LAS
FALSAS ACTITUDES DEL AGUA.
Andrea Cabel
-
Esquina de Papel. Lima, 2006 -
Por
Miguel Ildefonso
La falsedad en la
poesía no es una falta a la verdad tanto como la revelación de la
esencia misma de las cosas; se relaciona, en todo caso, no al ocultamiento sino
a un tipo de mutación de la verdad. La actitud para tal tarea es una postura
variable, depende del ánimo del poeta así como de la relación
que hay entre el poeta y el lenguaje. El agua, símbolo tan antiguo como
la poesía misma, según Gastón Bachelard en El Agua y los
sueños, "es realmente el elemento transitorio (...). El ser consagrado
al agua es un ser en el vértigo. Muere a cada minuto, sin cesar algo de
su sustancia se derrumba.
La muerte cotidiana (...) es la muerte del agua. El agua corre siempre, el agua
cae siempre, siempre concluye en su muerte horizontal (...): la pena del agua
es infinita." O en palabras de Cabel: "los encontré verdes y
sin fondo./ estaban ahí,/ con el vértigo imposible. Con las ganas
maltrechas/ yo los miré,/ adorando la ventana, queriendo irme con ella."
Podría señalarse que Las Falsas actitudes del agua
de Andrea Cabel apunta a un develamiento, al desenmascaramiento de las
falsas actitudes de la muerte ante el amor, y viceversa, en un devenir cotidiano
y mítico a la vez. Siguiendo a Bachelard: "El agua se ofrece, pues,
como un símbolo natural de la pureza; da sentidos precisos a una psicología
prolija de la purificación." La búsqueda de dicha purificación,
que encontramos además en el nombre del personaje principal de la segunda
sección del poemario (Fruta partida, el pecado), Salvador - búsqueda
muy presente en la poesía peruana desde los 90s, léase Montserrat
Álvarez, José Carlos Irigoyen o Cecilia Podestá - es también
la búsqueda de un nuevo lenguaje. El ritual de purificación ("esa
tarde, el mundo se partió en dos./ en un lado salvador y en el otro ella./
el mundo renacía/ y yo era capaz de renacer en él") va íntimamente
ligado a la purificación de las palabras. La apuesta de Cabel está
en la metáfora, en la imagen poética y el verso libre y experimental,
cuyos referentes pueden ser Eielson, Belli o Hinostroza, pero que ella, precozmente,
ha sabido penetrar en el fondo: hurgar en la raíz del lenguaje para que
brote una voz personal. La poeta se hace lenguaje y sufre los procesos de su propia
creación: "yo queriéndote,/ tú volando como astro de
fuego./ créeme que me derrumbo/ ante tu voz que me nombra,/ que no hay
bastión, ni primavera/ ni tabla en mar violento / que no concibo mañanas
sin rezarte a mi lado". Si por un lado hay esta expiación personal
dentro del flujo del agua, en un ámbito cerrado, por otro lado hay un mundo
exterior que está atravesando la ventana. La imagen de la ventana es importante
para traer lo mítico a lo histórico: "no/ no hay más
miedo que este/ que el de la ventana." Allá afuera hay una realidad
diferente en donde ella quisiera buscar: "salí presurosa para ver
si existías sobre las cúpulas que alumbraban la ciudad/ me arrodillo
reptil y roja". El también examina lo exterior: "la estrella
se fija en el cielo/ se contempla enana y azul/ salvador la mira por la ventana,/
pensando que micaela se le parece". La imposibilidad de conjugar la poesía
con la verdad crea belleza, pero no un reflejo irreal o falso: "tú
volviste, dejando a la ventana/ volar lejos,/ como en un cuento de hadas y vestigios
eternos./ el amor,/ es como un rayo que galopa/ que abre valles/ que me devuelve
al río,/ es un rastro infinito/ imposible./" La imposibilidad de seguir
aquel rastro hasta el final es la utopía que persigue la poeta en esa inacabable
fuente (el lenguaje) y en ese sonoro cauce del agua (el amor). Agua que es vida
y poesía, pero que es tránsito. Agua que no transcurre no es renovable,
agua detenida no es amor, el amor fluye y tiene que fluir, no es detenimiento
ni estancia perpetua: "aún queda la tierra que dejó y el cielo
para sembrar..." o "música que no rota/ que no se enamora nunca".
El agua no refleja la máscara, el agua nos desenmascara: "Todas
las mujeres han sido tú", nos dice la poeta y es la verdad con
la que no siempre se ha creado el amor. El amor que (se) enmascara no es amor,
es sólo el amor que se pinta falsamente de apariencias, es amor que busca
su detenimiento, por lo tanto va camino a perecer como la falsa belleza: "Una
edad de blanco estática, que se destroza en cada norte de incestuoso silencio.
Todas las mujeres son lo mismo. La máscara del cielo como estrellas pintándose
la boca.". La poesía de Andrea Cabel fluye con la actitud transparente
de un nuevo discurso dentro de la poesía peruana, con armónicas
sonoridades y coherentes imágenes en donde podemos reconocernos, y saber,
sin lugar a equivocarnos, de que estamos ante una buena poeta.