EL 
DISCURSO MARGINAL EN “HOTEL LIMA” DE MIGUEL ILDEFONSO
Por 
Fernando Carrasco Nuñez
 
Lo primero que llama la atención al coger la novela de Miguel Ildefonso 
(Lima, 1970) es lo particular de su edición. En la carátula nos 
seduce un cuadro de Enrique Polanco y en los interiores, las fotografías 
tomadas por Herman Schwarz al pintor Víctor Humareda, legendario residente 
del famoso Hotel Lima, ubicado en una zona marginal del distrito de La Victoria. 
En este sentido el título designa a un viejo hotel, el cual aparece como 
un elemento simbólico trascendente dentro de  la 
historia. El Hotel es símbolo de soledad, desarraigo, desorden, pobreza, 
clandestinidad, connotaciones contrarias a todo lo establecido por el sistema 
oficial. Este espacio protagónico entra en sintonía y se refuerza 
con el accionar de los protagonistas. Así, Dante es un joven aficionado 
a la literatura y a las artes plásticas que admira sobremanera al pintor 
Víctor Humareda por ello se ha propuesto emularlo como una suerte de homenaje 
diario. Dante habita en el Hotel Lima, la antigua morada del Maestro, como él 
lo denomina; recorre las calles de La Parada; visita los prostíbulos y 
pasa largas horas en la oscuridad de su habitación reflexionando sobre 
distintos temas como la belleza, el arte, el amor, la vida. Estas extensas reflexiones 
simbólicas y surrealistas que por momentos se tornan tortuosas reflejan 
una intención de evadir la realidad inmediata que lo circunda y agobia:
la 
historia. El Hotel es símbolo de soledad, desarraigo, desorden, pobreza, 
clandestinidad, connotaciones contrarias a todo lo establecido por el sistema 
oficial. Este espacio protagónico entra en sintonía y se refuerza 
con el accionar de los protagonistas. Así, Dante es un joven aficionado 
a la literatura y a las artes plásticas que admira sobremanera al pintor 
Víctor Humareda por ello se ha propuesto emularlo como una suerte de homenaje 
diario. Dante habita en el Hotel Lima, la antigua morada del Maestro, como él 
lo denomina; recorre las calles de La Parada; visita los prostíbulos y 
pasa largas horas en la oscuridad de su habitación reflexionando sobre 
distintos temas como la belleza, el arte, el amor, la vida. Estas extensas reflexiones 
simbólicas y surrealistas que por momentos se tornan tortuosas reflejan 
una intención de evadir la realidad inmediata que lo circunda y agobia: 
 
 “Y allí, en la noche, había un lugar de paz, 
un No-lugar-en-el-mundo, un vientre de cemento en el que se podía pensar 
en otra cosa […] El aislamiento de mi cuerpo (respecto de todo lo que me rodeaba) 
producía en mí el anhelo disipado de infinito: evasión podría 
ser la palabra más exacta para nombrarlo” ( p.26)
 
 Esta 
actitud evasiva lo remite también al pasado para rescatar sentimientos 
primigenios. Dante rememora el primer amor de la infancia y sus relaciones con 
otras muchachas con nombres memorables como Beatriz, Laura, Silvia, Emma, quienes 
cada una a su manera lo marcarán para siempre. Recuerda también 
toda la bohemia de su tiempo, a los jóvenes marginales como él signados 
por la fatalidad, que viven intensamente y sueñan con la gran obra al tiempo 
que leen enfervorizados a Baudelaire, Rimbaud, Bukowski, Mishima, Martín 
Adán y Lucho Hernández, autores que asumieron la marginalidad como 
una filosofía de vida que los arrastró hacia finales funestos. En 
estas páginas se rinde tributo a toda una generación de jóvenes 
artistas que habitaron una Lima agrietada y decadente que aún padecía 
el accionar de Sendero Luminoso y del Ejército a fines del deleznable primer 
gobierno aprista y a puertas de la dictadura fujimorista. El Hotel Lima es también 
una metáfora de toda la ciudad ya que tras la muerte del pintor, el hotel 
decae y cierra sus puertas para luego convertirse en una más de las muchas 
galerías comerciales que inundan esa zona sórdida de la ciudad.
 
 Dante ha leído todo lo vinculado a Humareda y los escritos que 
el pintor dejó con el título Notas al pie del abismo y está 
en proceso de escribir un Libro, que acaso es el libro que el lector tiene en 
sus manos, recurso literario muy usado entre los jóvenes escritores. La 
figura de Humareda aparece de manera velada en los primeros capítulos de 
la novela a través de las reflexiones de Dante, pero es solo al final del 
libro donde se muestra a plenitud. El pintor surge como un espectro entre los 
pasillos del Hotel Lima. Aparece sentado en su viejo sillón Sócrates, 
vagando por las polvorientas calles de La Parada, soñando con su musa de 
toda la vida, la rubia Marilyn o con sus maestros como Goya, Toulouse Lautrec, 
Van Gogh o Paul Gauguín. Incluso aparece dialogando con los personajes 
de sus cuadros como el Arlequín quien le refiere la historia de escritores 
marginales peruanos. En algunos casos son los mismos autores quienes hablan a 
través del Arlequín configurando escenas emotivas y muy bien logradas. 
Desde nuestra perspectiva el Hotel Lima, Humareda y Dante como elementos protagónicos 
de la novela comparten una misma carga simbólica: la marginalidad. El Hotel 
es el No-espacio, Humareda es el No-arte y así Dante, como émulo, 
busca la No-poesía. Dante se construye un No-mundo a través de las 
palabras -como oralidad o escritura- para huir de la realidad oficial que lo asfixia: 
“En la única dimensión donde yo soy yo, si es que eso puede significar 
algo en medio de toda la nada, es aquí, en esta dimensión inútil 
de las palabras” (p.37).
 
 En el plano del Discurso hallamos 
una serie de rasgos estructurales que se vinculan con la concepción del 
mundo que tiene el protagonista. La novela está dividida en cuatro capítulos 
o actos –como aparece en el libro- los cuales se configuran a partir de escenas 
que no guardan una secuencia lógica. Algunas de ellas pueden existir muy 
bien como historias independientes como el bello texto titulado Historia de amor 
y de caníbales. Este libro de Ildefonso subvierte la forma tradicional 
de la novela. Al respecto el protagonista nos dice: “Cuento y desordeno la 
historia. Es malo, lo sé, tener esa afición desde tan temprano, 
pero nada puedo hacer si la veo fluir, la veo caer y caer, pudriéndose 
en esta habitación como la cicatriz de mi rodilla izquierda” (P.50). 
Como se aprecia, a lo largo del libro prevalece la voz de un narrador protagonista 
que problematiza sobre su mundo personal y sobre la sociedad que lo aqueja. Otro 
rasgo estructural inquietante en la novela de Ildefonso es la presencia de diferentes 
discursos literarios. Percibimos formas líricas, narrativas y dramáticas. 
Esta actitud de quebrar radicalmente las barreras del género narrativo 
emparientan a su autor con los exponentes del Romanticismo y la Vanguardia. En 
cuanto al uso del lenguaje consideramos que es uno de los principales aciertos 
del libro. Aunque aparecen ciertas expresiones deslucidas, el libro se muestra 
muy favorecido de pinceladas líricas. Veamos: “Afuera, la noche era 
clara y silenciosa como un cristal que daba miedo que en cualquier momento se 
pudiera romper” “Silvia era delgada, ligera, con el cabello negro y lacio que 
se convertía en música cuando corría” o “En la avenida anaranjada 
llamada 28 de Julio estaba el Hotel Lima, de cuatro pisos, que de noche era de 
color azul como un lóbrego cisne”. El lenguaje mostrado a lo largo 
del libro abunda en figuras retóricas muy audaces que le confieren mayor 
relevancia a la novela.
 
 En síntesis, Hotel Lima de Miguel 
Ildefonso es una buena novela que recrea la vida del Artista marginal limeño 
y que confirma las dotes narrativas de uno de los poetas más importantes 
de la literatura peruana de las últimas décadas.