"La
burla del tiempo" de Mauricio Electorat
De la bandera roja a la novela negra
Por Cristián Warnken
Artes y Letras de El Mercurio, Domingo
15 de Enero de 2006
Esta es la entrevista realizada
al escritor chileno ganador del Premio BibliotecaBreve de Seix Barral
por "La burla del tiempo", en el marco del ciclo Tertulias,
organizado por "Tobacco & Friends", junto al patrocinio
de la Corporación Cultural del Patrimonio Cultural de Chile.
Fascinado por "la manera de realizar el español de los
chilenos" es que vuelve siempre a recorrer su Santiago natal,
escenario de sus historias, al igual que París, la ciudad que
lo acoge desde 1987.
Curiosamente, en esta tertulia, entrevistador y entrevistado son personajes
protagónicos de "La burla del tiempo", la
segunda y galardonada novela de Mauricio Electorat, que narra
la historia adolescente de ambos, cuando eran alumnos de la Alianza
Francesa y colaboraban con partidos de izquierda, bajo el gobierno
militar. En ella resuena la voz de los 80 en un chileno hablado, que
recorre un Santiago gris y un París barriobajero.
Aunque comenzó como poeta publicando "Un buey sobre mi
lengua" (1987) y "Fuerte Mientre Lorando" (1989), no
fue hasta 1995 con "El paraíso tres veces al día",
su primera novela, que consiguió el reconocimiento público
y la distinción de los premios Consejo Nacional del Libro y
la Lectura, y el Municipal de Literatura de Santiago.
Tras cursar dos años de Periodismo y Literatura en la Universidad
de Chile, en 1981 se trasladó a Barcelona donde se licenció
en Filosofía Hispánica. Desde 1987 vive en París,
y hoy, a sus 44 años, puede en esa ciudad dedicarse de lleno
a la literatura, después de haber desempeñado los más
diversos oficios, como nochero de un hotel sin estrellas, hasta traductor
de la Unesco.
Poesía
—Es difícil
entrevistar a un escritor que es amigo entrañable y que al
mismo tiempo es autor de una novela en que, sin quererlo, soy uno
de los personajes. Es incómodo y es extraño. Es el juego
entre la literatura y la vida. "La burla del tiempo" se
llama esta novela con que Mauricio Electorat ha ganado el premio de
Biblioteca Breve de Seix Barral
del año 2004. Pero yo a Mauricio lo conocí como poeta
en los talleres de la Alianza Francesa, allá en la calle Luis
Pasteur, espacio que aparece en la novela. Electorat era el poeta,
por eso te pregunto, ¿qué te pasó con la poesía?
- "Yo creo que la poesía me abandonó. Pienso que
fui un adolescente poeta o un poeta adolescente y que de pronto me
encontré con una dificultad mayor: el cómo escribir
poesía realmente. Entonces me di cuenta de que la verdad es
que más que los mecanismos de producción de un texto
poético, lo que me interesaba era escribir historias. Y estuve
durante muchos años en una especie de zona de nadie porque
ya no escribía poemas, o muy pocos, y no me atrevía
a escribir narrativa porque una novela es un desafío mayor,
es un género mayor que a mí me inspira el más
profundo de los respetos. Creo que me hice narrador cuando llegué
a París, en la soledad de una chambre de bonne; pienso
que allí me atreví. Y eso es lo que pasó con
la poesía y lo que comenzó a pasar con la narrativa".
—Y ¿qué es lo que tú quieres contar o te
obsesiona?
- "Me adscribo a la corriente del viejo realismo de toda la vida,
de la gran novela del siglo XIX; me interesa contar, de alguna manera,
mi vida y la vida de los demás. Es decir, trabajo con la realidad,
pero ligeramente desfasada, como si el lente óptico deformara
un poco la experiencia real. Ahora, uno escribe con imaginación
y memoria, en qué dosis, eso varía. Pero me interesan
fundamentalmente las situaciones ficticias, o sea, no olvidemos que
una novela es ficción. Lo que pasa es que esa ficción
puede estar engastada en un episodio real que en determinadas coordenadas,
por ejemplo, en Chile, los lectores reconocen, pero es y sigue siendo
ficción. Es decir, no nos confundamos, no porque yo hable de
la Alianza Francesa y de la Unión de Escritores Jóvenes
y del Chile de los años ochenta estoy haciendo un reportaje;
no estoy haciendo allí memorias ni autobiografía, sino
que estoy haciendo ficción. Y esos personajes se llaman Cristian,
Rocío, Claudio, pero son inventados y no tienen nada que ver
con la realidad, o poco".
—Aclaremos eso... Partamos por tu primera novela, "El paraíso
tres veces al día", cuéntame cómo nace...
- "Es una ficción inspirada en mi experiencia como portero
de noche en un hotel parisino de dos estrellas, un poco rasca. Cuando
terminé de estudiar en Barcelona, era el año 1987, en
este país todavía existía la dictadura y no tenía
ganas de volver. Mi única opción era irme a París
y me fui con los sueños que llevan todos los latinoamericanos
que llegan a París, es decir, hacer un doctorado en la Sorbona,
tener un pequeño cuartucho por ahí en Saint Germain
des Prés o qué se yo. Me encontré con el
pequeño cuartucho, con la chambre de bonne donde apenas
hay un lavatorio y una cama, y se me acabó la plata y el único
trabajo que encontré fue ése. Entonces me encontré
en un hotel, en la noche, con una radio a pilas matando el tiempo,
y a partir de esa experiencia construí la novela".
—En ella muestras un París distinto al que estamos habituados,
¿cuál es el París que te interesaba contar?
- "El de la calle, el París barriobajero, no el París
de tarjeta postal, de café para turistas y de las avenidas,
sino el País real, el que uno se enfrenta cuando llega allí
con 25 o 26 años, esa ciudad dura en la que uno siente que,
evidentemente, nadie lo mandó a llamar allí, y en la
que tienes que salir adelante porque eres transparente y, por definición,
no existes. Entonces, o te inventas algo para sobrevivir, para hacerte
un lugarcito o te vas, o te mueres, en fin. Esa experiencia, esa confrontación
con esa realidad hostil, muestra el París que me interesa".
—Y ¿cuál es la historia central de este libro?
- "La de un portero de noche que se enamora de una chica franco-vietnamita
que llega a pedirle una habitación y que está metida
en el tráfico de drogas. Es una especie de descenso a los infiernos,
es una novela negra, es decir, una especie de parodia del género
policial".
—La novela negra es un subgénero que a ti te ha interesado.
Novela negra y literatura latinoamericana o en español, vamos
a ver...
- "El tema sería más bien la novela negra y bandera
roja, o de la bandera roja a la novela negra. Porque hay una increíble
cantidad de autores hoy de novela negra que son ex militantes de movimientos
de extrema izquierda, en América Latina pero también
en Europa, porque la novela negra es una especie de nuevo naturalismo.
Es un subgénero que cumple, a mi juicio, una función
de crítica social, de denuncia, de la cual la novela, en términos
generales, sobre todo la europea, se ha separado. Entonces, esto es
algo bien interesante porque es una novela urbana y política
al mismo tiempo".
—Y "La burla del tiempo" ¿es de alguna manera
una novela negra, o se emparienta con ello?
- "No, La burla del tiempo no es una novela negra. Yo
pienso que un cadáver en una novela siempre ayuda... (risas)...
porque hace avanzar la acción, y, en este caso, el cadáver
es un pórtico de la novela, es el de la madre del protagonista,
o sea, el cadáver de mi madre, de alguna forma. Entonces, tiene
eso de novela negra; sí, hay un cadáver, pero no cualquiera,
cuidado... Al protagonista se le muere la madre y tiene que viajar
de urgencia a Santiago a enterrarla y en el lapso que dura el vuelo
de París a Santiago transcurre la novela que, en el fondo,
voy a decir la verdad, Cristián, es la recreación de
nuestra adolescencia"
Claves
—Pero también hay una busqueda del protagonista, que tiene
algo de policial, que es la busqueda de Nelson, y ése es un
personaje de novela negra...
- "También. La novela es una historia vista en dos claves:
por una parte, este
protagonista que vuelve a Chile al entierro de su madre, y ahí
como les decía hay un largo racconto, pero al mismo
tiempo es el reencuentro fortuito, y luego buscado, entre el protagonista
y el tipo, el soplón, que lo delató en la Universidad
de Chile. Entonces se produce un diálogo clásico entre
víctima y victimario, en el que hay una especie de indagación
mutua en la que, al final, los personajes descubren que tienen mucho
más en común de lo que imaginan. Y ¿qué
tienen en común?: un pasado que es básicamente un país
que ya no existe y del que nadie se acuerda salvo ellos. Obviamente,
este diálogo ocurre en una chambre de bonne en París."
—La novela es una crítica a ese mundo gris, ese Santiago
chato, ese Chile marcado por la dictadura de Pinochet. Al mismo tiempo
es también una crítica, con ternura, a la izquierda
de ese entonces, ¿cuál fue esa izquierda que quisiste
ilustrar?
"La izquierda chilena de aquellos años que en el fondo
no sabía qué hacer, o sea, que no tenía idea
de cómo desembarazarse de Pinochet. Mientras los jóvenes
que militábamos en estos partidos políticos estábamos
en el aire, en el vacío, unos preconizaban la lucha armada,
otros la lucha de masa, la política, en fin. Y se les ocurrían
soluciones delirantes como, por ejemplo, lo que fue la creación
de la Unión de Escritores Jóvenes, que surge del modelo
del partido comunista español cuando creó una red de
clubes para hacer oposición a Franco mediante la cultura. Esto
aparece de alguna manera en la novela cuando a los dos personajes
adolescentes, que van directamente del colegio a estas reuniones políticas,
les piden, ya que vienen de la Alianza Francesa, que escriban unas
cartas porque, según les dicen, "necesitamos cartas de
intelectuales extranjeros que le den ánimo a la gente, que
la alienten". Entonces se ven estos dos amigos escribiendo cartas
falsas, por cierto, de Jean Paul Sartre, de Costa Gavras, hasta de
Michel Platini, que era un jugador de fútbol... (risas)...
a eso creo que te refieres con esa izquierda un poco ingenua y completamente
sobrepasada por la situación".
—Se ha dicho que de alguna manera esta novela cuenta la historia
de la generación de los 8O, ¿cuál es la particularidad
de esa generación?
- "Yo me acuerdo de que teníamos 15 años y militábamos
en partidos políticos clandestinos y además era en el
Chile de 1975, no era cualquier cosa tampoco, y eso a mi me parece
una situación absolutamente anómala vista desde hoy.
Yo creo que eso tiene de particular nuestra generación, que
nos íbamos del colegio con los uniformes y los bolsones a la
reunión de la célula con el compañero tanto,
¿no? Y lo hacíamos con una inconciencia absolutamente
formidable".
—Hay una relación ahí conflictiva con Francia. Parte
con los profesores franceses de ese extraño proyecto que es
el colegio Alianza Francesa, y luego termina con tu estadía
en París. ¿Cuál es tu relación con ese
país o con la cultura francesa?
- "Como me dijo un francés una vez 'tú eres un
indio aculturado, y además un indio bien alimentado'... (risas)...
Y es verdad que eso es un poco uno: un indio aculturado porque efectivamente
yo fui a dar a Francia porque estuve en la Alianza Francesa. Sabía
la lengua y sabía quién era Voltaire, qué era
la Bastilla y cosas así, y, si no, no hubiese ido jamás
porque la verdad es que no hay país más hostil con los
extranjeros que Francia, sobre todo París".
—Sin embargo, siempre vuelves a Chile y este país es el
material de tu novela, a pesar de que son muy sabrosos los episodios
que ocurren en ese París oscuro, paralelo. ¿Por qué
vuelves siempre?, ¿qué te nutre de acá?
- "Es el lugar de mi infancia y al mismo tiempo hay una historia
con la lengua. A mí lo que más me gusta y más
echo de menos es la particular manera de realizar el español
de los chilenos. En esa forma cómo los chilenos se expresan
hay una fuente inagotable de historias. Por una parte está
la pituquería chilena, que habla de una manera particular,
y por otra parte el pueblo llano. En Chile, la manera cómo
la gente está realizando la lengua revela cómo está
en el mundo. Y a partir de allí me puedo imaginar historias,
es decir, me puedo nutrir de alguna forma".
—Ese es un libro muy oral; el jurado ha dicho trepidante, vital,
de palabras mezcladas, de voces. Alguien dijo por ahí que el
referente podría ser Céline, el escritor...
- "Céline sí, porque él hace algo con el
francés que no ha hecho nadie, que es desnudarlo por completo
y escribir en el francés hablado, estrictamente hablado, y
hablado popular de los años 20 y 30. Por eso es que Céline
es absolutamente intraducibie, a Céline hay que leerlo en francés.
Lo que él a mí me ha entregado, de alguna manera, es
ese arrojo, ese atrevimiento, para tomar la lengua hablada. Pero ¡ojo!,
esta novela no está escrita en chileno hablado exactamente,
no está escrita como está escrito el The Clinic, por
ejemplo; el chileno hablado resuena en la novela como una especie
de música de fondo o, por lo menos, eso he intentado".
Santiago
—Una de las virtudes de esta novela es narrar y mostrar el Santiago
de los '80: el espacio geográfico, los lugares, los restaurantes,
el Venecia, la comuna de Ñuñoa, la calle Bremen. Háblanos
de Santiago como espacio narrativo.
- "Santiago, que me perdonen mis colegas novelistas aquí
presentes, yo creo que es una ciudad que aún está por
novelar. No es que no se haya hecho, sino que falta aun más,
es decir, Santiago no tiene la entidad literaria que tiene Buenos
Aires, por ejemplo, o que Vargas Llosa le dio a Lima, o que tiene
ciudad de México, por no hablar ya de París, Madrid
o cualquier capital europea. Entonces, en esta novela los personajes,
en primer lugar, dialogan todo el tiempo, y en segundo lugar, se mueven
por la ciudad. A mí me gusta mucho eso: las novelas que son
al mismo tiempo una topografía de un lugar determinado".
—Cuando llegas a Santiago, ¿cuál es el lugar donde
te sientes en casa y no un extranjero?
- "Cualquier lugar de Ñuñoa, porque para mí
Ñuñoa es algo así como el útero, es el
lugar de donde yo salí".
—¿Qué tiene Ñuñoa?, ¿cuál
es la ñuñoedad?
- "No sé qué tiene. Quizás es esa cosa de
clase media tan santiaguina, tan tranquila, esas casas con jardincito,
las empleadas que van a comprar y vuelven del supermercado, las viejitas
que barren la calle, el tipo del gas que pasa. Es como la madalena
de Proust, o sea, mi madalena es eso, una calle de Ñuñoa".
img: Mauricio Electorat
por Jimmy Scott