POEMA
A JOSÉ MARÍA ARGUEDAS
Homenaje
al escritor, poeta y antropólogo peruano José María Arguedas
Altamirano
(Pueblo grande, Andahuaylas, 18 de enero de 1911 - La Molina, Lima,
2 de Diciembre de 1969)
Miguel
Ildefonso
JOSE
MARIA
José María venía en bus, por la Oroya,
a Lima,
en sus audífonos escuchaba a Lou Reed;
afuera los cerros
mojados, la lluvia entrándole por el hueco de la bala.
Esa mezcla de
Perfect Day con la caída de la lluvia puso nostalgia
a la visión
cristalina de la ventana.
Recordó entonces cuando chiquillo dormía
sobre los pellejos;
aprendió el quechua, canciones más tristes
todavía que las de Lou.
Los cerros con sus minas ya no eran morada de
mitos.
Cerros como tumbas de Huarochirí y humo que salía de las
chimeneas.
Un tren fantasma entró a un viejo túnel,
la lluvia
sepia como las cuerdas de un arpa le cosquilleaba el hueco de la bala,
entonces
se preguntó si en cincuenta años todavía existiría
este país.
Esta idea lo avergonzó, puso otra canción,
algo de Pastorita,
y casi el empezar a dar vueltas en torno a ello quedó
dormido.
La carretera daba curvas, lo acurrucaba.
Oye, niño - le
dijeron, regresa a casa.
Pero su madre murió. Niño, esta no es
tu lengua. Pero él cantaba en el bus:
Aun no veo el cerro de mi pueblo,
soy
un forastero,
soy un alma que vaga junto a un río.
Tengo un revólver
al cinto.
Mi corazón, una tinya, un charango y una quena.
Ay mi corazón
se lo llevó el río
y aun no veo el cerro de mi pueblo.
José
María cantaba en quechua con su guitarra de palo, pero adentro,
en las
entrañas de su voz, los danzantes ya contaban sus pasos.
La muerte -
es una herida que se lleva desde el nacimiento,
la muerte - es un alma que
acompaña: una nostalgia, un país.
El niño que cantaba
en el río llamaba a su madre para que lo salve.
Ese niño tenía
miedo, que se lleven su corazón,
que en cincuenta años nadie
cante sus canciones en quechua.
Porque el país tenía montañas
y cargamentos que llegaban a los puertos,
lo saqueaban todo, se lo llevaban
todo.
Ese paisaje de perros famélicos que anunciaba la entrada a la
ciudad
iba mezclando la muy dulce melodía de su voz con el fuerte sonido
de una bala.
Sus amigos lo querían, pero el resto no entendía
el quechua,
ni quería entenderlo, cosas de serranos - decían
ellos,
ellos que hoy publican sus libros, lo estudian, lo celebran.
José
María, el día que pusiste la pistola en ti,
alguien tocaba su
violín en las alturas de Andahuaylas.
Ellos esperaban que lo hicieras
para hacer de ti una leyenda:
la gran leyenda cultural del país. Ellos,
que escupían en tus cantos.
Con una mano cogiste el arma, yo nacía
cuando te despedías.
Tres días antes cantaste en una reunión
con amigos,
alguien grabó tu voz y aquella grabación fue una
burla a la muerte
que siempre te acechó, fue tu victoria
sobre una
prole de intelectuales.
Un día antes fuiste a La Parada a comprar discos
de huaynos;
nos emborrachamos escuchando a Jilguero;
nos vemos mañana,
tú naces yo muero, cantabas.
Habrías tenido un flash back, tu
infancia entre los indios,
una clase en la Universidad, o algo como una retama
que
al comienzo te hiciera dudar,
pero que luego más bien te impulsara con
una fuerza irrefrenable.
José María, una mujer canta en la esquina
de mi calle,
viene de Ayacucho. ¿Estaré yo en su canto?
¿Estarán
mis poemas en la palma de esa mano de barro?
José María, tú
cantabas en quechua un rock en el fondo de mi tumba.
Yo escribo esto para cantar
en ti.
Poema
extraído de: http://www.satt.org/latin-log/25.html
Video
de la lectura del poema en: http://www.youtube.com/watch?v=BH8juSGC6us
(Lectura
del poema en la presentación de la revista de literatura Casa de Citas,
2006. Violín: Luis Bocelli)