Escritor de pocos libros, tres de poesía,
uno de cuentos y una novela, Electorat acaba de terminar en París
"Del habitar sin tener dónde", su segunda novela.
A los quince años, Mauricio Electorat era ya un personaje
que dejaría una estela tras de sí en la Alianza Francesa
de Santiago, el colegio donde se educó y formó a otros,
pues creó talleres literarios, concursos, huelgas, mitines.
Formó parte de un precoz grupo
de amigos que ingresó a la política clandestina cuando
aún cursaban la enseñanza media, a la vez que se daba
el tiempo para convertir a la literatura a los que entonces éramos
niños.
Hoy, a casi tres décadas de aquella época, asentado
hace diecisiete años en París, su adolescencia constituye
el tema central de su última novela. El protagonista, que se
viste con diversos elementos de la biografía de Electorat,
se sube a un avión rumbo al funeral de su madre en Chile con
la misma maleta con que ha desalojado poco antes el hogar conyugal.
Es durante este viaje donde transcurre el relato de sus años
de colegio y universidad. Una obra que no se enmarca en el género
policial, pero donde reincide en el empleo del particular tono negro
de las anteriores.
- ¿A qué se debe este tono, se trata de un efecto
literario, del resultado de vivencias personales o ambas cosas?
"Ambas, yo creo que no se hace literatura con buenos sentimientos,
no conozco a nadie que haya escrito desde la alegría o la total
armonía. A veces se da una nostalgia de la felicidad perdida,
como cuando por ejemplo Jean Giono evoca su Provenza natal... "Del
habitar sin tener dónde" es una novela negra en la medida
que no es rosa y siempre es bueno que haya un cadáver, porque
hace avanzar la historia. Ésta se abre con el de mi madre,
aunque no se queda ahí, sino que aborda la problemática
de la adolescencia en los años setenta y ochenta. Mis narraciones
se inscriben en la veta de la vieja escuela flaubertiana decimonónica,
es decir, en la corriente realista, pero con una distancia irónica
que es también una manera de reírse de uno mismo, condición
fundamental para escribir".
- ¿Constituye en cierta forma una actitud de tu generación?
"Sí, hay un cierto pesimismo generacional, pues la mía
sale al mundo en un momento muy complicado, en plena dictadura, sin
ningún horizonte. Luego nos fuimos al exilio, una experiencia
sumamente enriquecedora, pero no alegre. Constituye una lucha por
sobrevivir sicológica y moralmente. Te deja una marca. Lo que
tiene de positivo es que el exilio físico tiene que ver con
una condición fundamental del ser humano. Creo que todos en
el fondo somos exiliados, nómades y trashumantes".
- ¿En particular los escritores?
"En particular los escritores, porque eres exiliado de una especie
de Paraíso, de un estado original. No nos olvidemos que en
el principio era el Verbo. Justamente porque no existe el Paraíso,
uno escribe".
- ¿El escritor toma el lugar del Creador?
"Uno se pone en el lugar de Dios, uno inventa su propio Paraíso,
que es este Paraíso con ribetes más bien negros, pesimista,
realista".
- Como el de "El Paraíso tres veces al día",
su primera novela?
"Exactamente. El Paraíso de un escritor es su lengua,
lo que uno intenta inventar es un lenguaje, a la vez un mundo".
- ¿Formado en la Alianza Francesa y radicado hace décadas
en Francia, escribes también en francés?
"Sólo no ficción. Yo creo que uno es diferentes
personas en los distintos idiomas en que se expresa. El castellano
de Chile es mi lengua materna, la de mi barrio, mi casa, mi infancia,
mi universo original. En francés, soy otro, un personaje que
yo mismo he creado. El humor es distinto, la espontaneidad no es igual".
- ¿No has vuelto a escribir poesía?
"No, en los años ochenta, viviendo en Barcelona, me
di cuenta de que en mi poesía había un principio narrativo.
Desde muy pronto me sedujo la idea de escribir ficción, de
inventar y separarme del yo poético, del yo hablante. Lo que
me atrae de la narrativa es la posibilidad de travestirte, de transformarse
en otros, inventando personajes, situaciones, historias que se te
imponen, que has de contar".
- Sin embargo en tu narrativa se siente fehacientemente la mano
del poeta atrás...
"En el fondo no hay una enorme diferencia entre los géneros,
los principios de la poesía habitan en la narrativa y vice-versa,
todo es una cuestión de prisma, de qué privilegias.
Sin duda que el haber escrito algo de poesía me ha ayudado
mucho a la hora de tratar de cultivar algo que en Chile se trabaja
poco: el estilo. Yo entré en la literatura por la puerta de
la poesía - leí mucha- , y me quedé muchos años
en sus pasillos y jardines, lo que provoca una relación distinta
con el lenguaje. El estilo es el hombre, decía Boileau, y un
escritor ¿qué es si no su estilo?".
- El protagonista de "El Paraíso..." lanza justamente
una frase bien poética y negra: "No tengo tratos con el
porvenir". ¿Tienes ahora mejores tratos con éste?
"Eso en realidad era un grito. Ahora estoy más viejo
y sereno. Tengo mejores tratos con el porvenir en la medida en que
estoy haciendo lo que quiero hacer: escribir. Creo que lo que tengo
en mis manos es ahora la posibilidad de lanzar una botella al mar,
una botella con un manuscrito dentro... Todo libro, una apuesta".
Soledad creadora de París
Como muchos escritores y artistas, Mauricio Electorat parece tener
una relación de amor/odio con la Ciudad Luz.
- "París es una emboscada", dices en tu primera
novela. ¿Sigues emboscado en París?
"París es una emboscada porque es una ciudad tramposa:
promete mucho y da muy poco o nada. Para lograr sobrevivir en París
tienes que emplear una cantidad de energía muy superior a la
desplegada en cualquier otra ciudad. A cambio de eso ofrece compensaciones
que ninguna otra tiene, la oferta cultural es incomparable. Pero así
y todo es muy difícil lograr establecer una relación
serena con esta ciudad".
- ¿Sigue omnipresente en la obra que escribes ahora?
"Sí, esta novela transcurre entre las calles de París
y Santiago. Yo soy un vendedor viajero de París. Creo que si
no hubiese venido a esta ciudad nunca habría tenido el valor
de escribir narrativa. París te proporciona la distancia contigo
mismo y con el entorno para hacerlo, pues aquí uno está
solo, aislado y al margen de todo... En Chile, la soledad está
más enmascarada, la puedes engañar más, porque
se sociabiliza más. Uno allá pertenece a un grupo. En
Santiago, yo sé quién soy. En París, tú
tienes la curiosa sensación de no ser nadie, de ser absolutamente
anónimo, de ser transparente en medio de la multitud y eso
aporta una enorme energía creadora. Esa sensación de
extrañamiento contigo mismo, de inexistencia es extremadamente
dolorosa a veces, pero te obliga a hacer lo que tienes que hacer:
cine, literatura, un doctorado en veterinaria o pegarte un tiro".
Entre los proyectos inmediatos de Mauricio Electorat, se cuenta la
posibilidad de regresar a Chile por un tiempo, a vivir de adulto en
el país que dejó a los veinte- hoy tiene cuarenta y
tres- . A reencontrarse con el que era su barrio, Ñuñoa,
con el que fuera y aún es su grupo de referencia, aunque las
historias de las personas a veces se van tejiendo con hilos diferentes
al de las novelas.