Los desmoronamientos sinfónicos
Por Paolo Astorga
http://www.paoloastorga.pe.kz/
Director de la Revista Literaria Remolinos
Abrir la herida de las cosas, aceptarlas y ver desde una mirada mítica, desde la aceptación de una identidad que refleja la abundante vastedad de una ciudad plagada de inconsecuencias. Lima como el lugar apropiado para lograr una especial redención, mirarse y no mirarse, esa es la realidad. Volcarnos a esa atmósfera nebulosa y a la vez cumplir con la vida y seguir el viaje eterno que no concluirá con la muerte, sino con una nueva ruta, el eterno retorno impregnado en esas calles tan absurdas como “iluminadas”, por esa luz mal llamada marginal, mal llamada maldita. La poesía no sólo recorre la piel, los bares, los hoteles... la poesía es un destruir lo necesario, para construir el mundo, lleno de fuego de sudor, de corazones enclaustrados en silencio y también, la poesía sirve, para dotar al sujeto de sensibilidad y fuerza, a pesar de los vacíos.
Miguel Ildefonso (Lima, 1970) con su último poemario Los desmoronamientos sinfónicos (Hipocampo editores, 2008) nos muestra a través de un lenguaje que también aparece en sus libros anteriores (en especial en Heuatontimorumenos, por lo áspero y profundo de su lectura) ya ha ido mostrándonos la ruptura y definición de un poeta que no sólo compone como uno de los más destacados de la llamada generación de los 90, sino también como un poeta que ha sabido llevar a la ciudad de Lima y a ese contexto de los 90, a una visón mítica y existencial hecha poesía.
La capacidad de poder crear personajes suburbanos, marginados por una sociedad altamente deshumanizada nos muestra a un poeta que no sólo ha bebido el dolor como un trago frío de sangre, sino también este acto de reconocimiento de la realidad nos transporta a una visión más amplia de lo que es su poesía: “un vago espejo que releja la putrefacción. la larva que se nutre de una masa de carne.”
En estos poemas escritos en prosa de una manera casi catártica, Ildefonso demuestra la afirmación más original y arriesgada desde su primer libro Vestigios y es la de componer (y descomponer) todo un universo poético centrado en la exhaustiva travesía hacia la marginalidad entendida como un motivo, una veta poética para crear el universo, la verdad y la falsedad del poeta, donde todo girará como un sistema interdependiente a nuestra realidad próxima. Un ejemplo claro es la referencia que hace a lugares de identidad para la población limeña como el río Rímac, un lugar de imagen lumpen, donde la podredumbre se transforma para crear una belleza exuberante y a la vez mostrarnos al mismo poeta sumergido en su propia marginalidad entregándonos un producto de su propia experiencia que a la vez se transforma implícitamente en frustración ante la realidad que lo circunda:
“ese río viejo homosexual que ha inventado una furia encuentra el placer en la atrocidad y husmeando en la miasma y tropezando la avenida una muchacha esperando un cadáver en la esquina ratas en canzonettas se sumergen en el río los adolescentes encuentran su retrato imposible y se suicidan...”
Podemos categorizar la poesía de Ildefonso no sólo desde un punto de vista urbano, sino que también existe una relación de existencia e interdependencia muy fuerte en sus personajes femeninos. La presencia femenina en la poesía de Ildefonso nos hace contemplar que el poeta utiliza a la mujer como una herramienta para estructurar su universo en base a ambientes grotescos que paradójicamente proveen de los materiales necesarios para lograr el “acercamiento tan deseado”, pero que tarde o temprano se harán indefinidos irreconocibles y tal vez nulos ante toda desesperanza:
“(...) con tus manos trémulas y esos despojos del fuego extinto escucho tu suspiro convulsivo gimiendo que me dice que a veces soñaba ese algo en las ondas entumecidas ese algo en los recintos pardos el vacío me abraza porque tú así lo has querido pero ello puede negar esto nuestros ojos son inútiles ahora y en la hora de nuestra muerte (lima, 30 de mayo de 1991)”
“dos cuerpos caminan sobre sus sombras. una avenida escupe pardas luces hacia todo lo pasado. las cigarras hacen el amor en el aire. Las moscas vagan arrastrando sus palabras sin sentido y algo de todo lo sucedido se desintegra en ese epicúreo instrumento de la nada...”
En suma este libro no sólo debería ser interpretado desde el dolor de la ciudad, sino también hay que entender más allá de la iluminación que encontramos en la poesía de Ildefonso, una poesía de duro penetrar, mas es la misma poesía la que nos desconcierta y nos avienta a seguir en esa misma ruta observando cual intrépidos personajes una realidad que nos muestra su atroz desnudes hasta el quebranto redentor de la muerte, la muerte en su último misticismo:
“(...) animado por esa bulla se ponía a dar unos pasitos de baile tan
borracho paraba el corazón no entendía su soledad
el amor es saber que no se volverá a amar
así como se ama en este momento
todo eso lo sabe el viento”