Marcas
de lo Sublime en una Ciudad de Poetas.
Reflexiones sobre lo Sublime, en algunos
Poemáticos de Poetas Nuevos
Máximo
González Sáez
Escritor y Director Literario de MAGO Editores
Artículo
publicado en el año 1997 en la revista Trilogía de la Universidad
Tecnológica Metropolitana
Resumen
Reflexiones
sobre la categoría filosófica y estética de lo sublime, exponiendo
y descubriendo sus huellas en la ciudad actual que se encuentra ceñida
de rasgos posmodernos; esto en algunos poemáticos de poetas nuevos.
***
¿Sólo lo sublime y no lo bello?. Simplemente por tratarse
de una poesía que se ejecuta en un escenario determinado, la ciudad. Ahí
la despersonalización de las voces, lo establecido de
la multitud, son un abismo que responde más a la sublimación de
los actos y las palabras, que a encontrar significantes de lo bello.
Lo
sublime entonces, permanece aún como ejercicio de creación, el que
es nombrado a través de un discurso que se mezcla en las manifestaciones
histéricas que la ciudad produce (1).
No
es sólo en el histerismo citadino donde el sublime nombra y es nombrado,
sino que se exhibe mejor en zonas soterradas, desplazadas de los centros de consumo,
en definitiva zonas correspondientes a los márgenes. Allí es donde
el sublime posmoderno deja ver la ironía, mezclando imágenes para
exponer lo marginal e institucional en un único cuadro de múltiples
representaciones.
Kant habla de lo infinito, de lo sin intuición,
de lo inmenso (2), para orientar la definición
de la categoría de lo sublime. Ahora, esos conceptos han peregrinado por
la historia bella, para anclar en la actual categoría de la diversidad.
Lo sublime por tanto se encuentra en la presencia de la multitud, en la masa,
en los avisos publicitarios, en la sociedad de consumo, si se sigue a Shiller
(3), cuando escribe que lo sublime es algo
sin medida, vemos la escena sin control que ofrece la multitud en medio de la
ciudad, a un espacio que se identifica con el vosotros sin placeres subjetivos,
ni dolor, un espacio florido que sólo es.
De ahí que la categoría
estética de lo sublime puede ser hoy revisada, principalmente desde todo
lo que se expone y se extrae de la ciudad; de su collage de sentimientos encontrados
que producen los escenarios y los mensajes que pululan por las calles. El dolor,
la pérdida del yo, la derrota del sujeto único propiciada por el
anonimato, la ansiedad neurótica de pertenecer a algo que al instante se
desecha porque no se sabe qué es. Estos y otros elementos son parte de
la producción textual poemática de dos autores nuevos, que inconscientemente
elaboran y exponen situaciones ligadas a la categoría estética de
lo sublime.
Los dos textos; DOBLE VIDA, de Víctor Hugo Díaz
(4) y EUFONIA de Fernando Montoya (5),
dan cuenta de la fusión ya consolidada entre violencia y deseo, entre placer
y agonía, entre el esquizo y lo establecido; todos conceptos epocales que,
producto de los desplazamientos estéticos, han pasado a formar el cuerpo
del nuevo sublime.
Lo
Sublime No es Mirar es Desnudar
Al igual
que el sujeto de Bataille que no observa sino que desnuda, la nueva poesía
está en permanente re-inventar escenas; es el caso de los poemas de DOBLE
VIDA, donde lo sublime aparece en actos cotidianos colmados de histerismo y dolor.
El narrahablante penetra con su voz los sitios contaminando plano e imágenes:
"debe
creerme inspector ellos arrancaron nuestras carnes derramándonos se aparecen
tras el gentío con sus naves de luto rumbo al gran desagüe."
La
angustia neuro del narrahablante, es la voz colectiva que se sabe inmersa
en los abismos de la violencia, en el sin control de sujetos paralelos a la legalidad,
que sólo existen para hacer más confusa la escena.
Carnes
arrancadas, gentío, gran desagüe, elementos en los cuales se deja
ver la infinitud y la ironía sublime:
"La
gota de sangre lucha por trazar un hilo sobre la boca accidentada.
A paso seguro
el vouyer excita el tacto con los años se recordará esta hora felina
el cigarrillo opaco entre los dedos. El cuerpo deshojado yace en la oscuridad
del parque.
La negra cabellera cubriendo la herida clavado el hígado
la cólera feroz".
Están en todo momento
presentando(se) las zonas de la ciudad, donde emerge un horror que es desnudado
por un vouyeur que se traslada a las ruinas, y hace de la cotidianeidad un cuadro
de lo sublime. Esto es detenerse en una realidad no menos oculta que la de los
mensajes subliminales entregados en los afiches publicitarios. La inmensidad de
lo impensado, de cuerpos muriéndose por las calles en lugares paralelos
al tránsito de la multitud que sólo clava la mirada al vacío.
EUFONIA
de Fernando Montoya, sitúa lo sublime en espacios periféricos, donde
la irracionalidad transita en cada acto de los sujetos:
"Trina
relinchos y bulle truenos
andrajosa de ropas lujosas ramera
de las mentes
vírgenes y encadenadas crespa dueña
de un desnudo tentatorio".
No
existe intuición, todo se escapa al dominio, en tanto el hablante ubica
la escena en el escándalo, en la lujuria que el estado de marginalidad
permite a la acción. Los relinchos, los truenos son las voces infinitas
de la ciudad marginal, que alienta la cercanía terrible entre virgen y
ramera, entre multitud y ruinas, connotaciones siniestras de una región
sublime, en la que poco se representa, apenas un desnudo que interpreta juntos
al dolor y a la euforia.
Lo sublime en estos versos se lee en lo grotesco:
RAMERA, DESNUDA, VIRGEN, lo sagrado y lo profano exponiéndose en la gran
pantalla de la ironía.
En otro poema de Montoya, emerge un hablante
que no logra escaparse de los deseos que el campo sublime ha trazado:
"Y
desde fuego me estoy armando contra la derrota lleno
el locuaz de mi cuerpo
lo
abro
me arrebato
lo estremezco
en un alquitrán de hermosura"
Enfrentar
la derrota, es luchar contra lo sublime, y a la vez, es no desnudarse ante el
abismo que en su cuerpo se simboliza.
Abrir el cuerpo, es reconocerse en
la derrota, es dejarse llevar a un camino sin límites, evento irracional
que lo sublime multiplica en las zonas trizadas del discurso del hablante, con
ello el mapa de la Ciudad Dios que se halla por sobre el poema, se confunde en
el histerismo de la masa agotada por la contaminante fuerza sublime.
Palabras Finales (a modo de conclusión)
Lo
expuesto, acerca de las categorías de lo sublime en algunos poemáticos
de dos poetas nuevos, teniendo como soporte la ciudad actual, territorio posmoderno
que cada vez se exhibe menos definible, producto de la asunción permanente
de categorías dispersas.
De ahí que la estética de
lo sublime, se manifieste en la ciudad posmoderna a través de sus signos
más estrambóticos y que los autores nuevos impregnan en la palabra
de personajes que circulan en ambientes inéditos, a esa multitud de figuras
plasmadas con ojos que no miden lo que desnudan.
Lo sublime, a decir de
Nietzsche, sirve para no morir por la verdad. Si para distanciarse de las definiciones
menores y entrar al cuerpo de los abismos de la sociedad postmo, que no sólo
como anota Jamenson, en la euforia se puede hallar el sublime, sino que también
en todos los fotorrelatos que la sociedad emite repetidamente.
Notas
(1).
JAMENSON, F. "POSTMODERNISMO Y SOCIEDAD DE CONSUMO' En: Foster, H. LA MODERNIDAD,
Kairos, Barcelona 1995.
(2). Kant, I. TEXTOS
ESTETICOS, Santiago, Andrés Bello. 1993.
(3).
Schiller. F. ESCRITOS SOBRE ESTETICA, Madrid, Tecnos. 1991.
(4).
Díaz, Víctor Hugo, DOBLE VIDA, Venus Negra, Santiago, 1990.
(5).
Montoya, Fernando, EUFONIA, Trombo Azul, Valparaíso, 1989.