrado en los inmensos caserones del sur de Chile.
Cárcel de mujeres transcurre en el espacio hermético de un presidio causando una acertada mezcla de confinamiento textual y fuera de él. La protagonista de Cárcel de mujeres como la escritora María Carolina Geel, han participado de un aislamiento muy peculiar de la mujer-escritora, al no recibir ningún tipo de reconocimiento oficial. Es posible especular que ambas escritoras-protagonistas participan dentro de la misma biografía de un anonimato similar. Todo esto nos lleva a la afirmación que las coordenadas entre la que escribe y sobre lo que se escribe pueden ser vertientes iluminadoras para desenmascarar la situación de la escritora de la época.
Otro aspecto levemente mencionado, es que en el texto no se presenta la dicotomía bastante usual en la literatura femenina, es decir, mujer como demonio; a pesar de que la gran mayoría de escenas narradas aluden a la violencia, a la marginación, este libro no es rencoroso en la descripción de una mujer encarcelada por un asesinato sino más bien. brinda una presentación retratista de las escenas, y los aconteceres de una existencia en la cárcel marcados por una lenta monotonía que se re-elabora por medio de ciertas tétricas elucubraciones.
Cárcel de mujeres es una historia que converge en varias historias, es un texto de mujer donde se unen otras historias de encierro. La protagonista dice lo siguiente:
'cárcel de mujeres' piensa en ella y otro nombre acude a la mente inevitable: Congregación de las Monjas del Buen Pastor. Comunidad admirable, rendida a una labor, como pocas heroica. Mujeres cuya pureza de almas capaz de dar el temple necesario para una convivencia diaria y sin tregua con seres que la vida situó exactamente en el cabo opuesto de las aspiraciones morales. (p. 57).
Este párrafo reconoce y acepta la existencia de un grupo de mujeres anómalas, apartadas de una corriente habitual que debido a una circunstancia, a un destino, se alejan de las costumbres consagradas. Las mujeres de la cárcel son las desobedientes, las rebeldes que irrumpen en el campo de las leyes prescritas por una sociedad patriarcal con una moralidad propia: abortan, matan, roban, cualidades que siempre han existido en ambos sexos pero cobran una particular rareza al adentrarse al espacio femenino de la delincuencia.
En el segundo párrafo se dice que en la cárcel hay "mujeres que deben acorazar pudores y la finura de las costumbres" (p. 57). Nuevamente se disloca el estereotipo femenino de la resignación, de la cautela. En la cárcel, se reúnen las voces disidentes y forman parte de un claustro un tanto similar al claustro de religiosas:
Mujeres de vida ascética cuyos trabajos ingratos finalizan con la muerte, quien las ve de cerca ha de confundirse un poco avergonzado ante el rigor de una tarea realizada para ofrendarla día a día a los pies del Maestro. (p. 58).
Es esta cita una visión de la vida de mujeres religiosas, cotidianas en su ascetismo. Pero la transformación de valores de parte del lector, ocurre cuando en esta cárcel detrás de las imágenes piadosas descubren que son asesinas.
Cárcel de mujeres presenta la lectura dentro y fuera de un espejo, las voces son las repeticiones aurales de mujeres sumidas al orden de la violencia y el deseo. El espejo que pasa por afuera, por el espacio detrás de la reja, también representa un presidio donde la mujer participa de ciertas obligaciones impuestas. En la cárcel. las leyes existen sólo para las que se atreven a violarlas y es éste, uno de los temas audaces de la nouvelle. La cárcel a lo mejor es una hipocresía menor, ya que es el lugar escogido por la protagonista, y a sabiendas.
María Carolina Geel en su novela Cárcel de mujeres postula nuevas maneras y formas de revisar la literatura escrita por mujeres. En primer lugar, es una de las primeras novelas chilenas creadas por una mujer donde se desarrolla el tema de la violencia. En segundo término, se incrusta a la tradición de la novela de espacio privado donde la geografía de las protagonistas está determinada por un confín singular: el encierro. Además, presenta la posibilidad revisionista de ciertas obras vanguardistas en su temática y en su lenguaje. En última instancia, novelas de este tipo ofrecen una posibilidad de estudios intertextuales entre la biografía de la autora y el procedimiento de su propia novela para incursionar en torno a la relación de la escritora y su arte.
Técnicas de voces, rostros de mujeres: aproximación a un resumen narrativo
Cárcel de mujeres es una historia con autonomía propia, la organización temporal sólo es descubierta por las protagonistas que viven las escenas relatadas por una narradora asesina.
Cada protagonista parece estar sujeta a su propia historia y a su propia escenificación como María Patas Verdes, la madre superiora, las que habitan el patio de las guaguas. Por medio de estas visiones separatistas, se aglomeran las relaciones internas de estas mujeres anudadas por la metáfora del encierro.
Los eventos de esta historia sólo se combinan al final de la narración por medio del viaje de la protagonista desde la compra del revólver hasta el asesinato del hombre. Así, la historia tiene una causalidad diferente desde el principio hasta el final. Sólo al fin, sabemos el porqué del encierro. Es ésta la técnica ideal para presentar escenas cinematográficas de mujeres encarceladas donde los eventos de la cárcel y fuera de ésta constituyen la técnica del relato.[8]
El personaje
La construcción del personaje central de la novela, goza también de una extraña ambigüedad que refuerza la unión de voces encontradas dentro de la cárcel. Se delinean los atributos, los adjetivos de esta mujer solitaria, reclusa, demasiado ansiosa de morir. Pero quizás la única estructura del libro es la ambigüedad en la construcción del personaje.
He aquí tal vez, la mayor debilidad narrativa de Cárcel de mujeres; al no incorporar más detalles sobre la que cuenta. La focalización del relato goza también de mucha importancia ya que presenta bajo el prisma de escenas paralelas dentro de una sola visión: la cárcel. Hay que añadir que esta focalización participa de las visiones cinematográficas que ella describe, pero no son estrictamente parte de su punto de vista sino más bien parte de la estructura total narrada.
Cárcel de mujeres se incrusta en la modernidad de las voces narrativas donde la que habla es a la vez portadora y representante de las visiones contadas. Así, la protagonista participa en una diegesis y mimesis simultánea. La diegesis correspondería a los instantes en que sólo la narradora habla, y la mimesis cuando captura el lenguaje, la visión de las otras en la cárcel, creando una distancia entre la que cuenta la historia y la que forma parte de la historia.
Estas son algunas de las características de este sugerente libro que puede ser leído por un lector cómplice como un diario intemporal de una estadía en la cárcel, o una metáfora introspectiva de la cárcel como espacio mayor: la vida. Todas estas posibilidades son sugerencias, especulaciones para la lectura de un libro poco común ahora y para su época, audaz en su estructura narrativa, vital en su temática. Sin embargo, texto olvidado, sumergido en el mismo claustro en que se insertó la obra de María Carolina Geel.[9]
Estas especulaciones atemorizan ya que actualmente Cárcel de mujeres se lee como una historia de la desobediencia, una violación del recato, del silencio impuesto, un desafío a la normalidad. Es la incursión a un espacio donde la mujer gracias al crimen se escapa del halo pacifista que siempre falsamente la ha acompañado. Además, este texto es un modelo narrativo en que la protagonista como otras acepta su destino pero esta vez, es el escogido por ella misma: una cárcel que trasciende el encierro, una cárcel que es escritura.
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Notas
[1] Esta observación ha sido juiciosamente descrita al tratar de literatura latinoamericana por Jean Franco en "Self-Destructing Heroines". The Minessota Review. núm. 105 - 115, Fall. 1984. Franco utiliza estos conceptos del espacio al hablar sobre la literatura escrita por mujeres y por hombres.
[2] Conviene resaltar que el espacio cerrado interior de la narrativa femenina, comienza en los treinta y posteriormente se desplaza a las esferas públicas de protesta social como serían las novelas de Elvira Orphee, La última conquista del ángel y Marta Traba, Conversación al sur.
[3]Cárcel de mujeres (Santiago- Zig Zag, 1956). Todas las citas se referirán a esta edición.
[4] Es sorprendente la poca importancia que se le dio a este libro y tal vez fue por ser un libro demasiado experimental en técnica y tema, sobre todo cuando se publicó. Además hay escasas referencias a la narrativa de Geel.
Geel nació en 1913 y sus obras principales son: Cárcel de mujeres (1956), El mundo dormido de Yenia (1946), Soñaba y amaba el adolescente Perces y el pequeño arquitecto (1956).
[5] En el juicio utilizado por L. G. Cunningham en su ensayo "Pasividad, ensoñación y existencia enajenada (hacia una caracterización de la novela femenina chilena) Atenea, núm. 438, 1978, pp. 113-170.
[6] Véase el capítulo segundo en The Madwoman in the Attic (New Haven: Yale University Press, 1979).
[7] Este aspecto que destaca la similitud entre vida vivida por la autora y vida narrada es un aspecto importante dentro del corpus de la crítica feminista ya que en una primera etapa de revaluación, debemos considerar la vida de la autora como algo inseparable de su produccion. No quiere decir que creemos en la ecuación: texto = biografía, sino que, es este un componente importante que no puede pasar inadvertido.
[8] Véase sobre esto el ensayo de Virginia Wolf, A Room of One's Own. (New York: Harcourt, Brace and Jovanovich, 1979).
[9] Para el análisis de la estructura de Cárcel de mujeres me he basado en el esquema empleado por Shlomith Rimmon Kenan en Narrative Fiction: Contemporany Poetics (London & New York; Methuen, 1979).
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Por Marjorie Agosin
Publicado en SILENCIO E IMAGINACIÓN (Metáforas de la escritura femenina)
Editorial Katún, México, 1986