Hacer un comentario literario respecto de una novela o un poema o
un cuento, bien pudiera considerarse como una tarea más o menos
complicada, toda vez que la empresa literaria ya nos habla de una
especie de arriesgarse ante la nada o el vacío, se corre el
peligro de realizar una interpretación
abstrusa o absolutamente nefasta, sobre todo si se trata de que un
comentario debe dar claves respecto del libro que se busca esclarecer,
en términos de significado, obviamente; pero la dificultad
sube considerablemente si lo que debemos encarar es un cuerpo híbrido
e hipertextual, donde las rutas de decodificación pueden estar
un poco más allá de lo que habitualmente uno está
acostumbrado a ver.
CERO, de Max González Sáez, es un libro
de crónica urbana, donde su creador nos ha querido compartir
un poco del mundo en el cual él deambula y reflexiona. Paso
a dar testimonio ahora, en una suerte de análisis descriptivo,
de todo lo que pienso respecto de la riqueza y la cantidad de recursos
que posee este libro, que a su vez, habla muy bien de la gran capacidad
literaria de su autor. Uno siempre tiende a defender los trabajos
de los amigos, pero creo, desde una posición más fría
y objetiva, guardando la debida distancia crítica que en rigor
se debe tener, que CERO no necesita defensores, pues como todo buen
libro de literatura, tiene la posibilidad de devorar a sus respectivos
lectores.
Paso entonces a realizar el detalle de las observaciones:
1-. En su comienzo, el libro inicia acercándose a algunas ideas
o definiciones de lo que vendría ser el origen del género
de la crónica urbana, una suerte de fusión establecida
en la literatura de conquista de Latinoamérica, entre la literatura
mágica y la literatura de testimonio. El narrador nos comenta
estos hechos, y nos aclara ciertos puntos teóricos al respecto.
2-. Aparece una suerte de categorización acerca de los tipos
de asados, realizando a su vez, una confrontación de cuadros
diversos, construyendo algo así como postales de nuestra realidad,
que vienen a configurarse en superposiciones, o collages, a propósito
de lo que nuestras vivencias nos indican.
3-. Se comprueba la existencia de un sujeto-narrador que deambula
la ciudad, comenzando por el Paseo Ahumada y el Paseo Estado, y que
se encuentra en un constante ejercicio de reflexividad acerca de la
realidad que observa, registrando constantemente, pero además
devolviendo a la realidad aspectos, fragmentos de sí mismo.
4-. Cuestiona el cómo "lo público" ha ingresado
hacia la esfera de "lo privado" que es la casa, en una especie
de ultraje que se materializa a través de los imaginarios que
nos provocan los medios de comunicación de masas, por una parte,
o de la simple contaminación con la calle, haciendo crítica
al voyerismo excesivo del sujeto contemporáneo, y al mismo
tiempo, a la dimensión de homogeinización que se están
registrando en estos imaginarios, vale decir, cabría hacerse
la pregunta de si acaso -por ejemplo- estaremos todos soñando
los mismos sueños!!!.
5-. Otro aspecto interesante, es el desdoblamiento del sujeto-narrador,
aspecto que recorre el libro y que se produce siempre desde una fuerte
dosis de autocuestionamiento, pues este sujeto-narrador, que cita
a Lyotard, también se encuentra en crisis, y la manera de afrontarla
es realizando no un diálogo, sino un monólogo permanente,
que da cuenta, a su vez, del monólogo en que constantemente
se encuentra funcionando el sistema.
6-. Dato curioso es la página en blanco que permite la aparición
de la opinión del lector, donde el tema asignado es la nada,
ya desde el vaciamiento de la sociedad contemporánea, o desde
su conceptualidad filosófica.
7-. Aparición de diálogos muy al borde de lo teatral,
llamadas telefónicas transcritas como si se tratara de una
narración más, agilidad de planos, coqueteo con la canción
pop, crítica al sistema educativo, crítica feroz hacia
el lector como un consumidor de entretención más que
de literatura propiamente tal.
8-. Diversidad de registros, pues nos encontramos con "Rossy",
un cuento que contiene un juego con la identidad sexual de quien narra
la historia, elemento que se resuelve sólo hacia el final del
texto, junto con el atroz golpe que éste significa; o el ensayo
de crítica cultural que se encuentra enmarcado en los estudios
post-coloniales (el autor -cabe señalarlo-, se encuentra concluyendo
un Doctorado en Pensamiento y Cultura en la Escuela de Estudios Avanzados
de la USACH); o la historia donde se verifica una pérdida de
referencias espacio-temporales, ya que su narrador comienza un carrete
en Viña del Mar, pero misteriosamente se descubre en Filadelfia
donde todo a su alrededor se vuelve hostil.
9-. El poema de Paterson escrito en 1998. Etc., etc., etc.
Hasta aquí nuestra descripción, pues aprovechamos la
ocasión de dejar tarea pendiente para los lectores y lectoras.
No quiero dejar de mencionar dos aspectos interesantísimos,
pues la constante reflexividad de este sujeto-narrador posibilita
la realización de un juego de significantes, donde es el autor
implícito quien se equivoca a propósito con las letras
del teclado del computador; donde se permite espacios en que la literatura
es quien se autocuestiona, en un ejercicio de metaliteratura crítica;
o donde en una muestra de muñeca tenística (como diría
un relator deportivo), hace uso de distintas posiciones desde la que
se puede situar un narrador, las ópticas desde la cuales se
puede organizar un relato.
El otro aspecto es la constante hibridación como ejercicio
discursivo, pues el proyecto de CERO es un viaje, una búsqueda
especial, "Deconstructiva" diría Derridá,
donde la fragmentariedad esconde un re-inicio, un suerte de aniquilación
experimental, porque detrás se encuentra un sujeto saturado
que desea recuperar el valor de las cosas y, por cierto, de las palabras
que nos conectan, que nos comunican. En el fondo hay una urgencia
por devolverle a la literatura, y a la poesía en particular,
el status de humanidad que ha extraviado en el devenir de los tiempos
y las reificaciones que el signo lingüístico ha experimentado,
entre la desesperación y la abulia que parece mostrarnos la
vida, en esta larga galería de máscaras rotas en que
hemos transformado nuestra realidad.