Una 
lectura de Hotel Lima 
 La 
travesía totalmente humana de Miguel Ildefonso 
 
David Antonio Abanto Aragón
 
 
No podemos aceptar como nuevo un arte 
que no nos trae sino una nueva técnica.[...] Ninguna estética puede 
rebajar el trabajo artístico a una nueva técnica. La técnica 
nueva debe corresponder a un espíritu nuevo también.
José 
Carlos Maríategui. 
"Arte, revolución y decadencia". 
En: Amauta, año I, núm. 3, Lima, noviembre de 1924.
Absurdo 
fuera no reconocerlo
"No cabe duda de que la narrativa 
peruana está pasando por un buen momento. En los años 90 asistimos 
a una floración abundante de novelas relevantes, como nunca habíamos 
tenido en las letras peruanas, lo que exageradamente el recordado poeta Cesáreo 
Martínez apodó "boom de la novela posvargasllosiana"; 
pero aclaremos que dicha "eclosión" (para utilizar otro vocablo 
excesivo, por comparación con la escasa cosecha de títulos memorables 
que podíamos obtener anualmente en las décadas anteriores de nuestra 
narrativa) la protagonizaron sobre todo escritores no tan jóvenes, pertenecientes 
a las hornadas  dadas a conocer en los años 60 y 70, más algunos 
aportes de la siempre fecunda Generación del 50. Ya situados en la presente 
década, el aporte de los jóvenes ha comenzado a ocupar el primer 
plano, dando a conocer varios autores con un potencial narrativo a considerar", 
ha señalado con acierto Ricardo González Vigil.
 dadas a conocer en los años 60 y 70, más algunos 
aportes de la siempre fecunda Generación del 50. Ya situados en la presente 
década, el aporte de los jóvenes ha comenzado a ocupar el primer 
plano, dando a conocer varios autores con un potencial narrativo a considerar", 
ha señalado con acierto Ricardo González Vigil.
Como pruebas 
de ello, podemos hacer mención a las obras narrativas de escritores como 
Jaime Bayly, Iván Thays, Gonzalo Portals, Manuel Rilo, Sergio Galarza, 
Sandro Bossio, Julio César Vega, Carlos Rengifo, Santiago del Prado, Grecia 
Cáceres, Juan Manuel Chávez, Alexis Iparraguirre, Marco García 
Falcón, más recientemente, Daniel Alarcón, Santiago Roncagliolo 
Miguel Ildefonso, Diego Trelles Gabriel Ruíz-Ortega, Leonardo Aguirre, 
Víctor Coral, Ezio Neyra, Johan Page, Claudia Ulloa, entre muchas otras 
voces narrativas.
En 1999 el narrador Oswaldo Reynoso empleó la 
categoría de "narrativa de transición" para hacer referencia 
a las obras de los narradores jóvenes y afirmó que las mismas "están 
preparando el camino para una gran novela" empleando dos vías de expresión 
narrativa que deben considerarse al momento de aproximarnos a esta hornada generacional: 
la de negación total de la realidad y la del enfrentamiento descarnado 
y violento de la realidad. Ya en 2007, ya entrado el siglo XXI, esta afirmación 
sigue siendo vigente en lo esencial.
Ahora bien, el buen momento de la 
narrativa peruana y la irrupción de una nueva hornada de narradores a los 
que aluden González Vigil y Reynoso no debe hacernos olvidar algo que no 
podemos dejar de señalar: si bien es cierto que la narrativa peruana ha 
ganado pericia y gran dominio en la técnica y la forma, no es menos cierto 
que ha perdido hondura en su relación con la realidad de la cual emerge. 
Frente a obras como las de escritores como las de Martín Adán, Gamaliel 
Churata, Arguedas, Scorza, Loayza, Vargas Llosa, Reynoso y Gutiérrez, la 
narrativa peruana actual se ha tornado en gran medida mezquina. El Perú 
es una realidad de gran complejidad inserta en una totalidad que se ha convertido 
en una "aldea global" que espera aún ser explorada, explicada 
y recreada estéticamente por nuestros creadores. Naturalmente tal trabajo 
no solo debe considerar el empleo de técnicas novedosas y modos de expresión 
superficiales, lo que nos remite a esa meridiana y vigente expresión de 
José Carlos Mariátegui que señalaba que una nueva técnica 
no hace un nuevo arte, este supone una sensibilidad orgánica y tácitamente 
nueva, atenta a lo nuevo, a lo que, para decirlo arguedianamente, no se ve ni 
se sabe, pero que ya se siente y se espera. La representación artística 
de esta nueva realidad que emerge imponente constituye, pues, un formidable reto 
que no debe ser asumido como algo ya resuelto por el curso de la historia o el 
arte, sino un proyecto en marcha, para todos los creadores.
Al respecto 
traemos a colación lo señalado con meridiana lucidez por Alfredo 
Villar: "la literatura de la clase media pequeña burguesa y letrada, 
sobre todo limeña, está muriendo. Muere porque ha fracasado en la 
idea de crear una nación literaria más amplia y democrática. 
Muere porque ha fracasado en llegar a las grandes mayorías, es decir por 
elitista. Pero estamos en un país maravilloso, de una gran riqueza que 
no sólo es letrada sino oral y musical: en sus calles y pueblos hay miles 
de historias que se desvanecen en la plaza pública o en la conversación 
de cantina, sea en las comunidades que imaginan mitos, sea en las ciudades que 
alucinan relatos callejeros. Sea también en los músicos populares 
que viajan por todo el país haciendo bailar con sus canciones, quizás 
la única poesía popular que sobrevive, lucha y llega a todo el Perú. 
En estos momentos los zorros de arriba y abajo hablan mejor que nosotros, cantan 
mejor que nosotros, hacen poesía mejor que nosotros, aman mejor que nosotros, 
en escuchar con humildad y hacernos parte de su eco quizás este la salvación 
de nuestras letras y nuestros corazones". 
Uno de esos zorros de arriba 
y de abajo que ha asumido ese reto dentro de una propuesta totalizante es Miguel 
Dante Ildefonso Huanca (Lima, 1970), el escritor peruano que con los libros 
publicados y divulgados nos muestra un oficio que ha sabido tejer un proyecto 
de escritura sólido y coherente que lo convierte en un escritor representativo 
de fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI. Con más títulos 
-no solo en cantidad sino en calidad- que cualquier otro para encarnar este periodo 
en todo su dinamismo y complejidad.
Sirva de magnífica prueba, la 
desconcertante textura de la novela Hotel Lima (Editora Mesa redonda, 2006) 
que cruza niveles textuales, técnicas muy complejas y una sensibilidad 
atenta en un provocador diálogo con las tradiciones en un proceso de apropiación 
y transformación de la narrativa peruana de este nuevo siglo.
 Hasta 
ahora el reciente libro de Ildefonso ha recibido tibias aprobaciones cuando no 
ha sido menospreciado, omitido y "ninguneado" (expresión de Arguedas 
en el "Tercer diario" de El zorro de arriba y el zorro de abajo), 
cuando no condenado por sus "defectos artísticos", o reducido 
a un valioso "artefacto verbal" y es que en su recepción no se 
ha considerado aún algunos elementos que podrían ayudar a valorarla 
en su justa dimensión.
Una 
desconcertante propuesta totalizante
En un reciente texto 
de presentación para el libro virtual Los 
desmoronamientos sinfónicos de Ildefonso, el extraordinario 
poeta José Pancorvo dejó constancia de lo siguiente: "Tengo 
en mis manos por ejemplo un manuscrito de Hotel Lima, de hace más 
de quince años, en copia de papel carbón y lapicero -hasta con caracteres 
chinos-, en que hay poemas supra que no están acá". En 2003 
ante una pregunta acerca del estado de sus proyectos poéticos y su proyecto 
Hotel Lima Ildefonso afirmó: "No lo abandoné. Lo dejé 
como idea original por inconcluso, porque me di cuenta de que nunca, tal vez, 
se concluye una obra" y más adelante "Aún sigo escribiendo 
ese gran proyecto (tipo Verástegui o Adán o Pessoa o Pound), pero 
con otros nombres, a través de otras ciudades, desde otros sujetos poéticos. 
Alguien que se interese en lo que escribo podría encontrar claves. De eso 
se trata mi universo". Nos encontramos pues ante un work in progress 
que se da a conocer de a pocos, que va levantando los pisos de una edificación 
en continua construcción, al modo de los proyectos totalizantes de los 
años setenta.
Un modo expresivo que se sirve de las vías 
expresivas más adecuadas a su búsqueda: verso, prosa, visual, plástica, 
etc. Una exploración múltiple y totalizante. Esta vez, queremos 
realizar una aproximación a parte de su universo creativo: el narrativo, 
conformado, a la fecha, por dos libros: el libro de cuentos El Paso y la 
novela Hotel Lima. Desde el punto de vista del lenguaje, de los recursos 
expresivos, Ildefonso sintetiza la búsqueda y exploración de nuevos 
modos expresivos de la narración "tradicional". Pero Ildefonso 
sobresale como el creador indiscutible de una sedición novelesca, autor 
del primer relato absolutamente "moderno" del nuevo siglo, el más 
representativo de lo que va la nueva centuria: Hotel Lima. Como artífice 
del lenguaje asimila para aprovechar las posibilidades expresivas de la novela 
para recomponerla en una fiesta verbal en la que el lenguaje es un protagonista 
fundamental, tan importante como el propio Dante, como Humareda y como el propio 
Hotel Lima.
En Hotel Lima el modo de narrar es tan importante como 
lo que se quiere narrar o en todo caso, el modo de narrar debe corresponder perfectamente 
a lo que se quiere narrar. Nosotros queremos resaltar, por ahora, su hondo humanismo, 
su comunión total con todo lo humano (soma y psique, cuerpo 
y alma), visto como una maravillosa -inextricable hasta el misterio- aventura 
vivida como hospedaje en este mundo, sin preludios o epílogos ultraterrenos.
Para 
ello abordemos dos cuestiones fundamentales, examinadas desde perspectivas diversas; 
pero con frecuencia, distorsionadas, por no ser relacionadas con el humanismo 
de la búsqueda de Ildefonso: el Realismo y el Simbolismo.
En 
pos de una síntesis totalizante
Las dos corrientes 
literarias que han tenido mayor incidencia en la configuración de la literatura 
del siglo XX, fueron el Realismo, con su eje creativo en la narrativa (Tolstoi, 
Balzac, Flaubert, Maupassant, Zola, Dickens,...); y el Simbolismo, con su eje 
creativo en la poesía lírica (Baudelaire, Rimbaud, Verlaine, Mallarmé,...).
Un 
reto mayor de la narrativa de fines del siglo XIX, la primera mitad del XX e inicios 
del siglo XXI consiste en conjugar las lecciones del Realismo y las del Simbolismo, 
aspirando a un retrato totalizador (que no se quede solo en lo empírico, 
racional y pragmático) de la experiencia humana. En esa tarea, cabe destacar 
las producciones de James, Musil, Virginia Woolf, Faulkner y, por cierto, Proust, 
Mann y Joyce.
Para Hotel Lima, Ildefonso echa mano de dos influencias. 
La primera, la narrativa realista, como Balzac y Flaubert, donde se aprovechaban 
las vivencias para crear. Y la segunda, la poesía simbolista, de lo que 
se deduce que no se contentaba con la experiencia sensorial. 
Una detenida 
revisión permitirá comprobar que Hotel Lima -y en menor medida 
El Paso- de Ildefonso vence en poder totalizador a las obras de otros autores 
recientes: totalización de los niveles de la experiencia tanto psicológica 
como social, desde lo más fisiológico hasta lo más espiritual, 
desde lo irrepetible hasta lo compartido arribando incluso al "inconsciente 
colectivo". Y búsqueda de totalización de posibilidades de 
la palabra y de la técnica literaria; el propio estilo, vuelto estilema, 
cambia en sus episodios adaptándose al tema, al espacio, al tiempo, etc. 
Otro modo de constatar la búsqueda de un poder totalizador: Dante y Humareda 
son personajes retratados de modo integral por la novela peruana reciente en lo 
que va del nuevo siglo; y Lima puede ser literalmente recorrida, calle por calle, 
en las páginas de Hotel Lima. En ese sentido Ildefonso no inventa 
nada, todo lo que él describe existe, pero se aleja de lo circunstancial 
para sacar a flote lo esencial.
Factor central de esa extraordinaria capacidad 
de totalización es el humanismo liberador de la propuesta de Ildefonso. 
Mientras que el Simbolismo tiende a imponerse al Realismo, invitando a un inasible 
misterio en Iván Thays y Luis Hernán Castañeda; y mientras 
que el Realismo llega a sofocar el ingrediente simbolista, hasta tornarlo esquemático 
o escasamente iluminador en Santiago Roncagliolo y Oscar Malca (podemos mencionar 
más cerca del equilibrio logrado por Ildefonso entre lo real y lo simbólico 
a Carlos Herrera, Santiago del Prado y Sandro Bossio); en el caso de Ildefonso 
van enlazados el detallismo realista y la sugerencia simbolista, porque, para 
él, la "otra orilla", "la soñada coherencia" 
de Luis Hernández, está encarnada permanentemente en esta orilla: 
cada elemento de la existencia posee una carga iluminadora o epifánica, 
según la llamaba Joyce, en cuanto parte insustituible del Todo.
Existen 
dos grandes tipos de obras maestras. Las primeras están representadas por 
obras como El Quijote o las obras de Shakespeare (en el ámbito latinoamericano 
podemos mencionar a Cien años de soledad de García Márquez, 
y en el peruano, La violencia del tiempo de Miguel Gutiérrez), para 
las que no se necesitan reflexiones muy profundas o una gran cultura para entenderlas 
y disfrutarlas. El otro tipo corresponde a obras como la Divina Comedia 
de Dante o Finnegans Wake de Joyce que exigen una gran competencia en el 
lector, una serie de experiencias de vida y una cultura muy amplia (Rayuela 
de Cortázar, en el ámbito latinoamericano y El zorro de arriba 
y el zorro de abajo de Arguedas en el ámbito nacional).
Un 
paralelo paródico de tintes épicos y filosóficos
Hotel 
Lima es la novela más representativa de la narrativa peruana reciente, 
porque sintetiza casi toda su cultura. Su lectura demanda dedicación, pero 
cuando se entiende, uno queda sorprendido con su jocosidad, irreverencia y burla. 
Hotel Lima es un libro "jocoserio", como decía Joyce. 
La comicidad y la risa son propias de la vida humana desde la noche de los tiempos; 
ya en el Quijote, se escucha la risa como proveniente de las farsas medievales; 
uno se ríe del caballero que lleva una bacía a modo de yelmo, o 
de su escudero que recibe una paliza. Pero, además de esa comicidad, casi 
siempre estereotipada, casi siempre cruel, otra, mucho más sutil, se desprende 
de Hotel Lima, de la mirada que nos plantea y nos sitúa en la esfera 
infinitamente más refinada que llamamos humor.
Recordemos que 
la evolución hacia la novela se debe comprender atendiendo a la reducción 
de la distancia con lo narrado y esa reducción la da la risa. Veamos, desde 
los orígenes de la epopeya -y de toda manifestación "sublime"- 
junto a ella se daba la parodia: la misma historia pero presentada grotescamente. 
Así, en la poesía épica, la epopeya es sublime, y la épica 
burlesca es grotesca; en la poesía dramática, la tragedia corresponde 
al tono elevado, y la comedia, al bajo. Junto a la Ilíada había 
una versión desmitificadora, la Batracomiomaquia -atribuida también 
a Homero- que satirizaba la guerra de Troya. La parodia corrige y critica cómicamente 
a la versión que toma como referente, revelando nuevos aspectos pero además 
guarda cierta contemporaneidad con lo narrado y elimina la distancia. En su momento, 
Dante Alighieri lo hizo en su inmortal poema al poner en una forma baja y vulgar 
(la Comedia) un contenido elevado (Divino): una Divina Comedia en la denominación 
otorgada por Petrarca. Lo propio hicieron Cervantes (en el Quijote que 
entre otras cosas puede ser leído como un soberbio homenaje a las historias 
de caballerías a través de su parodia) y Joyce (con la Odisea 
homérica), el cubismo de Picasso, etc. Ya Bajtin apuntaba que no se puede 
reír de lo distante, a menos que se lo acerque, que se lo vuelva cotidiano.
En 
Hotel Lima no nos reímos porque se ha ridiculizado, o burlado e 
incluso humillado a alguien, sino porque, de pronto, el mundo, nuestro mundo, 
aparece en toda su ambigüedad, las cosas pierden su significado aparente, 
la gente se revela distinta a lo que ella misma cree que es.
Entrelazando 
tiempos, tanto por el hilo de conversaciones reales como soñadas (o dictadas 
por voces interiores que torturan al protagonista), Hotel Lima saca a flote, 
de un lado, la nostalgia del pasado para liberar emociones primigenias en los 
episodios de infancia en los cuales como ha señalado Olga Rodríguez 
Ulloa "se llega a una condensación lingüística llena de 
simplicidad y belleza", echado a perder (por el desorden vital, las drogas, 
la violencia imperante, la corrupción, etc.) y, de otro lado, el sentimiento 
a modo del hybris (defecto o exceso) inherente en el ser humano. Pero el 
impulso principal es ajustar cuentas mediante la escritura de un Libro que desencadenará 
un desenlace imprevisto. En el trasfondo de la novela palpita el rol salvador 
del lenguaje, ya sea el oral (confidencias a personas encontradas después 
de años y, por cierto, revelaciones a cargo de voces fantasmales que lo 
habitan), ya sea -y privilegiadamente- el escrito nacido de la vocación 
literaria -tenaz, ineludible- del protagonista. Tengamos presente lo que dijo 
el autor a Maribel de Paz: "el libro mismo también es un personaje, 
una creación del propio narrador, Dante, quien emprende su proyecto de 
escritura mientras trata de vivir como Humareda, en el Hotel Lima, entre prostitutas". 
No es, sin embargo, la cuestión temática de Hotel Lima 
lo que lo hace distinto. El argumento es escaso. Lo ha resumido Javier Agreda: 
"Dante, joven poeta limeño de inicios de los 90, quien cuenta sus 
peripecias en las calles más sórdidas del centro de la ciudad, rodeado 
de prostitutas, delincuentes, niños de la calle y especialmente de los 
poetas "malditos" con los que conforma el grupo de la "No Poesía". 
A estas aventuras se suman también recuerdos de infancia del protagonista, 
algunos relatos escritos por él, y hasta una dimensión fantástica 
en la que Humareda convive y dialoga con las imágenes recurrentes de sus 
pinturas: el arlequín y Marilyn Monroe, convertidos también en personajes". 
Hotel Lima trata de la necesidad recíproca que tienen las 
personas, en la estructura menor de la familia y en la más amplia de la 
ciudad. Ese sencillo tema se universaliza por la imposición de un mito 
intemporal, el del errante Odiseo en busca de su reino insular. Dante es un agudo 
testigo de los conflictos y desencuentros sociales, ideológico-políticos 
y culturales que enfrentan al mundo, es Telémaco y Odiseo o Ulises. Sus 
bastante triviales vivencias en el Hotel Lima, en la habitación 283 (nicho, 
vientre de ballena), se transforman en un paralelo paródico de las del 
personaje de Homero y del mismo Dante Alighieri (en esta Odisea, en esta Comedia, 
el moderno Telémaco en pos de Ulises, el moderno Dante que es guiado por 
esa especie de Virgilio que es el Maestro, Víctor Humareda), y, a su vez, 
adoptan varias formas de resaltar un paralelismo con las clásicas travesías, 
sobre todo a través del estilo y del lenguaje. 
Por momentos en 
la narración el estilo resulta más importante que el contenido, 
pero la intensa concentración en el lenguaje permite a Ildefonso llegar 
sortear límites de la mente humana posibilitando los nexos entre lo onírico, 
lo arquetípico y lo simbólico, inasequibles para el novelista sin 
pericia. El lenguaje no solo es complejo, sino también de una claridad 
sin precedentes: abundan las alusiones sexuales y fisiológicas que se utilizan 
al servicio de una finalidad expresiva y no como mero divertimento. Precisamente 
Olga Rodríguez Ulloa ha señalado que la riqueza de Hotel Lima 
"radica tanto en la estructura como en el lenguaje" para mostrar 
"una tensión que se inscribe dentro de la imposibilidad del ejercicio 
literario. La escritura del Libro que emprende el protagonista, la presencia del 
Maestro Humareda como modelo incólume y vigente de esa tensión".
Cuestión 
peliaguda es la del pulso poético de la prosa de Ildefonso. Así, 
negándose a ver Hotel Lima como una novela, se la juzga como escritura 
poética en prosa. El problema es que nuestro escritor dinamita los límites 
o, para usar un término más caro a su propuesta, las "fronteras" 
entre los géneros literarios y más que demostrar una "crisis 
de novela", en nuestra opinión, lo que manifiesta es una crisis en 
el uso de los parámetros de la crítica. Ese es uno de los motivos 
por el que Hotel Lima es, injustamente, catalogada como novela "fallida", 
contenedora de "altibajos", con "poca claridad de la historia", 
con "muchos cabos sueltos" y "excesos", y uno de los motivos 
por el que Ildefonso, es señalado como el escritor de la "marginalidad" 
cuyo libro "no logra disolver la impresión de fragmentación", 
publicado con "la intención de salir del paso" lo que significó 
"cumplir con una cantidad mínima de páginas para ser considerada 
una novela corta" y que hace que se le reconozca a su autor, con justicia 
por cierto, como el gran poeta que es, pero se le escatime reconocimientos como 
el gran narrador que, ahora lo podemos comprobar, también es. Precisamente 
queremos abordar sucintamente dos aspectos: el de la fragmentariedad y el de la 
marginalidad. 
Fragmentariedad 
y marginalidad
Hotel Lima no es una reunión 
de una cantidad de páginas, es una novela que acusa un carácter 
fragmentario por la intercalación de textos novelescos con diálogos, 
discursos y poemas que lo componen, lo que, a nuestro entender, se da para precisamente 
recrear esa sensación de incoherencia y desorden inicial que produce la 
experiencia subjetiva de la modernización a través de la globalización 
capitalista en realidades como la peruana. Esta experiencia hace que se reconozcan 
nuevos sentimientos y, correspondientemente, nuevos lenguajes y nuevas prácticas. 
La polaridad primordial de ese nuevo mundo en surgimiento está representada 
en los tres escenarios o espacios emblemáticos mencionados en la novela 
(la habitación 283, el Hotel Lima y las calles de Lima).
Lo dicho 
nos permite discrepar opiniones como la de Víctor Coral quien, por ejemplo, 
ha señalado que Hotel Lima es "Una suerte de Frankestein [sic] 
con escaso movimiento y vida parcial, un artefacto verbal que "simula una 
forma narrativa" pero no la realiza". Nosotros traeríamos la 
imagen de la Criatura no para señalar una limitación sino para afirmar 
un logro, porque como ha escrito Alberto Manguel "Hecho de tantos hombres, 
el Monstruo del doctor Frankenstein es, en parte al menos, nuestro espejo, reflejo 
de aquello que no queremos o no nos atrevemos a recordar. Quizás por eso 
da miedo". Y es que Hotel Lima, la novela de Miguel Ildefonso más 
que un "artefacto verbal" separado de la existencia es, que duda cabe, 
una obra de arte que da cuenta de la complejidad vivencial de su autor y, a través 
de la lectura de sus páginas, de la nuestra como lectores. En los episodios 
de Hotel Lima asistimos a una visión tremendamente crítica 
y abisal, pero no desencantada de la vida. Una visión que nos inquieta 
por los cuestionamientos que nos plantea ("por eso da miedo"), que nos 
confronta con nosotros mismos como criaturas (en tanto creaciones de un Creador), 
pero que a través de ello también nos propone alternativas. Por 
eso, Hotel Lima "pinta" el descalabro peruano tomando como referencia 
la vida y obra de otro gran creador: Víctor Humareda, el Maestro de Hotel 
Lima, por eso en sus páginas bullen colores y sonidos que impregnan 
de grandeza a lo cotidiano, lo sencillo, lo bajo, lo vulgar (en tanto proveniente 
del vulgo), es la belleza que nace del pueblo, es su verdad y una forma de conocimiento, 
es un nuevo poder. Una belleza que hay que aprender a apreciar con humildad y 
sencillez, atentos a su mensaje, a ese mensaje que estremece nuestro país 
desde hace un buen tiempo, pero que pocos creadores han sabido integrar a su obra 
de un modo natural, como Arguedas o como Humareda.
Porque como en la pintura 
de Humareda lo cotidiano, lo popular convive junto con lo culto y elevado. Las 
fronteras son dinamitadas. Así como se escucha el "Claro de Luna" 
de Bethoven, también se escucha "El Cartero" del Super Grupo 
que remite a "Please Mister Postman" de The Beatles, al lado de Edith 
Piaf, Pastorita Huaracina; Los Pasteles Verdes y The Doors, etc. Por eso podemos 
ver al protagonista dialogando en café de Ginebra con Jorge Luis Borges, 
del mismo modo que bebiendo unas cervezas con Juan Ojeda y José María 
Arguedas al ritmo de la chicha. Por eso también su opción por el 
Hotel Lima, que se yergue majestuoso (como en el cuadro del pintor Enrique Polanco 
que ilustra la cubierta) en pleno corazón de La Parada y por la figura 
emblemática de Víctor Humareda (cuyas fotografías tomadas 
por Herman Schwarz se intercalan en cada acto de los interiores de la novela). 
Al respecto transcribimos in extenso una esclarecedora respuesta dada por 
Ildefonso a Gabriel Ruiz-Ortega:
"Ese lugarcito [La Parada] está 
presente en muchos poemas y relatos, cierto, es una metáfora de lo que 
es Lima o el Perú. Pienso también en toda una movida desde la pintura 
de Humareda (que vivió en el Hotel Lima, doblando por Gamarra) a Quijano; 
la música de Polem, Del Pueblo, Mojarras; o la poesía de Hora Zero 
y Kloaca. Debe ser porque está cerca de Apolo, la Tierra de Nunca Jamás, 
donde re-vivo. Nací en Apolo, pero eso no quiere decir que sea netamente 
apolíneo, sino, siguiendo a Nietszche, hay algo de dionisiaco en todo esto. 
Periódicamente voy por allá para ver vida, trabajo, gente que suda, 
grita, ríe, se embriaga, a montones, y no es tan peligroso, eh, sólo 
hay que saber andar. Y los zapallos, los limones, las lechugas frescas, hay toda 
una naturaleza viviente, y eso me interesa de lo popular, pues hay toda una sabiduría 
y un instinto color verde que es arte, como la chicha, y allí pienso en 
Chacalón, en Vico, en Guinda. Me gusta Federico García Lorca, y 
por ahí también va este tratamiento cariñoso, respetuoso, 
duendístico y crítico con lo que es aquel arte de colores chillones 
y sonidos agudos. Arguedas enseña, es un maestrazo, y no sólo desde 
el punto de vista intelectual, a apreciar o valorar el folclore. El fue a La Parada 
un día antes de su suicidio. Y Ginsberg y Burroughs estuvieron allí 
también. Además, mis raíces y mi piel, hablan, cantan y bailan 
por sí solas (índices como cuchillos). Mi amigo el poeta [José] 
Pancorvo está ligado a los danzantes de tijeras, y cada cierto tiempo me 
invita a ir a sus festivales. Antes íbamos frecuentemente a las fiestas 
chicha, al Palacio de la Cumbia, a la Catedral de la Cumbia. Qué bravo 
era todo eso. Otro amigo, Yuca, me llama siempre, y vamos al bar Candela, junto 
al Mercado Mayorista, el único bar en el corazón de La Parada donde 
ponen rock, y van los estibadores y pequeños negociantes rockeros, y que 
está abierto las veinticuatro horas".
 Recientemente Hugo Neira 
al referirse a Humareda ha escrito: "¿No ha dicho Mallarmé 
"que el mundo está hecho para que se produzca un bello libro"? 
Podríamos pensar, entonces, que el Danubio existe para que lo cante Strauss. 
Y que Lima, error urbano, para que Humareda nos devuelva su desorden en un olor 
a aguarrás" y, añadimos nosotros, para que Ildefonso lo grabe 
en palabras para refundar su leyenda, reinventándola en olor a poesía.
Tengamos 
presente que la imagen del pintor es definida de un modo explícito en los 
retratos actuantes que constituyen sus autorretratos más difundidos.  A 
la manera de los clásicos, Humareda al igual que el protagonista de Hotel 
Lima se muestra en plena actividad y rodeado por sus elementos habituales 
de trabajo. Precisamente aquí queremos remitirnos a uno de esoscuadros 
que se titula "Humareda y sus espíritus", parafraseando en tono 
humorístico el nombre de un filme de Federico Fellini (Giulietta degli 
spiriti o Giulietta de los espíritus de 1965), en el que se 
nos muestra a Humareda en primer plano con la paleta cubierta de colores y rodeado 
por un compacto grupo de arlequines, brujas, payasos y toreros, todos ellos personajes 
habituales de sus cuadros. Pero esta vez no ocupan lienzos figurados sino que 
parecen disputar el espacio compositivo con su propio creador, subrayando la acuciante 
presencia de sus "espíritus". Del mismo modo, al mismo modo de 
los clásicos, Hotel Lima nos presenta a Dante en pleno proceso de 
escritura del Libro y "disputándose" el espacio compositivo de 
sus episodios con sus "fantasmas" (Vargas Llosa emplea la imagen de 
los "demonios"que obseden al creador), con una decidida identificación 
con ellos en contrapuntos significativos.
A 
la manera de los clásicos, Humareda al igual que el protagonista de Hotel 
Lima se muestra en plena actividad y rodeado por sus elementos habituales 
de trabajo. Precisamente aquí queremos remitirnos a uno de esoscuadros 
que se titula "Humareda y sus espíritus", parafraseando en tono 
humorístico el nombre de un filme de Federico Fellini (Giulietta degli 
spiriti o Giulietta de los espíritus de 1965), en el que se 
nos muestra a Humareda en primer plano con la paleta cubierta de colores y rodeado 
por un compacto grupo de arlequines, brujas, payasos y toreros, todos ellos personajes 
habituales de sus cuadros. Pero esta vez no ocupan lienzos figurados sino que 
parecen disputar el espacio compositivo con su propio creador, subrayando la acuciante 
presencia de sus "espíritus". Del mismo modo, al mismo modo de 
los clásicos, Hotel Lima nos presenta a Dante en pleno proceso de 
escritura del Libro y "disputándose" el espacio compositivo de 
sus episodios con sus "fantasmas" (Vargas Llosa emplea la imagen de 
los "demonios"que obseden al creador), con una decidida identificación 
con ellos en contrapuntos significativos.
En Humareda, según Neira, 
Lima: "la ciudad como teatralidad, treta y pesquisa que concluía en 
torno a su cama maloliente, butaca de la sublimación pictórica de 
sus calles. O de una conversación con una puta barata, según contaba. 
Lo bueno no se puede definir, decía otro barroco, Gracián, "porque 
no se sabe en qué consiste"". En Ildefonso, para nosotros, Lima, 
la ciudad, y el Hotel Lima como hospedaje y refugio (ya no estamos ante la "casa 
de cartón" de Adán sino ante una morada más adecuada 
a nuestros tiempos de tránsito: un hotel) que concluye en una amable travesía 
por esta ciudad a pesar de las explosiones, con sus putas, sus homosexuales con 
tacón, sus cotidianos rituales de inmolación (los de ayer y los 
de hoy), y Pierrot y el Arlequín y Marilyn y el Maestro, y las jornadas 
en el Cordano, el Queirolo, el Superba, algún parque o calle de la ciudad, 
las incursiones al Crazy Horse, los ladrones y los borrachos de La Parada y la 
pululación de repente poética de las calles del Centro de Lima, 
la Colmena, "la avenida del cloro eterno", del prostibulario jirón 
Cailloma, la avenida Colonial y la avenida 28 de Julio y es que en esos espacios 
el protagonista, como a su vez lo hiciera el Maestro, aprehende dispersamente 
los elementos que configuran del arte del porvenir. No son un anuncio de lo que 
vendrá, sino de lo que ya ha comenzado a dar sus primeros pasos y está 
preñado de futuro como nos lo demuestra Hotel Lima.
En efecto, 
Humareda es un personaje que se revela de a pocos en Hotel Lima en diálogo 
con sus espectros y que gradualmente se quita sus caretas de Goya, Toulouse Lautrec 
y Van Gogh, y es autor de un "ensayo de agresión" intitulado 
Notas al pie del abismo. En Hotel Lima vemos como Humareda cumple 
con alegría su tarea de comunicar a los hombres de arriba y de abajo, de 
la sierra y la costa, confiado en su don y seguro de coincidir con el orden primordial 
del mundo: el tiempo, por eso, en la novela, no tiene más que un sentido 
aleatorio y la realidad es apenas un dato contingente. Sabe que su tiempo es otro 
y su realidad distinta y que en su ir y venir está trazando la urdimbre 
de un lienzo-mundo que también es otro y distinto. Podría decirse 
que el mismo Ildefonso busca asumir la condición de un Humareda moderno, 
que realiza en sí mismo la misión intercomunicadora, a la espera 
que la radical unidad del texto-mundo nuevo convierta el vínculo (vínculo 
capaz de universalizarse, decía Arguedas) en la materia misma de un cosmos 
humanizado. Lo ha expresado el autor en una entrevista hecha por Maribel de Paz: 
"No importa por dónde entres, no importa el orden en que llegues, 
porque todas van a conducir al cuarto de Humareda y a Humareda mismo".
Hotel Lima se sitúa en un espacio temporal que Jorge Coaguila ha situado 
entre los años 1987, un año después de la muerte de Humareda, 
y 1992, cuando el Hotel Lima, muy cerca del emporio comercial de Gamarra, se convierte 
en una galería de tiendas que comercian ropa. Período en el que 
nuestra convulsa realidad había desencadenado diversas formas de representación 
artística en las que se imponían una crispación formal emparentada 
con el horizonte de los lenguajes figurativos vinculados con las emergentes realidades 
urbanas del país. Ágreda ya ha señalado que Hotel Lima 
conjuga, los paisajes y personajes del universo urbano limeño (tanto el 
que está a flor de piel como el submundo) con los universos artificiales 
de la subjetividad personal y la creación artística, y, añadimos 
por nuestra parte, se vale de técnicas como el monólogo interior 
para revelar los pensamientos y sentimientos más íntimos de sus 
personajes -por momentos de una forma presintáctica y casi preverbal-, 
ahonda el examen de la fantasía y las ansiedades de la conciencia humana 
que le otorgan a su narración una textura desrealizadora y por momentos 
ambigua a raíz de su polisemia. Al respecto Ildefonso señaló 
a Maribel de Paz: "Quise que el lenguaje y la estructura [de Hotel Lima] 
obedecieran a este personaje [Humareda] que era muy libre y a veces muy enredado".
Hotel 
Lima no simula una forma narrativa que no realiza, sino es realización 
plena de la misma con una noción estructural definida concientemente por 
parte del autor. La estructura de Hotel Lima está organizada en 
cuatro partes (cuatro actos), que se pueden corresponder a las partes de la Odisea, 
las partes de la Divina Comedia (tengamos presente que el peregrinar de 
Dante, el protagonista de Hotel Lima, puede ser leído -es una de 
las posibilidades- como una nueva odisea que repite, con un ropaje nuevo las peripecias 
de Ulises y de Dante, el florentino, de Stephen Dedalus y Leopold Bloom la célebre 
pareja joyceana,). Lo señalado torna patente la destreza de Ildefonso para 
cincelar un volumen orgánico, de manera tal que cada episodio posee autonomía 
creadora, pero también puede leerse como parte de un cuadro totalizante. 
En el caso de Hotel Lima la pugna entre arribar y no arribar al 
Libro, entre captar y no captar las sumas voces, entre abolir y no abolir la existencia 
terrena para vivir el trance de creación continua encuentra una formidable 
cristalización comunicativa en los cuatro actos en los que está 
dividida y que, respetando las exigencias de espacio, tiempo y acción, 
hacen trastabillar el molde secular llevándolo por momentos al borde mismo 
de lo comunicable en tanto travesía que nos transporta extramuros (para 
usar una imagen cara a Enrique Verástegui, poeta también admirado 
por Ildefonso) en lo decible. Y es que como el mismo autor lo ha afirmado en la 
entrevista publicada en el número 1 del periódico de poesía 
Odumodneurtse "me interesa desarrollar una obra al margen de los convencionalismos 
editoriales".
El elemento de la marginalidad, tan mencionado al momento 
de hablar de la obra de Ildefonso, no ha sido precisado con claridad aún. 
Por nuestra parte creemos que debe ser entendido no como una cuestión de 
tópicos, temas o menciones de creadores signados por Baudelaire, Rimbaud, 
Bukowski, Mishima, tan de uso común en muchos jóvenes narradores, 
sino como una cuestión relacionada a la complejidad vital. Tengamos en 
cuenta el vivir en el Perú (en Apolo) y el haber vivido en El Paso, en 
Estados Unidos, ha convertido a Ildefonso en un hombre de "dos mundos" 
(con dos cosmovisiones que representan dos modos de vida) que padece una "doble 
marginalidad" al no sentirse integrado (entiéndase asimilado, aculturado, 
del mismo modo que Arguedas o el mismo Humareda) cabalmente ni en un mundo ni 
en el otro. Ello no nos permite afirmar que la marginalidad en el caso de su protagonista 
Dante en Hotel Lima esté, como lo ha señalado Fernando Carrasco 
Nuñez, en "una intención de evadir la realidad inmediata que 
lo circunda y agobia", más que una actitud evasiva encontramos en 
la marginalidad una actitud de confrontación, pero no beligerante ni belicosa, 
ni mucho menos pesimista. La mirada es optimista y cargada de humor, lejos de 
la solemnidad y suntuosidad de una parábola moral. Así entendemos 
en Hotel Lima sus referentes y, en la obra total del autor, la irrupción 
del elemento paródico, carnavalesco, grotesco y a veces exuberantemente 
cómico de la cultura popular como una cultura viva y de gran potencial 
creador. Por eso en Hotel Lima se cuestionan las normas del sistema porque 
plantean un ideal que, al chocar con la realidad nada paradisíaca (al borde 
de "guerras" pavorosas), genera en muchos casos una idealización 
nostálgica, pero que en el caso de Ildefonso no se queda en ella, se alimenta 
de ella para trazar búsquedas alternativas con un denominador común: 
el culto al arte, en una especie de ética "heroica" que nos recuerda 
a Joyce, Hemingway, Martín Adán, Vallejo, Gamaliel Churata, Arguedas, 
Vargas Llosa, Reynoso y Miguel Gutiérrez, en el plano de la narrativa. 
Ildefonso se sitúa en la conflictiva intersección de dos sistemas 
socioculturales (como Vallejo, como Arguedas, como Gutiérrez o recientemente 
el joven escritor Daniel Alarcón) intentando un diálogo vivificante, 
muchas veces, polémico en su forma, en su estructura general y en su significación. 
Si algo caracteriza fuertemente a Hotel Lima es la insistente referencia 
al sentido de la acción de los personajes. Esta característica se 
explica por el abandono de una perspectiva épica clásica, en la 
cual los héroes importan fundamentalmente como alegorías, encarnando 
significados que van más allá de sí mismos (nótese 
que el auge de la épica se da en sociedades donde actúa con fuerza 
la tradición oral y no existe una vida urbana significativa). En la Hotel 
Lima, en cambio, tiene características y vivencias personales que son 
proyección individual -toda la gama entre la adhesión y el disenso- 
del ámbito social. Por ello, en la novela de Ildefonso encontramos una 
galería con una gran diversidad de personajes que cuentan precisamente 
como personas, en su radical singularidad. 
Otro signo aparente de la marginalidad, 
ya no en el terreno mismo de la prosa ildefonsiana, sino en la actitud de su autor 
podemos rastrearla en el escamoteo y retardo para divulgar escalonada y fragmentariamente 
sus escritos. Recordemos que algunos episodios de Hotel Lima fueron divulgados 
primero como relatos autónomos (logrando reconocimiento en diversos certámenes). 
Ildefonso consigue la unidad en la diversidad, que era uno de los requisitos más 
difícil de conseguir en una narración extensa. Pero no es ese, a 
nuestro juicio, lo central del proyecto creador de Ildefonso y de Hotel Lima, 
para nosotros lo fundamental subyace en la expresión de una búsqueda 
no solo artística, pero sí, en lo esencial, liberadora.
 
La singularidad de Hotel Lima de Ildefonso abarca otro factor: gran parte 
de los escritores de su generación se inclina por la narración fantástica 
y el juego de la metaliteratura (es decir, la literatura que habla de literatura, 
poniendo en el primer plano cuestiones de lenguaje, construcción de la 
ficción, etc.), endeudada con Borges, Cortázar, La casa de cartón 
de Adán, incluso, ya más cerca, La disciplina de la vanidad 
de Iván Thays. En cambio, Ildefonso se nutre de la narrativa realista; 
no el ramplón realismo social, sino la gran tradición del realismo 
cuestionador, complejo y totalizante de Ribeyro y los ya mencionados Arguedas, 
Vargas Llosa, Reynoso y Gutiérrez capaz de mostrar personajes, situaciones 
y perspectivas muy diversas mediante una variedad de recursos de la narrativa 
actual (al narrador omnisciente sucede la multiplicación de perspectivas 
e instancias discursivas y la visión fragmentada, fugaz; a la trama lineal 
o progresiva, un montaje de tiempos y perspectivas más sugestivo de las 
secuencias que imita el flujo espontáneo de la conciencia; a la "historia" 
o al argumento, unos cortes instantáneos de apariencia arbitraria). Ildefonso 
es de los escritores que a la palabra le conceden una arquitectura que busca sostenerla 
en el espacio. El ritmo está claramente marcado, acentuando la espacialización 
que le otorga.
Pero con Hotel Lima no estamos solo ante una propuesta 
estética sino, como ocurre con los grandes creadores, ante una propuesta 
ética que nos ofrece una novela de su existencia en trance de creación 
pura, absoluta, espuma (empleamos la imagen del anti-soneto "Intensidad y 
altura" de Vallejo) agónica que es a su vez el anuncio y confirmación 
de nuevas búsquedas.
Búsqueda 
liberadora desde lo vivido
Ildefonso suele ser presentado 
en muchas interpretaciones desde un ángulo: autor de la "marginalidad" 
(la cultura occidental nace al Este del Mar Mediterráneo, en tierra bíblica 
y helénica; y muere al Oeste, más allá de las "columnas 
de Hércules", en tierras transoceánicas, en urbes como Lima), 
de una época de crisis y de ruptura con el pasado, a la intemperie, corroída 
por la duda y el escepticismo; de una nueva versión pesimista de la existencia 
humana (Flaubert dio la suya en el siglo XIX, Joyce la del siglo XX, en el ámbito 
nacional mencionaríamos a Palma para el siglo XIX y Ribeyro para el siglo 
XX), etc. En esa línea, ha tenido mucha difusión la caracterización 
de Hotel Lima como una obra "marginal", propia de una época 
agotada, ya sin grandeza para vivir o revivir los mitos fundacionales de su cultura. 
Los valores circularían caricaturizados o negados; por ejemplo, las musas 
de Dante (el Telémaco en pos de Ulises, el Dante, el Stephen Dédalus 
en pos de la paternidad de Leopold Bloom, del Hotel Lima y la Lima ildefonsianos) 
serían lo contrario de la Penélope homérica, de la Beatrice 
de la Comedia dantiana, entregadas al placer y a la "deshonra" del oikos 
conyugal (matrimonio, y hogar). Sus musas están más cercanas a Catita, 
a Molly Bloom, pertenecen a la estirpe de Anna Livia Plurabelle, de la Maga. 
Sin 
embargo, esta lectura nos parece inadecuada; invitamos a leer Hotel Lima 
de Ildefonso desde un ángulo positivo, como una gran búsqueda de 
la liberación del ser humano apresado en el laberinto del contrato social 
reinante (ya Ágreda ha identificado al Hotel Lima como "una especie 
de laberinto en cuyo centro se encuentra, en lugar del mítico Minotauro, 
Humareda y su universo artístico", Carrasco Núñez lo 
ha identificado como "símbolo de soledad, desarraigo, desorden, pobreza, 
clandestinidad, connotaciones contrarias a todo lo establecido por el sistema 
oficial [...] una metáfora de toda la ciudad", el propio Ildefonso 
ha dicho que el título de su novela "Refleja ese estado de tránsito 
perpetuo del artista incomprendido por la sociedad") y de los prejuicios 
heredados del pasado. En esa senda Hotel Lima es un extraordinario complemento 
de su búsqueda poética. Desde esta perspectiva "El vestido 
de la mujer transparente" inserto dentro del "Cuarto Acto" de Hotel 
Lima es un auténtico "manifiesto de Independencia" de su 
protagonista y del ser humano que se lanza a la búsqueda liberadora de 
lo nuevo y lo desconocido a modo de hazaña, magníficamente cerrado 
con el contemplativo "TRAGEDIA EN UN SOLO ACTO: EL ASCENSOR" de Víctor 
Humareda, todo un arte poética, que cierra y abre un ciclo de la búsqueda. 
Búsqueda que, aún, no alcanza a encontrar el modo de apresar ni 
la realidad ni la belleza plenamente, entregándonos "vestigios" 
de esa búsqueda que subraya una travesía a la sombra del Maestro 
quien "no puede tocar" solo "mirar" su ideal pleno en un estadio 
contemplativo en aroma de poesía que no dice nada.
La rica simbología 
de sus personajes está desplegada ampliamente en esta novela. "Así 
se explica que todos los personajes de Hotel Lima, incluso los más 
vulgares, lleven nombres literarios (Beatriz, Dafne, Silvia, Laura)", ha 
apuntado Ágreda; y también las menciones e interacciones con escritores 
como José Carlos Mariátegui, César Vallejo, Martín 
Adán, Gamaliel Churata, Oquendo de Amat, José María Arguedas, 
Manuel Scorza, Luis Hernández, Javier Heraud, Juan Ojeda, Carlos Oliva 
y Juan Vega, pero también Li Po, Dante, Shelley, Goethe, Beckett, Kafka, 
Joyce, Borges. Porque la experiencia no es "libresca", es una vivencia, 
los autores y escritores no insuflan su don en sesiones académicas literaturosas, 
sino en la vida misma para retratar la complejidad de la experiencia que no oculta 
las fibras más nobles y tiernas, con sus luces y sombras, así como 
para trazar conexiones entre las peripecias de sus protagonistas. Además 
la textura simbólica de su protagonista se encuentra acentuada por el hecho 
de que su nombre desata hondas connotaciones culturales, a tal punto que el mito 
central al que remite -el de la Divina Comedia- está incorporado 
como si fuera su nombre: Dante.
Hotel Lima deja de considerar la 
novela como un territorio cerrado donde reina un lenguaje propiamente "novelesco", 
para abrirla ampliamente a todos los discursos que surgen dentro de la literatura 
y la sociedad: orales y escritos, populares y cultos, antiguos y modernos, artísticos, 
periodísticos, técnicos y publicitarios, colectivos e individuales. 
Ildefonso en nuestra opinión se ha propuesto hacer de Hotel 
Lima un objeto dirimente y apelativo, capaz no solo de dar cuenta de la crisis 
de un mundo (el de fines del siglo XX al modo como Vallejo lo hiciera con el de 
la Guerra Civil, o el apocalipsis modernizador en el caso de Arguedas) sino de 
revertir los términos de la crisis en la alegoría realizadora de 
la novela. Su irreverencia evidente, su mirada escéptica no es ya capaz 
sino de herejía, una herejía que no se ocupa de factores políticos, 
declarativos, que en el fondo deciden su búsqueda. Hotel Lima no 
habría sido posible antes, hoy que muchas propuestas no pasan de expresar 
un deliberado desencanto, un profesional escepticismo y un correcto desgarramiento. 
Ildefonso nos expresa una mirada insatisfecha que renace en cada búsqueda.
Terminemos 
estas consideraciones poniendo de relieve la naturaleza singular de Hotel Lima, 
la novela más ambiciosa y peregrina de la prosa peruana reciente en lo 
que va la nueva centuria. En sus episodios, la escritura de Ildefonso se asume 
como refugio y espacio cuestionador de la hegemonía socio-cultural, de 
modo que su propio desempeño busca negar la jerarquía de la dominación, 
constituyéndose en un mecanismo interno de resistencia y liberación. 
Hotel Lima consolida notablemente el proyecto creador de Miguel Ildefonso, 
una de las voces más vigorosas e intensas de la literatura peruana contemporánea, 
que merece estar entre los mejores escritores peruanos que nos sumergen adentro, 
bien adentro de la conciencia múltiple de nuestra experiencia vital como 
una odisea, como una travesía, una comedia humana, humanísima que 
vale la pena ser disfrutada a plenitud.
CODA
Citamos 
in extenso a Gabriel García Marquez: "Debo ser un lector muy 
ingenuo, porque nunca he pensado que los novelistas quieran decir más de 
lo que dicen. Cuando Franz Kafka dice que Gregorio Samsa despertó una mañana 
convertido en un gigantesco insecto, no me parece que sea el símbolo de 
nada y lo único que me ha intrigado es siempre qué clase de animal 
pudo haber sido. Creo que hubo en realidad un tiempo en que las alfombras volaban 
y había genios prisioneros dentro de las botellas. Creo que la burra de 
Ballam habló -como dice la Biblia- y lo único lamentable es que 
no se hubiera grabado su voz, y creo que Josué derribó murallas 
de Jericó con el poder de sus trompetas, y lo único lamentable es 
que nadie hubiera transcrito su música de demolición. Creo, en fin, 
que el licenciado Vidriera - de Cervantes- era en realidad de vidrio, como él 
lo creía en su locura, y creo que de veras en la jubilosa verdad de que 
Gargantúa se orinaba a torrentes sobre las catedrales de París. 
Más aún: creo que otros prodigios similares siguen ocurriendo, y 
que si no los vemos es en gran parte porque nos lo impide el racionalismo oscurantista 
que nos inculcaron los malos profesores de literatura" y algunas aproximaciones 
críticas añadiríamos nosotros, y es que antes García 
Márquez había señalado, en el mismo texto, una justificada 
crítica ante "la manía interpretativa [que] termina por ser 
a la larga una nueva forma de ficción que a veces encalla en el disparate". 
Esto hace que, a veces, sea más difícil leer la crítica que 
las obras mismas, una especie de "críptica" literaria que además, 
en los estudios críticos de los últimos años, evidencia la 
ausencia de un dominio hondo de la problemática que supone diferenciar 
entre crítica interna y externa, estudiar la ideología de un mensaje 
estético y establecer la especificidad de un enfoque sociológico 
de la literatura. En esa línea, entendemos la declaración de Miguel 
Ildefonso (él mismo dueño de un agudo discurso crítico plasmado 
en sus ensayos) en la entrevista hecha por Maribel de Paz: "Este es el libro 
más arriesgado que he escrito y puede ser un reto para un crítico", 
pero precisa "De repente, un lector simple se puede dejar llevar sin prejuicios, 
más que un crítico que obedece, muchas veces, a intereses del momento". 
Nuestra intención en esta aproximación a Hotel Lima no es 
otra que favorecer su lectura cabal, honda y completa, tanto del lector promedio 
como del especializado, si al final lo hemos conseguido nos daremos por satisfechos; 
sean los lectores de la gran novela de Ildefonso los que juzguen, alea jacta 
est.
 Independencia, diciembre de 2006 y febrero de 
2007
 

 
Referencias
- 
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República. Martes, 12 de diciembre de 2006
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Con el siguiente enlace: 
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- 
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Suplemento El Dominical del diario El Comercio. Domingo, 4 de febrero de 2007
- 
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http://luzdelimbo.blogspot.com/2007/02/libro-y-novela-un-novelista-tiene-que.html
- 
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"Se habla inglés peruanizado". Letra Viva, En: El Comercio, jueves, 
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"Historia personal del 90 (Grupos poéticos de Lima en la década 
del noventa)". Tomado de Mundo alterno, con el siguiente enlace: 
 http://mundoalterno.com/decimas/ncolaboracion/miguel_ildefonso3.htm 
- 
MANGUEL, Alberto, "Frankenstein, el monstruo". Suplemento Cultura del 
diario La Nación, Buenos Aires, domingo, 28 de enero de 2007
- 
NEIRA, Hugo. "Humareda. Del arte para ser feliz, en Lima". Diario La 
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REYNOSO, Oswaldo. "Estos jóvenes están preparando el camino 
para una gran novela". Entrevista de Luis Fernando Chueca. En: Flecha en 
el azul, N° 10, 1999
- RODRIGUEZ 
ULLOA, Claudia. "De telos y literatura". Diario Correo, domingo 10 de 
diciembre de 2006
- VILLAR; Alfredo. 
"La generación del miedo". Artículo inédito cedido 
por el autor.
Entrevistas 
y reportajes a Miguel Ildefonso
Aquí 
solo consignamos aquí los títulos que nos han sido de mayor utilidad 
y/o que abordan los temas señalados en esta aproximación.
- 
CARLÍN, Ernesto. "Humareda como inspiración en libro de Miguel 
Ildefonso". Reportaje a Miguel Ildefonso. Diario Oficial El Peruano, jueves, 
23 de noviembre de 2006.
- DE PAZ, 
Maribel. "Inquilino Literario". Entrevista con Miguel Ildefonso. Revista 
Caretas Edición Nº 1953 del jueves, 30 de noviembre de 2006.
- 
IZQUIERDO Q., Francisco. "Si mi nombre sale en algún medio que sea 
por lo que escribo". Entrevista con Miguel Ildefonso. Diario La Primera, 
domingo 10 de diciembre de 2006.
- 
Odumodneurtse, "Lo inacabado es coherencia". Entrevista con Miguel Ildefonso.- 
En: Odumodneurtse. Periódico de poesía, número 1, septiembre 
de 2003.
- RUIZ-ORTEGA, Gabriel. "Sólo 
quiero que empiece otra vez la fiesta". Entrevista con Miguel Ildefonso tomada 
del blog La Fortaleza de la soledad con el siguiente enlace: 
http://la-fortaleza-de-la-soledad.blogspot.com/2006/07/slo-quiero-que-empiece-otra-vez-la.html
- 
SAENZ, Carlos. "La poesía es el vehículo con que me conecto 
con el mundo" Entrevista con Miguel Ildefonso aparecida en Xcribas. Portal 
cultural con el siguiente enlace: 
http://www.xcrivas.com/?cat=10a&sid=308 
- 
TORRES, Niltón. "El Perú es marginal". Entrevista a Miguel 
Ildefonso publicada en el suplemento Domingo del diario La República el 
31 de diciembre de 2006.
- TRIVELLI, 
Carlo. "Sigo a Humareda desde mis inicios como creador". Reportaje a 
Miguel Ildefonso. Diario El Comercio, domingo 10 de diciembre de 2006.