Lucho Zúñiga este año ha publicado dos  libros que se proponen ser uno solo, y al que se sumarán otros más, tal como lo  anuncia en sus textos paraliterarios. El primero, La Escalera, es de poesía, y  el que esta noche presentamos es El Círculo Blum, una suerte de libro de  relatos o novela corta. También  debería sumarse el libro 365-Novela Blog:  Historia de un Hombre que Nace, Crece, Envejece y Muere (o Viceversa), Todo en  365 Días, que publicó en Internet en el 2006.
debería sumarse el libro 365-Novela Blog:  Historia de un Hombre que Nace, Crece, Envejece y Muere (o Viceversa), Todo en  365 Días, que publicó en Internet en el 2006.  
          Antón es el protagonista quien lleva el  borrador de un libro a unos editores para que se lo publiquen. Se inicia  entonces un diálogo entre ellos a lo largo del libro, en el cual Antón les  cuenta sobre la Logia del Eclipse, que se convertirá luego en “El Círculo  Blum”. En unas estancias, cual Las Mil y una Noches, él les va a entregar  algunos cuentos del libro que quiere que se le publique.
          La estructura circular ascendente y  descendente que plantea Zúñiga, nos lleva a problematizar la consistencia de la  frontera entre lo real y lo ficcional. Los personajes, rebelándose de ser  simples marionetas puestas por el narrador en cajas chinas, cuestionan su rol  pasivo, y ponen de cabeza los referentes planteados por las convenciones  literarias. Allí, su primer acto subversivo: el de demoler la realidad. La  ficción es más poderosa, nos dice.
          Personajes, personajes de los personajes,  narrador y lectores, estamos imbuidos en esta esfera, como diría Borges, de  quien se cita esta frase: “Dios es una esfera inteligible, cuyo centro está en  todas partes y su circunferencia en ninguna”. Lima es un referente geográfico,  pero tampoco estamos tan seguros de ello. De lo único que estamos seguros, y  eso lo vamos descubriendo poco a poco, es que no debemos estar seguros de nada. 
             
            Pero estos recursos experimentales no son  simples juegos metaliterarios o metaficcionales. Obedecen no sólo a una  intención de llevar al extremo aquellos enfoques prismáticos, que vienen  de siglos con libros como El Quijote, hasta  aquellas elaboraciones matemáticas de Alicia en el País de las Maravillas, o  las trasgresiones de los roles actanciales de los personajes en el teatro de  Pirandello, o los saltos que reformulan el libro como en Rayuela de Cortázar, o  la economía verbal que origina un nuevo modo de contar como con Augusto  Monterroso, o la creación de universos paralelos y casi sin referentes de Mario  Bellatín. Lucho Zúñiga ha trazado sus coordenadas, con una obsesión  perfeccionista, para elaborar un proyecto ambicioso: la creación de un mundo  cerrado;  una esfera, que se basta a sí  misma, e incluso que se cuestiona a sí misma. 
          Dicha tarea nos remite al mito de Sísifo,  y, de este manera a los autores que han desarrollo el absurdo, sobre todo en la  primera mitad del siglo XX, como son Kafka y Samuel Beckett. El hombre, sin  Dios, cansado de esperar a Dios, y sin castigo ni culpa, se da cuenta que  aquello con lo que siempre ha luchado y a lo que ha temido, no era otra cosa  que la sombra de su propia irracionalidad: el hombre es producto su propia  invención, y junto a él, Dios, el mundo, la realidad, la muerte, el sentido de  la vida. El hombre está condenado a vagar en esa esfera cuyo centro está en  todas partes y cuya circunferencia en ninguna. Una rueda que sube hasta la cima  de la colina, y que vuelve a caer, y la vuelve a subir.
          Pero Lucho Zúñiga no pretende darnos una  moraleja ni reelaborar viejos mitos. En el fondo de dicho pensamiento  existencialista, en el que el hombre está condenado a su libertad, hay un  sentido desestabilizador de toda construcción filosófica, o de dar por  culminada la historia, o de cerrar el círculo. Y eso lo vemos mediante la  parodia a los reality show o a los Big Brother de la televisión, o a Matrix  del cine actual. Lucho Zúñiga, por llamar de algún modo al creador de esta esfera,  con un afán de autonegación, constantemente va poniendo espejos a los  personajes, para que ellos mismos se encuentren con esa verdad grotesca y  ridícula, de que no son entes acabados: el hombre es un proyecto inacabado, lo  mismo que toda historia. Quizás esa es la última curva del círculo antes de  caer al vacío la ilusión de que vamos hacia alguna parte.
          Y para seguir con la lógica de este  envolvente libro, que presentamos con buenos augurios, también este texto que  les leo a modo de presentación no está acabado, corresponde a los lectores  terminarlo, porque ustedes, como yo, ahora somos parte de la Logia del Eclipse,  somos una invención del Big Brother Lucho Zúñiga, y estamos atrapados, aquí,  esta noche boca arriba, en su Círculo Blum.
          
            
              Miguel Ildefonso
                La Molina, 4 de octubre del 2007